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Colaborador
Un veterano británico busca a la familia del argentino que mató en las Malvinas
Hoggan quiere devolver el casco del joven al que ultimó de una puñalada. En 2007 viajó al sur y rezó ante las tumbas de argentinos.
Gordon Hoggan sirvió en la guerra de las Malvinas. En el asalto al monte Tumbledown mató a un argentino de un bayonetazo y la imagen reapareció como un fantasma para atormentarle durante años. Ahora quiere encontrar a la familia del soldado y devolverle su casco.
"Lo maté con la bayoneta. Eran dos en una cueva. Nos acercamos sigilosamente pero los alertamos al entrar. Saltaron y disparé mi rifle. Estaba encasquillado y no tenía tiempo de sacar el cargador y resolverlo, así que me abalancé con la bayoneta, se la clavé en el cuello y no le di tiempo a dispararme", recuerda.
Cuando él y sus compañeros del 2º Batallón de la Guardia Escocesa llegaron a monte Tumbledown, una posición estratégica cerca de Puerto Argentino, llevaban prácticamente dos semanas marchando a pie desde el otro lado de la isla Soledad, desde el puerto de San Carlos, donde pisaron tierra malvinense por primera vez el 1 de junio.
Y llegó el 13 de junio de 1982. El asalto a monte Tumbledown empezó de noche. Hoggan, que era cabo, cree recordar que la parte más dura de batalla se alargó una hora y que los argentinos acabaron rindiéndose al cabo de ocho horas de combates.
"Llevaban ahí varias semanas cuando llegamos. Habían cavado trincheras, construido búnkeres y todo eso. Estaban bien parapetados. Hubo que arrancarlos de las piedras".
"Hacía 16 grados bajo cero, vientos de 60 millas por hora, y nevaba. Hacía un frío que pelaba. Y fue un combate cuerpo a cuerpo. No estábamos equipados apropiadamente, los argentinos estaban mejor. Tenían botas forradas y chaquetas parka".
Tras la gloria, la pesadilla
Hoggan es escocés, de Kirkcaldy, cerca de Edimburgo. Tiene 55 años, está divorciado y tiene dos hijas. Vive ahora en Derby, en el centro de Inglaterra, a una hora y media de Londres en tren, en una casa que le consiguió una asociación caritativa.
Al regresar de las Malvinas, retomó la tarea de custodiar los palacios reales de Londres con el tradicional uniforme rojo y el famoso sombrero alargado de piel de oso, el "bearskin", que tanto llama la atención a los turistas que visitan el palacio de Buckingham.
Luego, lo destinaron a Chipre, sol y playas, un premio para él y sus compañeros por la dureza de la campaña de las Malvinas, que le congeló varios dedos en los que perdió la sensibilidad.
En 1993 dejó el ejército, en el que se había enrolado con 16 años. "Había cumplido con mis años de servicio, 18 años y medio. Al principio fue bien, pero en 2001 tuve una crisis nerviosa. Pasé 18 meses viviendo en las calles de Londres. Mendigando. Al principio no lo supe, pero luego me di cuenta de que tenía algo que ver con lo que había ocurrido en las Malvinas".
"Tenía pesadillas, me despertaba chillando, acordándome de lo que le había hecho al soldado argentino", dijo.
Gracias a un par de organizaciones caritativas salió de las calles y recibió tratamiento médico por un trastorno de estrés postraumático, los demonios de la guerra, el mal de los soldados.
"Tendré la enfermedad el resto de mi vida. Aún tengo pesadillas y temblores, pero no tanto como antes. Más o menos he aprendido a vivir con ello. Pero es duro", dice Hoggan, que está medicado.
Quiere cerrar un capítulo de su vida, devolver el casco del muchacho a su familia y explicarles que en aquella cueva, el 13 de junio de 1982, sólo pudo hacer lo que hizo.
"Creo que hago lo correcto tratando de devolverles el casco. Quizás no lo quieran. Probablemente me odien. Bueno, no, con seguridad me odian. Maté a su hijo, o su padre, o un hermano. Pero era la guerra, no una pelea en la calle. No tuve elección: sino lo hubiera matado, él me hubiera matado. Trataría de explicárselo. No creo que 'disculpas' sea la palabra correcta porque era una batalla. Pero trataría de explicárselo".
Hoggan no tiene pistas de quién era el muchacho. Murieron unos 20 argentinos -las cifras varían- en monte Tumbledown. Pertenecían al Batallón de Infantería de Marina 5. Recuerda que "todos llevaban rosarios". Cree que las iniciales "FM" grabadas en el cinto de cuero del interior del casco eran las del muchacho, pero son las de Fabricaciones Militares, proveedor del ejército.
En 2007 volvió a las Malvinas, en el 25º aniversario de la guerra. Y rezó ante la tumba de los soldados argentinos. Confía ahora que la atención de la prensa le ayude a encontrar a la familia y pasar de página. "Estoy preparado para cerrar ese capítulo de mi vida", sentencia.
Hoggan quiere devolver el casco del joven al que ultimó de una puñalada. En 2007 viajó al sur y rezó ante las tumbas de argentinos.
Gordon Hoggan sirvió en la guerra de las Malvinas. En el asalto al monte Tumbledown mató a un argentino de un bayonetazo y la imagen reapareció como un fantasma para atormentarle durante años. Ahora quiere encontrar a la familia del soldado y devolverle su casco.
"Lo maté con la bayoneta. Eran dos en una cueva. Nos acercamos sigilosamente pero los alertamos al entrar. Saltaron y disparé mi rifle. Estaba encasquillado y no tenía tiempo de sacar el cargador y resolverlo, así que me abalancé con la bayoneta, se la clavé en el cuello y no le di tiempo a dispararme", recuerda.
Cuando él y sus compañeros del 2º Batallón de la Guardia Escocesa llegaron a monte Tumbledown, una posición estratégica cerca de Puerto Argentino, llevaban prácticamente dos semanas marchando a pie desde el otro lado de la isla Soledad, desde el puerto de San Carlos, donde pisaron tierra malvinense por primera vez el 1 de junio.
Y llegó el 13 de junio de 1982. El asalto a monte Tumbledown empezó de noche. Hoggan, que era cabo, cree recordar que la parte más dura de batalla se alargó una hora y que los argentinos acabaron rindiéndose al cabo de ocho horas de combates.
"Llevaban ahí varias semanas cuando llegamos. Habían cavado trincheras, construido búnkeres y todo eso. Estaban bien parapetados. Hubo que arrancarlos de las piedras".
"Hacía 16 grados bajo cero, vientos de 60 millas por hora, y nevaba. Hacía un frío que pelaba. Y fue un combate cuerpo a cuerpo. No estábamos equipados apropiadamente, los argentinos estaban mejor. Tenían botas forradas y chaquetas parka".
Tras la gloria, la pesadilla
Hoggan es escocés, de Kirkcaldy, cerca de Edimburgo. Tiene 55 años, está divorciado y tiene dos hijas. Vive ahora en Derby, en el centro de Inglaterra, a una hora y media de Londres en tren, en una casa que le consiguió una asociación caritativa.
Al regresar de las Malvinas, retomó la tarea de custodiar los palacios reales de Londres con el tradicional uniforme rojo y el famoso sombrero alargado de piel de oso, el "bearskin", que tanto llama la atención a los turistas que visitan el palacio de Buckingham.
Luego, lo destinaron a Chipre, sol y playas, un premio para él y sus compañeros por la dureza de la campaña de las Malvinas, que le congeló varios dedos en los que perdió la sensibilidad.
En 1993 dejó el ejército, en el que se había enrolado con 16 años. "Había cumplido con mis años de servicio, 18 años y medio. Al principio fue bien, pero en 2001 tuve una crisis nerviosa. Pasé 18 meses viviendo en las calles de Londres. Mendigando. Al principio no lo supe, pero luego me di cuenta de que tenía algo que ver con lo que había ocurrido en las Malvinas".
"Tenía pesadillas, me despertaba chillando, acordándome de lo que le había hecho al soldado argentino", dijo.
Gracias a un par de organizaciones caritativas salió de las calles y recibió tratamiento médico por un trastorno de estrés postraumático, los demonios de la guerra, el mal de los soldados.
"Tendré la enfermedad el resto de mi vida. Aún tengo pesadillas y temblores, pero no tanto como antes. Más o menos he aprendido a vivir con ello. Pero es duro", dice Hoggan, que está medicado.
Quiere cerrar un capítulo de su vida, devolver el casco del muchacho a su familia y explicarles que en aquella cueva, el 13 de junio de 1982, sólo pudo hacer lo que hizo.
"Creo que hago lo correcto tratando de devolverles el casco. Quizás no lo quieran. Probablemente me odien. Bueno, no, con seguridad me odian. Maté a su hijo, o su padre, o un hermano. Pero era la guerra, no una pelea en la calle. No tuve elección: sino lo hubiera matado, él me hubiera matado. Trataría de explicárselo. No creo que 'disculpas' sea la palabra correcta porque era una batalla. Pero trataría de explicárselo".
Hoggan no tiene pistas de quién era el muchacho. Murieron unos 20 argentinos -las cifras varían- en monte Tumbledown. Pertenecían al Batallón de Infantería de Marina 5. Recuerda que "todos llevaban rosarios". Cree que las iniciales "FM" grabadas en el cinto de cuero del interior del casco eran las del muchacho, pero son las de Fabricaciones Militares, proveedor del ejército.
En 2007 volvió a las Malvinas, en el 25º aniversario de la guerra. Y rezó ante la tumba de los soldados argentinos. Confía ahora que la atención de la prensa le ayude a encontrar a la familia y pasar de página. "Estoy preparado para cerrar ese capítulo de mi vida", sentencia.
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