Israel ante un nuevo escenario de seguridad
10 de diciembre de 2012
Fiódor Lukiánov, para Rossískaya Gazeta
El definitivo estancamiento del proceso de paz y los cambios en la región han creado un nuevo contexto en la región. El balance, en lo que a seguridad se refiere, es que el escenario que existía en Oriente Próximo sufre una rápida erosión. Ante esta situación es Israel el que se encuentra en la situación más desfavorecida.
Desde finales de 1970, tras una serie de guerras en la región, se fue creando gradualmente un sistema de relaciones formales e informales.
Israel, con el apoyo de EE UU, acordó un tratado de paz con Egipto y después con Jordania, lo que rompió el bloqueo a que estaba sometido el Estado judío por parte de sus vecinos árabes.
Estados Unidos, por su parte, profundizó las relaciones con los países más ricos y poderosos del mundo árabe, en particular las monarquías del Golfo Pérsico.
Estos socios de Washington siguen siendo enemigos de Israel, sin embargo, no hicieron nada para destruir ese equilibrio.
Turquía, en general, estableció con los israelíes una cooperación en cuanto a servicios de seguridad intercambio técnico-militar se refiere.
Mientras, el problema palestino ha sido la manzana de la discordia. Tras el colapso de la URSS, los protectores árabes de los palestinos prefirieron mantener el statu quo. Sobre todo cuando que el 'proceso de paz' de la década de los 90 creó la ilusión de una posible resolución y las respetables potencias árabes podían limitar su apoyo a las palabras.
Incluso con Siria, enemigo declarado de Israel, hubo un pacto tácito de no agresión, a pesar de que el tema de la ocupación israelí de los Altos del Golán pendía como una bomba de relojería.
Todo esto empezó a desmoronarse en el siglo XXI. El proceso de paz entró en
un callejón sin salida. Prueba de ello fue, no solo el estado de ánimo cambiante de los votantes israelíes, que ya no votan por los conciliadores de izquierda, sino también la división de Palestina entre Cisjordania, donde gobierna la anterior nomenclatura palestina de Al Fatah, y Gaza, controlada por Hamás.
Por otro lado, los intentos de EE UU por llevar a cabo una reorganización de Oriente Próximo han llevado a que Irak se transforme, de facto, en patrimonio iraní, a un aumento de la ansiedad común y a la exacerbación del conflicto entre sunitas y chiítas.
Y cuando la energía de las masas estalló en forma de 'primavera árabe', el nuevo estado de ánimo reflejaba cualquier cosa menos una simpatía creciente hacia Occidente, Estados Unidos e Israel.
Además del sistema de equilibrio político y diplomático descrito, la seguridad de Israel en su propio futuro se basaba en su imagen como país que resolvía los problemas por la fuerza. Gracias a la superioridad militar, la disposición de llegar hasta el final, independientemente de los costos y las garantías del apoyo internacional, ya que EE UU bloqueaba automáticamente cualquier acción dirigida en su contra. Ahora todo esto se cuestiona.
La campaña militar en el 2006 en el sur del Líbano contra Hezbolá no produjo ningún éxito decisivo para Israel. Tampoco lo fue la operación 'Plomo fundido' en Gaza de 2009.
En otras palabras, la creencia en la capacidad de detener eficazmente la crisis por la vía militar quedo minada.
Por otra parte, Israel se somete a una fuerte crítica de la comunidad internacional, incluida la UE, y no puede ignorarla. Incluso Estados Unidos ha ejercido presión sobre el estado judío para que en la pasada ofensiva pusiera fin a la violencia, y lo más que puede hacer Washington, es proporcionarle cierto tiempo a su aliado.
Las perspectivas de Israel son aún más sombrías. El habitual problema palestino se convierte en una moneda de cambio en el confuso Oriente Próximo.
Las nuevas autoridades egipcias tienen la intención de devolver a El Cairo el estatus de capital política en el mundo árabe. A pesar de la situación de tensión interna de la última semana, es probable que revisen poco a poco los Acuerdos de Camp David, que se comporten activamente en el frente palestino (y pretendan el papel de patrón principal), y sobre la cuestión siria, que promuevan soluciones regionales (los cuatro vecinos).
Sin embargo, también Doha se esfuerza por representar un papel especial en este ámbito. La visita del Emir de Qatar a Gaza obligó a todos a decir que Hamás, antes centrado en Siria e Irán, había encontrado un nuevo patrocinador, que a la vez se ve a sí mismo el heraldo de los cambios en el mundo árabe y el líder de la campaña contra la influencia chií.
Qatar no ve con malos ojos representar el papel de 'núcleo' del movimientos de los Hermanos Musulmanes, que ya gobierna en Egipto y se activa en otros países.
La situación se tensa en Jordania, donde crece el descontento. A su vez, Turquía se muestra tajantemente contra Israel.
La postura de EE UU en Oriente Próximo se tambalea. Washington ha dependido tradicionalmente de los regímenes sunitas, pero estos se están islamizando.
Con los chiítas, cuya influencia es cada vez mayor, los estadounidenses están en conflicto a causa de Irán. La necesidad de un apoyo incondicional de Israel es para EE UU, si no una carga, una limitación en los intentos por construir un nuevo sistema de relaciones en la región.
Israel se enfrenta a un aislamiento completo. Su incapacidad para conseguir resultados explícitos con la fuerza es a ojos de los árabes la confirmación de que ya no es el mismo.
Fiodor Lukiánov es editor jefe de 'Rossiya v globalnoi politike' (Rusia en la política mundial).
Artículo publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.
http://elpais.rusiahoy.com/articles...te_un_nuevo_escenario_de_seguridad_22621.html