Sebastian
Colaborador
David Cameron: la operación en Libia durará cuanto sea necesario
Los líderes de Francia y del Reino Unido dieron muestra de su valentía, acudiendo el pasado jueves, rodeados de grandes medidas de seguridad, a la capital libia y anunciando que seguirán con la operación militar en el territorio de Libia.
Son muestras de valentía no porque Nicolas Sarkozy y David Cameron viajaran a Libia a pesar de las precarias condiciones de seguridad, sino porque se mostraron dispuestos a no dejar de asumir la responsabilidad por lo que ocurre en el país.
Esta decisión conlleva ciertos riesgos políticos: tal y como muchos suponían, entre los nuevos líderes libios ya están empezando a producirse discrepancias. Están festejando la victoria, pero la guerra no está acabada y el coronel Gadafi sigue en libertad.
Al proponer al líder derrocado que se entregara, ya que “todo ha terminado”, David Cameron difícilmente esperaba que el coronel accediera. Y, sobre todo, después de que Sarkozy y Cameron declararan que “tiene que ser llevado ante la justicia y castigado con todo rigor”. Pero lo más importante eran las palabras del primer ministro británico: “La operación en Libia durará cuanto sea necesario para que la población civil se encuentre a salvo”, señaló, transmitiendo al mismo tiempo el mensaje de estar preparado para asumir los riesgos e ir hasta el final en este delicado juego en el Norte de África.
Los líderes occidentales seguramente están al tanto de que no todo el mundo árabe ve con agradecimiento su participación militar en los acontecimientos en Libia y que cuanto más dure más difícil será de justificar, aparte de suponer más gastos. La OTAN, que asumió la dirección de la operación militar en Libia a finales de marzo, ya en una ocasión prorrogó el plazo de su participación para otros tres meses. El plazo se acaba a finales de septiembre y es hora de tomar una decisión.
Los muyahidines piden a los liberales que les dejen sitio
El problema no está en que los insurgentes todavía no se hayan apoderado de las ciudades de Sirte, Sabha y demás, porque al fin y al cabo es sólo cuestión de tiempo: la víspera de la visita de los dos líderes, la OTAN realizó a lo largo del día 24 ataques aéreos a los objetivos en las zonas controladas por las fuerzas de Gadafi.
El problema es mucho más complicado: el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, anunció públicamente el peligro de que Libia acabe en manos de islamistas radicales y llamó a los dirigentes de la rebelión libia a “crear lo antes posible un sistema estable del poder”, para que los extremistas no se aprovechen de su falta. Es también un tema a tratar en la Conferencia de los amigos de Libia que empezó el 20 de septiembre en Nueva York.
Uno de los dirigentes del Consejo Nacional de la Transición, Mahmoud Jibril, a modo de respuesta prometió formar en unos 10 días una especie de Gobierno Nacional. Es una tarea nada fácil, porque los islamistas le echan en cara sus estudios en Estados Unidos y lo ven como una marioneta de Washington. Los islamistas radicales gozan de tanta popularidad en el país, que los políticos occidentales no evitarán tener que tratar con ellos. Y lo más sensato sería encontrar de entre los radicales a aquellos que asuman una postura más moderada y se muestren preparados para el diálogo.
Entre los nuevos líderes de Libia están Abdelhakim Belhadj que junto con otros muyahidines combatió en Afganistán contra las tropas soviéticas y conoce a los fundadores de Al-Qaeda. En su momento cumplió condenas en cárceles de Malasia, Tailandia y Libia. Asegura haber sufrido torturas por parte de los agentes de la CIA. Se encarga en la actualidad de los asuntos de Defensa. La ideología en el nuevo Gabinete podría correr a cargo de Ali As Saliabi, miembro de la Unión Internacional de Teólogos musulmanes, encabezado por el jeque egipcio residente en Qatar, Yusuf al-Qaradawi, considerado uno de los líderes de la organización islamista “Hermanos musulmanes”.
Primero el trabajo político sucio, luego los negocios
Al contemplar estas tendencias, habrá quien se esté frotando las manos, entre ellos, algunos funcionarios rusos. Como queriendo decir: a ver, ¿qué es lo que habéis conseguido derrocando al régimen de Gadafi e intentando conseguir lo mismo en Siria? El resultado será el caos y la lucha por el poder, que podría acabar en manos de los islamistas radicales.
Tal desarrollo de los acontecimientos no se debería descartar. Sin embargo, parece que los países occidentales de todos los males posibles en la región intentan eliminar el mayor: las dictaduras que ni siquiera sus propios pueblos aceptan. Y lo más importante es que no sólo los líderes occidentales, sino mucha otra gente se muestra decidida a involucrarse en los procesos, de consecuencias completamente impredecibles, que tendrán lugar en Libia. Hace poco visitó Libia el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que además visitó Egipto y Túnez. Se esperaba también la visita del ministro de Asuntos Exteriores de Egipto, Mohamed Kamel Amr.
Estos políticos y diplomáticos velan, entre otras cosas, por los intereses de los círculos empresariales de sus países. Sin embargo, la prioridad para ellos es la alta política. A diferencia de Rusia, no hacen demasiada mención de los contratos firmados con el régimen de Gadafi y, aunque no sean del todo sinceros, aparentan estar interesados en presar ayuda al pueblo libio más que salvar los negocios nacionales. David Cameron y Nicolas Sarkozy vitoreados por la muchedumbre al grito de “Merci, Sarkozy” y “Thank you, Britain” visitaron el hospital local y se entrevistaron con los heridos y con el personal médico.
Los dividendos los tendrán más tarde y de momento les toca hacer un gran y sucio trabajo político. Rusia, por lo visto, no está muy dispuesta a participar, aunque todavía espera mantener sus posiciones económicas en Libia. El presidente del Consejo de Transición libio señaló al respecto que “el papel de Rusia en la nueva Libia será proporcional a su apoyo a la revolución”.
http://www.sp.rian.ru/opinion_analysis/20110921/150732380.html