Una ratonera en la guerra (libanesa) al yihadismo
Ningún vecino de Arsal se sobresalta ya al oír las bombas. Ni tan siquiera los más pequeños. Desde esta localidad libanesa en la frontera con Siria se escuchan los estruendos de la aviación de Bachar el Asad y esporádicos lanzamientos de morteros. Se trata de la arremetida contra posiciones yihadistas de Al Qaeda y del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) que, desde hace tres años, se han atrincherado en la pedregosa región que abarca la periferia este de Arsal hasta al territorio sirio de Calamún.
Los habitantes de Arsal han quedado atrapados en medio de una batalla que se libra simultáneamente a un lado y otro de la frontera, a escasos 15 kilómetros del casco urbano de la localidad. En territorio libanés, el brazo armado de Hezbolá (el partido-milicia chií que forma parte del Gobierno libanés y cuyas fuerzas combaten junto a las tropas de El Asad en Siria) lanzó el día 21 una ofensiva desde el sur de Arsal contra unos 600 yihadistas del Frente al Nusra, antigua filial de Al Qaeda en el país vecino. La operación forzó al Ejército libanés a sellar la ciudad y a usar fuego de artillería para frenar la infiltración de los yihadistas en el resto del país.
Desde Siria, Hezbolá avanza por tierra amparada por los bombarderos del régimen. “Para los arsalíes no hay buenos en esta historia. Ni el Ejército libanés, ni Hezbolá, ni los yihadistas, ni el Ejército sirio”, afirma el comerciante Abu Husein en el patio de su casa de Arsal. Husein transmite el hartazgo general de unos vecinos allí congregados que asienten al unísono. Ninguno de los 35.000 pobladores oriundos de esta localidad puede entrar o salir sin ser meticulosamente registrado en los férreos controles que el Ejército libanés ha desplegado para acordonar la ciudad. Ninguno de los 104.000 refugiados sirios que alberga Arsal desde 2011 puede tampoco abandonar la ciudad.
Oasis suní en medio del valle de la Bekaa libanesa, de mayoría chií y bajo control de Hezbolá, Arsal simboliza el constante temor de este país a ser arrastrado por la guerra siria. “Se nos pudren los cultivos porque el Ejército no nos deja llegar a ellos”, lamenta otro vecino de manos curtidas cuyos campos se sitúan en tierra libanesa, pasado el último retén militar.
División sobre El Asad
Aprendidas las lecciones en Mosul (Irak) y Raqa (Siria), las tropas libanesas intentan evitar que los terroristas inunden la ciudad exponiendo en los combates la vida de los cerca de 140.000 civiles, entre locales y refugiados. Sin embargo, la rutina prosigue con cierto aire de normalidad en las calles de Arsal. La mayoría de los transeúntes son sirios que se desplazan a bordo de motocicletas y pululan tocados con una kufiyya roja. No se ven hombres armados, pero hay una presencia masiva de informantes yihadistas. Las mujeres se aprovisionan en las tiendas y un puñado de hombres faena en una cantera de piedra, que, junto al cultivo de cerezas, representa el principal ingreso de Arsal.
Estos libaneses que acogieron con simpatía al principio del conflicto a los combatientes rebeldes del Ejército Libre Sirio, sufren seis años después la mutación de una guerra que ha puesto a los yihadistas en sus puertas. “Es ya hora de acabar con la amenaza de los grupos terroristas en las afueras de Arsal. No queda mucho más tiempo para negociaciones ni reconciliaciones”, dijo en un discurso televisado en julio de 2016 Hasan Nasralá, líder de Hezbolá. Son sus hombres quienes abanderan desde hace una semana la ofensiva en coordinación con la aviación siria. Esto ha reavivado unas tensiones internas más que latentes en un Líbano tan dividido como la propia Siria entre partidarios y detractores de Bachar el Asad.
Saad Hariri, primer ministro libanés, que lidera el bloque político enfrentado al de Hezbolá, ha reiterado que el monopolio de la seguridad nacional recae sobre sus tropas y arremetió contra el partido-milicia chií durante un encuentro con el presidente estadounidense, Donald Trump. Con el fin de evitar la expansión de los combates al resto del país, el jefe de la seguridad libanesa, Abas Ibrahim, anunció el pasado jueves haber alcanzado un acuerdo con Al Nusra para evacuar a los combatientes de ese grupo junto a sus familias a la provincia siria de Idlib. Lejos de las diatribas de Beirut, los bombardeos han seguido retumbando en las paredes de los hogares de Arsal, donde los vecinos se intercambian impertérritos las novedades sobre los combates.
https://elpais.com/internacional/2017/07/25/actualidad/1501005746_890139.html