DESCRÉDITO DE La ONU Y VIOLENCIA REBELDE AGUARDAN GENERAL BRASILEÑO EN CONGO
Invitado para chefiar segunda mayor misión de las Naciones Unidas, militar deberá enfrentar hostilidad de rebeldes, que acaban de suspender diálogo de paz. Congoleses sugieren que nuevo comandante tenga abordaje diferente.
Una misión sin credibilidad y nuevas coaliciones rebeldes listas para enfrentar cascos azules. ES este escenario que el general brasileño Carlos Alberto de Santos Cruz tendrá que enfrentar al asumir la misión de paz en la República Democrática de Congo (Monusco), el segundo mayor emprendimiento militar de las Naciones Unidas en actividad en el mundo.
“Nadie confía más en las tropas de la ONU. [En noviembre, en la invasión rebelde] en Goma, ellos dijeron que la situación estaba bajo control, y las personas estaban siendo muertas en el frente de ellos”, desabafa Henri Bura Ladyi, director del Centro de Resolución de Conflictos (CRC), que tiene sede en Beni, en la provincia congolesa de Kivu Norte.
La organización busca retirar jóvenes soldados de las milicias y reintegrarlos a la sociedad. El CRC cuenta con 250 colaboradores y busca ayudar desplazados internos en Kivu Norte. Ladyi dice que los congoleses aún están confusos y no saben lo que esperar de la ONU en Congo.
“Tememos el aumento de la violencia porque [los grupos armados] están montando nuevas coaliciones para fortalecerse e intensificando el recrutamento de jóvenes para enfrentar la brigada de la ONU”, alerta.
Listos para el combate
La Monusco cuenta con más de 20 mil militares de 50 países. La invitación de la ONU al general Santos Cruz para la función – el nombramiento oficial está en trámite – coincide con un divisor de aguas en la historia del conflicto, que ya se arrastra por más de 20 años. Desde 1999, cuando fue creada, es la primera vez que la misión contará con una peleada de intervención, con la función que va además de la simple protección de la población civil.
El uso de la brigada, con presupuesto previsto de 140 millones de dólares durante un año, fue aprobado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU. Conforme la resolución 2098, de 2013, la función será de “neutralizar y desarmar milicias, monitorear el embargo de armas en el territorio y capturar responsables por crímenes de guerra y contra la Humanidad”.
El movimiento rebelde M23 suspendió el diálogo con el gobierno congolês esta semana. Los rebeldes alegan que no tienen sentido negociar la paz cuando la ONU está prestes a emplear una brigada autorizada a atacarlos.
“Nodos estamos esperando la brigada de la [ONU]. Estamos listos. Nuestros hombres están en alerta máximo”, dijo Stanislas Baleke, representante político de la M23.
Barril de pólvora
Los representantes de las Naciones Unidas niegan el fin de la búsqueda por una solución diplomática para el conflicto. “La brigada tendrá un papel muy más de dissuasão [de los rebeldes] del que de solución militar. El foco real es encontrar una solución en el ámbito político”, rebate la enviada especial de la ONU para la Región de los Grandes Lagos, Mary Robinson, que visitó el país esta semana.
La M23 es considerado el grupo armado más importante del leíste de Congo, y organizaciones internacionales acusan Ruanda de apoyar los rebeldes – lo que aumenta la tensión entre los dos países. El grupo alega luchar por amnistía y reintegração de sus soldados al Ejército congolês. En noviembre pasado, la M23 ocupó Goma, la capital de Kivu Norte, en una demostración de fuerza contra el gobierno y las tropas de la ONU.
El grupo permanece estacionado en las cercanías de la ciudad y, según la última resolución de la ONU, “intenta establecer una administración paralela en la provincia”. En las áreas rurales, el terror es esparcido por las milicias Mai-Mai, cuyos crímenes acaban alimentando conflictos étnicos.
Pero la inestabilidad en el segundo mayor país de África no se resume a la actividad de la M23 y de los Mai-Mai. La República Democrática de Congo tiene más de 20 grupos armados activos en su vasto territorio. Entre los que más aterran las poblaciones locales está el Ejército de Resistencia del Señor, comandado por Joseph Kony. Su nombre encabeza la lista de los más buscados por el Tribunal Penal Internacional y ganó atención global a través de la campaña “Kony 2012” en las mídias sociales.
Invirtiendo en misiones de paz
Desde 1948, lo Brasil participó de más de 30 misiones de paz de la ONU con aproximadamente 20 mil soldados. El general Santos Cruz aguarda el nombramiento oficial para sustituir el hindú Chander Prakash en el mando de la Monusco.
Con el brasileño, el país tendría dos de sus militares al frente de dos de las 14 misiones de la ONU en actividad en el mundo – el general Edson Leal Pujol ya comanda la Minustah, en Haití. Además de Pujol, lo contra-almirante José de Andrade Bandera Leandro comanda la fuerza-tarea marítima de la misión interina de las Naciones Unidas en Líbano (FTM-Unifil).
La Monusco es la segunda mayor misión ONU y tiene mandato renovado por más un año a partir de julio. Fue presupuestada en 1,3 bilhão de dólares el último año y cuenta con más de 23,5 mil integrantes. Pierde sólo para la Unamid, en Darfur, que es comandada por el general tansaniano Wynjones M. Kisamba y costó 1,4 millón dólares el último año, teniendo efectivo de 24,5 mil.
Lo Brasil ha invertido en la formación de militares para participar de misiones de la ONU. El Centro Conjunto de Operaciones de Paz de Brasil (CCOPAB) fue creado en 2010 para capacitar integrantes de las Fuerzas Armadas brasileñas y de “naciones amigas”. “El Ministerio de la Defensa debe apoyar el CCOPAB para que él se haga referencia en operaciones de paz”, explica el sub-comandante del centro, Salomão Pereira de Silva, destacando que el Itamaraty establece las directrices del CCOPAB.
Para la investigadora Claudia Zilla, del Instituto Alemán de Asuntos Institucionales y de Seguridad (SWP, en la sigla en alemán), la elección del militar brasileño para chefiar la Monusco tiene relación con la postura afirmativa de la política externa brasileña, con la aproximación del país con a África y con la ambición de Brasil de pertenecer al Consejo de Seguridad de la ONU.
Según ella, no se trata solamente del cambio de posicionamiento de Brasil como actor regional para actor global y expansión en su área de influencia. “No es sólo una expansión geográfica, pero también temática. La Minustah sirve más para estabilización, la Monusco tendrá papel de combate. El general tuvo éxito al desarmar grupos criminales en Haití y eso debe ser usado en Congo”, explica la investigadora.
Falta de confianza en los cascos azules
Henri Bura Ladyi enfatiza que el nuevo mando de la Monusco tiene que dejar claro sus objetivos y los seguís a la risca. Él dice que los grupos rebeldes deben ser monitoreados, tengan sus integrantes prendidos y llevados a juicio. El director del Centro de Resolución de Conflictos de Congo subraya que las tropas de la ONU no están haciendo nada de visible y luchan por su propia protección en vez de proteger las personas.
“La población civil debe tener sus derechos respetados. La ONU no está haciendo lo que debería por aquí y no tiene más crédito. Si él [el general Santos Cruz] venga con un abordaje nuevo, dejando claros sus objetivos para las personas, él será una persona muy importante para Congo”, opina Ladyi.
La República Democrática de Congo es un país rico en minerais, lo que despierta la atención de varios actores nacionales e internacionales. Según la organización International Crisis Group, el gobierno y organizaciones internacionales han fallado al intentar controlar la explotación ilegal de estas riquezas por grupos armados. “Muchas milicias financian sus actividades vendiendo volframita, coltan y cassiterita – minerais con buen precio en la industria de productos electrónicos”, destaca un informe del grupo publicado en 2010.
El país es considerado inestable desde su independencia, en 1960, sin embargo, a partir de 1994, después del genocidio en la vecina Ruanda, el escenario de conflicto se hizo más complejo. Miles de personas del grupo étnico hutu, envueltos en la masacre de la etnia tutsi, cruzaron la frontera y se aliaron a las fuerzas del gobierno congolês. La movimentação generó una coalición de fuerzas rebeldes que destituyó el presidente Mobuto Sese Seko, colocando Laurent Desiré Kabila en el poder. Otros países también se envolvieron en la disputa de poder congolesa, lo que generó un conflicto de intereses diversos y proporciones regionales.