Al menos 57 muertos, entre ellos seis niños, en un ataque del ejército sirio
Al menos 57 personas han muerto en un ataque perpetrado por el ejército en Al-Sanamein y Ghabaghed, dos ciudades de la provincia de Deraa, al sur de Siria, según ha anunciado una ONG instalada en la zona.
"El número de personas muertas por tiroteos, bombardeos y ejecuciones durante los enfrentamientos de este miércoles entre soldados y rebeldes en las localidades de Al-Sanamien y Ghabaghed suman 57, según el último recuento", ha afirmado el Observatorio sirio de los derechos del hombre.
En un primer momento, el número de fallecidos sumaba 45. Sin embargo, en un segundo recuento se han hallado 12 personas más. Entre los muertos se han encontrado siete mujeres, seis niños y otros 16 civiles, además de 12 soldados del gobierno sirio y 16 rebeldes.
Según el director del Observatorio, Rami Abdel Rahmane, "el martes por la noche, 10 soldados abandonaron un importante puesto militar que se encontraba cerca de estas localidades y se refugiaron en dos ciudades. Al día siguiente, el ejército comenzó el ataque".
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/11/internacional/1365668769.html
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La montaña alauí de Trípoli
El paisaje urbano de Jabal al Mohsen resume la ambivalencia en la que viven desde hace meses los habitantes de Trípoli. En una jornada de calma semeja ser otro arrabal empobrecido y abigarrado de la segunda ciudad del Líbano.
Pero basta elevar la vista hacia los apartamentos más elevados de los edificios para percatarse de los cientos de balazos que criban sus muros.
La supuesta normalidad se quiebra asimismo al acercarse a las travesías que permiten descender hacia el barrio de Bab al Tabbaneh. Los residentes de la colina han erigido muros de ladrillos y parapetos con sacos terreros para guarecerse de los francotiradores.
También han ideado un ingenioso sistema para frenar la visión de estos tiradores embozados: enormes cortinas de plástico que cuelgan de las esquinas de los edificios y que extienden en cuanto comienza el tiroteo.
Con cerca de 80.000 habitantes hacinados en un área de poco más de 2,5 kilómetros cuadrados, Jabal al Mohsen no sólo es el principal reducto alauí del Líbano sino también el escenario de las confrontaciones armadas más violentas de los últimos meses entre la milicia local –leal al régimen de Bashar al Assad- y los residentes del vecino arrabal de Bab al Tabbaneh y otros suburbios del entorno, todos ellos de mayoría suní y dominados por los paramilitares salafistas.
Pese a un odio acérrimo que tiene su origen en la sangre que se vertió durante la última guerra civil (1975-1990), los habitantes de Jabal al Mohsen y Bab al Tabbaneh comparten la misma marginación e incluso un estilo de vida disparatado. Como la barriada suní, las calles de la colina alauita están adornadas con los carteles de sus 'mártires' (así les denominan en ambos lados). "No consideréis a los que han fallecido siguiendo la senda de Ala (Dios) como muertos porque viven en el paraíso con Ala". La frase del Corán que domina la entrada del cementerio de Jabal al Mohsen es la misma que utilizan en muchas ocasiones los combatientes salafistas.
"Felicidades Abu Ahmed, has muerto como un mártir", se lee en otra pancarta de una de las víctimas recientes del conflicto, un mensaje que no hubiera desmerecido si el desaparecido hubiera sido un miliciano de fe suní.
"Antes de la guerra civil nunca tuvimos problemas. Vivíamos todos juntos, alauíes, suníes, cristianos y hasta judíos", recuerda Nur Eid, hijo del fundador del Partido Arabe Demorático (ADP), formación que estableció Ali Eid durante el conflicto.
Pero de aquella convivencia no quedan ni los recuerdos. Las únicas memorias que comparten también ambas facciones son las que se alimentan con el encono generado por las interminables batallas que libraron entre ellos durante la conflagración y que concluyeron cuando el ADP apoyado por las tropas de Damasco cometió una terrible masacre en Bab al Tabbaneh en 1986.
Tras la retirada siria del Líbano en el 2005, el ADP reactivó a su milicia y desde el 2008 ha librado ya 15 sangrientas refriegas militares con sus adversarios de siempre. Desde el inicio de la revuelta en Siria, los combates se han intensificado en un calco casi exacto del conflicto cada vez más sectario que se libra en el país vecino.
Si en Bab al Tabbaneh sus habitantes han marcado sus confines con las banderas que utilizan los insurrectos sirios, en Jabal al Mohsen la enseña que domina es la del régimen sirio, que aparece junto a incontables retratos con loas a Bashar al Assad y hasta su fallecido hermano, Maher.
Mohsen Aabe, por ejemplo, comenzó luchando cuando tenía sólo 14 años. Perteneció a los famosos Panteras Rosas, la milicia alauí que estableció Ali Eid en Jabal al Mohsen con la ayuda del tío del actual presidente sirio, Rifaat al Assad. Ahora tiene 48 y sigue peleando.
Cuando se le pregunta cuantos amigos ha perdido en estos enfrentamientos interminables replica: "pregúnteme mejor cuantos quedan vivos".
El rito de la muerte
El rito de la muerte es una constante en Jabal al Mohsen. Como lo es varias calles más abajo, en Bab al Tabbaneh. Desde el 2008 han muerto 85 residentes de este suburbio, según la contabilidad del ADP. Del otro lado deben de superar con mucho el centenar.
Los habitantes de Jabal al Mohsen se encuentran atrincherados en la misma psicosis que comparten con sus correligionarios de fe en Siria. Se sienten asediados por una mayoría suní a cuyos grupos armados identifican con "wahabíes y terroristas", en palabras de Mohsen Aabe.
En Jabal al Mohsen, el sentimiento de aislamiento no resulta infundado. Cada vez que se desatan los combates, el suburbio queda completamente aislado, cercado por todos los lados por milicias suníes. "Si Jabal al Mohsen estuviera cercado durante 15 días, sin ningún suministro, la gente terminaría comiéndose unos a otros", admite Nur Eid.
El hijo de Ali Eid es franco. Reconoce que cuando el asedio se alarga "reaccionamos como un gato encerrado en una jaula, bombardeamos el centro de Trípoli. Si nosotros morimos, vosotros también lo haréis". Es entonces cuando los líderes políticos reaccionan y se llega a una tregua.
Durante los días de cerco, Jabal al Mohsen se convierte en una trampa dado que la mayoría de sus calles pueden ser alcanzadas por el fuego de los francotiradores. Pero las repetidas confrontaciones se han convertido en la mejor escuela de superviviencia. "La mayor parte de las víctimas ocurren al empezar el conflicto o cuando ya se ha decretado una tregua, porque hemos aprendido. La gente no sale de las casas", apunta Nur Eid.
"El ejército tiene que traer en sus blindados la harina para las panaderías, la comida y hasta evacuar a los heridos, porque también disparan contra las ambulancias", añade Eid.
El hermano del actual líder del ADP, Rifat Eid, es también el responsable de la única clínica que opera en el arrabal. La inauguraron en el 2009 precisamente para intentar lidiar con las víctimas del incesante conflicto. La ventana de su despacho está protegida por sacos de tierra. "Este lado de la clínica está al alcance de los morteros", aclara.
"Hemos llegado a tratar a 114 heridos en un solo día, pero aquí sólo podemos hacer intervenciones menores. Nuestras reservas de medicinas son escasas. Lo mismo que las que requieren enfermos crónicos como los diabéticos. Por ejemplo no tenemos insulina. Durante la última ronda de combates dos enfermos de diabetes murieron por una crisis porque no pudimos darles nada", precisa el director del centro sanitario.
La misma entrada al recinto hospitalario requiere jugar a la ruleta con los tiradores apostados. A veces ocupan un edificio que les permite disparar justo frente a la puerta.
El riesgo es similar incluso para sepultar a los difuntos. El camposanto tampoco es un lugar seguro. "Demasiado expuesto", comenta Ali Mustafa. Después recuerda como el recinto ha sido el objetivo en numerosas ocasiones de morteros y cohetes. "Durante los combates no podemos enterrar a los muertos. Los guardamos en el refrigerador hasta que se calma la situación", observa.
Los habitantes de Jabal al Mohsen han horadado un agujero en los muros de un sector del cementerio para permitir la huida de cientos de vecinos que habitan junto a la línea del frente cuando arrecian los combates. En Bab al Tabbaneh hacen algo similar. Agujerean las paredes de algunas viviendas para cruzar de edificio a edificio sin pisar la calle.
Hasta los muertos son enterrados ahora siguiendo criterios sectarios. Alauíes con alauíes y suníes con suníes. "Antes de la guerra civil usábamos los cementerios de Trípoli pero eso se acabó, no podíamos salir de aquí, así que creamos nuestro propio cementerio", relata Ali Mustafa.
Las sucesivas rondas de violencia han agudizado la crisis financiera que enfrentan los residentes de este enclave, que antaño fue un referente de la producción textil en Trípoli. Ali Mustafa trabajó como sastre durante casi 20 años. Empezó cuando tenía sólo 7.
De las cerca de 80 maquiladoras que tenía el arrabal hace una década ya no quedan sino dos decenas. "El declive comenzó con la competencia de los productos chinos y de Turquía. La violencia agravó la crisis. En cuanto empiezan los combates tenemos que cerrar y a veces estamos 2 y 3 meses sin trabajar. Las fábricas textiles llegaron a generar el 80 por ciento de los ingresos que se conseguían en Jabal al Mohsen pero hace mucho tiempo de eso", refiere Ali Ali, propietario de una de estas pequeñas empresas.
Ali Mustafa parece un personaje atrapado por una realidad que le es ajena. Sus gafas de sol de diseño, su estilo moderno y su verdadero hobby –es pinchadiscos aficionado a la música «trance»- hacen de él un elemento inusual en un escenario proclive a las milicias y la lucha callejera.
Sin embargo, hasta él se ha habituado a la existencia disparatada que sufren estos suburbios de Trípoli. Recuerda como el pasado mes de marzo se escapó de su ciudad y acudió a Beirut a la actuación que protagonizó el famoso pinchadiscos holandés Armin Van Buuren. Nada más regresar a Jabal al Mohsen, se desató una enésima oleada de enfrentamientos.
"Sí, de la música al tiroteo. Mientras siga la guerra en Siria continuarán los combates en Trípoli. Desgraciadamente es nuestra vida cotidiana, lidiar con francotiradores y obuses", sentencia.
La misma frase la podría haber pronunciado cualquier habitante de Bab al Tabbaneh.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/11/internacional/1365658772.html