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Conflicto palestino – israelí
- ¿Es antisemita todo aquel que critica a Israel?
En el Estado de
Israel siempre se ha utilizado el argumento del antisemitismo y del judío como “víctima eterna” para acallar las críticas que existen por sus acciones contra los palestinos. El primer ministro Menajem Begin llegó incluso a invocar los campos de exterminio de Auschwitz para justificar la invasión al
Líbano en 1982. Acusar de antisemita a cualquiera que critique la política israelí representa un chantaje intelectual y emocional que en el mundo occidental funciona por la culpa colectiva del holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial. Ha servido también para descalificar las críticas de líderes árabes o palestinos, e incluso de los judíos que han cuestionado las políticas israelíes, como si hubiera un hilo conductor entre las políticas genocidas de la Alemania nazi y cualquier crítica hacia el Estado de
Israel.
La historiadora israelí Idith Zertal, en su libro La nación y la muerte, considera que en Israel todo enemigo es “nazificado” y cualquier amenaza es magnificada para convertirla en sinónimo de exterminio total. Por eso el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, o el líder palesino Iasser Arafat, eran presentados en Israel como una continuidad del mismísimo Adolfo Hitler.
Si las críticas provienen de judíos se las descalifica diciendo que “profesan el auto-odio”, una frase sin sentido alguno. La periodista y escritora Hannah Arendt fue acusada de padecer un “auto-odio diaspórico” a raíz de su libro Eichmann en Jerusalén, y varias organizaciones judías de Estados Unidos organizaron una campaña pública para descalificarla. En
Palestina, antes de la creación del Estado de Israel, hubo un grupo de intelectuales judíos liderados por el filósofo Martin Buber que se opuso a la creación del Estado judío y bregaron por un Estado binacional judío-árabe. Y en la actualidad, dentro del Estado de Israel, hay movimientos políticos de judíos (de izquierda o religiosos) que se declaran abiertamente antisionistas. Tal vez el caso más notable es el de la Organización Socialista Israelí, conocida como Matzpen (Brújula) por el nombre de su periódico. Compuesta en su mayoría por judíos israelíes se hizo conocida en los años sesenta y setenta por sus críticas al Estado de Israel, su oposición al sionismo, sus contactos con la Organización para la Liberación de Palestina y porque estaba a favor de un Estado mixto de judíos y palestinos, disolviendo de hecho el Estado judío como tal. Obviamente, ni ellos ni Hannah Arendt tenían una pizca de antisemitas.
Meses después de la invasión israelí a Gaza en 2008 las Naciones Unidas le encomendaron a un respetado juez sudafricano judío la tarea de investigar si se habían producido violaciones a los derechos humanos durante la invasión. Apenas Richard Goldstone finalizó su informe condenatorio –tanto de Israel como del Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS)– comenzó en Israel una campaña mediática en su contra encabezada por ministros del gobierno de Benjamín Netaniahu acusándolo de “antisemita” y “auto-odio”, a pesar de que Goldstone fue durante años presidente de la ORT mundial, la red más importante de educación judía en todo el mundo. Ni siquiera alguien con sus pergaminos pudo escapar a la desacreditación para deslegitimar su informe y denigrar a su persona por haber criticado a Israel.
- ¿Es lo mismo antisemitismo que antisionismo?
Aunque algunos historiadores consideran que la definición de antisemitismo debe utilizarse sólo para el odio y/o persecuciones contra todos aquellos de origen semita, es comúnmente aceptado que se la entienda como el odio hacia los judíos. El antisionismo, por definición, es la oposición política a la ideología del sionismo. Hasta la creación del Estado de Israel en 1948, el antisionismo era patrimonio casi exclusivo de los judíos que no consideraban que sus problemas históricos se resolverían por medio de la creación de un Estado judío. Algunos consideraban que los judíos debían integrarse y asimilarse en los países en los que vivían, perdiendo su identidad particular y adoptando aquella de la mayoría que los rodeaba. Otros, desde posiciones de izquierda, consideraban que el socialismo y la igualdad de los pueblos eliminarían todo tipo de discriminación, también aquella contra los judíos. Y también había religiosos que decían que había que esperar la llegada del Mesías, pues sólo éste lograría la redención del pueblo judío.
Después de la creación del Estado de Israel estos conceptos se mantuvieron desde lo ideológico, pero la expulsión de los palestinos en 1948 y la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967 aumentaron el rechazo a las políticas de Israel en muchos sectores de izquierda. Sin embargo, no es menos cierto que –en muchos casos– se diluyen las diferencias entre las críticas hacia Israel y hacia los judíos en general. Las caricaturas sobre Israel publicadas en numerosos diarios, especialmente árabes, retoman los estereotipos clásicos del judío sátrapa “sediento de sangre” que intenta dominar al mundo, tal como era retratado en los libros y panfletos antisemitas europeos a principios del siglo XX. La línea que separa el antisionismo del antisemitismo puede ser muy delgada en algunos casos, pero en otros es muy gruesa porque representa ideas contrapuestas. La mayoría de las organizaciones de la izquierda europea, por ejemplo, no permiten que grupos antisemitas –a los cuales rechazan e incluso combaten– participen de sus manifestaciones contra las políticas israelíes. Es incorrecto desde lo conceptual y teórico asimilar el antisionismo al antisemitismo. Y tampoco se puede calificar como antisemita a quien critique a Israel, la política israelí o incluso cuestione la existencia misma del Estado de Israel porque piense que judíos y palestinos deben vivir en un mismo Estado. Pero los gobiernos israelíes relacionan ambos conceptos deliberadamente para confundir y descalificar las críticas hacia sus políticas.
- ¿Se puede decir que existe una política de Apartheid en los territorios que Israel ocupa desde 1967?
La palabra Apartheid está fuertemente asociada a un régimen de segregación y discriminación en Sudáfrica, donde una minoría blanca oprimía a la mayoría negra basada en un marco legal que perpetuaba su dominación política, económica y territorial. Hoy en día muchos sostienen que la práctica israelí en los territorios ocupados desde 1967 tiene todas las características del Apartheid, aunque no esté basada en una cuestión racial (blancos-negros) sino étnica-nacional (judíos-árabes).
Sin lugar a dudas muchas de las medidas implementadas por Israel se asemejan a las prácticas del Apartheid. Más de 200 asentamientos ocupan menos del 10 por ciento de Cisjordania, pero controlan cerca del 40 por ciento del mismo y sus recursos naturales, con ciudades construidas sólo para judíos y adonde existen carreteras prohibidas para los palestinos. El territorio palestino está fragmentado de tal manera que para ir de un lugar a otro un palestino necesita del permiso de los soldados israelíes que tienen más de 400 puestos de control para vigilar sus movimientos y decidir quién pasa y quién no. El muro de ocho metros de altura construido desde 2002 rodea ciudades palestinas convirtiéndolas en verdaderos guetos de los cuales para entrar o salir se depende del permiso de los soldados israelíes.
Más allá del debate teórico al respecto y que la comparación indigne a muchos israelíes, es un debate recurrente en Israel. Dos ex ministros de educación (Iossi Sarid y Shulamit Aloni) han sostenido públicamente que sí existe una política de Apartheid. En 2007, Aloni publicó un artículo titulado “Sí, hay Apartheid en Israel” donde decía que “el ejército ha transformado a cada pueblo árabe en un campo de detención bloqueado y sitiado”. Sus palabras son similares a las expresadas por el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, que escribió el libro Paz en vez de Apartheid. Varios miembros del gobierno sudafricano y antiguos luchadores contra el Apartheid, como el ex ministro de inteligencia Ronnie Kasrlis –de origen judío–, han dicho en más de una oportunidad que la política israelí hacia los palestinos es incluso peor que la del Apartheid contra los negros. Las diferencias o similitudes no hacen más que resaltar los efectos negativos que tiene la ocupación sobre la población palestina.
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