Barbanegra
Colaborador
La alargada sombra de la República Islámica de Irán en Afganistán
Irán empezó a construir el muro en 2007, poco después de que Estados Unidos desplegara sus tropas en el sur de Afganistán tras cinco años concentradas en el norte del país. La pared, de cinco metros de alto, no abarca ni por asomo los 224 kilómetros de frontera que la provincia de Nimroz comparte con Irán. Tan sólo unos 50 kilómetros en el distrito de Kang, el fronterizo más cercano a la localidad de Delaram, donde los soldados norteamericanos estuvieron apostados hasta el pasado abril.
"Teherán quiere evitar que Estados Unidos apoye a insurgentes baluches del sur de Irán", conjetura el jefe de la policía criminal de Nimroz, Abdullah Baloch, en referencia a la población local suní cada vez más radical que habita en el sureste iraní y que podría desestabilizar el país. Sería una manera de neutralizar la amenaza de Irán.
Un pueblo en medio de la nada
Barichi es un pueblo de casas de adobe en medio de la nada, a unos 30 minutos en coche de la capital provincial por un camino insufrible de tierra y baches. No hay agua corriente, ni electricidad, pero sí un río cercano y tierra para cultivar. Un centenar de familias vivían allí hace un año. Ahora sólo quedan 60. Otras aldeas afganas han corrido la misma suerte con la construcción del muro.
"Los iraníes han trazado la frontera como les ha dado la gana", se queja el anciano Mohammad Ayub, de aspecto frágil y que actúa como portavoz. En Barichi los vecinos aseguran que ellos quieren continuar siendo afganos y no iraníes. El letrero de una organización internacional yace caído y medio oxidado en un descampado de la aldea. Indica que allí se llevaba a cabo un proyecto de ayuda con fondos de la Comisión Europea. No era un pueblucho cualquiera. En sus tierras crecía trigo, los vecinos comerciaban con el pueblo iraní más cercano, Shagalak -situado a apenas un kilómetro de distancia-, y los niños iban a la escuela.
Ahora los campos de cultivo están abandonados, todo atisbo de comercio ha quedado abortado, y el colegio apenas recibe alumnos. La policía iraní circula impunemente con sus vehículos por territorio afgano, a pocos metros de la frontera, e incluso algunos de sus efectivos se han instalado en un campamento rudimentario. Se divisa perfectamente desde Barichi.
El jefe de la Policía de Frontera Afgana en el distrito de Kang, el comandante Ali Ahmad, discute con los vecinos qué hacer. No sabe darles una respuesta. Lamenta que ni las tropas internacionales ni nadie haga nada para evitar la injerencia iraní. "Los soldados americanos nos dijeron que nos enviarían aviones si teníamos problemas", comenta ingenuo. Pero ahora las fuerzas estadounidenses ni tan siquiera están en Nimroz.
Absoluta influencia iraní
La influencia de Irán en la provincia va mucho más allá. Todas las transacciones comerciales se realizan en riales, a pesar de que el valor de la moneda iraní es centenares de veces inferior a la afgana. Incluso cuando se paga en afganis, los tenderos devuelven el cambio en riales. En la capital provincial, Zaranj, resulta imposible encontrar algo tan universal como una Coca-cola. En las tiendas todos los productos son iraníes.
El país vecino también proporciona electricidad y agua a Nimroz. Podría estrangular a la provincia en cuestión de días. Sus canales de televisión se ven en la zona y la Fundación Humanitaria Imam Khomeini lleva a cabo proyectos de ayuda. "Asistimos a huérfanos y viudas porque iraníes y afganos somos hermanos", declara Mobarez Ghulam, responsable de la fundación en Nimroz, a pesar de que el muro esté asfixiando a centenares de familias afganas.
El gobernador de la provincia, Amir Mohammad Akhadzada, se limita a decir que necesitan "más policías de frontera". La embajada iraní en Kabul declinó pronunciarse.
http://www.elmundo.es/internacional/2014/09/27/54258bb1e2704ed8778b4590.html