Irán defiende su derecho a la energía nuclear
Irán reconoce poseer tecnología suficiente como para fabricar armas nucleares y crear misiles de primer nivel.
La comunidad internacional cada vez lo tiene más complicado para contener las ambiciones de Teherán y continuar con la actual táctica de aislamiento político y tecnológico podría acarrear unas consecuencias impredecibles.
Todo en uno
Irán ya ha comenzado a producir compuestos plásticos de carbono, violando así el embargo impuesto por la ONU. “Somos uno de los diez países del mundo capaces de producir estos materiales”, - anuncia al ministro de Defensa de Irán Ahmad Vahidi. “Esto por fin eliminará el cuello de botella en la cadena de producción de armamento moderno en nuestro país”.
Los compuestos plásticos de carbono juegan un papel esencial en la fabricación de los motores para misiles de combustible sólido. En este sentido, y teniendo en cuenta la atención que Irán le dedica al desarrollo de este tipo de misiles balísticos de largo alcance, esta declaración ha provocado cierta inquietud en los países vecinos.
Estos materiales son productos tecnológicos muy avanzados y peligrosos, sobre la exportación de los cuales se tiene establecida una vigilancia muy férrea. Irán ha sido uno de los países más controlados en este aspecto desde el 2004. Sin embargo, las sanciones internacionales encontraron el contrapeso del contrabando de forma casi inmediata.
En relación a esto, ya en el 2005-2006 comenzaron a llegar noticias sobre algunas empresas del Golfo Pérsico pertenecientes a ciudadanos de Irán que se dedicaban a importar ilegalmente compuestos metalocerámicos de China e India.
Los compuestos metalocerámicos son un tipo de material especial muy versátil. Estos materiales se emplean por su extraordinaria resistencia térmica. Sin ellos, por ejemplo, sería imposible fabricar algunas piezas de los reactores nucleares; en otras palabras, no sería posible reproducir la cadena del combustible nuclear. De esta forma, Irán ha conseguido hacerse con una tecnología estratégica de la que carecía.
En el caso del régimen de control sobre la fabricación de misiles, Irán ya ha entrado en la categoría II (soluciones tecnológicas de doble uso) que por sí mismas no llegan a ser objeto de restricciones a la exportación de armamento pero que sí que entran en el ciclo de fabricación de los misiles. La misma situación ocurre en el sector de energía atómica.
Una bala de plata para todo un sector
Esta historia, aparentemente banal, de las dificultades derivadas de un férreo control sobre la exportación tiene una curiosa doble lectura. La cuestión más importante está en si la industria de defensa iraní está capacitada para desarrollar todo un proyecto nuclear de forma autónoma y sin una aportación tecnológica sustancial del exterior Al parecer, la respuesta es positiva.
Las potencias árabes del Oriente Próximo han invertido muchos recursos en sus programas de defensa, pero en un sentido global estos sectores han continuado retrasados en su potencial humano y tecnológico.
Generalmente, las inversiones se hacían mediante la construcción de una determinada instalación secreta con un gran nivel de participación de ayuda externa. La mayor parte del material especializado era de fabricación extranjera, mientras que muchas de las tareas eran cumplidas por especialistas extranjeros. Este esquema hacía que los proyectos nucleares de los países árabes fueran muy vulnerables a los ataques lanzados contra los puntos neurálgicos de su infraestructura.
Esta situación fue aprovechada por Israel. A comienzos del 1981, su Fuerza Aérea lanzó la operación “Opera”, en el curso de la cual destruyó el reactor nuclear iraquí “Ozirak” en el centro científico Al-Tuwait, lo que, según expertos, acabó con el programa nuclear de Bagdad. En septiembre del 2007, una instalación, posiblemente, implicada en los planes nucleares de Damasco, fue atacada en el territorio de Siria.
Estos dos golpes alcanzaron su objetivo: el desarrollo de la bomba atómica en los países árabes enemigos de Israel se vio seriamente frenado. Sin embargo, en el caso de Irán un ataque de caballería ligera como los relatados no funcionará. Israel no tiene ninguna posibilidad de lanzarlo con eficacia, y la razón no estriba en la lejanía de los territorios persas. Tel-Aviv ya demostró que esto no es un obstáculo cuando en 1976 liberó a unos rehenes en el aeropuerto ugandés de Entebbe. Entonces Israel llevó a cabo una extraordinaria operación de transporte (ilegal) de sus fuerzas de misiones especiales a través del Mar Rojo, Somalia y el territorio somalí de Ogaden.
Las dificultades se esconden en el nivel del desarrollo industrial y tecnológico de Irán, que es mucho más alto que el de Siria o del Iraq de Saddam Hussein. Este extremo ya ha sido reconocido por los mismos israelitas. “En Irán el proyecto (atómico) tiene otras características. No existe ninguna bala de plata que pueda acabar con él de un sólo disparo”, comentó metafóricamente un funcionario del ministerio de Defensa de Israel.
Irán tiene una excelente red científica y un buen sistema de formación en este ramo (se estudian y son de acceso abierto todos los resultados de los certámenes internacionales de matemáticas y física, donde los representantes iraníes suelen tener una participación destacada). Además, se cuida con gran esmero la instrucción de los profesionales en los sectores de la investigación teórica y la aplicada. Acabar con esta máquina científica e industrial es extremadamente complicado, si es que es posible.
Por lo visto, habrá que abandonar el cliché del coloso grande y torpe, de un régimen iraní que sólo busca poseer la bomba atómica para su propia autocomplacencia y para atemorizar a sus vecinos. Tarde o temprano, el derecho de Irán a poseer las más avanzadas tecnologías militares, incluyendo la nuclear, tendrá que ser reconocido.
Y cuando más duramente intente la comunidad internacional contener las intenciones y los derechos de Teherán, más obstinada y dolorosa será la reacción.