CONTRATAPA › SETENTA AñOS DESPUES
El Día D y la Shoá
Por Jack Fuchs *
Hace unos pocos días se conmemoró el desembarco aliado en las costas de Normandía. Setenta años han pasado de aquella fecha.
“El 23 de junio de 1944, a pocas semanas del desembarco de los aliados en Normandía y a más de mil kilómetros de distancia, cerca de Praga, se ultiman los preparativos para una visita importante. Por primera vez, el régimen nazi va a consentir una visita de inspección a un campo de concentración. Los delegados internacionales quedan sorprendidos por lo que ven: jardines y parques de juego rodeados de tulipanes, un pabellón de conciertos donde una orquesta ensaya el Requiem de Verdi, un teatro concebido para espectáculos de ballet y cabaret, un café restaurante, un hospedaje bien provisto, una escuela, una biblioteca... Los prisioneros judíos aparentemente están en buen estado de salud, saludan sonrientes desde las ventanas, los niños salen de la escuela cantando en fila de a dos, el correo entrega puntualmente paquetes y cartas, las mesas están servidas y las raciones son abundantes. Después de una visita de cuatro horas, el jefe de la delegación de la Cruz Roja, Maurice Rossell, hace un informe detallado, exaltando las más que aceptables condiciones de vida de los prisioneros de Theresienstadt, a quienes, sin embargo, no les espera sino la deportación a Auschwitz y la muerte.” Claude Lanzmann, realizador del film Shoá, es el dueño de este relato.
Mientras los aliados desembarcaban en las costas de Normandía, para luchar contra los nazis y el 6 de junio de 1944 se transformaba en un día histórico, para nosotros los sobrevivientes que hemos vivido el horror de la persecución no se trataba de ningún alivio. Al contrario, en 1944 las deportaciones seguían con el mismo ritmo y durante ese mes de junio llegaban a Auschwitz trenes cargados de hombres, mujeres y niños de Italia, de Francia, de Holanda, de Bélgica, de Grecia y de Hungría. Entre ellos, en esos días, llegarían Anna Frank, Primo Levi y Elie Wiesel.
La fábrica de la muerte seguía trabajando a pleno. La guerra dentro de la guerra, aquella contra el pueblo judío, no se detuvo ni por un minuto a partir del desembarco. Resulta difícil ignorar esta fecha, pero para los sobrevivientes y para los que perecieron entre junio de 1944 y el fin de la guerra, el terror seguía, después del 6 de junio de 1944, como el primer día del comienzo del horror. No hubo freno ni fin a las matanzas. Mientras luchaban en Normandía, los rusos seguían avanzando, pero la perseverancia de los nazis para liquidar a los que seguían vivos no bajaba la guardia.
El 6 de junio de 1944, para los que no vivieron esta guerra, o no fueron perseguidos, fue una gran victoria, pero para nosotros los sobrevivientes no lo fue. Llegando casi a mis noventa años, no puedo dejar de pensar en el sentido de las fechas.
No puedo olvidar que entre junio de 1944 y la rendición incondicional de Alemania, el plan de aniquilar al pueblo judío no paró ni un instante. Los aliados no desembarcaron en Normandía para terminar con el genocidio llevado a cabo por los nazis; su único objetivo era vencer a Alemania. Mientras muchos festejaban lo que sería sin duda el comienzo del final, otros se encontraban camino a la muerte.
* Pedagogo y escritor. Sobreviviente de Auschwitz.
El Día D y la Shoá
Hace unos pocos días se conmemoró el desembarco aliado en las costas de Normandía. Setenta años han pasado de aquella fecha.
“El 23 de junio de 1944, a pocas semanas del desembarco de los aliados en Normandía y a más de mil kilómetros de distancia, cerca de Praga, se ultiman los preparativos para una visita importante. Por primera vez, el régimen nazi va a consentir una visita de inspección a un campo de concentración. Los delegados internacionales quedan sorprendidos por lo que ven: jardines y parques de juego rodeados de tulipanes, un pabellón de conciertos donde una orquesta ensaya el Requiem de Verdi, un teatro concebido para espectáculos de ballet y cabaret, un café restaurante, un hospedaje bien provisto, una escuela, una biblioteca... Los prisioneros judíos aparentemente están en buen estado de salud, saludan sonrientes desde las ventanas, los niños salen de la escuela cantando en fila de a dos, el correo entrega puntualmente paquetes y cartas, las mesas están servidas y las raciones son abundantes. Después de una visita de cuatro horas, el jefe de la delegación de la Cruz Roja, Maurice Rossell, hace un informe detallado, exaltando las más que aceptables condiciones de vida de los prisioneros de Theresienstadt, a quienes, sin embargo, no les espera sino la deportación a Auschwitz y la muerte.” Claude Lanzmann, realizador del film Shoá, es el dueño de este relato.
Mientras los aliados desembarcaban en las costas de Normandía, para luchar contra los nazis y el 6 de junio de 1944 se transformaba en un día histórico, para nosotros los sobrevivientes que hemos vivido el horror de la persecución no se trataba de ningún alivio. Al contrario, en 1944 las deportaciones seguían con el mismo ritmo y durante ese mes de junio llegaban a Auschwitz trenes cargados de hombres, mujeres y niños de Italia, de Francia, de Holanda, de Bélgica, de Grecia y de Hungría. Entre ellos, en esos días, llegarían Anna Frank, Primo Levi y Elie Wiesel.
La fábrica de la muerte seguía trabajando a pleno. La guerra dentro de la guerra, aquella contra el pueblo judío, no se detuvo ni por un minuto a partir del desembarco. Resulta difícil ignorar esta fecha, pero para los sobrevivientes y para los que perecieron entre junio de 1944 y el fin de la guerra, el terror seguía, después del 6 de junio de 1944, como el primer día del comienzo del horror. No hubo freno ni fin a las matanzas. Mientras luchaban en Normandía, los rusos seguían avanzando, pero la perseverancia de los nazis para liquidar a los que seguían vivos no bajaba la guardia.
El 6 de junio de 1944, para los que no vivieron esta guerra, o no fueron perseguidos, fue una gran victoria, pero para nosotros los sobrevivientes no lo fue. Llegando casi a mis noventa años, no puedo dejar de pensar en el sentido de las fechas.
No puedo olvidar que entre junio de 1944 y la rendición incondicional de Alemania, el plan de aniquilar al pueblo judío no paró ni un instante. Los aliados no desembarcaron en Normandía para terminar con el genocidio llevado a cabo por los nazis; su único objetivo era vencer a Alemania. Mientras muchos festejaban lo que sería sin duda el comienzo del final, otros se encontraban camino a la muerte.
* Pedagogo y escritor. Sobreviviente de Auschwitz.