Campañas expedicionarias al desierto 1823-1883...la mal llamada “Conquista del Desierto”
1.PORQUÉ DECIMOS MAL LLAMADA “CONQUISTA DEL DESIERTO”?
Nos atenemos para ello, al comunicado de la Academia Nacional de Historia, institución que consultada acerca de esta controversia, se expidió mediante nota fechada 16 de junio de 1981, haciendo suyos los contenidos de un dictamen producido por los señores Académicos de número, la opinión que al respecto aportara el historiador ORLANDO MARIO PUNZI y el dictamen de la Academia Argentina de Letras, mediante notas que trascribimos a continuación:
BUENOS AIRES, 29 de diciembre de 1980
Al señor Presidente de la Asociación de Expedicionarios al Desierto General de Brigada (R.E.) D. ELBIO CARLOS ANAYA
.De mi máxima consideración:
Tengo el agrado de dirigirme al señor Presidente a fin de llevar a su conocimiento que, al examinar documentos, libros, publicaciones, artículos, etc., referidos al tema de las campañas al desierto, se advierte cierta disparidad en el modo de denominación de tal acontecimiento. Así, se lo titulo, por ejemplo: La conquista de desierto, Las campañas al desierto, Las guerras con (o contra) el indio, Guerras de tierra adentro, etc.
En tal sentido y a fin de uniformar por principio la denominación oficial de un período tan importante de la Historia Patria, soy de opinión se eleve la presente iniciativa en consulta a las Academias Nacionales de la Historia y Argentina de Letras, para que tan altos organismos tengan a bien dictaminar acerca de su correcto enunciado.
Al respecto, y como contribución a dicho estudio, me permito, sin ánimo de crítica, adelantar mi opinión basada en mis propias inquietudes históricas y en las acepciones consignadas en el “Diccionario dé la Lengua Española” (Decimonovena edición, 1970) y su “Suplemento”, opinión que a simple título de colaboración, resumo en los siguientes puntos:
a). Corresponde el uso del vocablo “desierto” puesto que significa “despoblado, solo, inhabitado” y “lugar, paraje o sitio despoblado de edificios y gentes”, y es notorio que las comunidades indígenas, generalmente nómades, ocupaban en general ciertos y muy limitados espacios geográficos. b) No corresponde el empleo de la palabra “conquista” sino para las operaciones militares desarrolladas por España luego del descubrimiento. Durante el período independiente no corresponde su uso, puesto que se “conquista” lo que no es propio. Además, “conquista” incluye “operación de guerra” y es sabido que no sólo por ese medio (sino también por colonización y poblamiento, etc.) se concretó por parte de nuestro país, la ocupación definitiva del desierto. c) No debe denominarse “guerra con el indio” sino a las operaciones puramente militares (defensivas, ofensivas y de ocupación) y no al todo. Las “guerras” fueron una parte de un todo llamado “las campañas al desierto”. En el caso de “guerra contra el indio”, es preferible el empleo de la preposición “contra” (oposición, contrariedad) en lugar de “con” (sociedad, junta, alianza, etc.). Finalmente, “Guerras de tierra adentro ” no encuadra específicamente en el problema del indio, y es una denominación vaga y general. d) Como “campaña” es “el conjunto de actos o esfuerzos de índole diversa que se aplican a conseguir un fin determinado”, entiendo que tal vocablo es el de más lógico uso.
Por lo expresado, estimo que la definición más adecuada, de tal período histórico, salvo mejor opinión, podría ser: “Campañas al desierto”. Es el conjunto de operaciones militares (defensivas, ofensivas y de ocupación) y civiles (colonización y poblamiento), que los ejércitos argentinos (nacionales o provinciales), encararon para la incorporación definitiva al dominio del Estado, de los territorios del antiguo virreinato (deshabitados o habitados por tribus indígenas), que aún no habían sido efectivamente colonizados por España al acontecer la Independencia.
Saludo al señor Presidente con mi mayor estima
Coronel Orlando Mario Punzi
Buenos Aires, 5 de marzo de 1981
Señor Presidente
Asociación Expedicionarios al Desierto
General Elbio Carlos Anaya
Tengo el agrado de dirigirme a Ud. A fin de informarle que la Academia Argentina de Letras, ha recibido la consulta formulada por Ud. Acerca de la denominación oficial que correspondería aplicar a las campañas al desierto.
Estudiada la consulta mencionada, la Academia acordó contestar en los siguientes términos: “Como bien se observa en la nota que acompaña la consulta, existe una considerable fluctuación en los modos de denominar las campañas al desierto, siendo posiblemente las dos más comúnmente empleadas las de “conquista del desierto” y “campaña al desierto”. Aunque la primera goza desde antiguo, de cierto predícamento, como puede observarse, por ejemplo, en las obras de Estanislao Zeballos (“La conquista de quince mil leguas”), Manuel Prado (“La conquista de la Pampa”) y M.J. Olascoaga (”La conquista del desierto”), tanto por razones léxicas como éticas, con el particular respeto debido a los argentinos de origen indígena, la Academia Argentina de Letras, no ve inconveniente en uniformar la denominación actual bajo la forma “campañas al desierto”.
Por último, cabe aclarar como ya lo ha señalado reiteradamente esta Academia, que sus informes se ciñen a lo establecido en las normas fijadas o propuestas por la Real Academia Española, complementadas con las sucesivas observaciones que aporta la Academia de la Lengua Española, por lo que bajo este punto de vista, la denominación de “campaña”, resulta inobjetable ya que la acepción general que nos atañe, esta voz significa, sin olvidar su matiz específicamente militar, “conjunto de actos o esfuerzos de índole diversa que se aplican a conseguir un fin determinado” (Diccionario de la Real Academia Española, ed.1970, p. 238).
Saludo a Ud. Muy atentamente
Juan Carlos Ghiano, Secretario General
2.ANTECEDENTES
La Pampa y la Patagonia oriental eran una amplia región habitada pos pueblos originarios, que nunca pudo ser conquistada por los europeos, y que desde el siglo XVII se fue unificando bajo la cultura mapuche. Recién a fines del siglo XIX, Argentina y Chile, lograron ocupar la región mediante la guerra contra los indígenas. A la llegada de los europeos, el sur del continente americano, la Pampa y la Patagonia, estaba poblado por los pampas, los tehuelches (patagones) en la Patagonia oriental y los mapuches en la Patagonia occidental; Tierra del Fuego estaba habitada por una rama de los tehuelches: los selknams (onas), los yámana y los kawéskar.
Con el desembarco de los conquistadores realistas en las riberas del Río de la Plata y la fundación de la ciudad de Buenos Aires durante el siglo XVI, se produjeron las primeras confrontaciones entre los españoles y el pueblo originario que habitaba la región pampeana, los pampas (hetó querandíes), llamados luego ranqueles, una vez integrados a la cultura mapuche en el siglo XVIII.
A partir del siglo XVII una pequeña cantidad de bovinos abandonados por los españoles en las pampas, se multiplicaron naturalmente hasta conformar enormes manadas de bovinos salvajes. Tanto los pampas y mapuches, ocupantes de esos territorios, como los españoles y gauchos libres, se dedicaron a la caza de esos animales, lo que llevó a enfrentamientos entre unos y otros. Los españoles construyeron entonces una línea de fortines cercana a Buenos Aires y Córdoba, para ocupar zonas exclusivas de caza, llamadas vaquerías. Los pampas consideraron que los europeos habían usurpado invadiendo sus territorios, y durante siglos atacaron sus posiciones mediante un sistema de ataques en masa, denominados malones, utilizando diestramente el caballo, largas lanzas y boleadoras.
Entre los siglos XVII y XVIII los mapuches impusieron su cultura a la mayor parte de los pueblos indígenas que habitaban la pampa y la Patagonia. Desde fines del siglo XVIII, en el virreinato del Río de la Plata, los españoles comenzaron lentamente a avanzar sobre territorio ranquel. El río Salado (Buenos Aires), que divide al centro la pampa occidental, se convirtió entonces en el límite entre ambas civilizaciones. Algunos indígenas solían trabajar en las estancias españolas, mestizándose con europeos, negros y otros indígenas. El origen social de los gauchos está relacionado con este proceso de mestizaje. Simultáneamente desde la Capitanía de Chile se procedía a un ataque sistemático sobre los mapuches, conocidos también como araucanos, que se conoció como la Guerra de Arauco y luego de la independencia, en 1816, Argentina mostró una abierta intención de ocupar las tierras dominadas por los ranqueles y mapuches.
3.Una confrontación secular...
Según algunos historiadores, la confrontación con el aborígen, comenzó en 1516, cuando los guaraníes dan muerte a JUAN DÍAZ DE SOLÍS, en las costas del río Uruguay. En noviembre de 1529, los indios “timbúes” destruyen el Fuerte Sancti Spiritus, en represalia por las crueldades a las que los someten los españoles. En 1531, el navegante portugués PEDRO LÓPEZ DE SOUZA, mientras explora el río Uruguay, es hostigado por los charrúas y obligado a retirarse. El 15 de julio de 1536, un grupo de 400 españoles es exterminado por los “querandíes” en la acción de “Luján” y el 21 de diciembre del mismo año, Buenos Aires es incendiada y sus pobladores obligados a abandonarla, por los mismos indígenas. En 1553, PEDRO DE VALDIVIA es muerto por los “mapuches” en Neuquén. En 1581, JUAN DE GARAY incursiona 70 leguas al sur después de refundar Buenos Aires y llega a los territorios donde hoy se encuentra la ciudad de Mar del Plata y es permanentemente hostilizado por los “querandíes” (pampas), con quienes libra varios enfrentamientos. En 1583 el sargento mayor JUAN RUÍZ DE OCAÑA, perteneciente a la expedición de GARAY se bate con el cacique guaraní TELEMONIÁN CONDIÉ, que se resiste a la presencia de los españoles “en su tierra” y marchando hacia Santa Fe, el mismo GARAY es lanceado durante un entrevero con los indígenas del lugar.
En 1606 los siete caballos y las cinco yeguas que quedaron vivos luego de que DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA ordenara el despoblamiento de Buenos Aires, se dispersaron. Y ya en libertad, con buenos pastos y sin predadores a la vista, se multiplicaron enormemente y esas grandes manadas, atrajeron la codicia de los habitantes originarios y hasta de los araucanos y mapuches, que se decidieron a atravesar la cordillera, donde además de caballos, tenían a la mano, fabulosas praderas e ingentes manadas de vacunos cimarrones, dando comienzo a las primeras correrías que se registran al sur de Cuyo. En 1609 comienza la caza salvaje del ganado cimarrón y en busca de ellos, los indios “pampa” saquean la zona sur de la provincia de Córdoba, hasta que son echados por una partida al mando del teniente LUIS DEL PESO En 1627, como represalia por los malones que efectuaban los “peuenches” al sur de Chile, el capitán español JUAN FERNÁNDEZ los batió al norte del río Neuquén. En 1649, el capitán español LUIS PONCE DE LEÓN bate a una partida de aborígenes belicosos en cercanías del lago Huechulafquen y cuando el jesuita español DIEGO ROSALES, rescatando al cacique vencido, junto con 40 de sus hombres que habían quedado cautivos de ROSALES, los lleva devuelta a su toldería, es obligado a retirarse en medio de la hostilidad de toda la tribu. En 1657 el corregidor de Cuyo, maestre de campo MELCHOR DE CARVAJAL Y SARAVIA rechaza un ataque de los pehuenches y los persigue luego hasta el río Atuel. En 1659. Puelches y pehuenches, pertenecientes a la tribu del cacique TANAQUEUPÚ, de reconocida crueldad, asuelan la región sur de las provincias de Córdoba y San Luis y unidos luego con los “boroganos”, venidos desde Chile, incursionan por los llanos de la provincia de Buenos Aires. En 1664, los “puelches”, aliados con los “araucanos” llevan un gran ataque que llega hasta las inmediaciones de donde hoy está la provincia de Mendoza. En 1666. GASPAR DE VILLARROEL regidor de la provincia de Valdivia (Chile), cruza la cordillera y sale en persecución de indios que cometían desmanes al sur de Neuquén. En 1672 comienzan los malones de indios en el sur bonaerense : los “pampas” atacan establecimientos ganaderos cercanos al arroyo de Tandil y la sierra de Volcán
Producida la Revolución de Mayo en 1810, los primeros gobiernos patrios alternaron las relaciones comerciales con los indígenas, con expediciones militares ofensivas denominadas “campañas al desierto”, con el establecimiento de fortines con el fin de ir ocupando progresivamente el territorio en poder de éstos.
El 10 de junio de 1810, la Primera Junta ordenó realizar una expedición a las Salinas y a su regreso una delegación indígena firmó un tratado de paz con las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1815 el General JOSÉ DE SAN MARTÍN solicitó permiso a la nación pehuenche para atravesar su territorio con el Ejército de los Andes En 1820 la recién creada Provincia de Buenos Aires y los pueblos indígenas pampeanos, firmaron el “Pacto de Miraflores”, estableciendo la frontera en la línea de las estancias al sur del río Salado. Pero el 27 de octubre de 1820 un malón lanzado contra la localidad de Lobos, deja un saldo de 100 pobladores muertos y el 3 de diciembre del mismo año, la localidad de Salto es arrasada por hordas que saquean, incendian y roban y ambos asaltos son liderados por los caciques Carrera y Yanquetruz.
Hasta ahora, como se ha visto, ante los ataques de los indígenas, no había habido una respuesta que llevara inquietud a a sus gestores. Más bien, casi siempre se adoptó una actitud defensiva, hasta que la ruptura del “Pacto de Miraflores” por parte de tribus belicosas, decidió a las autoridades poner término a las correrías que realizaban los nativos, sembrando el pánico entre los pobladores, saqueando las propiedades, robando el ganado y llevándose cautivas a las mujeres, escenario que impedía el poblamiento y el desarrollo de un inmenso territorio, que no podía considerarse como parte integrante de un país soberano.
Y Fue a partir del gobierno de MARTÍN RODRÍGUEZ, quien como Gobernador de la provincia de Buenos Aires, dio inicio a una etapa ofensiva contra las tribus de aborígenes, comandando la primera de las campañas al desierto, que fue seguida luego por las que realizaron JUAN MANUEL DE ROSAS, BARTOLOMÉ MITRE, ADOLFO ALSINA y finalmente JULIO ARGENTINO ROCA, a cuyo término se habían recuperado sesenta millones de hectáreas pertenecientes a la Nación
Así comenzó otra historia, pues estaba visto que con una actitud pasiva y firmando pactos no se lograba la paz ansiada. Como represalia por los ataques que realizaron CARRERA y YANQUETRUZ a poblados del sur, el gobernador MARTÍN RODRÍGUEZ, el 15 de diciembre de 1820, inicia acciones ofensivas. Con 1.600 milicianos divididas en dos agrupaciones: la primera compuesta por 900 hombres al mando del Coronel RAFAEL HORTIGUERA, marcha hacia la Laguna de los Huesos, acompañado por JUAN MANUEL DE ROSAS que lleva 500 de sus soldados. La segunda agrupación, bajo de su mando, con 200 hombres se dirige hacia Kakel Huincul y luego de rechazar un ataque de los indígenas, ante la huída de los caciques, regresa el 17 de enero de 1821 a Buenos Aires..
Durante todo el año 1821 la frontera bonaerense volvió a ser asediada por los malones, esta vez comandados por un renegado llamado JOSÉ L. MOLINA, que con 1.500 guerreros se lleva de Dolores y Monte 150.000 animales. En abril de 1822 quinientos pampas saquean Pergamino y los caciques de Sierra de la Ventana exigen el retroceso de la frontera al Salado y el levantamiento del pueblo de Patagones. En Santa Fe el 10 de diciembre de ese año se lanza un importante malón, que es rechazado por el Sargento Mayor FEDERICO RAUCH y un nuevo embate indígena llega hasta las puertas de Buenos Aires. Se intensifica el tránsito de ganado robado hacia Chile, utilizando el llamado “camino de los chilenos” (río Colorado, Pichi Mahuida, Choele-Choel, río Negro, río Limay o Paso de Pino Hachado.
4. ACCIONES OFENSIVAS.
Fue entonces, que a partir de 1823, se inició lo que se conoce como “La Campaña al Desierto. En esos años, el incremento de las depredaciones cometidas en el sur bonaerense por los aucas o aucaes (indígenas comúnmente llamados “pampas”), indujo al Gobernador de Buenos Aires, MARTÍN RODRÍGUEZ a efectuar una excursión punitiva hasta sus tolderías.
Pueblos involucrados:
a. Pampas
Con este nombre aludimos a los indígenas primigenios que habitaban en las pampas, desde mucho antes de la llegada de los españoles y comenzaron a extinguirse a principios del siglo XVIII, exterminados por aborígenes “araucanos”, que provenientes de Chile, cruzaron la Cordillera de los Andes en procura de mejores tierras y bienes, escapando de la “hambruna” a que los sometían los inhóspitos territorios que habitaban desde sus orígenes. Abarcaban a los “taluhet” del noreste (que incluía a los “querandíes”), y a los “diluhet” del sudoeste de dichas llanuras. Se dedicaban a la caza de guanacos y venados, para lo cual debieron ser ágiles corredores y diestros en el manejo del arco y las boleadoras. Muerta la presa, bebían su sangre caliente. A veces recogían raíces, algarrobas y langostas, cuando las había. Su industria principal era el trabajo de la piedra, con la que fabricaban algunos útiles, puntas de flecha y “sobadores” para la preparación de las pieles. Se guarecían al amparo de paravientos hechos con estacas, cueros y ramas y más tarde en toldos. Los hombres vestían un taparrabo triangular y usaban “barbote”, también llamado “tembetá”, voz guaraní (“tembé”: labio, “Ita”: piedra), que designa a una varilla de metal, madera u otro material que atraviesa el labio inferior de los miembros de la tribu, como señal de madurez sexual). Las mujeres se cubrían con “pampanillas” y unos y otros se abrigaban con mantos hechos con pieles de zorro, guanaco o nutrias cosidas entre si y según las circunstancias (fiesta o guerra), se pintaban el cuerpo. De pueblos más avanzados aprendieron a modelar una tosca alfarería. La “araucanización” que sufrió este pueblo, hace muy difícil que hoy se encientre algún individio de esa etnia en estado puro.
b. Araucanos
“Araucano”, es un término que significa habitante de Arauco, una región que actualmente se encuentra en territorio chileno. Por extensión se ha utilizado la expresión para referirse a las personas o comunidades de lengua mapuche aunque habitaran fuera de Arauco. A estas tribus, pertenecían los caciques TRACALEU, MARCELO NAHUEL, JUAN SALPÚ, NAMUNCURÁ, ZUNIGA, PURRÁN . SAYHUEQUE, estaban en la provincia de Neuquén. El cacique araucano YANQUETRUZ, se estableció con su tribu entre los ranqueles, ocupando territorios al sur de Córdoba, Santa Fe, San Luis y La Pampa, tomó el mando de los ranqueles al morir el cacique CARIPILÚN y los llevó a la guerra contra el blanco, apoyado por los “aucas”, una tribu de belicosos aborígenes escindidos de los araucanos que se dieron el nombre de aucas (que significa “pueblo libre”) y que habitaba sobre las márgenes de los ríos Negro y Colorado
c. Aucas
Una tribu de belicosos aborígenes que se dieron el nombre de aucas, que significa “pueblo libre” y que habitaba sobre las márgenes de los ríos Negro y Colorado
d. Boroganos (o boroanos)
Se conoce como boroanos, borogas o boroganos (en cualquiera de los tres casos también se los encuentra en la bibliografía escritos con v), al grupo de mapuches originarios de Boroa (o Voroa) en la Araucanía chilena. Su lugar de origen se encontraba en el territorio actualmente chileno que se extiende, entre los ríos Cautín y Toltén, cerca de La Imperial. Su nombre deriva del arroyo Vorohue (“lugar donde hay huesos”, aunque según algunas versiones estos “huesos” serían mazorcas de maíz). Durante la guerra e la Independencia de Chile (1819/1821), la mayoría de los boroganos lucharon junto a los realistas, acaudillados por el cacique Curiqueo, pero algunos otros lo hicieron del lado de los “patriotas” (independentistas). A partir de 1818, comenzaron a realizar incursiones al oriente de la Cordillera de los Andes, llegando hasta la actual provincia de Buenos Aires en donde formaron una federación gobernada por un consejo de seis caciques mayores: Cañiullan, Melín, Alún, Gauyquil, Mariano Rondeau y Cañiuquir, del cual dependían otros veinte caciques menores. Se unieron al general chileno José Miguel Carrera, que luego de ser derrotado en su patria, había huído hacia la Argentina y lo secundaron en sus correrías hasta que este fue derrotado el 30 de agosto de 1821 en Punta del Médano por las fuerzas del coronel José Albino Gutiérrez. En 1823, comenzaron a trasladarse a las Salinas Grandes y a la Sierra de la Ventana, donde se asentaron. y en agosto de 1828, atacaron Carmen de Patagones y la “Fortaleza Protectora Argentina”. El boroga Caniucuiz (Cañiuquir o Cañiquir) asumió el mando de los boroganos y éstos intentaron unirse al levantamiento unitario de Juan Galo de Lavalle, pero Juan Manuel de Rosas logró impedir esto, llegando a un arreglo con los boroganos por medio de una de las esposas (Luisa) del cacique mayor Cañiuquir, que mantenía prisionera en su estancia de Los Cerrillos. Más tarde, de la mano del cacique Rondeau buscaron acercarse a las autoridades y vivieron un tiempo en paz, hasta que el araucano Calfucurá, considerándolos traidores a “la causa araucana”, asesinó a Rondeau y a todos sus capitanejos.
e. Mapuches
“Mapuche” es la palabra que utilizan los mapuches para designarse a sí mismos. Deriva de las expresiones “mapu” (tierra) y “che” (persona o gente). Tribu del cacique COLIQUEO, proveniente de Chile, que se ubicó en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. El origen de esta “gente de la tierra”, que habitaba en Chile, arrancaría de una población remota de pescadores y cultivadores, de lengua mapuche dominados por “moluches” (guerreros), que los habría invadido hacia los siglos XII o XII (según R.L. Latcham). Uno de sus componentes habría derivado de una básica vinculación amazónica y el otro sería de raza “ándida”. No se sabe en qué medida intervinieron elementos oceánicos que aportarían una fuerte influencia polinésica (toquis o hachas ceremoniales, arcos cortos, inhumación de sus muertos en una canoa, anclas de cuatro uñas y velas trapezoidales). Los mapuches, desplazados por la invasión de los “moluches”, se extendieron hacia el norte (pincuches), y hacia el sur (huilliches). Quizás otra etnia que había llegado a tener unos 400.000 individuos se afincó al oeste de la Cordillera de los Andes y cuando llegaron los conquistadores españoles, los llamaron “araucanos”, gentilicio derivado de “Arauco”, voz corrupta equivalente al topónimo “ragco” (agua gredosa), según F. Erize.
f. Ranqueles
Es la castellanización de la palabra mapuche “rangkülche”, que proviene de “rangkül” (caña) y “che” (persona) y que era utilizada para denominarse a sí mismos. Para los mapuches eran una de las cuatro identidades territoriales del Puelmapú. La República Argentina utiliza oficialmente la designación rankulche. Surgidos de la expansión de los rasgos culturales de un sector de los tehuelches septentrionales, dominaban el sur de las provincias de Mendoza, Córdoba y San Luis y el norte de La Pampa, capitaneados por los caciques EPUMER ROSAS -EPUMER PAINE, REUMAY, PINCÉN, CARIPILÚN, MANUEL GRANDE, TRIPAILAO, y RAMÓN CABRAL o RAMÓN PLATERO.
g. Salineros
Aliados naturales de los ranqueles, el núcleo principal se ubicaba en las Salinas Grandes, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Estaban dirigidos por la dinastía araucana de los Curá, que ocupaban el sudeste de La Pampa y el oeste de Buenos Aires, mientras que la tribu del cacique PINCÉN ocupaba el noroeste de Buenos Aires.
h. Tehuelches
“Tehuelche” es una palabra derivada del mapudungun, que significa “gente bravía”, para denominar a un conjunto de pueblos que habitaban la Patagonia argentina. Es la denominación genérica con que los españoles y argentinos llaman a diversos grupos nómades de la Patagonia. Puelche (“gente del este”) es también una palabra mapuche para denominar a los pueblos del este de los Andes, que se ha utilizado para pueblos como los “gününa kune”, los “aonikenk” e incluso para mapuches o tehuelches mapuchizados. La agrupación de varios pueblos en una sola palabra, produjo históricamente confusión sobre la identidad de cada uno de ellos. En 1995 el antropólogo argentino ROODOLFO CASAMIQUELA identificó a los pueblos tehuelches del siguiente modo: Tehuelches insulares: los “selnám” y los “manekenk o haush”); Tehuelches meridionales australes: los “aónik’enk” y los “patagones” o “chewelches”; Tehuelches meridionales boreales: los “mech’arn”; Tehuelches septentrionales australes o gününa kena, llamados también “pampas”, “chewelches”, “tehuelches”, “williches”, y “puelches” (un subgrupo de ellos son los “chüwach a künna”); Tehuelches septentrionales boreales: los “querandíes” y los “puelches” del norte del Neuquén). En La República Argentina, se utiliza oficialmente la designación tehuelche para referirse a los habitantes de la Patagonia. Vivían en la zona de Tapalqué, provincia de Buenos Aires, en Río Negro, Neuquén y Chubut. A esta etnia pertenecían la tribus de los caciques JUAN SACAMATA, MANUEL QUILCHAMAL, tehuelches de la cordillera de los andes, CATRIEL, que vivían en la zona de Azul y la Tribu del cacique principal MANUEL BAIGORRITA.
CRONOLOGÍA
19 de marzo de 1823. Se instala el “Fuerte Independencia”.
El General RODRÍGUEZ sale de la Guardia del Monte con una fuerza de 2.500 hombres con la misión de construír una línea de fortines que aseguren la vida de los pobladores contra las invasiones indígenas en la frontera sur del país y en marzo de 1823, instala el “Fuerte Independencia” en la frontera sur con el indio. Este será el origen de la ciudad de Tandil, en la provincia de Buenos Aires (ver “Fundación de la ciudad de Tandil” en Crónicas).
25 de enero de 1824. El General MARTÍN RODRÍGUEZ, al frente de 2.500 hombres, acompañado esta vez por JOSÉ RONDEAU, insiste en su decisión de poner coto a los desmanes que producían los indígenas en la frontera sur de Buenos Aires y llega hasta cerca de Bahía Blanca pero agotados sus hombres por las exigencias de una dura marcha y el contínuo hostigamiento de los indígenas, debe regresar sin haber logrado su cometido por segunda vez.
Se instala el “Fuerte Federación” (27 de diciembre de 1827)
El Teniente Coronel BERNARDINO ESCRIBANO al frente de efectivos del Regimiento 5 de Caballería, con asiento en Salto, funda el “Fuerte Federación, un eslabón más de la línea de frontera trazada por el gobierno para proteger esos territorios de los ataques de los indígenas. Se construyó 3 kilómetros al norte del “Cerrito colorado”y 4 kilómetros al oeste de la Laguna “El carpincho” y fue el origen de la actual ciudad de Junín.
FACUNDO QUIROGA encabezará una nueva expedición al desierto (28 de enero de 1833)
Siendo gobernador de la provincia de Buenos Aires el General JUAN RAMÓN BALCARCE se dispone realizar una campaña al desierto con el objeto de afianzar la frontera del sur, continuamente alterada por las violentas incursiones de los aborígenes que atacaban las haciendas para saquearlas, robar ganado y llevarse cautivas. La expedición fue puesta bajo el mando de FACUNDO QUIROGA a quien se le ordenó “extender y asegurar las fronteras más allá del río Colorado, edificar fuertes y someter a los indígenas rebeldes”. El General JUAN MANUEL DE ROSAS fue designado jefe de “la División Izquierda”, la “División del Centro” quedó al mando del General RUIZ HUIDOBRO y “la División Derecha” al mando del General FÉLIX ALDAO. Ante la ausencia de QUIROGA, que se negó a participar en esta operación (aduciendo que no sabía cómo combatir a los indios), ROSAS quedó como comandante supremo de esta expedición, que contaba con el General ÁNGEL PACHECO y el Coronel CONRADO VILLEGAS como comandantes de ala.
CAMPAÑA DE JUAN MANUEL DE ROSAS (3 DE FEBRERO DE 1833)
A las 16.30 del 3 de febrero de 1833, ROSAS, parte hacia el desierto, en cumplimiento de la misión que se le encomendara, al mando de la “División Izquierda”, formada por 2.000 hombres, 6.000 caballos, bueyes, carretas y hasta naves que se transportaban desarmadas para navegar el río Colorado. Encabeza la columna el Cuartel General de Rosas, que era su custodia personal. Lo sigue el batallón escolta, compuesto por milicianos de infantería montada, un piquete de artillería con cinco piezas y 25 marinos que luego tripularán en el río Colorado las naves que se transportan desarmadas, componiendo en total esta expedición unos 2.000 hombres y 5.000 caballos, una nutrida impedimenta de carretas con los abastecimientos, yeguadas y manadas de bueyes, mujeres y comerciantes (vivanderos).
El plan estratégico de ROSAS
El sueño de Rosas, acariciado desde 1821, comienza a concretarse.
La idea de Rosas era avanzar hacia el sur del río Colorado y remontar el río Negro para dominar a los pueblos mapuches y tehuelches, ya sea originarios de la región o procedentes de la Araucanía en Chile, Para ello, tratará de correr a los indios de las tierras que ocupaban al sur de Buenos Aires, detrás de la precaria frontera interior. Es la primera expedición que persigue un fin estratégico y que ha sido planeada con visión amplia y general del problema. Utilizando su experiencia práctica, durante su reciente gobernación en Buenos Aires, ROSAS ha estructurado bien sus planes. La acción comprende un vasto objetivo: cubre desde el Atlántico hasta la cordillera andina y se realizará mediante una presión conjunta que se ha acordado previamente y que ejercerán en forma simultánea tres divisiones argentinas y una chilena. Las argentinas que se denominan “División Izquierda”, que está a su mando directo, deberá operar en la pampa del sur, desde los ríos Colorado y Negro hasta el Neuquén para asegurar la línea del río Negro. La “División Centro”, que al mando del General JOSÉ RUÍZ HUIDOBRO, debe desalojar a los indios de la pampa central, y la “División Derecha”, que al mando del General JOSÉ FÉLIX ALDAO, debe operar en la región andina, pasar por los ríos Diamante y Atuel y seguir después hasta el Neuquén, donde se encontrará con Rosas. Las fuerzas chilenas, al mando del General MANUEL BULNES, debían batir a los indios en aquel país y arrojarlos al oriente de la Cordillera de los Andes.
Cuidadosa preparación
ROSAS preparó todo cuidadosamente: desde la elección de los hombres hasta las armas, pasando por el color de las telas, que debía ser indefectiblemente “encarnado”. También llevó consigo un equipo encargado de las comunicaciones que lo mantuvo en contacto con todo el país y con los jefes indios. Su relación con ellos tenía distintos matices; según lo conviniera, se mostraba amistoso o amenazante. Organizó una alianza general —Chile. Cuyo, Córdoba y Buenos Aires— que le permitió reunir las fuerzas necesarias para esta vasta empresa y ha conseguido 6.000 caballos. Ha preparado las armas, los vestuarios, los víveres, el entrenamiento de sus hombres. Ha cuidado los más ínfimos detalles: desde el jabón hasta las telas. En éstas, le preocupa obtenerlas de color encarnado y cuando se las ofrecen de color verde, escribe: “Si el gobierno no las quiere comprar, tómelas usted a mi crédito particular. Páguese un peso, páguese dos, páguese doble que la verde: pero no me quieran obligar a tomar ésta”. Rosas lleva también consigo una oficina de relaciones públicas, donde trabajará durante toda la campaña escribiendo a Buenos Aires y a todos los puntos del país, tejiendo incesantemente una red de comunicaciones que prepara su futuro político, además de mantenerlo en contacto con los Indios. Porque entre éstos, Rosas, diplomáticamente, varía el trato según la idiosincrasia de cada cacique. Habla a cada uno en el lenguaje y de las cosas que le interesan. Convence, inmoviliza o amenaza buscando sus propios fines, usando una gama de presiones que van desde el trato más que amistoso hasta la orden terrible: “A YANQUETRUZ y su hijo PICHÚN se los habrán de perseguir y se me habrán de entregar sus cabezas”, como escribe desde el Colorado el 15 de julio de 1833. Rosas expediciona acompañado de indios amigos a los cuales raciona con el mismo cuidado que a su propia tropa, pero no concede mucha confianza a sus aliados. Los mantiene a prudente distancia, tanto en las marchas como en las acampadas.
El fracaso de los aliados
El plan de ROSAS, cuidadosamente meditado y minuciosamente preparado, nace con mala estrella. En Buenos Aires, un grupo de federales opositores critican la campaña, escatiman la ayuda y finalmente, consiguen que el gobierno prácticamente se desentienda de las obligaciones contraídas y es el mismo Rosas quien tiene que afrontar erogaciones de su propio peculio. Las fuerzas chilenas, que debían atacar a los indios arrojándolos a la pinza formada por las columnas del centro y la izquierda, no inician siquiera las acciones. Sus milicias son destinadas a controlar una situación política interna. Las fuerzas de la “División Derecha”, 300 hombres al mando del General ALDAO, veinte días después de haber partido, sin haber librado combate alguno, se enteran de la derrota y fuga de YANQUETRUZ, que ha chocado con las fuerzas de la “División Centro” y decide emboscar al fugitivo en un lugar más apropiado. Llegado al río Salado, Aldao obtiene varias victorias menores contra tribus diseminadas en su campo de acción, toma prisioneros, rescata cautivos y arrebata a los indios buena cantidad de ganado, pero mal comunicado con sus bases, ALDAO ignora que la “División Centro”, al abandonar la campaña, ha invalidado su estrategia. Soporta el invierno sin víveres, con muchos enfermos y sufriendo golpes de mano de los indios. A principios de octubre regresa a Mendoza, sin haber cumplido los objetivos señalados por Rosas. RUÍZ HUIDOBRO por su lado, al mando de la “División “Centro”, con 1.000 hombres y 4.000 caballos, después de duras jornadas combate el 16 de marzo con la tribu de YANQUETRUZ en Las Acollaradas. El cacique huye dejando 160 muertos —entre ellos su hijo PICHÚN— y Ruiz Huidobro, un General que viaja en carroza y rodeado de todas las comodidades, persigue lentamente a YANQUETRUZ, sufre muchas deserciones y regresa a Río IV a reponer caballadas. En mayo de ese año, RUIZ HUIDOBRO ataca a los ranqueles en acciones indecisas. Por fin, ante los sucesos políticos de Córdoba, suspende la campaña y hace devolver a San Luis. Mendoza y Córdoba, los hombres, armas y elementos que le fueron facilitados.
ROSAS persiste en el esfuerzo
Rosas, ahora solo, se mantiene en campaña. Bien montado y pertrechado, su ejército sigue avanzando. Tiene buena información sobre el terreno que pisa, ha establecido bases de abastecimiento en Bahía Blanca y un efectivo sistema de enlace por postas militares. El plan de Rosas es golpear a los indios inmovilizados por el invierno en sus tolderías. Trata de entrar en contacto con RUIZ HUIDOBRO y ALDAO, y convencido del fracaso de éstos, adelanta varias columnas para sorprender a los indios. El Coronel Mayor ÁNGEL PACHECO, el más activo y eficaz de sus jefes, llega al río Negro. Rosas se establece junto al rio Colorado y para lanzar sus columnas, llega a quedar con apenas 150 hombres a su lado. Y el 25 de mayo de 1834, cuando Rosas preparaba un esfuerzo final para rematar las acciones, el gobierno le ordena retirarse desde las posiciones alcanzadas.
ROSAS finaliza su Campaña al Desierto
Sobre la margen del arroyo Napostá, el 25 de mayo de 1834, JUAN MANUEL DE ROSAS, dirige a sus soldados una Proclama de agradecimiento en la que destaca el valor demostrado en la expedición y el éxito obtenido en la campaña contra el indio dándola por concluida. Los únicos aborígenes que no pudieron ser reducidos fueron los araucanos, que unidos a los ranqueles, se batieron exitosamente con las divisiones de ALDAO y RUIZ HUIDOBRO, pero que depusieron luego sus armas al saber que por el lado de Chile, venía el General BULNES y por el sur, hacía lo propio ROSAS, con la intención de encerrarlos para obligarlos a una batalla final. Durante más de un año JUAN MANUEL DE ROSAS había avanzado hacia sus objetivos, mientras sus aliados, que debían acompañarlo desde Chile y el centro del país, fracasaron en el intento. Rosas quedó solo entonces involucrado en esta campaña y en el transcurso de ella, puso fuera de combate a 6.000 indios, recuperó 2.000 cautivos y dejó guarniciones y fortines en distintas partes de las tierras recorridas. El mayor logro fue la conquista de un inmenso territorio hasta entonces en manos de los indígenas y de la barbarie. Ganó a los indios cerca de 3.000 leguas cuadradas, afianzó la soberanía nacional en un vasto territorio y permitió recoger valiosas observaciones (iban en su ejército 16 profesionales entre médicos, ingenieros y astrónomos). Al fin de la campaña, entre heridos, muertos y desaparecidos, Rosas perdió el 50 % de su fuerza activa, pero los indígenas, acobardados por el duro castigo y enredados en los pactos a que los ligaba a Rosas, quedaron prácticamente inmovilizados. Los sobrevivientes no consiguieron organizarse y durante 20 años casi no hubo rebelión indígena.
Un premio para ROSAS
El 6 de junio de 1834 la Legislatura de Buenos Aires dictó una ley donando al General JUAN MANUEL DE ROSAS la isla Choele-Choel, en Río Negro (Patagonia),”para sí y para sus descendientes, como prueba de gratitud por la expedición al desierto que acababa de llevar a cabo". Rosas rechazó esta donación, en cambio de la cual admitió la de sesenta leguas de tierras públicas que le donó la Legislatura por ley de septiembre del mismo año.
Siguen los problemas
El problema del indio no terminó con ROSAS, pero su campaña logró llevar algo de paz a la frontera y si bien siguieron las tropelías y los ataques de los indígenas, estos fueron más espaciados. Pero las diferencias con los aborígenes seguían estando presentes en esos vastos territorios. Si bien algunos caciques habían comenzado a caminar por el sendero de la paz, numerosos “capitanejos”, alentados por forajidos y delincuentes que habían encontrado en ellos, la “mano de obra” que podía ayudarlos a cometer sus tropelías, reiniciaron las hostilidades, más que para defender su tierra, para robar ganado, rapiñar y hacer cautivos, sobre todo mujeres. Fue así que la crónica registra violentos ataques a los poblados sureños y la consiguiente represalia por parte de las tropas destinadas en los Fortines que desde la época de MARTÍN RODRÍGUEZ, se habían ido multiplicando, estableciendo una línea de frontera, que lamentablemente continuaba siendo vulnerada.