Noticias de la Armada Argentina (ARA)

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Señor,los que conocemos un poco más,vemos otra cosa...
Son dos Oficiales de Comando Naval,es decir que la Aviacion Naval no tiene o tendrá poca injerencia en la visita y en el ejercicio.En otros años,muchos años atras,hubieran sido algunos de ellos Aviadores Navales,es decir igual numero de Oficiales de Comando Naval y Aviadores,es un portaaviones donde su mision es proyectar el poder de su grupo aereo embarcado.
Muchas gracias Sr Bigua. Igual lo dije a modo de "joda". Saludos.
 

nico22

Colaborador

Polémico acto de entrega de medalla al exjefe naval que fue echado por el caso ARA San Juan​

ámbito.com | Edgardo Aguilera
Por Edgardo Aguilera

Está previsto en los reglamentos del personal militar. Se trata de uno de los funcionarios asociados al hundimiento del submarino





 

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La mente tras las obras del Puerto Militar​

A 115 años del fallecimiento del Capitán de Navío Félix Dufourq.

DOMINGO 19, MAYO 2024

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El 19 de mayo se cumplen 115 años del fallecimiento del Capitán de Navío Félix Dufourq, uno de los pioneros de la creación del Puerto Militar, actual Base Naval Puerto Belgrano.
Buena parte de su carrera técnica y profesional estuvo abocada a sustentar y defender su ubicación geográfica en aguas de la bahía Blanca, en cercanías de Punta Alta, en contra del centralismo porteño y de la opinión de las altas autoridades de la Armada de ese entonces.
Santiago Félix Dufourq nació el 25 de junio de 1860, en Concordia (Entre Ríos). Era hijo del francés Félix Dufourq D’Hiriart y Sara Panelo, porteña de origen español. En 1868 se trasladó a Buenos Aires y con 17 años ingresó a la Marina Nacional, de donde egresó en 1881 con el grado de Alférez de Fragata.
Participó en la Comisión de Faros y Balizas comandada por el Almirante Enrique Howard. A bordo de la cañonera “Bermejo”, tenía por misión relevar las costas y canales de la bahía Blanca (muy poco conocidos en ese entonces). Allí, pudo ver las ventajas que poseía el sitio cartografiado como “bajos del Belgrano”, “sonda del Belgrano” o “puerto Belgrano” como apostadero seguro, fácilmente defendible y con una profundidad capaz de sustentar buques de guerra de gran calado.
Asimismo, efectuó una serie de viajes por Europa donde consiguió significativos conocimientos técnicos y científicos. Estuvo en fábricas metalúrgicas y de armamentos y también en puertos militares.
De esa vasta experiencia, y munido de envidiables fundamentos técnicos sacó máximo provecho a la hora de definir el lugar de asentamiento para el futuro Puerto Militar de la Argentina.
A raíz de las tensiones diplomáticas surgidas entre Chile y nuestro país, que hacía presagiar una guerra a mediano plazo, surgió la idea en el seno del gobierno nacional de equipar y modernizar la flota de guerra, incorporando grandes unidades de batalla de la que se carecía en ese entonces.
Pero para esto también era necesario contar con la infraestructura necesaria como, por ejemplo, un gran dique de carena donde se pueda dar apoyo y reparar esas naves.
Posteriormente, la idea del dique fue ampliada y ya se habló de un puerto completo para asiento de la futura flota. En mayo de 1895 se asignaron los fondos necesarios para iniciar la construcción de la base militar, en una zona cercana al puerto de La Plata.
Sin embargo, el nombramiento del ingeniero Guillermo Villanueva en la cartera de Guerra y Marina instaló un animoso debate en torno a la conveniencia del sitio ya elegido.
Por entonces, el Centro Naval había premiado en su certamen anual al entonces Teniente de Navío Dufourq por una meticulosa monografía en la que exponía la tesis de que el puerto debía situarse en la ría de la bahía Blanca, más precisamente en el fondeadero llamado Puerto Belgrano.
En su opinión, la zona presentaba las características geográficas y geopolíticas más ventajosas tanto para la instalación del puerto como también para la creación de nuevos centros poblacionales.
Esta tesis sobre la localización meridional del nuevo Puerto Militar, supuso un quiebre entre la vieja y la nueva generación de marinos, con criterios y preparación más modernos.
El debate prosiguió hasta que vino a zanjar la situación los informes presentados por el ingeniero italiano Luigi Luiggi, director de las obras que, con su vasta experiencia en la construcción de este tipo de obras faraónicas y recomendado por el rey de Italia Humberto I, no hizo otra cosa que reafirmar lo sostenido por Félix Dufourq.
Entonces, en 1896 el gobierno dejaría atrás definitivamente a La Plata y fijaría a Puerto Belgrano como el lugar idóneo de construcción del asentamiento naval.
Aunque el Capitán Dufourq falleció a la temprana edad de 49 años, alcanzó a ver plasmada su idea, con el Puerto Militar en pleno funcionamiento.

Créditos: Gaceta Marinera Digital

 

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Los hermanos Ávila​

Heriberto y Leopoldo Ávila eran civiles y estaban a cargo de la cantina del crucero ARA “General Belgrano”. Fueron a la Guerra de Malvinas por voluntad propia y allá quedaron, juntos, en su querido crucero.

LUNES 20, MAYO 2024

A principios de los ’80 Heriberto Ávila era conscripto en la Armada Argentina y desempeñaba funciones como ayudante del Cabo Principal que estaba como encargado de la cantina del crucero ARA “General Belgrano”.
Sucedió que, al poco tiempo de haber comenzado su ayudantía, falleció el Cabo Principal y la cantina dejó de funcionar. Desde entonces, los marinos a bordo debían proveerse en tierra de todo aquello que necesitaran.
Así fue que, cuando el “Belgrano” debió realizar ejercicios en altamar, al no haber abastecimiento en el buque, los superiores de entonces le ofrecieron a Heriberto Ávila, conocedor del oficio, la concesión de la cantina del crucero como Agente Civil, ya que su baja como conscripto era inminente.
Heriberto aceptó gustoso el ofrecimiento que le fue hecho y pocos meses después incorporó como ayudante a su hermano Leopoldo, que había concluido su servicio a la Patria en el Ejército Argentino. De la mano de los hermanos Ávila, santiagueños oriundos de Villa Robles, la cantina del crucero volvió a transformarse en un punto de encuentro del buque, matizado con chacareras, durante las horas de descanso de las actividades cotidianas del personal.
Luego de la recuperación de las Islas Malvinas y finalizada la puesta a punto del buque en Puerto Belgrano, su comandante, el Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, les comunicó a los hermanos Ávila que debían abandonar el barco porque ponían proa a la guerra y, por su condición de civiles, no estaban obligados a permanecer a bordo.
La respuesta fue tajante: «Negativo Señor, nosotros somos parte del crucero y vamos con la gente del crucero hasta las últimas consecuencias». Ante tan contundente respuesta, al Capitán Bonzo no le quedó más opción que permitir que continuaran con su servicio.
A las 16:01 de aquel 2 de mayo de 1982, el crucero recibió dos impactos de torpedo lanzados por el submarino inglés Conqueror, mientras navegaba fuera de la zona de exclusión.
El torpedo que explotó en popa lo hizo en una zona donde estaban los alojamientos del personal subalterno, cerca de la cantina. Esta explosión levantó la cubierta acorazada de la sala de máquinas y todas las cubiertas superiores, destruyendo todos los alojamientos por compresión. El fuego se expandió a través de los pasillos y llegó al sector en donde estaba Leopoldo Ávila.
Gracias a la última entrevista que concedió en vida el Jefe de Operaciones del crucero ARA “General Belgrano” en 1982, Capitán de Fragata VGM (RE) Francisco Gerardo Sonvico, podemos reconstruir el destino final de estos hermanos santiagueños que murieron en la guerra ya que, en su conmovedor relato de la odisea de quienes sobrevivieron al ataque y del hundimiento del crucero; Heriberto y él se cruzaron y tuvieron, sin saberlo ninguno de los dos – o sí –, sus últimas palabras.
“Cuando el Belgrano se empezó a hundir, la tripulación al sentir los impactos y al quedar el buque sin propulsión y sin luz, cumplió lo que se llama rol de siniestros. Éste determina que cada tripulante vaya a cubrir su rol de abandono, excepto los miembros del equipo de Control Averías que tienen que tratar de salvar el buque. Esto se cumplió rigurosamente, con velocidad y en notable silencio. Se escuchaban solamente las órdenes de los oficiales y suboficiales que estaban ‘dirigiendo el tránsito’ para que todo fuera rápido. El lugar era un río de gente”, relató el Capitán de Fragata Sonvico.
“Tengo en la memoria el zapateo en los escalones de hierro y la voz del Guardiamarina Franzoni. Fue él que me dijo: dos torpedos Señor, uno en proa y otro en popa. En ese momento me enteré de la situación. Volví al camarote a buscar mi equipo de abandono y me perdí en aquel buque que conocía de memoria. Fueron momentos de desesperación. Llegué a mi camarote me puse la parca, una bufanda y el salvavidas y subí a la cubierta”.
“Me dirigí hacia la popa, por el lado de estribor, que era mi posición de abandono. La gente estaba formada como para un ejercicio en su puesto de abandono. Igual que el primer día de ejercicio en navegación, la gente estaba en su lugar formadita. Me miraron como esperando una respuesta que yo, en ese momento, no les puede dar”.
“Fui hasta mi balsa. Me dieron el parte, pero éramos muy pocos, faltaban por lo menos cinco o seis. Allí fue donde vi al cantinero Ávila que estaba desesperado. Era como si su piel gritara. Yo lo conocía y le pregunté qué le pasaba. Él me miró pero no me contestó, fue otra persona la que me dijo al oído: el hermano no salió”.
“Lo miré y entonces ahí sí me habló balbuceando, porque estaba verdaderamente desesperado y me dijo: ‘Lo quiero ir a buscar’. Le contesté: ‘Ni se le ocurra’. Pero él repitió: ‘¡Déjeme ir a buscarlo!’. Volví a responderle: ‘¡Ni se le ocurra! ¡No sabe lo que es eso, es el infierno! ¡Usted va para allá y no vuelve!”.
“En ese momento, Ávila respiró profundamente y miró el horizonte y era rarísimo que Ávila no te mirara a los ojos. Una cosa que siempre me gustó de él era que cuando te miraba, te taladraba con su mirada. Era un hombre franco, un hombre derecho. Lo agarré de los hombros y lo sacudí. Lo llamé por su nombre: ¡Heriberto, ni se le ocurra bajar! Míreme por favor, y el miraba para otro lado, Ni se le ocurra. Se lo ruego”.
Luego, el Capitán Sonvico fue a hacer la recorrida correspondiente a sus cargos y a recibir órdenes del Segundo Comandante del buque. Le pidió permiso para darle el parte y lo escuchó: “Me escuchó todo y me dijo: ‘Sonvico, ¿cuál es su estación de abandono?’ -y con la mano derecha me tocó el hombro izquierdo- Yo señalé y miré al mismo tiempo popa estribor. Al mirar, vi la gente formada, con el buque escorado a 30º. En ese instante el Segundo me dijo: ‘Sonvico, el barco se hunde, vuelva a su estación de abandono y haga echar las balsas’”.
“Bajé a la cubierta principal, llegué hasta la primera balsa donde me estaban esperando en total silencio. Ayudamos a los conscriptos a que se tiraran al agua. Los suboficiales manejaban el descenso de los conscriptos y marineros hasta la balsa. Se comportaron incluso hasta con actitud paternal, para que el desembarco se produjera en forma ordenada. El abandono fue lo que denominamos inminente, porque si el buque se hundía teníamos contados minutos para abandonar. Me dediqué a supervisar que el abandono se realizara en forma ordenada, por eso puedo decir lo que vi. Cumplí la orden que me dio el Segundo Comandante de manera tal de que pensé ‘soy el último en abandonar’, al menos la estación de abandono. Cuando no quedó nadie más en cubierta de mi lado, busqué mi balsa”.
Heriberto ya no estaba… él había logrado subir de la cantina a la cubierta principal donde el Capitán Sonvico le rogó que permaneciera. Podía haber embarcado en una de las balsas y salvado su vida. En vez de eso, se fue a buscar a su hermano, llamándolo a gritos.
Leopoldo no había logrado salir. En el momento del impacto estaba durmiendo en su cucheta, dos cubiertas más abajo. Heriberto, internándose en un pasillo colmado de humo y fuego, fue en su búsqueda hacia un sector donde varias explosiones instantáneas activaron el cierre automático de las compuertas a los efectos de evitar el avance del agua. Sin posibilidad de salvarse, quedaron atrapados allí los dos.
Así fue como, los únicos civiles a bordo del crucero, compartieron el destino de los militares “hasta las últimas consecuencias”, tal como habían asegurado al Comandante cuando decidieron quedarse a bordo del crucero e ir a la guerra.
Y allí, en las profundidades, junto a 321 compañeros, los hermanos Heriberto y Leopoldo Ávila, velan por nuestra soberanía en las profundidades del mar.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

Los hermanos Ávila​

Heriberto y Leopoldo Ávila eran civiles y estaban a cargo de la cantina del crucero ARA “General Belgrano”. Fueron a la Guerra de Malvinas por voluntad propia y allá quedaron, juntos, en su querido crucero.

LUNES 20, MAYO 2024

A principios de los ’80 Heriberto Ávila era conscripto en la Armada Argentina y desempeñaba funciones como ayudante del Cabo Principal que estaba como encargado de la cantina del crucero ARA “General Belgrano”.
Sucedió que, al poco tiempo de haber comenzado su ayudantía, falleció el Cabo Principal y la cantina dejó de funcionar. Desde entonces, los marinos a bordo debían proveerse en tierra de todo aquello que necesitaran.
Así fue que, cuando el “Belgrano” debió realizar ejercicios en altamar, al no haber abastecimiento en el buque, los superiores de entonces le ofrecieron a Heriberto Ávila, conocedor del oficio, la concesión de la cantina del crucero como Agente Civil, ya que su baja como conscripto era inminente.
Heriberto aceptó gustoso el ofrecimiento que le fue hecho y pocos meses después incorporó como ayudante a su hermano Leopoldo, que había concluido su servicio a la Patria en el Ejército Argentino. De la mano de los hermanos Ávila, santiagueños oriundos de Villa Robles, la cantina del crucero volvió a transformarse en un punto de encuentro del buque, matizado con chacareras, durante las horas de descanso de las actividades cotidianas del personal.
Luego de la recuperación de las Islas Malvinas y finalizada la puesta a punto del buque en Puerto Belgrano, su comandante, el Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, les comunicó a los hermanos Ávila que debían abandonar el barco porque ponían proa a la guerra y, por su condición de civiles, no estaban obligados a permanecer a bordo.
La respuesta fue tajante: «Negativo Señor, nosotros somos parte del crucero y vamos con la gente del crucero hasta las últimas consecuencias». Ante tan contundente respuesta, al Capitán Bonzo no le quedó más opción que permitir que continuaran con su servicio.
A las 16:01 de aquel 2 de mayo de 1982, el crucero recibió dos impactos de torpedo lanzados por el submarino inglés Conqueror, mientras navegaba fuera de la zona de exclusión.
El torpedo que explotó en popa lo hizo en una zona donde estaban los alojamientos del personal subalterno, cerca de la cantina. Esta explosión levantó la cubierta acorazada de la sala de máquinas y todas las cubiertas superiores, destruyendo todos los alojamientos por compresión. El fuego se expandió a través de los pasillos y llegó al sector en donde estaba Leopoldo Ávila.
Gracias a la última entrevista que concedió en vida el Jefe de Operaciones del crucero ARA “General Belgrano” en 1982, Capitán de Fragata VGM (RE) Francisco Gerardo Sonvico, podemos reconstruir el destino final de estos hermanos santiagueños que murieron en la guerra ya que, en su conmovedor relato de la odisea de quienes sobrevivieron al ataque y del hundimiento del crucero; Heriberto y él se cruzaron y tuvieron, sin saberlo ninguno de los dos – o sí –, sus últimas palabras.
“Cuando el Belgrano se empezó a hundir, la tripulación al sentir los impactos y al quedar el buque sin propulsión y sin luz, cumplió lo que se llama rol de siniestros. Éste determina que cada tripulante vaya a cubrir su rol de abandono, excepto los miembros del equipo de Control Averías que tienen que tratar de salvar el buque. Esto se cumplió rigurosamente, con velocidad y en notable silencio. Se escuchaban solamente las órdenes de los oficiales y suboficiales que estaban ‘dirigiendo el tránsito’ para que todo fuera rápido. El lugar era un río de gente”, relató el Capitán de Fragata Sonvico.
“Tengo en la memoria el zapateo en los escalones de hierro y la voz del Guardiamarina Franzoni. Fue él que me dijo: dos torpedos Señor, uno en proa y otro en popa. En ese momento me enteré de la situación. Volví al camarote a buscar mi equipo de abandono y me perdí en aquel buque que conocía de memoria. Fueron momentos de desesperación. Llegué a mi camarote me puse la parca, una bufanda y el salvavidas y subí a la cubierta”.
“Me dirigí hacia la popa, por el lado de estribor, que era mi posición de abandono. La gente estaba formada como para un ejercicio en su puesto de abandono. Igual que el primer día de ejercicio en navegación, la gente estaba en su lugar formadita. Me miraron como esperando una respuesta que yo, en ese momento, no les puede dar”.
“Fui hasta mi balsa. Me dieron el parte, pero éramos muy pocos, faltaban por lo menos cinco o seis. Allí fue donde vi al cantinero Ávila que estaba desesperado. Era como si su piel gritara. Yo lo conocía y le pregunté qué le pasaba. Él me miró pero no me contestó, fue otra persona la que me dijo al oído: el hermano no salió”.
“Lo miré y entonces ahí sí me habló balbuceando, porque estaba verdaderamente desesperado y me dijo: ‘Lo quiero ir a buscar’. Le contesté: ‘Ni se le ocurra’. Pero él repitió: ‘¡Déjeme ir a buscarlo!’. Volví a responderle: ‘¡Ni se le ocurra! ¡No sabe lo que es eso, es el infierno! ¡Usted va para allá y no vuelve!”.
“En ese momento, Ávila respiró profundamente y miró el horizonte y era rarísimo que Ávila no te mirara a los ojos. Una cosa que siempre me gustó de él era que cuando te miraba, te taladraba con su mirada. Era un hombre franco, un hombre derecho. Lo agarré de los hombros y lo sacudí. Lo llamé por su nombre: ¡Heriberto, ni se le ocurra bajar! Míreme por favor, y el miraba para otro lado, Ni se le ocurra. Se lo ruego”.
Luego, el Capitán Sonvico fue a hacer la recorrida correspondiente a sus cargos y a recibir órdenes del Segundo Comandante del buque. Le pidió permiso para darle el parte y lo escuchó: “Me escuchó todo y me dijo: ‘Sonvico, ¿cuál es su estación de abandono?’ -y con la mano derecha me tocó el hombro izquierdo- Yo señalé y miré al mismo tiempo popa estribor. Al mirar, vi la gente formada, con el buque escorado a 30º. En ese instante el Segundo me dijo: ‘Sonvico, el barco se hunde, vuelva a su estación de abandono y haga echar las balsas’”.
“Bajé a la cubierta principal, llegué hasta la primera balsa donde me estaban esperando en total silencio. Ayudamos a los conscriptos a que se tiraran al agua. Los suboficiales manejaban el descenso de los conscriptos y marineros hasta la balsa. Se comportaron incluso hasta con actitud paternal, para que el desembarco se produjera en forma ordenada. El abandono fue lo que denominamos inminente, porque si el buque se hundía teníamos contados minutos para abandonar. Me dediqué a supervisar que el abandono se realizara en forma ordenada, por eso puedo decir lo que vi. Cumplí la orden que me dio el Segundo Comandante de manera tal de que pensé ‘soy el último en abandonar’, al menos la estación de abandono. Cuando no quedó nadie más en cubierta de mi lado, busqué mi balsa”.
Heriberto ya no estaba… él había logrado subir de la cantina a la cubierta principal donde el Capitán Sonvico le rogó que permaneciera. Podía haber embarcado en una de las balsas y salvado su vida. En vez de eso, se fue a buscar a su hermano, llamándolo a gritos.
Leopoldo no había logrado salir. En el momento del impacto estaba durmiendo en su cucheta, dos cubiertas más abajo. Heriberto, internándose en un pasillo colmado de humo y fuego, fue en su búsqueda hacia un sector donde varias explosiones instantáneas activaron el cierre automático de las compuertas a los efectos de evitar el avance del agua. Sin posibilidad de salvarse, quedaron atrapados allí los dos.
Así fue como, los únicos civiles a bordo del crucero, compartieron el destino de los militares “hasta las últimas consecuencias”, tal como habían asegurado al Comandante cuando decidieron quedarse a bordo del crucero e ir a la guerra.
Y allí, en las profundidades, junto a 321 compañeros, los hermanos Heriberto y Leopoldo Ávila, velan por nuestra soberanía en las profundidades del mar.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
Es muy difícil no conmoverse con la historia.
 

nico22

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ARMADA ARGENTINA​

Licitación Pública 0115/2024​


UOC: 38/12 - Comando de la Flota de Mar Ejercicio: 2024 Clase: Única Nacional Modalidad: Orden de compra abierta Expediente N°: EX-2024-38470435- -APN-COFM#ARA Objeto: ADQ BOTES Y MOTORES FUERA DE BORDA PARA UNIDADES DEPENDIENTES DEL COMANDO DE LA FLOTA DE MAR / ARA Retiro del Pliego de Bases y Condiciones Lugar y dirección: El pliego se puede adquirir participando del proceso en COMPR.AR. Plazo y horario: De 16/05/2024 14:00:00 a 29/05/2024 09:00:00 Consulta del Pliego de Bases y Condiciones Lugar y dirección: Las consultas, deben efectuarse a través de COMPR.AR. Plazo y horario: Hasta 23/05/2024 09:00:00 Presentación de Ofertas Lugar y dirección: Las ofertas se deberán presentar a través de COMPR.AR utilizando el formulario electrónico que suministre el sistema. Plazo y horario: Hasta 29/05/2024 09:00:00 Acto de Apertura Lugar y dirección: La apertura de ofertas se efectuará por acto público a través de COMPR.AR. En forma electrónica y automática se generará el acta de apertura de ofertas correspondiente. Plazo y horario: 29/05/2024 09:00:00
e. 21/05/2024 N° 30077/24 v. 22/05/2024
 

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Conmemoración del Día de la Armada​

Se llevaron a cabo ceremonias en destinos navales, a 210 años del Combate Naval de Montevideo.

VIERNES 17, MAYO 2024


Créditos: Gaceta Marinera Digital



 

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Comitiva de la Guardia Nacional de Georgia visitó la Base Naval de Puerto Belgrano​

Los militares estadounidenses fueron recibidos por el Comandante de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, Contralmirante Juan Carlos Coré.

MARTES 21, MAYO 2024

Puerto Belgrano – Una comitiva de la Guardia Nacional de Georgia (Estados Unidos) que visitó a las Fuerzas Armadas de Argentina, visitó la Base Naval Puerto Belgrano, en el marco de un acuerdo entre el Ministerio de Defensa y la gobernación georgiana.
La visita tuvo el fin de estrechar lazos y explorar posibles líneas de cooperación, intercambio y adiestramiento a futuro.
La comitiva extranjera estuvo encabezada por los mayores generales Richard Wilson y Konata Crumbly, quienes fueron recibidos por el Comandante de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, Contralmirante Juan Carlos Coré.
En su breve estadía, además de participar de la ceremonia en conmemoración del Día de la Armada, se les brindó una exposición sobre el trabajo que realiza la institución con sus diversos componentes.
Por su parte, los oficiales extranjeros expusieron las capacidades con las que cuenta la Guardia Nacional de Georgia y detalles del programa de cooperación, del que la Argentina ya participó en 2016.

Créditos: Gaceta Marinera Digital



 

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Se conmemoró el Día de las Glorias Navales de la Armada de Chile​

Se cumplen 145 años del Combate Naval de Iquique, ocurrido el 21 de mayo de 1879.


MARTES 21, MAYO 2024


Buenos Aires – Esta mañana, frente al monumento al Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón en la Plaza República de Chile, se conmemoró el Día de las Glorias Navales de la Armada del país trasandino, que recuerda un nuevo aniversario del Combate Naval de Iquique, gestado el 21 de mayo de 1879.
La ceremonia fue presidida por el Embajador de la República de Chile en Argentina, José Antonio Viera Gallo, acompañado por el Embajador de la República del Perú en nuestro país, Carlos Alberto Chucano.
Por parte de la Armada Argentina estuvieron presentes el Jefe del Estado Mayor General de la Armada, Contraalmirante Carlos María Allievi; junto al Subjefe de la Fuerza, Contraalmirante Marcelo Ricardo Flamini; y el Subjefe del Estado Mayor Conjunto, Contraalmirante Marcelo Alejandro Dalle Nogare. Además, participó personal superior de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, agregados navales extranjeros e invitados especiales.
Al comenzar el acto se procedió a entonar los himnos nacionales de Argentina y de Chile. Posteriormente se realizó una ofrenda floral al pie del monumento al Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón.
El Agregado Naval de la Embajada de Chile, Capitán de Navío Félix Andrés Miranda Zelada, brindó un discurso alusivo, realizando una reseña sobre la gesta del Comandante Arturo Prat y su tripulación.
“Este es el día de epopeya homérica que honra a la Armada de Chile, día de las Glorias Navales que recuerda a un valiente grupo de marinos chilenos, capaces de entregar sus vidas cumpliendo el juramento del deber soberano que la Patria demandó”, manifestó el Agregado Naval.
“La gloria de Prat en Iquique y la victoria de Condell en Punta Gruesa, significó vencer o morir. El combate había sido un duelo entre titanes. Marinos chilenos y peruanos que en décadas pasadas habían combatido juntos en pos de la soberanía y la Independencia de sus pueblos, lo habían hecho como guerreros, como auténticos hombres de mar con honor, valentía y sentido del deber”, reseñó el Capitán de Navío Miranda Zelada.
Luego se refirió al Gran Prócer del Perú, el Almirante Miguel Grau, “quien fuera un ejemplo máximo de la caballerosidad y distinción guerrera. Digno merecedor de ser un héroe de su nación”.
Por último, mencionó al Almirante Guillermo Brown, Padre de la Armada Argentina, diciendo: “¿Cómo no nombrar y rendir un justo homenaje también a quien simboliza la Gloria Naval de la República Argentina, el Almirante Guillermo Brown?”.
Y, citando al General Mitre, en ocasión de despedir los restos del Gran Almirante, exclamó: “Brown en la vida de pie, sobre la popa de su bajel, valía para nosotros por toda una flota”.
Para finalizar, destacó: “Contribuyendo con la tarea de unión de nuestras naciones y manteniendo la estabilidad de la paz y el congreso en conjunto, así con el espíritu que heredamos de nuestros héroes, que ellos sean un verdadero apego a las tradiciones y valores trascendentes de la vida”.
A continuación, el Embajador de la República de Chile en la República Argentina acompañado por el Agregado Naval de Chile, hicieron entrega de la condecoración “Estrella Militar de las Fuerzas Armadas”, por haber cumplido 10 años de servicio en la Institución, al Teniente Segundo Infante de Marina Javier Gómez de Segura Lobo.
Concluyendo la ceremonia, se entonó el Himno de la Armada de Chile: “Brazas a ceñir”.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

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Visita de Agregados militares extranjeros​

Recorrieron la Base Naval de Puerto Belgrano, Base Aeronaval Comandante Espora y Base de Infantería de Marina Baterías.


MARTES 21, MAYO 2024


Puerto Belgrano – Oficiales superiores pertenecientes a las Fuerzas Armadas de Alemania, Chile, Ecuador, Japón, México, Perú y Uruguay, visitaron la Base Naval de Puerto Belgrano (BNPB), Base Aeronaval Comandante Espora (BACE) y Base de Infantería de Marina Baterías (BNIM), en el marco del programa denominado “Visitas Profesionales Conjuntas”.
El contingente estuvo acompañado por el Jefe del Departamento de Relaciones Navales Internacionales de la Armada Argentina, Capitán de Navío Eduardo Cella Irigoyen; y por el Capitán de Fragata (RE) Gerardo Luis Zaratiegui.
La recorrida inició en cercanías de la ciudad de Bahía Blanca para conocer la BACE, visitar sus Escuadrillas y hangares, y el Museo de la Aviación Naval, destinado a conservar para las generaciones futuras la rica historia nacida en 1916.
Al mediodía se trasladaron a la Torre de Señales de la BNPB donde fueron recibidos por el Comandante de Adiestramiento y Alistamiento de la Armada, Contraalmirante Juan Carlos Coré; junto a los Comandantes de la Flota de Mar, Contraalmirante Gustavo Fabián Lioi Pombo; de la Infantería de Marina, Comodoro de Marina Leonardo Natán Gómez, y de la Aviación Naval, Comodoro de Marina Carlos Manuel Falcone. También participó el Jefe de la BNPB, Capitán de Navío Eduardo Adrián Mayol.
Luego del almuerzo se dirigieron al destructor ARA “Sarandí”, perteneciente a la División de Destructores, donde recorrieron la Unidad y se interiorizaron sobre la operatividad del buque, su historia y su participación en diversos operativos.
Para culminar su visita por la BNPB, la comitiva se trasladó a los diques 1 y 2 del Arsenal Naval donde fueron recibidos por el titular de la Subjefatura de Producción, Capitán de Fragata Jorge Daniel Ventimiglia, quien les brindó pormenores técnicos de ambos espacios.
Al día siguiente fue el turno de la BNIM donde pudieron conocer la IV Batería Histórica, el Museo de la Infantería de Marina, la pista acuática militar y el Comando de Instrucción y Evaluación de la Infantería de Marina.
Finalmente, el pasado viernes participaron de la ceremonia central por el Día de la Armada Argentina, en conmemoración al 210º aniversario del Combate Naval de Montevideo.

La importancia del intercambio

El Agregado Militar de Defensa de la República Oriental del Uruguay, Capitán de Navío Francisco José Risso, destacó que “estas visitas ayudan al conocimiento mutuo entre las Armadas. El intercambio de nuestro país con la Argentina se dio históricamente y poder estar presente aquí no hace más que promover ese entendimiento y confianza mutua que tenemos hace muchos años […] se encuentran muchas similitudes operativas, además de las semejanzas culturales e históricas como países hermanos”.
Por su parte, el Agregado Naval de México, Capitán de Navío Roberto Martínez Corrales, expresó que “este tipo de visitas nos ayudan a entender las capacidades y los alcances que tiene la Armada Argentina en su adiestramiento y en el desarrollo de sus actividades diarias” y agregó: “Al ser de especialidad marino, mi atracción fue poder observar la magnitud del Puerto Militar y sus diques; lo que demuestra la capacidad operativa que tiene la Armada”.
Por último, el Agregado Naval del Perú, Capitán de Navío Carlos Orlando Holguín Valdivia, mencionó que “la recepción ha sido muy buena ya que nos sentimos como países hermanos que somos. Conocimos internamente a la Institución, no solo a las personas, sino a la manera de entrenar, dónde lo hacen y que nos sirva de experiencia”.
“La manera de desempeñar las tareas -agregó- es muy similar a la de nuestra Armada. Vemos mucha productividad en su personal y en las actividades que realizan cubriendo escenarios de una magnitud asombrosa; también lo visto por parte de la Infantería de Marina es lo que más atrajo mi atención, debido a las ejercitaciones diarias que llevan a cabo”.
El programa de “Visitas Profesionales Conjuntas” se lleva a cabo todos los años con el objetivo de que cada una de las Fuerzas integrantes de la Asociación de Agregados Militares, pueda reforzar los lazos existentes de amistad, conocimiento y confianza mutua.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

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Jornada de puertas abiertas en el Complejo Histórico Patrimonial de la Base de Infantería de Marina Baterías​

Fue el pasado sábado en el marco del Día de la Armada y del Día Internacional de los Museos.

MARTES 21, MAYO 2024

Baterías – Durante la tarde del último sábado 18 de mayo, de 14 a 18 hs, el Complejo Histórico Patrimonial de la Base de Infantería de Marina Baterías (BNIM) abrió sus puertas a la comunidad en el marco del Día de la Armada y del Día Internacional de los Museos.
La jornada gris no impidió que gran cantidad de público se acercara a visitar el Museo Histórico de la Infantería de Marina, el Museo de la Ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina, el Parque de Medios y el Monumento Histórico Nacional IV Batería.
Los visitantes, oriundos no solo del partido de Coronel Rosales sino también de Bahía Blanca, de otras localidades vecinas y algunos extranjeros que se encontraban en la zona, fueron acompañados por personal militar y civil del museo, quienes los introdujeron en la historia de este componente de la Armada.
Asimismo, pudieron disfrutar de espacios interactivos donde se proyectaron videos, del recorrido de las diferentes salas museológicas y de la presentación de nuevas narrativas creadas a partir de las distintas exposiciones.
Se contó además con la presencia de un grupo de ciclistas que recorrieron las diferentes dependencias disfrutando de una propuesta cultural que permitió conocer y comprender la relevancia histórica de la Institución.
“El balance de esta jornada es excelente, porque nos permite esa interacción que forma parte de la misión de los museos para con la sociedad y, particularmente nosotros como Fuerzas Armadas, de mostrar qué somos y cuáles son los tesoros que tenemos a nivel histórico y patrimonial”, concluyó el Capitán de Corbeta Sebastián Roa, Jefe del Complejo Histórico y Patrimonial de la BNIM.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

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Un dibujo clave​

El Teniente de Navío Owen Crippa, a bordo de un Aermacchi MB-339, descubrió el desembarco inglés en el Estrecho de San Carlos, el 21 de mayo de 1982. Dibujó sobre su anotador de rodilla la posición de los buques, clave para los ataques posteriores.


MIÉRCOLES 22, MAYO 2024


El Teniente Primero Carlos Esteban del Ejército había transmitido, en la madrugada del 21 de mayo de 1982, que veía ingresar buques al Estrecho de San Carlos por el noreste. Horas después avisó que entró en combate con helicópteros ingleses y que se replegaba. Luego se perdió la comunicación.
Para entonces, las pistas aéreas de Malvinas habían sido bombardeadas resultando un paisaje desolador de escombros y cráteres. Pocos aviones estaban disponibles para despegar de inmediato. El entonces Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque despegó solo, a las 10.04hs, el Aermacchi MB-339 (4-A-115) dejando atrás Puerto Argentino, para entrar minutos después a la boca del Estrecho San Carlos, al norte de Malvinas.
“Despegue. Prima la urgencia”, fue la orden que recibió antes de decolar. Le habían informado que se encontraría con botes de desembarco, pero el panorama fue muy distinto. “Salí enojado porque no me dejaron portar bombas. Trepé al único aparato en servicio, probé sistemas y despegué. Había que saber que pasaba ahí”, recuerda.
En un vuelo de reconocimiento, armado y sin escoltas, descubrió el lugar del desembarco británico, donde los altos mandos ingleses habían decidido que era la zona ideal para la incursión: un arribo sencillo, al cobijo de la geografía malvinense.
Crippa vio combate en la costa, un helicóptero incendiándose y tropa escapándose por el terreno. Salió mar afuera y el día le pareció plácido, bastante tranquilo. Y se preguntó “¿Dónde están?”, al mismo tiempo que comenzaba a ver la respuesta a su propia pregunta; vio los primeros barcos ingleses y después lanchas.
Solo, decidió atacar. Vio un helicóptero. En ese momento pensó que era más redituable tirarle a un buque y dejarlo fuera de servicio que derribar un helicóptero, lo que implicaba que sí o sí nuestros aviones tenían que pasar encima de los navíos enemigos.
En su arremetida contra la Flota, Owen Crippa pasó muy próximo al helicóptero inglés. Estaba a menos de 300 metros volando a 600 km por hora y en ese segundo que demoró en tomar la decisión y giró, su avión avanzó mucho y la inercia lo llevó a pocos metros del aparato.
Ya con el Aermacchi a 90º notó el gesto de asombro del piloto al verlo. Encaró a la primera fragata que tenía adelante y comenzó a tirar con cañones y cohetes, impactando contra la fragata HMS “Argonaut”, en medio de un fuego antiaéreo enemigo brutal que provenía de los buques que apoyaban el desembarco.
“Enfilé hacia el primer buque. Había practicado para usar una misma corrección de mira para disparar cañones y cohetes. No había tiempo en combate para corregirla. Apreté el disparador de los cañones de 30 mm y nada. –Qué lástima, – me dije. Haber llegado hasta aquí y que me falle el armamento”.
Revisó el sistema de armas y la “perilla maestra” no estaba conectada. El piloto corrigió el error y comenzó a disparar. Hizo volar un cañón. Después fue contra la arboladura –antenas de radar, radios y comunicaciones- y la zona del puente de comando donde se encontraba el comandante con su equipo: eso significaba dejarlo fuera de combate.
“Descargué todo lo que quedaba lo más cerca que pude, por ende, tenía que levantar la trompa del avión para no estrellarme con las antenas del navío. Cuando crucé la popa, vi que adelante estaba lleno de barcos. Mínimo una docena”, recuerda.
El aviador naval terminó su ataque y pensó que si mantenía vuelo rasante y escapaba entre las unidades enemigas les iba a dificultar el tiro. Así lo hizo, y en lugar de girar hacia el Estrecho donde corría riesgo de ser derribado, pasó zigzagueando entre todos los buques: la defensa antiaérea de la Flota británica quedó atónita ante tal maniobra y no pudieron dispararle porque se impactarían entre ellos.
En efecto, los ingleses cesaron el fuego momentáneamente, pero lo reiniciaron una vez que su avión había pasado, tratando de darle mientras se alejaba. Se había metido en la boca del lobo. Lo hizo con una mano en el bastón de comando y la otra en el sistema de asiento eyectable, listo para accionarlo, ya que algún impacto directo no le daría mucho tiempo.
Tras sobrepasar una elevación quedó a resguardo. En ese instante, un pensamiento se cruzo por su mente: “Si voy a Puerto Argentino y digo que hay muchos buques, me van a decir que está bien, que habrá cuatro o cinco”, destacó el piloto.
Entonces, decidió volver al lugar en un último sobrevuelo, con la intención de identificar y ubicar a cada una de las Unidades británicas en un anotador que llevaba en la rodilla derecha. Apuntó 12, pero había más.
Emprendió el regreso a Puerto Argentino. A las 10,45 aterrizó y, cuando el Aermacchi se estacionó en un costado de la pista, el Capitán Arce se acercó a la máquina. Crippa había comenzado a bajar por la escalerilla y en su cara se reflejaba toda la tensión del momento vivido.
-¿Así que están ahí? –le preguntó Arce. -Si señor –respondió- tienen todo tipo de barcos. Nunca pensé que los iba a encontrar en ese lugar y en esa cantidad.
Por la tarde y luego del informe elevado por el Teniente Crippa, una sección de tres aviones A4Q de la Armada Argentina despegó desde Río Grande para atacar el desembarco en el Estrecho de San Carlos.
“Yo me preparé para defender a mi país. Confiado en hacer lo que me gustaba. Simplemente hice lo que yo me comprometí a hacer. Cumplí con lo que me había comprometido: defender la bandera hasta perder la vida si fuera necesario”.
Crippa fue condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate por “demostrar excepcional capacidad profesional y arrojo al observar el desembarco enemigo en puerto San Carlos y atacar de inmediato con su aeronave en forma individual, pese a la oposición enemiga, una concentración de Unidades navales y de desembarco, hasta agotar su munición, produciendo severas bajas”.
En una exposición que realizó Crippa junto a Allan O’Mill (un reconocido pintor italiano de litografías de la guerra) se presentó en 2018 un cuadro sobre su ataque en solitario a la Flota inglesa. Cuando narró su historia del anotador de rodilla, en donde hizo el dibujo a mano alzada de la posición de los buques ingleses, entre el público se puso de pie Julio Bardi, quien al momento de la Guerra de Malvinas era Teniente de Fragata, con un papel en la mano. Era el dibujo original que hizo Crippa aquel 21 de mayo de 1982.
Bardi lo había atesorado y guardado durante 36 años, esperando el momento de poder entregárselo a su autor. De pie, con el dibujo histórico, le dijo a Crippa: «Quería entregárselo personalmente”. Owen no pudo contener las lágrimas mientras Bardi se lo entregaba. Luego se fundieron en un fuerte abrazo.
Semanas después de recibirlo, Crippa se presentó en la Base Aeronaval Comandante Espora para llevar adelante una charla para todos los oficiales. Al cierre, sacó de su bolso un sobre que contenía este dibujo y se lo entregó en mano al Director del Museo de la Aviación Naval, para que lo resguarde en una de las salas.
Hoy, aquel dibujo clave para los sucesivos ataques posteriores de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea Argentina, forma parte de la muestra permanente que el Museo de la Aviación Naval tiene sobre la Guerra de Malvinas.

Pódcast: «74 días. La Guerra de Malvinas»​

Para escuchar el testimonio del teniente Crippa y conocer más sobre la valerosa actuación de la Aviación Naval en la guerra, entrá al episodio 5 «Alas de fuego», que ya está disponible en este sitio web y Spotify.

Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

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