En el norte de Mali, dos guerras se desarrollan en paralelo.
En Mali, una guerra puede esconder otra guerra. En el norte del país, cada uno lleva la suya: Francia combate a los grupos armados terroristas (GAT) y el gobierno de Bamako enfrenta a los separatistas tuareg. Todo el mundo aparenta estar embarcado en el mismo asunto, pero llega el momento donde la contradicción estalla un día. Desde el sábado, estamos en eso.
La visita del primer ministro Moussa Mara, de 39 años, a la ciudad de Kidal, en efecto se tornó un drama humano y político, luego de enfrentamientos con los milicianos del Movimiento nacional para la liberación de Azawad (MNLA), una organización tuareg. De difícil confirmación, el balance sería mucho mayor que la treintena de muertos, entre ellos dos prefectos, cuatro subprefectos y ocho militares malíes. Una treintena de funcionarios fueron tomados como rehenes por el MNLA, que habría perdido más de una veintena de hombres, cifra que ellos rechazan. El primer ministro Moussa Mara tuvo que refugiarse en un campamento del ejército malí al nordeste de la ciudad, antes de pedir la asistencia del ejército francés para asegurarle su protección. El MNLA asegura controlar desde entonces la aglomeración de Kidal y sus 25.000 habitantes, a 1.200 kilómetros de la capital Bamako. Moussa Mara reaccionó vivamente, declarando que “la República de Mali está de ahora en más en guerra” contra el MNLA, mientras que a través de una entrevista telefónica con su homólogo IBK, François Hollande aportaba su apoyo a las autoridades del país, condenando estas “violencias inaceptables”.
El Elíseo no podía hacer menos, pero la degradación repentina de la situación inquieta seriamente a Paris. Como lo reveló l'Opinion, desde enero pasado, la luna de miel entre Francia y el nuevo poder en Mali, salido del éxito militar de la operación francesa Serval, no sobrevivió al estancamiento del proceso de “reconciliación nacional” entre el poder y las poblaciones del norte. La firma del acuerdo de defensa entre Francia y Mali fue pospuesto varias veces, incluso aunque pudiera firmarse en ocasión de la visita del ministro de Defensa francés Jean-Yves Le Drian, el domingo y lunes próximo. Semana tras semana, las autoridades francesas constatan un hecho desagradable; ellas no tienen el mismo objetivo estratégico que el gobierno de Mali.
Para Paris, la prioridad es destruir los Grupos armados terroristas (GAT), es decir, los diferentes grupos jihadistas (el AQMI, los Almorávides, el MUJAO, etc.) que operan en esa vasta zona desértica. Con el apoyo de la inteligencia norteamericana, el ejército francés se puso a trabajar con verdadero éxito, como la muerte de “Barbarroja” un teniente de Mokhtar Belmokhtar.
Bamako lleva adelante otra guerra, que se remonta a los primeros días de la independencia de Mali, para asegurar la soberanía y la integridad de su territorio. Su enemigo, son los movimientos autonomistas o separatistas, activos en todo el norte del país habitado por poblaciones diferentes (tuaregs, maures, árabes, fulanis, etc). Una primera rebelión fue aplastada con sangre en 1962-64, pero otra generación tomó el relevo a partir de 1990. Desde entonces, ninguna solución política durable fue encontrada y malogrados los acuerdos de Ougadugu en junio de 2013, los sucesos del sábado muestran que se está muy lejos de ellos. Sobre un fondo de rivalidades y miedos ancestrales entre los pueblos, Bamako defiende una visión muy jacobina del Estado malí, mientras que el norte, que se considera descuidado por el poder, sueña con su propio Estado bautizado Azawad. Es un diálogo de sordos.
Paradojalmente, durante largos años y hasta el derrumbe del estado en 2012, el ex presidente ATT en el poder en Bamako, era mucho más tolerante con los grupos jihadistas, como el AQMI, a los cuales les concedió un verdadero santuario en el norte.
Con frecuencia de origen extranjero, los jihadistas hicieron una raigambre de alianzas complejas con las poblaciones y los movimientos locales. Pero durante la reconquista del norte por el ejército francés, en el primer semestre de 2013, el MNLA se mantuvo apartado de los grupos jihadistas, contrariamente a lo que hicieron otras organizaciones, como Ansar Dine. Francia incluso envió algunos oficiales de enlace hacia ellos, dejándolos finalmente reinstalarse en Kidal, apelando a un diálogo político. Hoy, Mali está en un callejón sin salida y la estrategia francesa no está mucho mejor.
L'Opinion par Jean Dominique Merchet publié le jeudi 29 mai 2014