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Aviones militares: debemos concluir los proyectos de ventas y adquisiciones
28 Septiembre 2019 - 00:01
La actualidad política argentina está condicionando el cierre de las operaciones de compras y ventas de aviones que han sido recientemente anunciadas.
Suspenso. La operación de venta de los Pampa III a Guatemala quedó en suspenso. Ahora el Congreso de ese país deberá dictaminar sobre el tema.
Por
Gabriel Balbo
Aunque parezca no tan reciente, han pasado menos de tres meses desde el anuncio de venta de
aviones PAMPA a Guatemala y casi al unísono la novedad del avance en la adquisición de un lote de FA-50,
avión de caza de origen coreano. Mucho ha pasado sin embargo en este poco tiempo y los vientos no aparentan ser los más favorables a las tan ansiadas transacciones para nuestra fuerza aérea.
No obstante, a veces las apariencias pueden nublar las visiones menos agudas.
Este actual interregno local entre las PASO (con sus manifiestos resultados) y el resultado final del proceso eleccionario a darse a fines de octubre sería el principal factor de cambio de escenario, aunque no el único. Por caso,
la venta a Guatemala está empantanada por el propio proceso institucional en ese país, que si bien ya tiene como flamante presidente electo a Alejandro Giammattei, aún no existe una posición clara de continuidad en el proceso de adquisición. En tal sentido, el presidente saliente Jimmy Morales ha recomendado a su sucesor concluir con la compra, arrojando entonces (al menos desde la retórica) una luz de esperanza en concretar la operación que, si hubiese sido Sandra Torres (su rival) la ganadora de los comicios, estimamos que se hubiese disipado por completo.
En cuanto a la compra de FA-50 Fighting Eagle, avión de caza fabricado por la KAI (Korean Aerospace Industries), basado su diseño en el F-16 Fighting Falcon de la norteamericana Lockheed Martin, la misma ha sufrido sin dudas los coletazos de la devaluación del peso con respecto al dólar y seguramente tenga que sobrellevar además los efectos concernientes a la asignación de las (pocas) divisas que actualmente se espera que nuestro país genere en el corto y mediano plazo.
Estas cuestiones podrían relativizarse (y salvarlas de la coyuntura)
si pudiera pensarse en una operación que contemple condiciones de financiación acordes con nuestra realidad (léase un plazo de gracia prudencial para comenzar a pagar) y que tuviera el visto bueno de nuestros acreedores (léase FMI).
Mucho mejor aún sería un escenario donde se avanzara en compensaciones económicas que otorgasen beneficios a unos y otros.
Salvando las cuestiones mencionadas (no menores por cierto) la actual coyuntura sería una excelente oportunidad histórica para demostrar (y demostrarnos) que es posible lograr acuerdos políticos amplios en cuestiones básicas que forjen la idea del interés nacional. Políticas de Estado como pueden ser la promoción de Cadenas de Valor complejas y la Defensa Nacional podrían ser interesantes disparadores, sustentando la continuidad de gestiones que trascienden a los gobiernos de turno.
En tal sentido, es difícil pensar que algún ciudadano argentino esté en desacuerdo con tener unas fuerzas armadas con el instrumento militar adecuado a los tiempos que corren, acordes al tamaño de nuestro país y a los activos estratégicos a preservar, como a nuestra condición de nación pacífica y al anhelo de ser una potencia media. Aún menos si la renovación de un sistema de
armas contempla además la cooperación industrial necesaria para poder ensamblar los aviones, la posibilidad de producir partes por nuestra industria nacional, con mano de obra local y escalar en el conocimiento que requieren este tipo de industrias de alto valor (el cluster aeronáutico de Córdoba, con FADEA a la cabeza, tiene la capacidad para hacerlo).
Tampoco ese mismo ciudadano argentino va a estar en desacuerdo con aprovechar la oportunidad de vender aviones de producción propia al extranjero, generando un impacto económico positivo, más aún considerando la depresión que sufre la industria local, todavía mayor en los nichos de mayor sofisticación tecnológica.
Así,
si tomásemos como válidas ambas premisas anteriores estaríamos delante de lo que se denominan lineamientos de Estado, cuestiones que son consideradas en la manifestación explícita del interés nacional (en este ejemplo, la producción industrial con generación de valor, unas fuerzas armadas correctamente equipadas, unas relaciones internacionales estables). Como tal, el interés nacional es la expresión de una idea en común que tiene una nación, independientemente de los gobiernos que se sucedan y superador de colores políticos partidarios.
Si hablamos de la venta de los Pampa a Guatemala, es torpe pensar que el esfuerzo de la administración actual no tiene el sustento del trabajo de administraciones anteriores y en el hecho de mantener estrechas relaciones con los países que nos proveen de los subsistemas que componen el avión.
Si hablamos de la compra de FA-50 a Corea del Sur, es limitado pensar que el trabajo requerido para la elección del mejor sistema posible para la actualidad de la fuerza aérea (en cuanto a necesidades y recursos disponibles) se haya resuelto en meses, y que no haya habido una planificación de larga data realizada por los propios usuarios de los sistemas así como la Cancillería y los expertos en Defensa. Eso (aunque implícito) es interés nacional.
Más allá de las preferencias en la manera de administrar el Estado de unos u otros, una mirada común sobre las cuestiones estratégicas enriquecerá no sólo la institucionalidad en el manejo de la cosa pública sino que dará una señal muy positiva a los diferentes actores (tanto internos como externos, económicos como políticos)
acerca del futuro de nuestra nación. Nos debemos este momento.
Palabras clave: Defensa, Industria, Pampa III, Cadenas de Valor, FA-50
GABRIEL BALBO. Analista de Relaciones Económicas Internacionales, Tecnología y Geopolítica. Director de ESPADE (Estudios para el Desarrollo)
www.espade.com.ar. En Twitter: @G_Balbo