Evasión de torpedo!
A las 1554z del 7 de mayo de 1982, el submarino nuclear HMS Conqueror se encontraba al oeste de las Islas Malvinas a profundidad de periscopio, con la antena de radio, el equipo MAE y el periscopio de búsqueda izados. El tiempo era relativamente bueno, con estado del mar 1 y la visibilidad era de 15.000 yardas.
La tripulación estaba alerta, ya que se había recibido un informe de que un Neptune había despegado de la base argentina de Río Grande. Las comunicaciones tardaban en recibirse, por lo cual hacía media hora que estaban a profundidad periscopio.
El contramaestre Brian Moss estaba en el periscopio cuando divisó, a 2000 yardas, un avión que volaba a muy baja altura (que consideró como Neptune o Canberra) y se dirigía al submarino. Rápidamente informó de ello y el comandante del submarino, Chris Wreford-Brown ordenó "ESTACIONES DE COMBATE, prepararse para ataque y contraataque". Segundos después, una emisión de Radar en banda I fue reportada en el MAE.
"¡A toda máquina! ¡Quince abajo! ¡Estribor 30!" El Conqueror se sumergió rápidamente hacia las profundidades, al mismo tiempo que se alejaba del punto dato, por si el avión lo había detectado.
Dos minutos más tarde (1556), el avión fue detectado por el sonar remolcado, indicando que el avión enemigo había sobrevolado el submarino.
Pasaron los minutos y la tripulación pensó que todo había quedado en un susto, pero a las 1559, la sala de sonido gritó "Contacto moviéndose rápido al 330", indicando que el avión había lanzado un torpedo antisubmarino.
Al mismo tiempo que ordenaba máxima velocidad (lo que significaba saltarse cualquier medida de seguridad en el reactor nuclear, lo que podría provocar la fusión del reactor), el comandante comenzó la cuenta atrás de 6 minutos. En 6 minutos habrían dejado atrás el torpedo (ya que su batería se agotaría) o estarían muertos.
El teniente Narendra Sethia era el oficial de logística del Conqueror: "¡No, no puede terminar ahora!" Mi vida pasaba por mi mente y mi corazón se aceleraba. El sonar seguía informando de un contacto que se movía rápidamente y yo estaba de pie en la cabecera de la mesa de la sala de control, sudando, esperando a que nos alcanzara el torpedo. La sala de control era una escena de pánico controlado -controlado, porque todo el mundo seguía haciendo su trabajo; pánico porque todo el mundo creía que aquello era el fin. La única persona que estaba conmigo en la sala de mando era el oficial de guardia. Silencioso y asustado, me miró, quizás para tranquilizarse, y todo lo que pude decirle fue: "¡Oh, mierd@, Russ, ya está!"
Mientras tanto, el submarino realizaba todo tipo de maniobras para intentar evadir el torpedo. Se suponía que sus tripulantes debían guardar silencio, pero un joven marinero encendió una lavadora. Le golpearon para que la apagara: el ruido podría atraer al torpedo.
A las 1613, el comandante ordenó "Adelante despacio". El torpedo no había impactado y el reactor no se había colapsado. Sin embargo, el submarino se alejó del punto dato durante más de una hora.
Tras un análisis, se llegó a la conclusión de que el torpedo podía haber sido el propio sonar remolcado del submarino, que se movía furiosamente detrás de él mientras tomaba velocidad y giraba.
¿Y los argentinos? ¿Detectaron al HMS Conqueror? Ciertamente, había un Neptune en el aire (la inteligencia británica siempre fue impecable durante la guerra), pero en este caso se trataba de un Hércules C-130, matrícula TC-68 (indicativo de llamada PATO), que regresaba a altitud mínima y velocidad máxima de una misión de reabastecimiento sobre las islas.
La tripulación del Hércules se sorprendió al notar mucha actividad en el agua e informó, al aterrizar, que podría tratarse de un submarino en su ruta de regreso.
Historias de Malvinas.