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La Nación - Exterior - Pág. 6
Según el psicoanalista de Mitterrand
Thatcher amenazó con la bomba atómica en la Guerra de Malvinas
misión en el Atlántico Sur, la mujer
amenaza con lanzar una bomba atómica
contra la Argentina... si yo no
le suministro los códigos secretos que
dejan sordos y ciegos a los misiles que
les vendimos a los argentinos. Margaret
me ha dado instrucciones muy precisas
por teléfono.”
Esta escena es la más impactante
del libro de Magoudi, “Rendez-vous: El
psicoanálisis de François Mitterrand”,
que será publicado en Francia el viernes
próximo. El volumen, que relata los
encuentros de Mitterrand y Magoudi
durante once años, desde 1982 hasta
1993, es por lejos el más revelador de la
oleada de obras que preceden al décimo
aniversario de la muerte de Mitterrand,
el 8 de enero de 1996.
El psicoanalista ha asegurado a su
editor que todas las citas atribuidas a
Mitterrand son genuinas, pero que no
puede garantizar que todo lo que el presidente
le dijo fuera cierto.
Magoudi dice que su libro fue escrito
por expreso pedido del propio Mitterrand,
quien sabía que no viviría para
verlo publicado. Es un testamento extraño,
íntimo e inquietante. Sobre todo,
arroja nueva luz sobre la ayuda que Mitterrand
le prestó a Thatcher.
Fue a principios de mayo de 1982,
después de haber estado un año en su
cargo, que Mitterrand estableció contacto
con Magoudi para pedirle que
fuera su terapeuta. Al día siguiente, 4
de mayo, dos aviones Super Etendard,
de fabricación francesa, pertenecientes
a la Fuerza Aérea argentina, atacaron
el HMS Sheffield, un destructor de la
fuerza británica que se dirigía hacia
las Islas Malvinas.
Un misil Exocet acertó al Sheffield en
mitad del casco y mató a 20 tripulantes.
El barco se fue a pique y los comandantes
navales británicos concluyeron rápidamente
que este proyectil de fabricación
francesa era tan efectivo
que toda la operación destinada
a expulsar de la islas
a los argentinos estaba
en riesgo.
Mitterrand ya le había
prometido cooperación a
Thatcher. Jacques Attali,
su ex asistente, escribió
que el presidente la había
llamado el día después
de la invasión para decirle:
“Estoy con usted”. Según
Attali, “ella se asombró
porque no lo esperaba”.
Mitterrand había acudido
en su auxilio, mientras
Ronald Reagan aún vacilaba.
“Mujer desenfrenada”
Ahora, Magoudi agrega un giro
nuclear a esta alianza aparentemente
desinteresada. Escribe que las bajas del
Sheffield no parecieron impresionar
demasiado a Mitterrand. “En la guerra,
cuando hay una sola muerte ya es
demasiado”, dijo el presidente en una
sesión terapéutica tres días más tarde.
“Pero, después de todo, esos soldados
eran profesionales.” Y siguió hablando,
diciéndole a Magoudi que había
ordenado que los secretos del Exocet
fueran entregados a los británicos
ante la insistencia de Thatcher.
“Ella está furiosa”, dijo. “Me culpa a
mí, personalmente, de este nuevo Trafalgar.
Me vi obligado a ceder. Ella tiene
ahora los códigos. Si nuestros clientes
descubren que los franceses inutilizan
las armas que venden, eso no será nada
bueno para nuestras exportaciones.”
“Le pido que se guarde todo esto
para sí mismo. Me han dicho que los
psicoanalistas no saben cómo callarse
la boca. ¿Es cierto?” Magoudi no
respondió. En cambio, le preguntó:
“¿Cómo reacciona usted ante una mujer
tan intransigente?” Mitterrand replicó:
“¿Cómo espera que
reaccione? No se puede
ganar la lucha contra
el síndrome insular
de una mujer inglesa
desenfrenada. ¡Provocar
una guerra nuclear por
unas pequeñas islas
pobladas por tres ovejas
peludas y congeladas!
Afortunadamente, cedí
ante ella. Le garantizo
que, de otro modo, el
metálico dedo de la
dama hubiera oprimido
el botón”.
Magoudi quiso saber
cómo se sentía su paciente por haber
sido “simbólicamente emasculado”, tal
como lo expresó el psicoanalista. “Yo
tendré la última palabra”, respondió
Mitterrand. “Su isla... yo seré quien la
destruirá. Juro que su isla muy pronto
dejará de serlo. Tendré mi venganza.
Ataré Inglaterra a Europa, a pesar
de su natural tendencia al aislamiento.
¿Cómo? Construiré un túnel bajo el canal.
Tendré éxito en lo que Napoleón
III fracasó.”
¿Qué debemos entender a partir de
este relato? Lo que sí sabemos es que
había armas nucleares británicas en la
zona de conflicto de las Malvinas. Según
sir Lawrence Freedman, profesor
de estudios bélicos del King’s College de
Londres, las fuerzas británicas estaban
equipadas con cargas de profundidad
nucleares. Pero advirtió que no tenían
intenciones de usarlas. Barcos que hacían
prácticas en la costa de Gibraltar
recibieron la orden de dirigirse hacia el
Sur con cargas de profundidad nucleares
a bordo, para evitar perder tiempo
descargándolas.
Córdoba, en la mira
“El gobierno estaba desesperado por
sacárselas a las fuerzas destacadas, pero
las demoras que esto hubiera
causado en un momento
en el que se deseaba
causar el mayor impacto
diplomático posible significó
que se decidiera que
era mejor que llevaran las
armas”, dijo. “Las colocaron
en los lugares más seguros
posibles. No tenían
intención de usarlas, pero
por cierto las llevaron.”
No ha habido informes
creíbles sobre submarinos
Polaris con armas
nucleares en el área.
Pero dos años después de
la guerra, el Partido Laborista exigió
una investigación por un informe que
afirmaba que Gran Bretaña había enviado
un Polaris a la Isla Ascensión, base
de las fuerzas destacadas, para que estuviera
preparado para un ataque nuclear
contra Córdoba si el combate no
era exitoso.
Los almirantes retirados que estuvieron
a cargo de la Marina Real durante
el conflicto negaron la acusación. El almirante
sir Terence Lewin, quien era
entonces jefe de la Junta de Defensa, dijo
que un ataque nuclear “nunca figuró
siquiera entre nuestras más remotas
ideas”. El almirante Henry Leach, jefe
de la Marina en ese momento, dijo: “No
contemplamos la posibilidad de un ataque
nuclear y ni siquiera hicimos movimientos
potencialmente preparatorios
para una acción semejante”.
¿Thatcher engañó entonces a Mitterrand?
¿O estaba exagerando su crueldad?
Sin duda, Mitterrand le dio los
códigos del Exocet, a pesar de la resistencia
de sus ministros y jefes militares,
quienes querían proteger los secretos
franceses y se hubieran sentido felices
de ver a Inglaterra humillada.
En los 90, algunas investigaciones revelaron
que Francia proporcionó a Inglaterra
mucha asistencia
técnica. La información
más valiosa fue la referida
al radar del Exocet.
Funcionarios de Aerospatiale,
el fabricante, negaron
haber tenido tratos
con los ingleses, pero esa
empresa estaba dirigida
por Jacques Mitterrand,
hermano del presidente,
lo que puede haber facilitado
un acuerdo.
Sir John Nott, ministro
de Defensa durante la
guerra, reveló que los
franceses suministraron
aeronaves similares a las vendidas a la
Argentina para que los pilotos británicos
pudieran combatirlas más eficazmente.
“En muchísimos aspectos –escribió
Nott–, Mitterrand y los franceses fueron
nuestros mayores aliados”.
En sus memorias, Thatcher escribió
que el presidente francés fue “absolutamente
incondicional” en su ayuda. “Yo
tendría muchas disputas con Mitterrand
más tarde”, escribió. “Pero nunca olvidé
mi deuda con él por su apoyo durante
la crisis de las Malvinas.”
Continuación
Traducción: Mirta Rosenberg
http://prensa.cancilleria.gov.ar/noticia.php?id=12211848