Del poeta, escritor y abogado Juan Luis Gallardo:
Para La Nueva Provincia
EN TORNO A UNA BELLA FRAGATA
por Juan Luis Gallardo
En ese impreciso lugar del corazón donde, según dicen, conservamos un hálito de juventud, habita la ilusión de navegar alguna vez en un gran velero, surcando el mar mientras “gime la lona al viento” y el barco “alza en blando movimiento olas de plata y azur”.
Pues bien, a raíz de una afortunada conjunción de circunstancias pude yo concretar esa ilusión en estos días, viajando durante una semana a bordo de la fragata ARA “Libertad”. Y quiero que la presente nota constituya una suerte de homenaje al noble buque que prestó su ámbito peculiar para que madurara en él la camaradería franca anudada con los hombres de nuestra Armada
De labios de esos hombres recogí múltiples relatos. Historias de mares y puertos. Evocaciones de travesías y recaladas, de amigos, de borrascas, de mujeres.
Hoy me he puesto la corbata que el segundo comandante tuvo la gentileza de regalarme en nombre del buque. Luce en ella la silueta airosa de la fragata. Y me alegra contar con un motivo valedero para usarla, que fueron los días pasados a bordo.
Esto lo escribí en “La Nueva Provincia”, allá por diciembre de 1987. Y me permito transcribirlo a fin de acreditar que cuento con motivos válidos para referirme, con emoción e indignación, a las lamentables peripecias que sufre el buque escuela de nuestra Armada, retenido a la sazón en un puerto africano para garantizar el pago de una deuda que el gobierno nacional no abonó oportunamente.
Explicados los motivos que me autorizan a escribir esta nota y comunicado a los lectores mi estado de ánimo, quiero asentar algunas precisiones sobre el caso que estimo oportunas.
En primer lugar recordar que la deuda cuyo cobro pretenden los acreedores –buitres o no- es una deuda legítima. Pues se trata de bonos emitidos legítimamente por el Estado argentino y adquiridos legítimamente por sus tenedores, que pretendieron hacer mediante su adquisición un negocio legítimo.
Hay que recordar también que en la emisión de tales bonos el Estado, para hacer más fácil su colocación, renunció expresamente a la competencia de los tribunales argentinos y, como si esto fuera poco, los declaró libres de la inembargabilidad vinculada con razones de soberanía, es decir aquella que ampara a los edificios de las embajadas, a los efectivos militares y, entre ellos, a los buques de guerra.
Por lo tanto, los tribunales de Ghana actuaron conforme a derecho al embargar la fragata “Libertad”, resultando artificiosos los argumentos esgrimidos por nuestro gobierno para sostener lo contrario.
Ahora bien, admitido cuanto antecede ¿hace bien el gobierno en tolerar que se haya embargado el buque escuela de la República Argentina, manteniéndoselo retenido en un puerto extranjero? Respondo: de ningún modo. Más aún, su actitud resulta intolerable, vejatoria para la dignidad del país y, razonablemente, algún día se le tendrá que pedir cuenta por haber dado lugar a esta afrenta al honor nacional.
Pero, se me podrá objetar ¿qué pudo o puede hacer el gobierno para evitar tal afrenta? Algo sencillísimo, que ningún abogado ignora: sustituir la garantía, depositando en autos el importe reclamado más las costas devengadas y reservándose el derecho de discutir el fondo del asunto si estima que el reclamo es improcedente. Más claro, echarle agua.
Los demás aspectos que se han sacado a relucir sobre el asunto, son detalles nimios. No importa quiénes establecieron el derrotero del buque, aunque parece claro que no fue la Armada por las suyas. No tiene mayor trascendencia que la tripulación permaneciera o no a bordo, mientras haya permanecido en la fragata un número de hombres suficiente para garantizar su seguridad. Incluso, en estos momentos, tampoco importa mucho la procedencia del reclamo judicial que dio lugar al embargo, cosa que se podrá discutir más adelante, si es que no se lo ha hecho ya.
Lo que sí es gravísimo, imperdonable, es que el gobierno prácticamente se desinterese de una situación que es él quien debe resolver. Entre otras cosas, pesa sobre los gobiernos la enorme responsabilidad de velar por el decoro de la nación puesta bajo su tutela. Extremo que sencillamente ignoran los advenedizos que nos rigen.
Quizá haya llegado el momento de promover una colecta pública, destinada a reunir los fondos necesarios para levantar el embargo que pesa sobre la fragata, permitiendo así que los argentinos cabales suplan la incapacidad o la malicia de sus gobernantes.