Temen que buitres vayan por corbeta
Por: Edgardo Aguilera
El alboroto político y diplomático por la detención ilegal de la fragata Libertad en Ghana puso ahora en alerta roja a otro buque de la Armada amarrado en Simonstown, Sudáfrica, la corbeta ARA Espora. La Cancillería y el Ministerio de Defensa, enredados en litigar hacia afuera y hacia adentro para dirimir responsabilidades por la situación del velero escuela, sumaron otra preocupación: el fondo buitre podría apresar la corbeta ARA Espora que está en muelle sudafricano desde el 10 de octubre, sin posibilidad de hacerse a la mar por desperfectos técnicos.
El navío con 103 marinos zarpó de la base naval de Puerto Belgrano a fines de agosto con la misión de participar de ejercitaciones navales Atlasur IX.
El operativo combinado junto con las marinas de Brasil, Uruguay y Sudáfrica se cumplió desde el 28 de septiembre hasta el 9 de octubre en aguas del Atlántico sur cercanas a la costa sudafricana; se practicó el combate a la piratería, entre otras operaciones de guerra.
El cruce del Atlántico hasta Sudáfrica lo hizo en conjunto con la fragata Uruguay de la marina charrúa y la corbeta Barroso de la armada brasileña.
Al término de las operaciones, la Espora presentó un problema, se presume en dos generadores, que imposibilitó la partida de Simonstown, donde lleva ya 10 días en alistamiento y a la espera de repuestos. Tomaron nota de la demora tanto el Ministerio de Defensa como el Palacio San Martín, a través del embajador argentino en Sudáfrica, Carlos Sersale di Cerisano.
El marino es por tradición celoso de cábalas y augurios. El comandante de la Espora algo malo debió olfatear cuando en aquella mañana del 28 de agosto pasado le comunicaron que su buque debía reemplazar de inmediato a la corbeta Spiro, en rigor la designada para la ejercitación Atlasur IX, porque había tenido fallas que le impidieron la zarpada. Ahora él y los 103 tripulantes mantienen una tensa espera hasta que la logística dé frutos a miles de kilómetros del país y puedan salir sin novedades.
Las relaciones bilaterales con Sudáfrica se establecieron en 1991 y la cooperación se expandió a la defensa. En 1997, se firmó un Acuerdo de Cooperación en Tiempos de Paz entre las Armadas (Fuerzas Navales).
En 2006 se estableció el Acuerdo de Cooperación de Servicios Marítimos y Aeronáuticos de Búsqueda y Rescate (SAR). En 2007 se lanzó la Comisión Binacional Sudáfrica-Argentina, en Pretoria.
El 20 de noviembre de 2010, la entonces ministra de Defensa Nilda Garré y su colega de la República de Sudáfrica, Lindiwe Sisulu, firmaron el primer Acuerdo de Cooperación en materia de Defensa entre ambos países desde la abolición del «apartheid». Uno pensaría que esas herramientas y la extensa relación que tejió el país con ejercitaciones navales desde los 90, más la cooperación en innovación científica bilateral impulsada por el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, blindan a la corbeta Espora contra nuevos ataques del fondo NML-Elliot del magnate estadounidense Paul Singer. La duda carcome a varias oficinas diplomáticas, la del embajador en Pretoria, la del director de Seguridad Internacional y Asuntos Nucleares de la Cancillería, Gustavo Ainchil, enlace con el ministro Arturo Puricelli y la del secretario de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa, Alfredo Forti.
Si en el apresamiento de la fragata Libertad, la Justicia de Ghana actuó alineada por su estrecha relación con el Reino Unido en la Commonwealth (Mancomunidad Británica de Naciones), ¿se puede esperar lo mismo en Sudáfrica?, ése es el dilema. En 1961, Sudáfrica renunció a la comunidad por la situación del apartheid, pero fue reincorporada tras el triunfo de Nelson Mandela en 1994. Sudáfrica es el punto de apoyo logístico de la Royal Navy y escala permanente de los buques asignados por Londres a la política de protección de las Malvinas. El submarino HMS Talent atracó en Sudáfrica el 15 de mayo pasado según lo reflejó el portal del Ministerio de Defensa británico y más tarde lo hizo el destructor HMS Dauntless. Esa política fue denunciada por el canciller Héctor Timerman ante las Naciones Unidas como de militarización del Atlántico sur.