El plan de Obama para la paz de Medio Oriente.
El plan de Obama para la paz de Medio Oriente. / Le plan d'Obama pour la paix au Proche-Orient.
Los americanos quieren sacar del callejón sin salida al Medio Oriente. La administración Obama pende bajo un infierno en su primer año por una petición de suspensión total de las construcciones en las colonias israelíes de Cisjordania. Primero negado, luego parcialmente aceptado por Israel, este congelamiento se hizo entre tanto una condición vital para el presidente palestino Mahmoud Abbas. Washington quiere pasar a la etapa siguiente y recuperar negociaciones con vistas a un acuerdo final.
Dos de los peso pesados del gobierno americano, el consejero de Obama para la seguridad nacional, el general James Jones, y el representante especial del presidente para Próximo Oriente, George Mitchell, despegaron para Oriente complicados con una idea simple: volver a lanzar el diálogo entre israelíes y palestinos y alcanzar en el plazo de dos años un acuerdo.
Los americanos deben convencer a los palestinos que la moratoria sobre la colonización anunciado por Nétanyahou en diciembre pasado, tan parcial como limitada, es una concesión suficiente para volver a la mesa de las negociaciones. Ellos deben también persuadir a los israelíes de la necesidad de negociar con vistas a un estatuto final, sin perderse en cuestiones de principios o contemporizar indefinidamente alrededor de los puntos más sensibles.
Negociar primero sobre las fronteras.
El plan americano, cuyos elementos han sido revelados por el diario israelí Maariv, consistiría en entrar en el meollo del asunto inmediatamente. Las negociaciones se referirían directamente a las fronteras entre Israel y el futuro Estado palestino. Los americanos esperan llegar a trazarlos en el plazo de los nueve meses, o sea, antes de la expiración de la moratoria. Israel podría así continuar con la construcción, pero únicamente en las partes de Cisjordania incluidas en sus fronteras permanentes.
Intercambios de territorios permitirían contentar las peticiones de ambas partes: la tierra para los palestinos, la seguridad para los israelíes. Una vez las fronteras trazadas, las negociaciones abordarían dos expedientes más delicados: la cuestión de Jerusalén y la de los refugiados palestinos.
Washington muestra una cierta impaciencia. Una observación de George Mitchell durante una entrevista en la cadena de televisión americana PBS, el último miércoles, dejó vislumbrar, por primera vez, la idea de las presiones americanas sobre Israel. Evocando las garantías de créditos bancarios concedidas desde hace dos décadas por los Estados Unidos, el senador Mitchell lanzó un mensaje que ha sido comprendido perfectamente por sus interlocutores israelíes. El general Jones, antiguo jefe del cuerpo de marines, es considerado por los israelíes como un interlocutor poco cómodo, apegado más a los hechos que a las declaraciones y a las promesas.
La presión también está puesta sobre Mahmoud Abbas, a través de Egipto y Arabia Saudita, sus principales padrinos árabes, para que vuelva sobre su exigencia de un congelamiento total de los asentamientos judíos. Además del riesgo de chocar contra la negativa de una u otra parte, incluso de las dos, el voluntarismo americano se ejercita sobre dos jefes frágiles. Mahmoud Abbas está sometido a los ataques violentos de Hamas y se encuentra desacreditado a los ojos de una parte de los palestinos por cinco años de concesiones que han producido pocos resultados.
Benjamin Nétanyahou, de su lado, está al frente de una coalición frágil, dominada por una extrema derecha que no tiene ganas de reemprender un arreglo final con los palestinos.
Fuente: Adrien Jaulmes desde Jerusalén para Le Figaro.
Traducción propia.
Le plan d'Obama pour la paix au Proche-Orient.
Les Américains veulent sortir de l'impasse au Proche-Orient. L'Administration Obama s'est enferrée pendant sa première année dans une demande de suspension totale des constructions dans les colonies israéliennes de Cisjordanie. D'abord refusé, puis partiellement accepté par Israël, ce gel est entre-temps devenu une condition pour le président palestinien Mahmoud Abbas. Washington veut passer à l'étape suivante et reprendre des négociations en vue d'un accord ¬final.
Deux des poids lourds du gouvernement américain, le conseiller d'Obama à la sécurité nationale, le général James Jones, et le représentant spécial du président au Proche-Orient, George Mitchell, se sont envolés pour l'Orient compliqué avec une idée simple : relancer le dialogue entre Israéliens et Palestiniens et parvenir dans un délai de deux ans à un accord.
Les Américains doivent convaincre les Palestiniens que le moratoire sur la colonisation annoncé par Nétanyahou en décembre dernier, si partiel et limité soit-il, est une concession suffisante pour revenir à la table des négociations. Ils doivent aussi persuader les Israéliens de la nécessité de négocier en vue d'un statut final, sans se perdre dans des questions de principes ou temporiser indéfiniment autour des points les plus sensibles.
Négocier d'abord sur les frontières.
Le plan américain, dont des éléments ont été révélés par quotidien israélien Maariv, consisterait à entrer immédiatement dans le vif du sujet. Les négociations porteraient directement sur les frontières entre Israël et le futur État palestinien. Les Américains espèrent parvenir à les tracer dans un délai de neuf mois, soit avant l'expiration du moratoire. Israël pourrait ainsi reprendre la construction, mais uniquement dans les parties de la Cisjordanie incluses dans ses frontières permanentes.
Des échanges de territoires permettraient de contenter les demandes des deux parties : la terre pour les Palestiniens, la sécurité pour les Israéliens. Une fois les frontières tracées, les négociations aborderaient les deux dossiers les plus délicats : la question de Jérusalem et celle des réfugiés palestiniens.
Washington laisse percer une certaine impatience. Une remarque de George Mitchell pendant une interview sur la chaîne de télévision américaine PBS, mercredi dernier, a laissé planer pour la première fois l'idée de pressions américaines sur Israël. En évoquant les garanties de crédits bancaires accordées depuis deux décennies par les États-Unis, le sénateur Mitchell a lancé un message qui a été parfaitement compris par ses interlocuteurs israéliens. Le général ¬Jones, ancien chef du corps des marines à la nuque raide, est considéré par les Israéliens comme un interlocuteur peu commode, attaché aux faits plus qu'aux déclarations et promesses.
La pression est aussi mise sur ¬Mahmoud Abbas, via l'Égypte et l'Arabie saoudite, ses principaux parrains arabes, pour qu'il revienne sur son exigence d'un gel total des implantations juives. Outre le risque de se heurter au refus de l'une ou l'autre des parties, voire des deux, le volontarisme américain s'exerce sur deux chefs fragiles. ¬Mahmoud Abbas est soumis aux violentes attaques du Hamas et se trouve discrédité aux yeux d'une partie des Palestiniens par cinq ans de concessions ayant produit peu de résultats.
Benyamin Nétanyahou, de son côté, est à la tête d'une coalition fragile, dominée par une extrême droite qui n'a aucune envie de s'engager dans un règlement final avec les Palestiniens.
El plan de Obama para la paz de Medio Oriente. / Le plan d'Obama pour la paix au Proche-Orient.
Los americanos quieren sacar del callejón sin salida al Medio Oriente. La administración Obama pende bajo un infierno en su primer año por una petición de suspensión total de las construcciones en las colonias israelíes de Cisjordania. Primero negado, luego parcialmente aceptado por Israel, este congelamiento se hizo entre tanto una condición vital para el presidente palestino Mahmoud Abbas. Washington quiere pasar a la etapa siguiente y recuperar negociaciones con vistas a un acuerdo final.
Dos de los peso pesados del gobierno americano, el consejero de Obama para la seguridad nacional, el general James Jones, y el representante especial del presidente para Próximo Oriente, George Mitchell, despegaron para Oriente complicados con una idea simple: volver a lanzar el diálogo entre israelíes y palestinos y alcanzar en el plazo de dos años un acuerdo.
Los americanos deben convencer a los palestinos que la moratoria sobre la colonización anunciado por Nétanyahou en diciembre pasado, tan parcial como limitada, es una concesión suficiente para volver a la mesa de las negociaciones. Ellos deben también persuadir a los israelíes de la necesidad de negociar con vistas a un estatuto final, sin perderse en cuestiones de principios o contemporizar indefinidamente alrededor de los puntos más sensibles.
Negociar primero sobre las fronteras.
El plan americano, cuyos elementos han sido revelados por el diario israelí Maariv, consistiría en entrar en el meollo del asunto inmediatamente. Las negociaciones se referirían directamente a las fronteras entre Israel y el futuro Estado palestino. Los americanos esperan llegar a trazarlos en el plazo de los nueve meses, o sea, antes de la expiración de la moratoria. Israel podría así continuar con la construcción, pero únicamente en las partes de Cisjordania incluidas en sus fronteras permanentes.
Intercambios de territorios permitirían contentar las peticiones de ambas partes: la tierra para los palestinos, la seguridad para los israelíes. Una vez las fronteras trazadas, las negociaciones abordarían dos expedientes más delicados: la cuestión de Jerusalén y la de los refugiados palestinos.
Washington muestra una cierta impaciencia. Una observación de George Mitchell durante una entrevista en la cadena de televisión americana PBS, el último miércoles, dejó vislumbrar, por primera vez, la idea de las presiones americanas sobre Israel. Evocando las garantías de créditos bancarios concedidas desde hace dos décadas por los Estados Unidos, el senador Mitchell lanzó un mensaje que ha sido comprendido perfectamente por sus interlocutores israelíes. El general Jones, antiguo jefe del cuerpo de marines, es considerado por los israelíes como un interlocutor poco cómodo, apegado más a los hechos que a las declaraciones y a las promesas.
La presión también está puesta sobre Mahmoud Abbas, a través de Egipto y Arabia Saudita, sus principales padrinos árabes, para que vuelva sobre su exigencia de un congelamiento total de los asentamientos judíos. Además del riesgo de chocar contra la negativa de una u otra parte, incluso de las dos, el voluntarismo americano se ejercita sobre dos jefes frágiles. Mahmoud Abbas está sometido a los ataques violentos de Hamas y se encuentra desacreditado a los ojos de una parte de los palestinos por cinco años de concesiones que han producido pocos resultados.
Benjamin Nétanyahou, de su lado, está al frente de una coalición frágil, dominada por una extrema derecha que no tiene ganas de reemprender un arreglo final con los palestinos.
Fuente: Adrien Jaulmes desde Jerusalén para Le Figaro.
Traducción propia.
Le plan d'Obama pour la paix au Proche-Orient.
Les Américains veulent sortir de l'impasse au Proche-Orient. L'Administration Obama s'est enferrée pendant sa première année dans une demande de suspension totale des constructions dans les colonies israéliennes de Cisjordanie. D'abord refusé, puis partiellement accepté par Israël, ce gel est entre-temps devenu une condition pour le président palestinien Mahmoud Abbas. Washington veut passer à l'étape suivante et reprendre des négociations en vue d'un accord ¬final.
Deux des poids lourds du gouvernement américain, le conseiller d'Obama à la sécurité nationale, le général James Jones, et le représentant spécial du président au Proche-Orient, George Mitchell, se sont envolés pour l'Orient compliqué avec une idée simple : relancer le dialogue entre Israéliens et Palestiniens et parvenir dans un délai de deux ans à un accord.
Les Américains doivent convaincre les Palestiniens que le moratoire sur la colonisation annoncé par Nétanyahou en décembre dernier, si partiel et limité soit-il, est une concession suffisante pour revenir à la table des négociations. Ils doivent aussi persuader les Israéliens de la nécessité de négocier en vue d'un statut final, sans se perdre dans des questions de principes ou temporiser indéfiniment autour des points les plus sensibles.
Négocier d'abord sur les frontières.
Le plan américain, dont des éléments ont été révélés par quotidien israélien Maariv, consisterait à entrer immédiatement dans le vif du sujet. Les négociations porteraient directement sur les frontières entre Israël et le futur État palestinien. Les Américains espèrent parvenir à les tracer dans un délai de neuf mois, soit avant l'expiration du moratoire. Israël pourrait ainsi reprendre la construction, mais uniquement dans les parties de la Cisjordanie incluses dans ses frontières permanentes.
Des échanges de territoires permettraient de contenter les demandes des deux parties : la terre pour les Palestiniens, la sécurité pour les Israéliens. Une fois les frontières tracées, les négociations aborderaient les deux dossiers les plus délicats : la question de Jérusalem et celle des réfugiés palestiniens.
Washington laisse percer une certaine impatience. Une remarque de George Mitchell pendant une interview sur la chaîne de télévision américaine PBS, mercredi dernier, a laissé planer pour la première fois l'idée de pressions américaines sur Israël. En évoquant les garanties de crédits bancaires accordées depuis deux décennies par les États-Unis, le sénateur Mitchell a lancé un message qui a été parfaitement compris par ses interlocuteurs israéliens. Le général ¬Jones, ancien chef du corps des marines à la nuque raide, est considéré par les Israéliens comme un interlocuteur peu commode, attaché aux faits plus qu'aux déclarations et promesses.
La pression est aussi mise sur ¬Mahmoud Abbas, via l'Égypte et l'Arabie saoudite, ses principaux parrains arabes, pour qu'il revienne sur son exigence d'un gel total des implantations juives. Outre le risque de se heurter au refus de l'une ou l'autre des parties, voire des deux, le volontarisme américain s'exerce sur deux chefs fragiles. ¬Mahmoud Abbas est soumis aux violentes attaques du Hamas et se trouve discrédité aux yeux d'une partie des Palestiniens par cinq ans de concessions ayant produit peu de résultats.
Benyamin Nétanyahou, de son côté, est à la tête d'une coalition fragile, dominée par une extrême droite qui n'a aucune envie de s'engager dans un règlement final avec les Palestiniens.