Lo que pudo testimoniar Gaddafi ante el Tribunal Internacional
Después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declarara que
la muerte de la Gaddafi fue una lección para todos los dictadores, la prensa de la Europa Occidental, con la única excepción de la alemana, le siguió la corriente con entusiasmo.
Sin embargo, inevitablemente surge la pregunta ¿y de qué lección estamos hablando? ¿Cuál fue mayor la lección, la ejecución de Mussolini colgado de los pies junto con su amante o los Juicios de Núremberg que revelaron la naturaleza bárbara y antihumana del nazismo?
Parece ser que la respuesta es inequívoca, aunque el contexto histórico y la importancia de los protagonistas son incomparables.
Si la lección en cuestión consiste en meterles miedo a los presidentes de
Siria y
Yemen, Bashar al Assad y Ali Abdullah Saleh, no parece demasiado convincente.
A Hosni Mubarak que fue un fiel aliado de Estados Unidos a lo largo de años y renunció al poder voluntariamente, Washington no tardó en entregar a la oposición egipcia.
Al contrario, dadas las circunstancias del linchamiento de Gaddafi, aquellos líderes que son acusados de dictadores, deberían librar una lucha todavía más feroz con la fuerzas de la oposición en sus países, lo que en Siria podría desencadenar un inútil derramamiento de sangre.
Sin embargo, ha habido tímidos intentos de contrarrestar a la tendencia general. El sociólogo suizo, Jean Ziegler, por ejemplo, manifestó la esperanza de que Gaddafi fuera llevado ante el Tribunal Internacional de La Haya.
Lo curioso es que ninguno de los líderes de la coalición de la OTAN haya confesado algún deseo parecido. ¿Por qué será?
Uno enseguida se hace la pregunta de “¿Y qué podría contar Gaddafi al Tribunal Internacional?” El ex líder libio era ampliamente conocido por sus dotes de orador y su estilo, según cuentan periodistas que lo han entrevistado, consistía en la bastante incómoda costumbre de exponer su postura independientemente de lo que de él se esperara y sobre qúe se le preguntara. La comparación entre Gaddafi y Milosevic que se formuló enseguida después de la correspondiente decisión de la ONU no era a favor del último.
Pero lo que cuenta, no es el talento de orador de Gaddafi, sino el petróleo que tiene Libia y es un petróleo de alta calidad y que existe allí en grandes cantidades.
Y en nuestros días, si uno está cerca al petróleo, también está cerca de la política mundial y sabe mover los hilos que la hacen funcionar. Por lo tanto, se amplía infinitamente, el círculo de conocidos y la calidad de la comunicación con los representantes de las altas esferas y de las élites empresariales y políticas.
El líder de Jamahiria libia era un deseado socio para muchas figuras de la arena política internacional, y tal por eso muchos presidentes y reyes, magnates petroleros y presidentes de consorcios le expresaron sus respetos. Incluso Leonidas Brezhnev, omitiendo las normas del protocolo, acudía en persona al pie de la escalerilla para recibir a Gaddafi. Y el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, incluso llegó a besarle la mano para expresar su profundo agradecimiento.
Libia ocupa el primer lugar en África en las reservas de petróleo comprobadas. En 2008 casi un tercio de toda la extracción correspondió a empresas mixtas con capital libio y estadounidense.
Sin embargo, según se desprende de los datos revelados por el portal de filtraciones Wikileaks, la víspera de la visita a Trípoli de la Secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, en 2008, en uno de los informes diplomáticos se señalaron “las cada vez más intensas muestras de tendencias nacionalistas en la esfera de reservas naturales”.
Gaddafi se disponía a aumentar la parte de los beneficios de Libia y elevar las indemnizaciones preliminares por parte de las empresas extranjeras. Decía “las empresas petroleras son controladas por extranjeros que han amasado fortunas millonarias. Ahora han de reemplazarles los libios, para poder aprovechar este dinero”.
Ya hemos dicho que no existe ningún secreto petrolero específico, todos tienen algo que ver con la política. Los países occidentales, sin excluir, por supuesto, a Estados Unidos mantenían con Gaddafi, ademas de regateo económico, regateo político. Enormes ahorros disponibles le pemitían solucionar problemas sociales dentro del país, haciéndolo atractivo para migrantes laborales de Egipto, Túnez y otros países vecinos y respaldaban sus actividades políticas en el extranjero.
Gaddafi gustaba de vestir llamativos atuendos africanos y hacerse fotografiar con el mapa de África como fondo. Al final de su vida se sentía cada vez más líder y portavoz de los intereses del continente. En los últimos años empezó a poner en práctica un atrevido plan: aprovechando los ahorros de la venta del petróleo, Trípoli puso en marcha un sistema de préstamos panafricanos con intereses irrisorios cuando no nulos, asestando de esta manera un golpe contra la influencia económica y política del FMI.
Estados Unidos veían con especial preocupación la idea de Gaddafi de introducir una moneda africana única bajo el nombre de “dinar de oro”, capaz de minar considerablemente la posición del dólar norteamericano. África es uno de los últimos recursos de la globaliación mundial, que todavía no está del todo aprovechado. Y los intentos de Gaddafi de ejercer control sobre este recurso eran un atrevimiento inaceptable a ojos del Occidente, sobre todo, si se tiene en cuenta una hipotética alianza entre Trípoli y Pekín.
Recientemente la revista “Vida internacional” y el Instituto de estudios internacionales de la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO por sus siglas en ruso) celebraron una “mesa redonda” con la participación de los Embajadores de la Unión Soviética y de Rusia que trabajaron en Libia durante las dos últimas décadas. Se les hizo la pregunta de “¿Qué pudo contar Muammar Gaddafi al Tribunal Internacional de La Haya?”
Pues pudo contar mucho sobre el caso UTA, un avión francés accidentado en el cielo sobre Níger en 1989. Los franceses consiguieron sacarle a Gaddafi indemnizaciones que se pagaron a las familias de los fallecidos, aunque las cantidades fueron considerablemente más pequeñas que las desembolsadas a los familiares de los muertos en la explosión sobre la ciudad escocesa de Lockerbie en 1988.
En el caso Lockerbie sigue habiendo poca claridad, a pesar de que se llevó a cabo una investigación de las circunstancias de la tragedia.
La solución del conflicto fue, de hecho, un acuerdo entre Trípoli y Londres, como resultado del cual, por razones de salud y humanitarias y en base a la sentencia del Tribunal escocés independiente del londinense, fue puesto en libertad Mohmed Al Megrahi, anteriormente procesado y sentenciado al cumplimiento de la condena en la cárcel de Edimburgo.
A su vuelta a la capital libia en agosto de 2009 fue recibido como un héroe. Los británicos recibieron a cambio contratos para extracción de gas y petróleo en Libia por el monto total de 18.000 millones de dólares.
Además se podría mencionar el atentado con explosivos perpetrado en 1986 en la discoteca “La Belle“ en Berlín Occidental que se llevó la vida de tres militares estadounidenses. La culpa se achacó a los libios y en abril de 1986 aviones de Estados Unidos y del Reino Unido atacaron las ciudades de Trípoli y Bengasi.
Libia tenía vínculos estrechos con diferentes grupos terroristas palestinos, en primer lugar, el de Abu Nidal, el Frente para la Liberación de Palestina y otros representantes de izquierdas, a cuya ayuda acudieron para participar en acciones bélicas en África, por ejemplo, contra Chad. Disponían de información sobre contactos de grupos terroristas con los servicios secretos. Gaddafi financiaba las actividades del Ejército Republicano Irlandés, a Jörg Haider, al Movimiento por los Derechos Civiles y la campaña electoral de Nicolas Sarkozy. Tony Blair también ha recibido ciertos fondos.
El patrimonio personal de Gaddafi se estimaba hasta el inicio de los recientes acontecimiento en 110.000 millones de dólares. En estos momentos, congeladas las cuentas libias, en manos de sus herederos quedan cerca de 38.000 millones de dólares depositados en bancos africanos, asiáticos y de algunos países latinoamericanos.
Durante en régimen de Gaddafi la corrupción en Libia tenía un carácter familiar, incluso sistemático, dado que el país no era más que una Sociedad Anónima “Gaddafi e Hijos”, por así decirlo. Los tentáculos de esta corrupción se extendían mucho más allá de las fronteras libias.
Una descarada explotación de recursos libios y africanos habría sido un mal menor (y Gaddafi lo tenía muy claro), en caso de haber acabado el asunto en el Tribunal Internacional de La Haya.
Datos desconocidos de corrupción y sobornos podrían haber hecho de una bomba de suprema potencia, acarreando consecuencias devastadoras para muchos. Es por ello, en opinión de diplomáticos rusos, porque Gaddafi nunca habría de aparecer en la sede del Tribunal Internacional.
Al día siguiente después de que la multitud linchara a Gaddafi, el mundo tenía que condenar esta muestra de sangrienta barbarie y su divulgación.
El presidente Obama lo hizo. La ejecución de Gaddafi, igual que las manipulaciones con su cadáver es de verdad una seria lección, pero no sólo para dictadores y tiranos, sino para toda aquella gente que quiera llamarse “personas humanas”.
http://www.sp.rian.ru/opinion_analysis/20111110/151515203.html