Gadafi fuerza a Occidente a cometer errores
Los diplomáticos rusos como el Departamento de Estado de EE.UU. a veces hacen declaraciones sólo por hacerlas.
Una gran potencia tiene que reaccionar ante los acontecimientos relevantes que ocurren en el mundo y esta es una forma de hacerlo. La declaración del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores sobre lo inadmisible de la “presión exterior” sobre los países árabes no parece una frase más y tiene un significado mucho más profundo. Probablemente, Occidente no puede estar esperando la caída de Gadafi durante tanto tiempo como esperó la renuncia de Mubarak. Estados Unidos y, especialmente, los países europeos se han visto obligados a tomar decisiones con respecto a la situación en Libia a toda prisa. En esta coyuntura, es sencillo cometer unos errores que habrá que pagar muy caro.
Gadafi se destapó como un lobo cruel y acorralado, resabiado, tanto que provocó el pánico ordenando destruir los oleoductos de su país. Esta fue una jugada muy inteligente, aunque peligrosa por su parte. Una acción que no va dirigida contra las tribus que se quedarán sin un buen bocado de ganancias petroleras. Estas tribus pueden esperar perfectamente un par de semanas hasta que derroquen al dictador. Pero Europa, que ya está acostumbrada a la comodidad, no podrá soportar la espera con unos precios del petróleo en brusca alza. Y eso que las importaciones del crudo libio cubren el 51% del mercado italiano, el 13% del alemán y el 5% del francés.
Ya ha sonado la palabra mágica: Al-Qaeda
Según comunica la agencia France Press, citando al viceministro de Asuntos Exteriores de Libia, Khaled Kaim, Al-Qaeda ha proclamado un emirato islámico en el territorio de la ciudad de Derna, en el Este del país. Se dice que en varias ciudades libias reina la anarquía, que podría ser aprovechada por Al-Qaeda. Se diría que es un bulo periodístico, si no fuera por un detalle: el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, inesperadamente recomendó a Gadafi “escuchar la voz de su pueblo”. ¿Qué es lo que suscita tanta preocupación por parte de Irán? Parece que Teherán realmente cree en que sus eternos adversarios de Al-Qaeda son capaces de tomar bajo control una parte de Libia.
Estados Unidos no va a echar en falta el petróleo libio tanto como Europa Occidental, tampoco afronta la amenaza de afluencia de inmigrantes, pero no está dispuesto a tolerar el control de Al-Qaeda sobre ninguna provincia del país. No obstante, si el régimen de Gadafi cae, existe la posibilidad de que tenga que negociar con los terroristas más odiosos y buscados, casi con Bin Laden en persona.
Además, para Europa los inmigrantes libios representan un problema. Imposible negarles la acogida cuando todo el mundo compadece a este pueblo. Imposible, por otra parte, acoger a centenares de miles de personas.
En resumidas cuentas, hay que señalar que la paciencia de Occidente no es infinita a la espera de que el pueblo libio consiga derrocar a Gadafi (como ocurrió en Egipto), porque una guerra civil en Libia puede durar años.
Las soluciones
La primera consiste en aplicar unas sanciones económicas extremadamente duras, un bloqueo absoluto a Libia por mar y por aire. Esta medida, no obstante, no garantiza un resultado inmediato.
La segunda supone intervención militar directa. Para ello es necesaria una cumbre de la OTAN en la que Italia, Francia y Alemania, posiblemente, voten en contra y la iniciativa se vea frenada.
Y, por fin, la tercera solución: negociar con Egipto la entrada en Libia de su Ejército. En otras circunstancias, El Cairo no lo aceptaría, pero ahora necesita urgentemente dinero para recuperarse de las recientes pérdidas económicas. A primera vista, parece una opción poco probable, pero en realidad seguramente se está estudiando en secreto.
También hay una cuarta solución: iniciar conversaciones secretas con Gadafi para ayudarle a mantenerse en el poder a cambio de ofrecer ciertas concesiones a la oposición. La forma de hacerlo es asunto técnico. Los medios pueden exagerar las concesiones hechas y anunciar que el líder libio cedió ante su pueblo. Los líderes políticos internacionales saben de sobra cómo se hacen estas cosas.
Lo más probable es que ahora la Unión Europea se divida, y cada grupo de países apoye una u otra de las soluciones mencionadas. Pero como tampoco hay demasiado tiempo que perder, tendrán que convencer a Egipto para intervenir o iniciar las negociaciones por separado con Gadafi.
Es posible que sea por esta razón por la que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia se adelanta a clarificar su postura antes de que sus socios occidentales, presas del pánico, hayan metido la pata.
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