LA DAÑADA MORAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO
Ariel CorbatRecientemente ha trascendido un hecho lamentable que, en mi opinión, da cuenta de la dañada moral del Ejército Argentino bajo influencia de la desmemoria y adoctrinamiento faccioso del régimen kirchnerista iniciado en 2003.
Como tantas veces he dicho: soy 100% civil, de la clase de ciudadanos que vemos en las Fuerzas Armadas instituciones de la República. Instituciones que trascienden tanto a los militares que revisten en cada fuerza, como a los políticos que circunstancialmente quedan a cargo de regir los destinos del país. Hace al bien común que a la ciudadanía le importe el estado de la Defensa.
Desde esa concepción cívica, sostengo que un ejército que no honra a sus caídos en combate deja de ser un ejército. Lo expuse largamente cuando desde el Ministerio de Defensa se ordenó al Ejército Argentino borrar un tuit en el que se honraba a dos militares caídos en combate contra el terrorismo erpiano en el Monte Tucumano, el Subteniente Berdina y el Soldado Maldonado. Se argumentó que ese recuerdo ofendía ¡¿?! a organismos de derechos humanos. El tuit fue eliminado y ningún general entonces en funciones tuvo la dignidad para irse de baja manifestando disconformidad con esa decisión política completamente arbitraria.
Semanas atrás el general (VGM) Martín Balza, quien pasó de hacer una autocrítica necesaria sobre el rol del Ejército Argentino en la Guerra contra la Subversión a ser funcional al enemigo, llevó otra vez el relato kirchnerista sobre los años de plomo al extremo de la desmemoria complaciente. Sin ningún pudor miente Balza aseverando que en el Siglo XX Argentina sólo libró la Guerra de Malvinas y olvidando esa otra frente al terrorismo castrista que atacaba cuarteles, copaba ciudades, combatía en el monte, asesinaba en las ciudades, emitía partes de guerra, secuestraba, torturaba y hacía todo lo que hace un enemigo en guerra. Una guerra sin convenciones con la que los enviados del dictador Fidel Castro, pretendían aniquilar nuestro estilo de vida e imponer a la Patria otra dictadura al estilo de la cubana con aspiraciones de eternidad.
Uno de los caídos en esa guerra que Balza y otros "generales" no recuerdan como tal, fue el Teniente Coronel Jorge Roberto Ibarzábal, quien el 19 de Enero de 1974, durante la Presidencia del General Perón, fue capturado por el ERP durante el ataque a la Guarnición Militar de Azul, mantenido cautivo y asesinado el 19 de Noviembre de 1974.
Su hija, Silvia Ibarzábal, vicepresidente de la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Terrorismo en la Argentina (AFAVITA), es una celosa guardiana de la memoria de su padre y los demás caídos en la lucha contra la subversión, conservando un perfil de activa militancia por demás civilizada.
En ese carácter se propuso asistir, como otras veces, al acto del día 5 de Octubre en Formosa, en una nueva conmemoración del intento de copamiento del Regimiento de Infantería 29 por terroristas montoneros.
Pero en esta ocasión ocurrió que mandos del aludido regimiento reaccionaron histéricamente ante la posibilidad de su presencia. Así cuando ella se comunicó telefónicamente para avisar que iba a concurrir al acto, recibió su llamado el coronel Orlando Fernández, quien la destrató haciendo alarde de una ignorancia brutal al decirle, cual hijo putativo de Cristina y Alberto, que no sabía quien era Silvia Ibarzábal ni AFAVITA, dicho lo cual el oficial en rango pero no caballero cortó intempestivamente la comunicación.
Forjada en adversidades que nunca la detuvieron, con la templanza que la caracteriza Silvia Ibarzabal viajó igual a Formosa.
Los disgustos no se hicieron esperar. En el hotel donde se alojaba recibió un llamado telefónico por el cual se la convocaba a una dependencia militar, donde la aguardaba el comandante de la Primera División de Ejército general Aldo Ferrari.
Ferrari recibió a Ibarzábal y lo que tuvo lugar en ese encuentro es particularmente bizarro. Ferrari, tras algún rodeo asegurando que las puertas del Regimiento estaban abiertas para ella, se desmintió de inmediato al expresar que no sería "conveniente" su presencia en el acto. Parece que la fórmula "oficial y caballero" estaría en proceso de desuso dentro del otrora orgulloso Ejército Argentino.
Asombrada, Silvia Ibarzaball experimentó el dolor y la tristeza de semejante y absurda discriminación por la cual nuestro Ejército, el de todos los argentinos, el que desde 1810 es uno solo en su continuidad historia, objetaba su ingreso a un cuartel.
No quedó claro si ese general obraba por iniciativa propia o cumpliendo la clase de órdenes indignas que no se deben cumplir, pero cualquiera sea el motivo ninguno es excusable porque la presionaba para que desistiera de concurrir al acto.
El punto más bizarro en la bizarra escena aconteció cuando Silvia Ibarzábal intentó entender qué cosas podrían estar pasando por la cabeza de su interlocutor para intentar impedir que la hija de un camarada muerto por el enemigo apátrida participe de un acto en homenaje a otros que, como su padre, ofrendaron sus vidas en cumplimiento del deber.
Entonces Ibarzábal preguntó:
- ¿Qué cree usted que yo podría hacer en el acto como para que mi presencia no sea conveniente?
Ferrari, poniendo en su rostro gestos que no trasmiten mucha lucidez: abrió los ojos con una mueca en sus labios, encogiéndose de hombros y tras un incómodo silencio ensayo una respuesta:
- Tengo que cuidar a mi tropa y su presencia podria traer algún inconveniente por ser una persona conocida.
Es más que evidente la contradicción entre esa absurda respuesta y el "no sé quién es usted" del coronel Fernández, quien a juzgar por su desconocimento debe vivir bajo alguna baldosa.
No digo que sea el caso, ni que no lo sea, pero en muchas situaciones donde lo que prima es la obsecuencia los obsecuentes, por naturaleza torpes, no encuentran modos lógicos de poder explicar sus actos.
Nunca clarificó el general Ferrari de qué mal creía estar protegiendo a su tropa impidiendo la presencia de Silvia Ibarzábal. No se me ocurre cuál perjuicio se evitaba a la tropa maltratando a Ibarzábal, pero sí se me da por especular que tal vez el coronel Fernández y el general Ferrari esperaban otro resultado en las elecciones.
Quizás no estaban protegiendo a la tropa, salvo que nuestros soldados sean hoy tan impresionables que puedan asustarse de ver a la hija de un camarada muerto y entender que la historia está viva y podría tocarles morir como murió el Tcnel. Ibarzábal.
Pero sería raro, porque todos los ejércitos del mundo tienen asumida su relación con la muerte. Quizás, tal vez, acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", lo que Fernández y Ferrari creyeron estar protegiendo eran sus ambiciones.
Me consta, por el modo en que tomé conocimiento de este vergonzoso incidente, que a militares en actividad y retiro los indigna la conducta de Ferrari y Fernández. A mí, 100% civil, también.
He votado para cambiar en nuestra Patria, entre otras cosas, este daño moral que pretende convertir al Ejército Argentino en algo que no es realmente un ejército. Y brego porque durante el gobierno del Presidente Javier Milei el Ejército Argentino vuelva a tener en cada egresado del Colegio Militar de la Nación un oficial y caballero. La baja de esos dos sería un buen comienzo.
LA DAÑADA MORAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO
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