1998 en el RCTan 8 había de todo, era un curso acelerado de mecánica, hidráulica y electrónica, es el parque mas antiguo de TAM.
Las hojas de informes se apilaban a tal punto que algún oficial pensó que el informe de un VC era en realidad “los informes” de 30 VC…
La cara que puso el tipo nos impresionó de tal forma que a partir de ese día para nosotros pasó a ser el “Capitán Asombro”. Le quisieron cobrar el cargo faltante del parque en base a los informes que nosotros elevamos a la Dir Ars. Cuando al tipo le avisaron que andaba alguien con una “factura” de $7.000 en la mano con el nombre de él en lo mas alto, casi se muere… morirse no se murió, pero no lo vimos al años siguiente o al menos, yo no lo recuerdo de allí en más.
Los primeros días fueron particularmente difíciles, había que acomodarse y no resultaba simple el desembarco de tanta alpargata y ningún borceguí. Apretamos los dientes y le dimos para adelante. El día anterior a desembarcar en la Unidad, yo preparé todo el taller sobre plataformas de madera, lo puse en la calle interna de la fábrica e inventarié todo. Al día siguiente cargamos dos camiones playos y zarpamos en nuestros autos particulares en columna.
Los camiones se volvieron y nosotros nos quedamos… sin tele, sin radio, sin compañía en mi caso, en una habitación del casino de oficiales en un sector no utilizado de diario, con un verdadero laberinto me pareció a mí por entonces entre la entrada y la habitación.
Sin calefacción y sin agua caliente… 9 de marzo de 1998, todo estaba por hacerse. En esa semana, para hacerlo mas tétrico, comenzó a llover…. Los caminos son como la Magdalena misma: impiadosos.
El viernes habíamos arreglado que replegábamos al mediodía, después de comer un chegusanes de parado, pero debíamos esperar a uno de los camiones playos que habíamos utilizado para transporte que debía llegar a media mañana cargado con tambores de lubricante de 200 litros cada uno.
Esa semana nos habíamos terminado de conocer, de saber verdaderamente quién era quién. Entre nosotros, los electrónicos a excepción de uno de ellos, eran unos verdaderos bichos raros, una pretendida elite dentro de los “grasas” que para ellos éramos todos los demás, Jorge era el responsable de ellos dentro del Grupo Móvil, eran los únicos que no estaban bajo mi responsabilidad directa, ellos reportaban a Buenos Aires por medio de mi celular, único medio de enlace por entonces.
Aquel viernes llovía y mucho, desde al galpón donde estábamos se veía como minuto a minuto los dos caminos a la vista fuera del regimiento se iban poniendo del mismo color del cielo, inequívoca señal de anegamiento…
El Centro Fijo estaba detrás de nuestro lugar asignado, veo que por la otra puerta del galpón entra alguien, a esa hora en el C8 sólo las almas de los soldados de Necochea y nosotros… el tipo pide parte… a mi!!! Pobre… era el procedimiento militar, era el único procedimiento que conocía y lo aplicaba correctamente.
Me adelanté a su breve carrera y me identifiqué (luego por años no fue necesario ni en el 8 ni en toda la 1ª Br Bl) y me dio la noticia: el camión que venía para nosotros y que estábamos esperando había sufrido un accidente sin consecuencias graves pero había perdido parte de la carga.
Todos escucharon a mi alrededor la infausta noticia: se demoraba la vuelta a casa, eran ya las 1200 cuando miré desesperado mi reloj (lo he conservado de recuerdo, un seiko de esos dobles analógicos y digitales).
Nos colocamos los trajes de agua, en realidad, los estábamos estrenando, botas y todos arriba de un unimos con un soldado de chofer y un teniente de arsenales al mando, alcanzamos a manotear por instinto, dos tablones y un conjunto de cuerdas que yo había tenido la precaución de agregar a un interminable listado de cosas inútiles.
El unimog se movía bien, el chofer un capo y el joven oficial a quién yo le había rechazo el gentil ofrecimiento de compartir la cabina, resultó un pingazo de aquellos.
Llegamos hasta nuestro Ford 7000, estaba con las duales derechas en una pequeña cuneta del camino y semi enterrados en el barro y el agua que se juntaba rápido yacían desafiantes dos terribles tambores de 200 litros de aceite de motor…
Con la cuarta del unimos se sacó el ford de la incómoda y sobretodo, muy insegura situación hasta el medio del camino, ahora solamente nos faltaba subir los dos tambores de 200 kilos hasta la culata del camión…
No sé como explicar lo que llovía, el barro en Magdalena parece barbotina, dócil se aparta de la vertical cediendo al peso de la pisada y uno se hunde hasta el tobillo… yo tenía años de fábrica de pinturas encima, sabía mas o menos como lidear con los tambores: pusimos el tablón más largo, daba un ángulo de 60 grados mas o menos, até al camión un extremos de la soga mas fuerte y le dimos dos vueltas alrededor al tambor que otros se habían encargado de arrancarle a la cuneta inundada.
Jorge se portaba bien, yo lo observaba permanentemente, el electrónico se bancaba el esfuerzo pese a no estar acostumbrado, los demás también observaban. Pensé que no había que irse del otro lado, tampoco era justo que estos energúmenos que yo tenía a cargo lo hicieran laburar a él mas que a ellos mismos… no fue necesario intervenir, la cosa marchaba…
Entre nosotros estaba Timoteo (alias Pablito porque obviamente no le gustaba que le dijeran Timoteo)… era fatal el tipo… un correntino de Mercedes que no conocía el mal humor, vivía chacotenado a todo el mundo, era el hidráulico del grupo. Y por ser hidráulico era el que más padecía a los electrónicos y yo desde arriba del Ford veía como Timoteo ya había hecho yunta con Jorge, se movían juntos, hacían fuerza juntos. Esta actitud también lo fue ablandando a Jorge que era cerrado como culo de muñeco y yo veía que cada tanto se sonreía por las cosas que por lo bajo le decía Timoteo, mejor así pensé… estábamos empapados.
Los gritos y
coronaron la llegada del primero de los tambores arriba del camión, “1 a 0” pensé para mi. Encaramos el segundo con la displicencia que da equivocadamente la experiencia… el tablón crujió amenazante y todos nos paralizamos, un segundo después se quebró y dejó caer desde casi un metro al agua los 200 kilos a plomo, la salpìcada de agua y barro fue fenomenal, me estrujaba el alma imaginar que la pierna de alguno había quedado abajo, el silencio multiplicaba el rumor de la lluvia… y fue entonces que Timoteo, abandonando el susurro y casi gritando le dice a Jorge: “che Jorge: trajiste el tester?”
Casi nos morimos… yo me senté en la culata del ford con las piernas colgando, Lino se sentó sobre el cada vez mas enterrado tambor con un ataque de risa que contagiaba, Timoteo y Jorge se abrazaron como hermanos en desgracia muertos de risa los dos… estábamos bien, realmente bien, con ese espíritu no habría quién pudiera con nosotros y nuestro Grupo Móvil de Mantenimiento.
norberto