El 4 de enero de 1837 falleció en el Perú el Capitán de Navío Hipólito Bouchard. Fue un marino que, desde los inicios de las Guerras de Revolución e Independencia de América, combatió a favor de la causa americana.
Participó en la acción naval de San Nicolás de los Arroyos. Al mando de la fragata “La Argentina”, llevó a cabo un crucero de corso bajo pabellón argentino de dos años de duración (1817-1819), durante el que circunnavegó el mundo. Luchó contra buques que se dedicaban al comercio de esclavos, contra piratas y atacó fortificaciones españolas. Luego, sirvió en la Marina de Guerra del Perú.
Había nacido en la localidad de Bormes, cerca de Saint Tropez (Francia), el 15 de enero de 1870.
Crucero de corso: la toma de Monterrey
La fragata española “Consecuencia” fue capturada por Guillermo Brown durante su crucero corsario en aguas del Pacífico y rebautizada “La Argentina”. Con este nombre y al mando de Hipólito Bouchard llevó a cabo un viaje de corso por aguas de los Océanos Índico y Pacífico.
El 9 de julio de 1817, al cumplirse el primer aniversario de nuestra independencia, la fragata “La Argentina” zarpó de la Ensenada de Barragán con el propósito de hostigar, apresar o incendiar todo buque español que encontrase durante su navegación.
Un capitán, siete tenientes y un cirujano conformaban la Plana Mayor, además de Bouchard. Entre los tenientes figuraba José María Piris nacido en Montevideo, de 27 años de edad, quien había tenido una destacada actuación en las acciones contra el invasor inglés. Este oficial tenía bajo sus órdenes a la tropa embarcada.
Durante su derrotero, “La Argentina” intervino en diez acciones navales importantes, capturó veintiséis buques y tomó parte en tres acciones de mar y tierra (anfibias). La primera de ellas fue el desembarco en la bahía de Monterrey, actual territorio de los Estados Unidos. En el fuerte español existente en el lugar flameó el pabellón argentino del 24 al 29 de noviembre de 1818.
El 22 de noviembre “La Argentina”, acompañada por la corbeta “Santa Rosa”, nave incorporada a Bouchard en las islas Hawai, llegaron a la costa de Monterrey. La corbeta iba al mando del marino Peter Corney un gran conocedor de la región.
Bouchard planeó apoderarse de la fortaleza española; ordenó a Corney que en horas de la noche ingresara con la “Santa Rosa” en el interior de la bahía de Monterrey. Cumpliendo la orden, esa nave se acercó tanto a la costa que los españoles en repetidas veces le gritaron que enviara un bote a tierra, pedido que no fue accedido. Los cañones del fuerte comenzaron a disparar sobre la nave, quedando ésta encerrada por el intenso cañoneo que sufría.
Corney abrió fuego sobre el fuerte, pero resultó ineficaz dado que éste estaba en una posición elevada con respecto a la artillería de la corbeta. Durante quince minutos la nave fue cañoneada; sufrió graves daños y los muertos y heridos eran tantos que Corney dispuso se arriase el pabellón patrio para que cesara el fuego.
Mientras tanto, Bouchard con su nave “La Argentina”, no pudo prestar apoyo alguno. Por su parte los españoles, por la carencia de botes, se vieron impedidos de acercarse a la “Santa Rosa” para apresarla.
Llegada la noche y aplacada la lucha, Bouchard envió a la “Santa Rosa” varios botes que regresaron con tripulantes de la corbeta. Luego alistó un cuerpo de desembarco formado por dos centenares de efectivos, a cargo del teniente Piris.
En las primeras horas del día 24, aquellos hombres en nueve botes, desembarcaron a una legua del fuerte, en una caleta oculta por las alturas, en las proximidades de Punta Potreros. Sigilosamente, los marinos se fueron aproximando a Monterrey sin que se dieran cuenta de su presencia, llegando a la parte trasera del fuerte para sorprender a la guarnición allí apostada.
Escalaron los muros y se esparcieron por toda la fortaleza y al comprobar que los defensores habían huido, se internaron por las calles de Monterrey y se apoderaron de la población, al tiempo que el pabellón argentino era izado en el fuerte.
El botín de guerra consistió en fusiles, sables, lanzas, además de dieciséis cañones. Inmediatamente luego de tomar la ciudad, Bouchard ordenó que se hiciera una requisa de víveres en las instalaciones reales.
Durante el lapso comprendido entre el 24 y el 29 de noviembre de 1818 Monterrey –en ese entonces capital de California- estuvo bajo dominio argentino. Antes de la zarpada, de acuerdo con las normas de guerra en vigor, se incendió la fortaleza, el cuartel de los artilleros y las casas de los españoles más destacados, comenzando por la residencia del gobernador. El 29 de noviembre la fragata «La Argentina» junto con la corbeta «Santa Rosa» abandonaron la bahía Monterrey.
Rumbo al sur llegaron a proximidades del rancho El Refugio, estancia de la familia Ortega que había hecho padecer graves penurias a quienes simpatizaban con la causa patriota mexicana, y el 4 de diciembre de 1818, 60 hombres en dos botes desembarcaron y se dirigieron a la estancia.
Bouchard ordenó embarcar todos los víveres que se encontraran, que se diera muerte al ganado y por último al retirarse el grupo de desembarco prendió fuego a las instalaciones del rancho. La alarma cundió en las poblaciones costeras ante la presencia de las naves de Buenos Aires.
Luego se alejaron del lugar, navegaron a lo largo de la costa y ante la necesidad de aprovisionarse, el 17 de diciembre de 1818, los marinos decidieron desembarcar en San Juan Capistrano, cuya guarnición había sido reforzada por las autoridades del lugar.
Tras vencer la resistencia ofrecida por la guarnición local, el teniente Piris se apoderó de la población, se aprovisionó de los víveres necesarios para afrontar la navegación. Por último, se incendiaron las casas de los españoles, no así las de los americanos y el templo.
La navegación continuó a lo largo de la costa americana, poniendo fin al crucero corsario con el arribo de la fragata «La Argentina» al puerto de Valparaíso, el 12 de julio de 1819.
Créditos: Gaceta Marinera Digital