La misión africana de Vladimir Putin
Domingo, 13:30 de la mañana en la piscina del hotel Ledger de Bangui. 30 grados de temperatura. En el agua chapotea un grupo de militares portugueses de la misión de la Unión Europea mientras toman el sol cuatro miembros de las fuerzas especiales de EEUU que se supone que no están aquí, varios cascos azules egipcios y jordanos, gendarmes franceses y cinco hombres de piel lechosa a los que nadie se acerca. En general hay buen ambiente entre todos, pero no con estos últimos. Beben cerveza entre grandes carcajadas y se tiran al agua en modo bomba, asegurándose de salpicar al mayor número de gente posible. Hablan ruso y no parecen tenerle miedo a ninguno de los soldados que tienen alrededor.
Lo que sucede en la piscina de ese hotel de lujo, regalo de Muamar Gadafi a República Centroafricana, puede extrapolarse al resto del país. Unos cuantos países con misiones militares y civiles que van desde la estabilización a la formación del ejército nacional, pasando por el desarme de milicias o la mejora del trato a los prisioneros, sin incluir a las ONG que contribuyen al esquelético sistema sanitario o a la ayuda de los desplazados por el conflicto, uno de cada cuatro ciudadanos. Al margen de escándalos sexuales de alguno de estos contingentes, como el francés, la cohabitación entre todos estos actores es relativamente buena. La gente hace su trabajo y procura no colisionar con el de al lado. Por eso les ha molestado la irrupción en el trampolín de los rusos, que amenazan con desestabilizarlo todo.
La misión militar de la Unión Europea aprovecha los terrenos de una vieja fábrica de textil para montar sus oficinas, comedor, aparcamiento para vehículos blindados y hasta un pequeño campo de fútbol para organizar partidos entre los distintos contingentes. El rancho es bueno, el café resulta aceptable, hay aire acondicionado y es un lugar seguro. Pero desde hace unas semanas, ven rusos salpicando por todas partes.
El ejército portugués comanda la misión de formación de las Fuerzas Armadas Centroafricanas (FACA) junto con un pequeño grupo de seis españoles. Llevan años intentando cambiar una tropa desmoralizada, vencida y desarmada en los primeros meses de la guerra civil, cuando las milicias Seleka pasaron por encima de ellos, por un contingente al servicio del estado, disciplinado, jerarquizado, respetuoso con los Derechos Humanos y con capacidad de estabilizar zonas de conflicto. El problema que la UE ha tenido en este proceso es el embargo oficial de armas. Mientras las milicias armadas han comprado material bélico a traficantes desde las fronteras del norte, las fuerzas armadas se han tenido que contentar con viejos fusiles Máuser de la Gran Guerra.
En ese contexto de embargo, han llegado los rusos. El Kremlin ha puesto en marcha su primera misión africana con botas sobre el terreno y la venta de "armas cortas y munición" además del envío de "170 instructores militares y civiles" según pone en la comunicación ofrecida al Consejo de Seguridad de la ONU. Donde pone "instructores civiles" léase mercenarios, aunque el comunicado no lo diga. O sea, que a la Unión Europea le ha salido competencia en la formación de esas fuerzas armadas. Según la agencia AFP, estos instructores se alojan a 60 kilómetros de la capital, Bangui, en un lugar llamado Berengo, donde está enterrado el emperador Bokassa.
Lo que llegó desde Rusia fueron 900 pistolas Makarov, 5.200 Kalashnikov, 840 ametralladoras, 140 rifles de francotirador y 270 lanzagranadas. Fuentes humanitarias aseguran, además, que Rusia prepara la venta de otro tipo de material pesado que está estacionado al otro lado de la frontera con Sudán, donde se llevarán a cabo los entrenamientos para capacitar a los centroafricanos en su uso.
Los portugueses, franceses y españoles están furiosos porque ese material aún no ha sido revelado. ¿Son tanques? ¿Son antiaéreos? ¿Son helicópteros? ¿Por qué tanto secretismo? En el Consejo de Seguridad, la postura rusa fue la siguiente: "La asistencia de Rusia se lleva a cabo como parte de los esfuerzos comunes de la comunidad internacional para fortalecer las unidades de seguridad nacional de la República Centroafricana". Es decir, la nada.
Para la inteligencia europea, las intenciones son otras. "La localización de los puestos militares rusos coincide con varias minas de diamantes. Estas concesiones han sido otorgadas a Moscú a cambio de esa ayuda militar", dice un oficial que prefiere no ser citado en la base de la Unión Europea. Con esa estrategia Putin consigue una presencia armada en el corazón de África y suculentos contratos de explotación de recursos naturales.
El problema, como indican algunos militares portugueses, es que la presencia rusa conlleva la mayor implicación estadounidense, cuyas fuerzas permanecen en hibernación tras haber estado años tras los pasos del señor de la Guerra Joseph Kony en las selvas del este del país. Sudán y Chad ya están presentes en la guerra civil desde el principio con sus mercenarios Seleka. Francia, la ex colonia, tiene soldados en el país desde la operación Sangaris, como la Unión Europea (España incluida) y la ONU con su misión Minusca (11.000 soldados) que sustituyó a la operación de la Unión Africana. El próximo episodio de la nueva guerra fría será en las selvas africanas.
http://www.elmundo.es/internacional/2018/05/03/5ae9da2746163f4f108b461c.html