Asuntos Antárticos.

Es más, pienso que llegado el momento oportuno Argentina y Chile tienen que hacer una declaración conjunta que diga algo así como "esta parte de la Antártida es mía, esta es tuya y esta (la que se superpone) es nuestra y de nadie más" ;)

No metas el dedo en el ventilador .... tienen otros vecinos .....;):mad:
 

Hattusil

Miembro del Staff
Moderador
Si tienes algo que decir dilo directamente y sin insinuaciones, a que te refieres con tu comentario ?
Creo que se refiere a que hay otro vecinos en la zona con pretensiones... UK. Al menos es lo que yo entendí.
Preguntemos, primero, con altura... y después veamos, si?

Como dice Puri... volvemos al tema.
 
Si tienes algo que decir dilo directamente y sin insinuaciones, a que te refieres con tu comentario ?
SI TENGO ALGO PARA DECIR TE LO DIGO SIN PROBLEMAS, SON MUCHO LOS QUE RECLAMAN EL MISMO CACHO DE QUESO Y NO NESESARIAMENTE LO QUERRAN COMPARTIR CON NOSOTROS.-. FIN
 
SI TENGO ALGO PARA DECIR TE LO DIGO SIN PROBLEMAS, SON MUCHO LOS QUE RECLAMAN EL MISMO CACHO DE QUESO Y NO NESESARIAMENTE LO QUERRAN COMPARTIR CON NOSOTROS.-. FIN
REGRESO A BASE SIN NOVEDAD QSL.- ACATANDO SUGERENCIA DE LO SEÑORES MODERADORES.-saludmil
 
Última edición:
ALUMNOS E INVESTIGADORES DE LA UTN CALIBRARON UN RADAR EN LA ANTÁRTIDA

Un grupo de investigación de la UTN Facultad Regional Buenos Aires desarrolló, calibró y realizó mediciones en profundidad con un radar en el glaciar Bahía del Diablo. También instalaron una estación meteorológica.

Miércoles 10 de junio de 2015

Estudiantes e investigadores de la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Buenos Aires (UTN BA) trabajan, desde el año 2014, en un proyecto de investigación titulado “Estudios Medioambientales mediante sensado y detección remotos”, dedicado a energías renovables y cambio climático.

El proyecto nació por iniciativa del doctor Néstor Rotstein, quien es docente de la Facultad, especializado en Flujos y Estabilidad de Plasmas Astrofísicos; y luego se incorporaron el Ingeniero Sebastián Marinsek, graduado de Ingeniería Electrónica que realiza un Doctorado en Ingeniería, mención Procesamiento de Señales e Imágenes en Facultad; Mohamed Ríos, estudiante de Ingeniería en Sistemas en la UTN BA y de la Licenciatura en Matemáticas en la UBA; y los estudiantes Sebastián Bedín y Agustín De Carlo, ambos de Ingeniería Electrónica de la Facultad.

Según explicó el doctor Rotstein, “nuestro trabajo se basa en el sensado, detección y recolección de datos medioambientales de manera remota. La temática ambiental supone muchos factores, como son la polución, el tratamiento de aguas, las energías limpias y el calentamiento global. Entre estos aspectos, nosotros nos abocamos al cambio climático y a las energías renovables, dos temas íntimamente relacionados”.

A través del Ingeniero Marinsek, Jefe del Departamento de Glaciología del Instituto Antártico Argentino (IAA), surgió la posibilidad de desarrollar y calibrar un radar para ser utilizado específicamente en el glaciar Bahía del Diablo, ubicado en la Antártida. A raíz de ello, a través de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Facultad se abrió una convocatoria para otorgar una beca a un estudiante de Ingeniería Electrónica avanzado para que desarrollara, adaptara y calibrara el radar.

Con el radar ya calibrado y probado, el estudiante Sebastián Bedín se encargó de trasladar y utilizar el dispositivo en el glaciar durante la campaña de verano 2015. Llegó en enero, durante ese mes estuvo instalado en la Base Marambio, haciendo los preparativos correspondientes; y en febrero fue trasladado en helicóptero a la Isla Vega, a 60 kilómetros de distancia, donde se encuentra el glaciar Bahía del Diablo.

“El traslado del equipo es muy riesgoso, por lo que se lleva todo desarmado y empaquetado de la mejor forma posible. Hacía un promedio de 4 grados; y llegamos a estar con 10 grados bajo cero. Los dispositivos electrónicos no funcionan de la misma manera a esa temperatura, incluso los materiales de los gabinetes se vuelven más frágiles”, recordó Bedín, quien en total caminó 30 kilómetros sobre la superficie glaciaria para realizar las mediciones con el radar, además de las caminatas para transportar e instalar la estación meteorológica.

Adicionalmente llevó consigo un drone de producción nacional con el objetivo de tomar fotografías, e instaló dos torres con cámaras que hoy están funcionando, enviando datos a Marambio que a su vez son retransmitidos a Buenos Aires a través de internet.

Durante tres semanas Sebastián Bedín compartió la experiencia con un topógrafo y un geólogo; sus días laborales se extendían de 10 a 12 horas, con cuatro más de caminata, en una geografía donde sólo hay tres horas de oscuridad durante el mes de febrero. La última semana se sumó el Ing. Sebastián Marinsek, Jefe de la campaña, junto a otros expedicionarios europeos.

“Fue una experiencia única. Cuando ingresé en el proyecto no imaginé llegar a la Antártida. A pesar de las condiciones climáticas y de la falta de comunicación, cuando terminé mi trabajo le pedí a Sebastián (Marinsek) volver en 2016”, comentó entusiasmado Bedín.

El radar instalado busca detectar la forma del lecho del glaciar. “De alguna manera un glaciar es una masa de hielo apoyada sobre un lecho, y lo que tratamos es de medir la velocidad en su base a través del modelo teórico que desarrollamos, que requiere del conocimiento de la forma precisa de ese lecho glaciario”, explicó Rotstein.
El trabajo se completa con la labor de Mohamed Rios, quien interpreta los datos que se obtienen del radar. Al respecto, el Director del proyecto agregó: “En función de los datos que obtenemos en la superficie es que podemos inferir qué es lo que está ocurriendo en la base”. Asimismo, destacó que la importancia de este desarrollo radica en que la Antártida está estrechamente relacionada con todo lo incumbe al cambio climático a nivel global.

“Esperamos –comentó Rotstein- poder cumplir con el objetivo de no tener que volver al glaciar para ver cómo evoluciona; que todas las mediciones continúen siendo remotas. Este radar va a seguir funcionando; queremos optimizarlo y desarrollar otros dispositivos para tomar más información profunda sobre el Bahía del Diablo. Lo que hicimos hasta ahora fue conocer qué ocurre en su lecho; ahora queremos saber qué ocurre en todo su interior”.

Finalmente, el doctor Rotstein reflexionó: “Esta experiencia es un estímulo para todos los estudiantes interesados en investigación; y el dispositivo a mediano plazo puede aprovecharse en otras áreas, más allá de su aplicación en un glaciar. Esto demuestra que la impronta de un tecnológico está puesta al servicio de una acción concreta; y destaca el rol social que juega la Facultad a través de estos proyectos”.

http://www.miclubtecnologico.com.ar...e-la-utn-calibraron-un-radar-en-la-antartida/
 

GRAN DESCUBRIMIENTO DE INVESTIGADORES ARGENTINOS

La nueva especie de plesiosaurio, bautizada como Vegasaurus molyi, vivió hace aproximadamente 70 millones de años y alcanzó los 6,7 metros de longitud. Sus restos se encontraron en la Isla Vega y, tras arduas tareas de rescate, se obtuvo su esqueleto casi completo.







La campaña de rescate comenzó en 1993 y culminó en 2005.

Emanuel Pujol (Agencia CTyS) - El paleontólogo José Patricio O'Gorman, autor principal del estudio publicado en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology, comentó a la Agencia CTyS que “si bien los plesiosaurios abundaban en los ambientes marinos en la época de los dinosaurios, el Vegasaurus molyi es la primera especie identificada en la Antártida cuyo esqueleto está casi completo y en muy buen estado de conservación”.

Prácticamente, lo único que faltó encontrar fue su cráneo. “Este ejemplar nos permitió establecer las relaciones de parentesco entre el Vegasaurus y otros plesiosaurios que habitaron en Antártida, Patagonia y Nueva Zelanda hacia fines del Cretácico”, destacó el investigador del Museo de La Plata (MLP) y el CONICET.

Se recuperaron costillas de este espécimen, más de 100 vertebras, la cintura escapular, la cintura pélvica, sus miembros y el cuello completo. “En total, estimamos que el ejemplar alcanzó los 6,7 metros, pero la vértebra cervical que estaba en contacto con la cabeza no era mucho más grandes que la de un humano, de apenas 2 o 3 centímetros de largo, por lo cual, su cráneo era de pequeño tamaño y no podía ingerir animales muy grandes, más allá de que posiblemente era un predador activo”, contó O´Gorman.

La extracción de este ejemplar representó una gran dificultad e implicó décadas de trabajo. De hecho, un equipo de geólogos encabezado por Eduardo Olivero avistó una de sus aletas anteriores en el año 1989 y, recién en el año 1993, se pudo realizar la primera campaña paleontológica de rescate. Luego, en 1999, se continuó con la expedición, que recién pudo ser finalizada en el 2005. Desde entonces, comenzó el estudio de los fósiles hasta la reciente publicación que demuestra que se trata de una nueva especie.

El doctor Marcelo Reguero, encargado de las colecciones del MLP, estuvo presente en las tres campañas y explicó que “para llegar a la Isla Vega se precisa de un helicóptero y una logística compleja, por lo que fuimos a rescatar este ejemplar las veces que nos fue posible y, cuando no, continuamos con las investigaciones en otros sitios de la Antártida”.

Las tareas de rescate y el tendón de Moly
Nunca antes se había realizado campañas paleontológicas en la Isla Vega y, en el año 1993, los paleontólogos Marcelo Reguero y Juan José Moly, junto a dos geólogas, fueron hasta allí para rescatar a este plesiosaurio.

“El principal obstáculo que teníamos para realizar la excavación es que este animal estaba ubicado el permafrost, que es un suelo congelado, y en un momento probamos de ayudarnos con un secador de pelo, pero no funcionó”, recordó Moly.

“Acampamos allí casi dos meses en 1993 y fue un trabajo con mucha dificultad, por el clima, porque tuvimos que excavar, a pico y pala nada más, y hacer un terraplén, porque los restos estaban incrustados en un cerro”, relató Reguero. Y agregó: “Además, por ahí excavábamos durante dos o tres días y una tormenta cubría y congelaba todo nuevamente”.

El nombre Vegasaurus molyi, alude a la isla en que fue hallado, pero también al hombre que puso más empeño para rescatarlo. Así lo cuenta Marcelo Reguero: “Juan José Moly puso muchísima dedicación para extraer este animal y, desde esa campaña de 1993, arrastra una tendinitis crónica, porque tenía el brazo lesionado y siguió trabajando; es como que llegó a tener una obsesión, que también se notó en la campaña de 2005, cuando estuvo todo el tiempo con el martillo picador”.

Aun con todas las adversidades que debieron afrontar, en esa primera campaña se desenterró casi el 65 por ciento del total del animal. Recién en 2005 se extrajo el último fósil preservado. “Excavamos hasta que llegamos a la pieza sobre la cual debería estar apoyada la cabeza, que lamentablemente no estaba”, contó Moly. Y detalló: “El cuerpo estaba como de costado y en una posición de U, con la cola y el cuello incrustados hacia el interior del cerro”.

Posibles causas de su extraordinaria conservación
Hoy, la Antártida alcanza temperaturas muy bajas, de -15 C° en las noches de verano, pero, a fines del Cretácico, poco antes de la extinción de los dinosaurios, el clima era muy diferente: en la península antártica había bosques, un clima templado y se estima que este plesiosaurio quedó cubierto rápidamente en un ambiente marino, lo cual ayudó a su preservación y a que los animales carroñeros no llegaran a desmembrar su cuerpo.

No obstante, antes de que el cadáver fuera sepultado por sedimentos, hubo animales que comenzaron a depredarlo y, quizás, alguno de ellos arrastró su cabeza. “Entre sus vértebras, se encontró una docena de nautiloides, que son moluscos carnívoros, y también un diente de tiburón clavado en una de sus vértebras”, precisó Reguero.

También es posible imaginar que la mordida de tiburón haya sido mientras este Vegasaurus vivía. “Una de las hipótesis es que los plesiosaurios acostumbraban a flotar, cerca de la superficie y, desde abajo, un tiburón lo podría haber atacado”, sopesó Moly. Y bromeó: “No sé si fue el causante de su muerte, pero que lo quiso comer, seguro”.

Fecha de Publicación: 2015-07-03 Fuente: Agencia CTyS

http://www.ctys.com.ar/index.php?idPage=20&idArticulo=3139
 
Así celebraron en la Antártida Argentina el 9 de Julio

Se te va a inflar el pecho viendo las imágenes de estos titanes argentinos izando la bandera en plena noche polar.

En una eterna noche en el invierno polar y, extrañamente, sin nada de viento, estos argentinos celebraron afuera, en el patio de la Base Belgrano II, el 199 aniversario de la independencia del país.

Ni los 25 grados bajo cero pudieron con la gente que está en la base y que sube a Facebook sus vivencias.







http://www.diaadia.com.ar/argentina/asi-celebraron-en-la-antartida-argentina-el-9-de-julio
 

Permitirá la operación de aeronaves en forma permanente en esa región del continente blanco, informó la Fuerza Aérea.
16/07/2015


La base antártica Marambio tiene una nueva pista de 1600 metros de largo que permitirá la operación de aeronaves en forma permanente en esa región del continente blanco, informó este jueves la Fuerza Aérea.

Un avión Twin Otter DHC-6 y otro Hércules C-130 realizaron este jueves con éxito la operación de despegue y aterrizaje en esta nueva pista de Marambio.

Las operaciones de comprobación fueron supervisadas por el Jefe de la Fuerza Aérea, brigadier general Mario Callejo, señaló un comunicado de la aeronáutica militar.

"La flamante instalación, tiene una extensión de 1600 metros de largo y 40 metros de ancho, que la convierte en la pista de tierra más extensa de la Antártida, y a Marambio, en la única base que posee dos pistas", remarcó la Fuerza Aérea.

El aeródromo ubicado en Marambio sirve como puente aéreo ininterrumpido entre el continente y la Antártida, permitiendo el abastecimiento logístico de otras bases nacionales y extranjeras.

La base esta ubicada en la Isla Marambio sobre el Mar de Weddell a 64&deg de latitud sur y 56&deg de longitud oeste, en una meseta de catorce kilómetros de longitud y ocho kilómetros de ancho, a 200 metros de altura sobre el nivel del mar, a una distancia de 3.600 kilómetros de Buenos Aires y 2.800 kilómetros del Polo Sur.

Marambio fue inaugurada en octubre de 1969 y también se construyó la primera pista de 1200 metros de longitud que funciona actualmente también, permitiendo la operación de aviones de gran porte, como los Hércules C-130.

http://www.diaadia.com.ar/argentina/probaron-nueva-pista-de-aterrizaje-en-la-base-marambio

 
18 de julio 2015


USHUAIA.- El Ministerio de Educación se encuentra trabajando en la selección de los docentes que llevarán adelante la educación el próximo año en la Escuela Provincial Nº38 “Raúl Ricardo Alfonsín” de la Base Antártica.

Así lo informó el referente Antártico del Ministerio de Educación Gustavo Lezcano: “nos encontramos trabajando en la tercera etapa donde los docentes realizan las consultas necesarias a la comisión de selección, para la elaboración de sus proyectos curriculares, que luego deberán exponer a los integrantes del comité en la ciudad de Tolhuin, donde quedarán las dos parejas preseleccionadas que estarían en condiciones de afrontar este importante compromiso el próximo año”.

La convocatoria, que se inició en el mes de abril, tuvo como resultado la selección de 7 parejas, tres de la ciudad de Río Grande y cuatro de Ushuaia, las cuales ya han atravesado las etapas previas como introducción sobre lo que es la enseñanza en la Antártida y la presentación frente al comité de selección, sobre los proyectos y expectativas que posee cada pareja de docentes.

Para concluir, Lezcano comentó que “una vez finalizados los procesos de selección, recibiremos en la ciudad de Ushuaia al Jefe de la Base 2016 junto al Subdirector Antártico quienes conocerán los proyectos seleccionados y de allí se definirá la familia de docentes responsable de la educación en la Base”.

http://www.surenio.com.ar/prosigue-la-seleccion-de-los-docentes-antarticos-2016/
 

Argentina y Alemania llevan adelante, por quinto año consecutivo, un programa científico de estudio glaciológico. Acerca de los acelerados cambios experimentados en los cuerpos de hielo antárticos, conversamos con el licenciado Hernán Sala, del Instituto Antártico Argentino.

Indudablemente, el cambio climático global es una realidad irrefutable que se registra en todo el planeta y a la que el continente antártico no permanece ajeno. Aumento de temperatura, derretimiento de glaciares, colapso de las plataformas de hielo e incremento del nivel del mar son algunas de las manifestaciones de un fenómeno que preocupa a la comunidad científica, al punto de focalizar varios de sus programas en el estudio de los efectos del cambio climático.

En este contexto es que el Instituto Antártico Argentino, perteneciente a la Dirección Nacional del Antártico, y la Universidad de Bonn junto al Alfred Wegener Institut de Alemania llevan adelante un proyecto conjunto de cooperación binacional denominado “Glaciología Carlini”, del que Hernán Sala, biólogo, es uno de los responsables. En la actualidad, Sala integra también el Programa de Gestión Ambiental y Turismo, donde se desempeña como asesor en cuestiones referidas a cambio climático.

La Base Doctor Alejandro Carlini, que da nombre al proyecto –ubicada en la isla 25 de mayo, a solo 900 kilómetros de Ushuaia y perteneciente a las islas Shetland del Sur– es considerada la base científica por excelencia. Administrada por la Dirección Nacional del Antártico, las actividades llevadas a cabo –entre las cuales se encuentran varios proyectos internacionales– se reúnen en el Laboratorio Antártico Multidisciplinario y el laboratorio de cooperación científica “Dallmann”. Entre las actividades y proyectos científicos, se destacan la glaciología, la sismografía y la oceanografía. Tienen gran importancia también los estudios relacionados a la biología, ya que se trata de una zona con una alta biodiversidad. Aunque la mayoría de los proyectos de investigación se lleva a cabo durante la campaña de verano, hay algunos que se mantienen durante todo el año, generando una valiosa y poco frecuente fuente de datos en el continente blanco.

-¿En qué consiste el proyecto que están desarrollando?
-La península Antártica está mostrando un incremento muy importante en la temperatura del aire, situación que suele estar acompañada por lluvias, hecho fuera de lo común porque el sexto continente se caracteriza por su clima frío y seco, siendo la nieve la principal forma de precipitación. Estas modificaciones tienen su impacto en los cuerpos de hielo, ya que el agua líquida –por ejemplo– acelera el descongelamiento. Nosotros formamos parte de un grupo de cinco científicos –Ulrike Falk, Damián López, Rodolfo del Valle, Matthias Braun y yo que por quinto año consecutivo focaliza su trabajo en el comportamiento del glaciar Fourcade, donde medimos la ablación (la pérdida de nieve y/o hielo que puede darse, entre otros factores, por la fusión, el desprendimiento o la acción del viento) y la acumulación (que es el proceso por el cual el hielo o la nieve se “agregan” al glaciar).

-¿Por qué eligieron ese lugar?
-Es un sitio donde se desarrollan diversos programas, varios de los cuales son en cooperación con otros países. Uno de los motivos es que la isla 25 de mayo está ubicada a escasos 150 kilómetros al norte de la península Antártica, una zona que ha experimentado, reitero, importantes cambios en los últimos cincuenta años respecto de su clima. El alto incremento de la temperatura –alrededor de 2,5 grados centígrados en el lapso señalado– se condice con varios fenómenos como el retroceso de masas de hielo o la desintegración de las barreras. Otra razón de peso es que alrededor del 95 por ciento de la superficie de la isla está cubierta de glaciares, dos de los cuales se encuentran muy cercanos a nuestra base.

-¿Cómo realizan esas mediciones?
-Para poder cumplir con el objetivo de monitorear el glaciar durante todo el año, colocamos estacas por medio de un procedimiento sencillo, que consiste en calentar agua en algo parecido a un calefón portátil, generar vapor y con una manguera realizar un agujero de aproximadamente una pulgada de diámetro en el hielo. Estas estacas constituyen los puntos básicos de análisis para realizar el balance de masa glaciaria. A ello se suma una estación meteorológica automática que, ubicada sobre el cuerpo de hielo, mide en forma permanente diversas variables atmosféricas como temperatura del aire, presión atmosférica, velocidad e intensidad del viento, humedad y radiación infrarroja. Alimentada por paneles solares y un conjunto de baterías, la estación almacena los datos que se utilizan para confeccionar los modelos de comportamiento de la dinámica del glaciar. Para conocer con más detalle las condiciones de temperatura, en verano colocamos sensores durante 20 o 30 días que, ubicados a dos o tres kilómetros entre sí, permiten hacer un mapa detallado de la temperatura sobre el glaciar.

-¿Es una tarea compleja?
-Sí, más que nada por el esfuerzo que representa la instalación y la supervisión anual del estado de las estacas. Hay que tener en cuenta que a medida que el glaciar se va derritiendo, las estacas ubicadas en la parte inferior suelen caerse y deben ser reemplazadas, mientras que las de la parte alta quedan tapadas por la nieve. Es fundamental no perder continuidad en la obtención de los datos.

-¿Qué ocurre una vez terminada la campaña de verano?
-Durante el invierno, queda en la base un científico que se ocupa de supervisar todos los proyectos que se están llevando adelante. En el caso nuestro, se encarga de medir cada quince días las estacas para determinar la fusión y acumulación de hielo, además de chequear que los instrumentos de la estación meteorológica funcionen correctamente y que los paneles estén bien orientados porque a veces el viento los corre o los tuerce. Hecho el recorrido, envía una planilla con el informe y fotografías de las estacas que permiten corroborar los datos, realizando un doble chequeo. La realidad es que en invierno se puede acceder a la parte baja del glaciar en pocos minutos con una moto de nieve y hacer el seguimiento, pero la parte alta no se visita por una cuestión de seguridad. No olvidemos que es necesario desplazarse por un trayecto mayor; el día es muy corto; el clima, hostil; por todo eso preferimos no colocarlo dentro del protocolo de trabajo. Se trata de un período no demasiado largo porque en los meses de octubre y noviembre ya llegan los científicos para hacer la precampaña.

-¿Ya obtuvieron resultados de este estudio?
-Sí. En los últimos 50 años, hay una tendencia ya registrada que muestra el retroceso de los hielos. Incluso si nos remitimos a la península Antártica en general, las mediciones evidencian que han retrocedido más del 85 por ciento de los glaciares. La novedad de los últimos años radica en que la velocidad con la que ocurre es mucho más alta que la que se venía observando en las últimas dos décadas. Este aumento de la fusión de los hielos se manifiesta tanto en el borde del glaciar como en su volumen. Dicho de otro modo, simultáneamente se está reduciendo la superficie y disminuyendo la altura, hecho que implica una reducción importante en el volumen.

-¿Son cambios que pueden percibirse a simple vista?
-Algunos sí. Por ejemplo, en la caleta Potter –una bahía de unos pocos kilómetros de ancho que está frente a la base argentina– a medida que el hielo retrocedió fueron apareciendo un conjunto de islas pequeñas que antes quedaban ocultas debajo del hielo. Son lugares a los que en la actualidad se puede acceder en bote, bajar y hacer estudios interesantes desde el punto de vista biológico. De hecho, allí trabajan otros colegas argentinos y alemanes.

-¿Qué ocurre una vez recogidos los datos?
-Como se trata de un proyecto conjunto de cooperación binacional, el análisis de esos informes se realiza tanto en el Instituto Antártico Argentino como en la Universidad de Bonn. Después se comunican las conclusiones a través de en publicaciones o en congresos. En realidad, el objetivo es trasmitir a la comunidad lo que ocurre en la Antártida y también utilizar esa información como fundamento para la toma de decisiones o para asesorar sobre diversos temas como por ejemplo dónde es conveniente instalar un equipo o un refugio, o si es necesario declarar un área como protegida. En esos casos, nosotros brindamos una opinión desde el punto de vista científico, hecho que considero muy importante porque es el nexo que hay entre la ciencia y la política institucional antártica.

-En general se habla de un divorcio de la ciencia y la política. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
-Considero que es lógico que las decisiones científicas y las políticas tengan diferentes ritmos ya que incorporan distintos elementos de juicio. Por otra parte, creo que la información que generamos es sumamente útil para la toma de decisiones. Es muy importante determinar qué estudiar en cada momento o en qué problemática concentrar la atención. Me parece interesante que la ciencia, además de contribuir al conocimiento universal, dé argumentos y sustento a la política nacional antártica. De hecho, en la actualidad yo me desempeño dentro del Programa de Gestión Ambiental y Turismo de la Dirección Nacional del Antártico, donde me ocupo de asesorar en cuestiones referidas a cambio climático y a glaciología antártica y también de colaborar en la elaboración de respuestas a las consultas que surgen en diversos foros.

-Además del estudio efectuado en el glaciar Fourcade, ¿se están realizando otras investigaciones relacionadas con la temática?
-Sí, la más importante es la del glaciar Bahía del Diablo, que está ubicado en la isla Vega, al noreste de la península Antártica, que es llevado adelante por el doctor Eugenio Yermolin del Instituto Antártico Argentino. Es un caso interesante, ya que hace aproximadamente 20 años que se realiza y esta particularidad lo distingue debido a que no existen muchos glaciares en la Antártida que se hayan estudiado sistemáticamente in situ durante tantos años. La mayor parte de los países hacen investigaciones durante una o dos campañas y, en el mejor de los casos, regresan años más tarde al mismo lugar. Por esta razón, el caso del glaciar Bahía del Diablo, con su registro de valores ininterrumpido durante dos décadas, cobra un valor excepcional.

-Al hablar de los efectos del cambio climático se suele mencionar el aumento en el nivel medio de los océanos. Según su experiencia en la materia, ¿es un tema que deba preocuparnos?
Es una realidad indiscutible que los glaciares, a medida que se derriten, contribuyen a la elevación del nivel medio del mar. Aunque hasta hace unas pocas décadas se consideraba que el aporte de la península Antártica a este hecho era ínfimo, en la actualidad sabemos que, al igual que el Ártico, es un contribuidor importante. Esto puede resultar problemático para todo el mundo porque, pese a que no es esperable una subida abrupta del nivel del mar producto del derretimiento glaciario, lo que sí puede ocurrir es un aumento leve y gradual en las próximas décadas.

-¿Existen proyecciones respecto de la rapidez del deshielo?
-Se supone que estos cambios se van a mantener o incrementar en el corto y mediano plazo, ya que la tendencia no va a revertir al menos en los próximos 100 años. Ahora bien, si hablamos de escenarios a mediano y largo plazo –me refiero a tres o cuatro siglos como mínimo– en condiciones similares a las actuales, el incremento del nivel del mar podría ser mucho más importante, con consecuencias directas para los seres humanos y para la biota que habita en las costas de los continentes. Pero –insisto para no generar miedo– es un escenario posible para dentro de unos pocos siglos, si las barreras siguen colapsando y los glaciares reduciendo su masa.

UNA VIVENCIA ÚNICA

Hernán Sala tiene una larga experiencia antártica, que incluye alrededor de 15 campañas, cuatro de ellas a bordo del rompehielos Almirante Irízar y varias en bases y en campamentos en las islas Vega y James Ross. “Para mí, ir en carpa a la Antártida fue una experiencia fabulosa”, afirma. Y destaca la gran autonomía que brinda el hecho de encontrarse directamente en el terreno.

-¿Cómo se vive en un campamento antártico?

-No diría que es fácil, pero lo cierto es que a mí me encanta y no recuerdo que haya sido especialmente duro. Siempre viví experiencias excelentes con mis compañeros. Si tuviera que elegir una situación complicada, diría que es cuando se desata una tormenta que puede durar dos o tres días. En esos casos, lo máximo que se puede hacer es ir a la carpa laboratorio a revisar o preparar los equipos o a la que funciona como cocina. En esta última está la radio y cada noche se establecen comunicaciones con la base Marambio a fin de reportar cualquier necesidad y también con los demás campamentos. Cuando hubo buen tiempo y se logró una buena jornada de trabajo, estas charlas solían ser breves porque quedábamos todos muy cansados y nos queríamos ir a dormir.

-¿Que se puede hacer en la carpa individual durante las largas horas de tormenta?

– Descansar, leer, dormir, escribir, diría que es un ejercicio “un poco zen”. Como es imposible salir, siempre hay que llevar algún material de lectura y también cada uno tiene su notebook, pero sabemos que la batería tiene un tiempo acotado, por lo cual habría que trasladarse a la carpa cocina y encender el grupo electrógeno para cargarla. En síntesis, lo hacemos en la medida de lo posible.

¿Viviste alguna situación complicada?
-Sí, una vez se me desarmó la carpa por efecto del viento. Tuve tiempo de preparar mis cosas y de ir a la carpa de un compañero con mi bolsa de dormir, pero era tanto el ruido del viento que tardó cinco o diez minutos en escucharme. Sin embargo, con todo el respeto que hay que tenerle a la naturaleza, la experiencia permite manejar ciertas situaciones con tranquilidad. Por ejemplo, en el medio de un temporal en el que no se logra ver nada, es fundamental mantener la calma sabiendo que se cuenta con el GPS y la brújula para llegar a la base o al campamento. Siempre nos movemos bien equipados, llevamos radio, y la comunicación es permanente; en la moto tenemos un cajón con víveres para una semana, carpa, bolsas de dormir, bengalas, etc. Sinceramente, no he vivido situaciones de real emergencia.

http://www.defonline.com.ar/?p=35244
 


Rodolfo Del Valle es un veterano de la exploración científica en la Antártida. Representante del Grupo Científico Permanente en Geociencias del Instituto Antártico Argentino, habló con TSS sobre cómo se hace investigación en un clima extremo.


Agencia TSS – El Instituto Antártico Argentino (IAA) fue creado por decreto del presidente Juan Domingo Perón en 1951 y en 2003 pasó a la órbita del hoy Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Es el organismo encargado de llevar a cabo y coordinar las actividades científicas que llevan a un mejor conocimiento de la Antártida, en conjunto con la Dirección Nacional del Antártico, de la que depende. En marzo de este año fue inaugurada una nueva sede del IAA, con capacidad para albergar a los más de 100 científicos que agrupa ese organismo y con 1900 metros cuadrados de laboratorios y oficinas, en el campus Miguelete de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

Rodolfo Del Valle es representante del Grupo Científico Permanente en Geociencias del Comité Científico para la Investigación Antártica y un veterano de la investigación argentina en el Continente Blanco. En su caso, la Antártida quedó grabada en su cuerpo. Un ejemplo es la prótesis de rodilla que le colocaron por sufrir un congelamiento durante una observación. TSS habló con Del Valle para conocer cómo se investiga en un clima extremo.

¿Cuándo fue por primera vez a la Antártida?
Hace 42 años y desde entonces voy todos los años. Me llevaron por primera vez como geólogo junior pero también como porteador, porque como era grandote y fuerte me cargaban a la espalda las máquinas de perforar y trepábamos las montañas. Explorábamos el cobre diseminado en la isla Livingston de las Shetland del Sur. Por la mineralización resultó evidente que la Cordillera de los Andes es la continuación de la Península Antártica. Los minerales andinos también estaban presentes en la Cordillera Antártica, los Antartandes.


“Al principio nos movíamos con trineos de perros y con motos de nieve. Después aparecieron vehículos más modernos”, recuerda Del Valle.

Pero no se pueden explotar esos minerales…
No, no se puede. Ese tipo de exploraciones se hicieron hasta que se firmó el Protocolo al Tratado Antártico (en 1991 se designó a la Antártida como “reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia” y se prohibió cualquier tipo de actividad relacionada con los recursos minerales durante 50 años) y ahora ya no se puede hacer nada de prospección. Y está bien, porque de esa manera se protege el medioambiente, porque toda explotación de recursos minerales es contaminante.

¿Cómo es la vida en la Antártida?
Empecé mis primeras campañas en carpa, con vida de campamento y al principio nos movíamos con trineos de perros y con motos de nieve. Después llegó el progreso y los vehículos más modernos, con tracción 4 x 4, 6 x 6 y tipo oruga. Antes teníamos que navegar con sextante y reloj. Y en invierno allá siempre está nublado. Era un problema porque siempre había discusiones con los guías. Cuando aparecía una estrella entrábamos en discusión sobre qué estrella era. Luego vino el GPS y se solucionó todo. Ahora todos tenemos GPS y se usa mucho por las grietas y la niebla. En invierno hay nieblas muy fuertes. Antes dormíamos en unas bolsas de dormir que eran lastimosas, eran incómodas y húmedas. Se congelaban las colchonetas y se pegaban con la bolsa porque la humedad del cuerpo se evacúa y eso se terminaba congelando. En 1985 fui jefe de la exBase Jubany, que ahora se llama Carlini, y estuve ahí todo el año.

¿Con cuánta gente?
Empezamos siendo 14 y terminamos siete. Hubo accidentes, pérdidas, enfermos y evacuados. Terminamos pocos, fue una campaña muy dura desde ese punto de vista.


Una parte muy importante de la actividad científica está centrada en la península Antártica.

¿Cómo afecta el cambio climático a los hielos?
Una parte muy importante de la actividad científica está centrada en la península Antártica y es la zona que más se ha afectado con el calentamiento climático. Se han destruido barreras de hielo enormes que flotaban en el mar hasta a 60 kilómetros de la costa. Se llaman barreras porque antes, cuando se arribaba con buques, los barcos no podían llegar a la costa, se encontraban con una pared de hielo. Cuando los glaciares descienden hacia el mar coalescen, es decir, se tocan lateralmente y el hielo se funde y se amalgama al costado para formar enormes extensiones de hielo. A esas barreras antes las usábamos como autopista. Nos dejaba un avión Twin Otter en una base o en un lugar donde tuviéramos el campamento base y de ahí salíamos en moto hacia el sur hasta el Círculo Polar. Ya teníamos rutas fijas. Las barreras, normalmente se mantienen hasta un cierto límite y luego desprenden grandes témpanos. Pero, cuando se rompe la barrera, el mar queda cubierto por una enorme cantidad de pequeños témpanos. Bueno, pequeños como un edificio, pero son chicos en comparación con los témpanos de barrera, que tienen hasta 500 metros de espesor, flotan más o menos unos 50 o 60 metros sobre el nivel del mar y además tienen la extensión de la Capital Federal o más grandes. Los témpanos de barrera son todos chatos y son característicos. Ese tipo de cosas no se ven cuando se desintegra una barrera. Estuve cuando se rompieron dos barreras y siempre pasó lo mismo, siempre se desgranó. Sin embargo, ahora pareciera como si el efecto del calentamiento climático se hubiese reducido. Los glaciólogos están estudiando glaciares testigo en varios puntos de la Península y dicen que ya no retroceden y que no hay tanta pérdida de masa.

Usted investigó sobre la liberación de metano en el derretimiento de los hielos. ¿Cómo se produce este fenómeno y en qué medida contribuye al efecto invernadero?
En la última glaciación el mar descendió 120 metros debido a que la evaporación en ciertas zonas producía que las nubes depositaran su humedad en zonas como la que hoy ocupa la Antártida. Entonces se iba amontonando un hielo que no se derretía y no regresaba al mar, por lo que el mar iba disminuyendo su volumen de agua y por lo tanto su altura, y quedó expuesta una enorme superficie donde hubo temperaturas muy bajas y quedaron bolsones o depósitos de hielo metidos adentro del suelo. Eso se llama permafrost y está congelado a un nivel bastante profundo, hasta 300 metros de profundidad. Entonces, el metano –que puede ser de origen biológico porque hay organismos que consumen materia orgánica y como subproducto de vida originan metano, o bien de cuencas petrolíferas donde hay hidrocarburos livianos y los gases escapan hacia arriba a través de fisuras– se va concentrando con ese hielo. Dentro de la estructura cristalina del hielo se alojan moléculas de gas a una determinada presión y temperatura. Si el hielo se derrite por temperaturas más altas, este metano, que tiene un impacto en el efecto invernadero 50 veces más fuerte que el dióxido de carbono, se puede escapar. Eso fue lo que estuvimos estudiando durante un tiempo.


Según Del Valle, por la mineralización es evidente que la Cordillera de los Andes es la continuación de la Península Antártica, los Antartandes.

¿En qué consiste este tipo de investigación y cómo se realiza?
Para estudiarlo se toman capas de nieve, porque es porosa y almacena el aire. Entonces, cuando se va comprimiendo debajo de una pila de más o menos treinta metros de espesor, se forma escarcha y después, más abajo, hielo. Eso nos permite sacar muestras y, por Carbono 14, se conoce la edad de ese hielo, y por isótopos de oxígeno 16 y 18, la temperatura media en el momento en que cayó la nevada, es decir, cuando se almacenó ese aire. Posteriormente se traza la cantidad de metano y se observa que aumenta cuando aumenta la temperatura y viceversa. Hay una correspondencia directa. Estos métodos han permitido saber que las temperaturas actuales son las más altas de los últimos dos millones de años y que siguen subiendo por influencia del hombre.

Pero usted dijo que el derretimiento de los hielos se está frenando un poco…
Sí, aparentemente sí. Lo que pasa es que, al romperse las barreras que frenaban el avance de los glaciares hacia el mar, el flujo de los glaciares es libre, entonces eso ha provocado una disminución muy grande de volumen de hielo en la zona donde se han roto las barreras.

¿Se puede aprovechar ese metano?
Sí, se podría aprovechar localmente. Además, al quemarlo se transformaría en dióxido de carbono, que es menos pernicioso para el efecto invernadero que el metano.


En 1985 Del Valle fue jefe de la Base Carlini durante todo el año, en lo que fue una campaña muy dura debido a enfermedades, accidentes y evacuados.

¿Existe una forma práctica de aprovecharlo?
Sí, hay yacimientos en Rusia y en Canadá que están siendo explotados. Hay lugares donde es mayoritariamente metano, pero otros tienen pentano, por ejemplo.

¿Hay petróleo en la Antártida?
Si hoy sabemos que hay cuencas de hidrocarburos en Sudamérica, también las habrá en la Antártida, que junto a Sudamérica, África, la India, y Australia formaron parte de un supercontinente que se llamó Gondwana. Por ejemplo, la cuenca Austral es homóloga a la cuenca Larsen de la Antártida. La cuenca Austral no tiene mucho petróleo ni mucho gas, pero algo tiene, así que la cuenca Larsen seguramente también. Pero no se lo puede explotar. Es ilegal y nadie lo hace, ya que hoy ni siquiera se puede hacer prospección. Sí se la hizo en el pasado, en cuencas sedimentarias.

¿Cómo es la situación actual en cuanto al crecimiento en la cantidad de bases en la Antártida?
Con tantas bases en la Antártida, hoy está todo el mundo tomando posición y esperando, ya que no hay territorialidad. Nadie pide nada y están todas las aspiraciones congeladas mientras dure el Tratado Antártico, que dedica este territorio a la ciencia y a la cooperación internacional. Después no sé qué pasará, pero las cosas se están haciendo bien y hay una enorme cooperación, así como también se sigue a rajatabla el Protocolo que busca proteger su ambiente.

http://www.unsam.edu.ar/tss/con-la-antartida-en-el-cuerpo/
 
Arriba