Comparto este excelente artículo del historiador mercedino Ricardo Tabossi, autor del libro "Quosque tandem, Inglaterra?", y de mucho otros trabajos:
“PARA COMPETIR EN SUELO INGLES, ENTRENAMOS EN SUELO ARGENTINO”
Por Ricardo Tabossi
No hay caso. Los ingleses siguen idénticos a sí mismos. Siempre tienen razón, ironizó Bernard Shaw. Tratan a los pueblos de subrazas y dividen al mundo a partir del Canal de la Mancha: “Los negros empiezan a partir de Calais”, escribió una gacetilla londinense. Para el teniente coronel Lancelot Holland, uno de los invasores de Buenos Aires en 1807, lo más mortificante de la derrota inglesa, fue el rendirse ante una “chusma de piel morena cubiertos de harapos”.
Se comportan como si estuviesen en la segunda mitad del siglo XIX, cuando hacían bogar al mundo al son de su flauta, y su poder militar y financiero estremecía de orgullo a los súbditos de Su Majestad. “Ningún inglés –dijo Chamberlain- puede hablar del Imperio sin experimentar escalofríos de entusiasmo”.
La misma conducta. Los mismos desplantes. Cuando le preguntaron a Lord Palmerston sobre la temeridad británica de su política exterior, contestó: “Inglaterra es lo suficientemente fuerte como para cagarse [sic] en todas las consecuencias”.
En un reciente congreso realizado en Varsovia, nos cuenta Pérez-Reverte, el historiador inglés Charles Esdaile se levantó, airado, contra el historiador en temas militares, Guerrero Acosta, porque su exposición de la batalla de La Albuera (1811), en la que combatieron tropas españolas y anglo-portuguesas al mando de Beresford, contra las fuerzas francesas, “ofende la memoria de las tropas británicas que lucharon en España”. Lo que había dicho Guerrero Acosta, fue que la versión inglesa de la batalla, adoptada oficialmente en los libros de historia, es un relato que no se corresponde con los partes de guerra.
Siempre ofendidos, jamás ofensores. El spot filmado en Malvinas para promocionar nuestra participación en los Juegos Olímpicos de Londres –un spot inteligente, original, creativo, que Julián Marías habría aplaudido, probablemente, rendido ante lo que más admiraba del talento argentino: la innovación y la originalidad- ha desatado la indignación de los ingleses, que exigen que la Argentina “pida disculpas”. Para el mal humor inglés, el spot argentino “es
provocador y muy insultante para muchos soldados, marinos y pilotos británicos que dieron sus vidas en las Malvinas”, dijo el ministro de Defensa Philip Hammond.
¿Ah, sí? ¿Y no es “provocador e insultante” la base militar británica en Malvinas, la pesca indiscriminada y las plataformas petroleras en aguas jurisdiccionales argentinas? Curiosa irritación, por cierto, de un ministro al que no parece resultarle provocador e insultante, el asesinato programado del crucero “General Belgrano”, a 36 millas fuera de la zona de guerra. No tienen cura. El envío de barcos de guerra, fregados en nuestras propias narices, para ellos es una “maniobra de rutina”, pero la promoción de un aviso televisivo es “provocador e insultante”.
No se ha detenido ahí nuestro curioso personaje. En declaraciones a la televisión ha insinuado que la Argentina debería ser eliminada de las Olimpíadas de Londres, trasladando la controversia política al ámbito deportivo.
La rara virtud de la mesura, que los ingleses adquirieron con el paso de los siglos, ha desaparecido ante el fenómeno revulsivo y emocional de Malvinas, y aunque no lo digan, las antes desconocidas Malvinas son sinónimo, después de 1982, de Argentina y de anticolonialismo. Por eso se ponen como locos, cuando le mostramos spots como el que comentamos, pidiendo el gobierno inglés que no se lo difunda.
En cuanto a un probable pedido de exclusión argentina de las Olimpíadas, con ser desopilante, no es ajeno a su manera de entender la guerra.
Cuando en 1982 el Papa visitó Gran Bretaña, Scotland Yard negó al corresponsal de “Clarín” Enrique Oliva y a su fotógrafo la acreditación como periodista para seguir el evento.
En su afán por no pasar música argentina durante el conflicto, llegaron a prohibir las brasileñas, mejicanas y otras, por ser latinoamericanas.
En el deporte también se movilizaron. Las intrigas le fracasaron para impedir la participación de Argentina en el Mundial de España y no pasaron por televisión sus partidos, ¡siendo el campeón del mundo!
En Winbledon, a pedido del canciller Francis Pyn, se prohibió la presencia de nuestros tenistas ese año.
A Australia le pidieron no permitir la entrada a los jugadores de rugby Hugo Porta y Rafael Madero.
Ejemplos de cómo hace la guerra Gran Bretaña, sin querer otra cosa, en todos los ámbitos, se podrían dar docenas.
Cuando está en juego el orgullo y el interés británico, el gobierno no se intimida frente a lo que podríamos llamar “buena conducta internacional”, no trepidando en distorsionar la verdad y en desfigurar los hechos y circunstancias. Pero eso sí, siempre tienen razón (nuevamente Bernard Shaw).
Volviendo al cuestionado spot.
He leído que algunos atletas han manifestado temor de que sean silbados en Londres. No se hagan ilusiones de que no suceda. Desde 1966, los ingleses nos silban y gritan “animals” en las canchas deportivas.