Juicio en Puerta
El capitán Tarapow regresó a tierra
Emotiva bienvenida al Irízar, que amarró ayer en Puerto Belgrano
El comandante destacó que el 85% del barco no sufrió daños por el incendio
PUERTO BELGRANO.- "Nadie quiere lo que no conoce, nadie defiende lo que no ama, nadie da lo que no tiene. Nosotros lo defendimos, porque también lo amamos y todos lo que están aquí, cualquiera de los presentes, tiene lo propio para ganarle al fuego y sacar ese 85 por ciento que pudimos rescatar", sintetizó el capitán de fragata Guillermo Tarapow al llegar a esta ciudad a bordo del buque que comanda, el rompehielos Irízar, diez días después de que el barco se incendiara en alta mar, cuando navegaba de regreso de la campaña antártica.
Fueron las primeras palabras que le dijo al jefe de la Armada, Jorge Godoy, que lo esperaba en la base naval de esta ciudad, donde comenzarán las tareas de reparación por los daños sufridos.
Dos horas y media después del horario pautado, el Irízar entró remolcado en la dársena, anoche, a las 20.30. Además de Tarapow, trajo de regreso a los 30 expertos que integraron la tripulación de rescate del buque que, durante la semana pasada, realizó una evaluación de los daños.
En tierra los esperaban autoridades de la Armada. Además de Godoy, estuvieron el subjefe del Estado Mayor Conjunto, Jorge Manzor; el secretario de Asuntos Militares, José María Vázquez Ocampo, y el comandante de Operaciones Navales, Luis Manino. Y también familiares y amigos de los tripulantes.
Cuando el barco empezó la maniobra de amarre, primero hubo un silencio generalizado. Hasta que un aplauso se abrió paso entre los presentes, en una emotiva bienvenida. Desde el puente de mando del Irízar, los marinos respondieron encendiendo y agitando bengalas de color verde. Y, por última vez antes de descender, el capitán Tarapow se reunió con la tripulación en la cubierta dañada por el fuego.
A Tarapow se lo veía armado, íntegro. Pero había señales de la odisea sufrida en alta mar por todo su cuerpo: estaba cubierto de tizne negro, vestigio de haber estado en el foco de incendio, con la mano izquierda vendada y la barba crecida. Sorprendió a todos con su espíritu y ganas de hablar: "Estoy fresco como cuando partimos", dijo en una amena conferencia de prensa.
Y evaluó los daños provocados por el incendio desatado el martes de la semana última en la sala de generadores del rompehielos. "En menos de tres minutos todo fue una bola de fuego. Esto fue algo excepcional. En 30 años de marino nunca he visto algo así. No sólo fundió el alumnio, se fundieron el bronce y el hierro, cosa que ocurre a más de 900 grados", detalló.
Ocho focos
Tarapow aseguró que en el buque se registraron "ocho incendios", que comenzaron en la "ruptura" de un "motor que era nuevo, el número dos", cuya revisión había sido "aprobada por el representante de ese motor en la Argentina".
Según el militar, la embarcación se había convertido en una "bomba de tiempo" por la proximidad de las llamas con la provisión de cerca de un millón de litros del combustible que servía para su propulsión.
El capitán, que mantenía un temple envidiable, explicó que se produjo "una ruptura en una tubería de provisión de combustible" que "salpicó a otro motor" que estaba a elevada temperatura.
En el peor momento de las llamas, reveló, la zona del cuarto de máquinas llegó a los "1500 grados" centígrados.
Sin embargo, señaló que el daño no superó "el 15 por ciento" del rompehielos, y explicó que "no es valioso, es chapa.
"Luego de asegurarme de que todos los tripulantes del Irízar estaban a salvo, tomé la decisión de quedarme a bordo y ahí pude comprobar que no perdimos el 15%, sino que salvamos el 85 por ciento", destacó.
Diez días después, Tarapow volvió a tierra y se reencontró con su esposa y sus cuatro hijos, que lo aguardaban en esta ciudad. "Sabíamos que no iba a abandonar el buque. En muchas ocasiones habíamos comentado hipotéticamente qué ocurriría en caso de encontrarse él en esta situación. Mis hijos están orgullosos de su papá", reflexionó Silvia, la esposa, ante LA NACION.
Por su parte, el segundo comandante del Irízar, el capitán de fragata Luis Isidro Romero -estuvo a cargo del salvamento de la tripulación y de los pasajeros la noche del incendio- también mostró su satisfacción. "Estamos orgullosos de pertenecer a este grupo humano, que con notable entrega, arrojo y subordinación permitió que éste fuera el resultado", describió.
Por Oscar R. Baltián
Para LA NACION
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