La punta de un enorme iceberg
La renuncia del jefe del Ejército al Centro Militar parece ser el emergente puntual de un conflicto más amplio: el que enfrenta a la conducción de esta rama militar, encabezada por el general Pedro Aguerre Siqueira, impulsor de reformas estructurales y operativas dentro del Ejército y algunos oficiales superiores retirados.
La carta de Aguerre, conocida en la tarde del lunes 11, les salió al cruce. “se han incrementado rumores y murmuraciones sin fundamento lógico ni mucho menos verdad, y que solo muestran egoísmo y falta de hidalguía (en relación), al trato que le dispenso a mi padre, lo que no es ético, no es lógico y no es racional, pero sobre todo, no es humano”, señaló Aguerre Siqueira.
Este núcleo de retirados, que tienen hoy solo poder real e influencia en los centros sociales de los uniformados, empezó en realidad a molestarse ante la sensibilidad exhibida por el comandante Aguerre, cuando a poco de asumir (31/XI/2011), ante el hallazgo de restos de detenidos-desaparecidos (como el maestro Julio Castro), en una unidad militar, dijo, rodeado de todos los generales que “el Ejército no aceptará, tolerará o encubrirá a homicidas o delincuentes entre sus fuerzas”, dando la orden de dejar sin efecto todo posible “pacto de silencio” que pudiera existir entre los militares responsables de estos hechos criminales.
La tensión subió, cuando el generalato, siguiendo directivas de reforma del Ministerio de Defensa Nacional a cuyo frente se encuentra Eleuterio Fernández Huidobro, proyectó cambios (reubicación de unidades, integración de las armas, racionalización de los servicios, reducción de la burocracia, etc.), y los puso en práctica con enorme velocidad. Para muchos retirados, resultaba inadmisible que se crearan unidad de combate integradas por las distintas armas, que siempre han sido autónomas (son 5; las tres tradicionales, que son infantería, caballería, artillería, los ingenieros, antes llamados zapadores, surgida en 1915, y comunicaciones, en 1980). Pero eso ocurrió, lo decidieron todos los generales, y Aguerre Siqueira fue el comandante que con su estado mayor implementó las reformas.
En 2011 empezó la adecuación de los cuarteles y el traslado gradual de los efectivos. El paso más importante, que culminó en marzo, fue la creación de una Brigada Blindada, con asiento en Durazno (donde desde ahora interaccionan el regimiento de caballería blindado Nº 2, y el batallón de infantería blindado Nº 13, antes situado en Montevideo), de la que también depende el batallón de infantería mecanizada Nº 15 (ahora en Florida, pero que hasta hace pocos días operó en la capital del país, dentro de la Reserva General, al igual que el batallón Nª 13).
La nueva Brigada Blindada tiene unos 800 hombres (muchos están en las misiones de paz), y 91 blindados, entre tanques de guerra y vehículos de transporte de personal (21 M41, 17 M24, 17 M113, 15 VCI, 22 Condor). concentrados en una zona geoestratégica clave del país. En Durazno, también se encuentra la base aérea Nº 2, donde la aeronáutica militar concentra sus escuadrones de combate.
En 2012 se mudó para Santa Clara de Olimar el regimiento de caballería Nº 9, que estaba en Montevideo; el predio que ocupaba, pasó al INAU. La integración entre las armas también se dio en Montevideo: el batallón de infantería Nº 3 pasó a tener como sede la Brigada de Caballería Nº 3, y el escuadrón de caballería que operaba antes en Santa Clara de Olimar, se reactivó en el cuartel de la brigada de Infantería Nº 1, de camino Maldonado. En los cuarteles que quedaron vacíos (13, 15), se han estado mudando servicios del área logística, como las Panaderías Militares, o se proyecta reubicar el Servicio Geográfico Militar, entre otras dependencias castrenses.
En suma, el ciclo Aguerre Siqueira evidenció que los cambios eran posibles, y no parecen tener marcha atrás. Implican transformaciones muy fuertes, que provocan reacciones en los bolsones tradicionalistas, que aún siguen mentalmente instalados en la Guerra Fría que culminó hace 22 años, y que dicen, muchos en voz baja, que las razones esgrimidas en 1973 para derribar a la democracia, son válidas (en 2007, el Centro Militar publicó un ensayo, titulado “Nuestra verdad”, Artemisa, 345 páginas, en el que reivindicó muchos de estos planteos, criticando entre otros al líder batllista Amílcar Vasconcellos, que denunció la inminente embestida golpista).
Cuando el padre de actual comandante, el general Pedro Aguerre Albano, de 85 años, publicó sobre finales de 2012 un libro de memorias (“Hermano trabajaremos de presos”. El coronel Pedro Montañez y la Corriente 1815”, Ediciones de la Banda Oriental. Fundación Vivian Trías, 153 páginas), ese grupo de retirados militares, exacerbó sus comentarios. El comandante del Ejército, con prudencia, no asistió a la presentación del libro en el Palacio Legislativo ni hizo ningún comentario público. En ese libro, el anciano general recordó cómo se creó la Corriente 1815, los intentos de golpe previos a 1973 y el papel cumplido por este grupo para prevenirlos, así como sus años en la cárcel durante la dictadura (1973-1985).
Cansado de tantos “rumores y murmuraciones” y considerando que “así no construiremos un futuro de unión en nuestro Ejército sino que lo fragmentaremos cada vez más”, el actual comandante renunció el lunes 11 al Centro Militar. Nunca antes había ocurrido algo así. “Soy el comandante y no puedo permitir que se me difame, se me juzgue y se me condene por cosas que no he hecho, sin siquiera poder manifestarme”, subrayó. La sorpresa fue generalizada. Las interpretaciones múltiples. Los días por venir despejarán las especulaciones, y quizás se instalen tribunales de honor, a raíz de este caso, que parece ser la punta de un enorme iceberg.
LA REPUBLICA
La renuncia del jefe del Ejército al Centro Militar parece ser el emergente puntual de un conflicto más amplio: el que enfrenta a la conducción de esta rama militar, encabezada por el general Pedro Aguerre Siqueira, impulsor de reformas estructurales y operativas dentro del Ejército y algunos oficiales superiores retirados.
La carta de Aguerre, conocida en la tarde del lunes 11, les salió al cruce. “se han incrementado rumores y murmuraciones sin fundamento lógico ni mucho menos verdad, y que solo muestran egoísmo y falta de hidalguía (en relación), al trato que le dispenso a mi padre, lo que no es ético, no es lógico y no es racional, pero sobre todo, no es humano”, señaló Aguerre Siqueira.
Este núcleo de retirados, que tienen hoy solo poder real e influencia en los centros sociales de los uniformados, empezó en realidad a molestarse ante la sensibilidad exhibida por el comandante Aguerre, cuando a poco de asumir (31/XI/2011), ante el hallazgo de restos de detenidos-desaparecidos (como el maestro Julio Castro), en una unidad militar, dijo, rodeado de todos los generales que “el Ejército no aceptará, tolerará o encubrirá a homicidas o delincuentes entre sus fuerzas”, dando la orden de dejar sin efecto todo posible “pacto de silencio” que pudiera existir entre los militares responsables de estos hechos criminales.
La tensión subió, cuando el generalato, siguiendo directivas de reforma del Ministerio de Defensa Nacional a cuyo frente se encuentra Eleuterio Fernández Huidobro, proyectó cambios (reubicación de unidades, integración de las armas, racionalización de los servicios, reducción de la burocracia, etc.), y los puso en práctica con enorme velocidad. Para muchos retirados, resultaba inadmisible que se crearan unidad de combate integradas por las distintas armas, que siempre han sido autónomas (son 5; las tres tradicionales, que son infantería, caballería, artillería, los ingenieros, antes llamados zapadores, surgida en 1915, y comunicaciones, en 1980). Pero eso ocurrió, lo decidieron todos los generales, y Aguerre Siqueira fue el comandante que con su estado mayor implementó las reformas.
En 2011 empezó la adecuación de los cuarteles y el traslado gradual de los efectivos. El paso más importante, que culminó en marzo, fue la creación de una Brigada Blindada, con asiento en Durazno (donde desde ahora interaccionan el regimiento de caballería blindado Nº 2, y el batallón de infantería blindado Nº 13, antes situado en Montevideo), de la que también depende el batallón de infantería mecanizada Nº 15 (ahora en Florida, pero que hasta hace pocos días operó en la capital del país, dentro de la Reserva General, al igual que el batallón Nª 13).
La nueva Brigada Blindada tiene unos 800 hombres (muchos están en las misiones de paz), y 91 blindados, entre tanques de guerra y vehículos de transporte de personal (21 M41, 17 M24, 17 M113, 15 VCI, 22 Condor). concentrados en una zona geoestratégica clave del país. En Durazno, también se encuentra la base aérea Nº 2, donde la aeronáutica militar concentra sus escuadrones de combate.
En 2012 se mudó para Santa Clara de Olimar el regimiento de caballería Nº 9, que estaba en Montevideo; el predio que ocupaba, pasó al INAU. La integración entre las armas también se dio en Montevideo: el batallón de infantería Nº 3 pasó a tener como sede la Brigada de Caballería Nº 3, y el escuadrón de caballería que operaba antes en Santa Clara de Olimar, se reactivó en el cuartel de la brigada de Infantería Nº 1, de camino Maldonado. En los cuarteles que quedaron vacíos (13, 15), se han estado mudando servicios del área logística, como las Panaderías Militares, o se proyecta reubicar el Servicio Geográfico Militar, entre otras dependencias castrenses.
En suma, el ciclo Aguerre Siqueira evidenció que los cambios eran posibles, y no parecen tener marcha atrás. Implican transformaciones muy fuertes, que provocan reacciones en los bolsones tradicionalistas, que aún siguen mentalmente instalados en la Guerra Fría que culminó hace 22 años, y que dicen, muchos en voz baja, que las razones esgrimidas en 1973 para derribar a la democracia, son válidas (en 2007, el Centro Militar publicó un ensayo, titulado “Nuestra verdad”, Artemisa, 345 páginas, en el que reivindicó muchos de estos planteos, criticando entre otros al líder batllista Amílcar Vasconcellos, que denunció la inminente embestida golpista).
Cuando el padre de actual comandante, el general Pedro Aguerre Albano, de 85 años, publicó sobre finales de 2012 un libro de memorias (“Hermano trabajaremos de presos”. El coronel Pedro Montañez y la Corriente 1815”, Ediciones de la Banda Oriental. Fundación Vivian Trías, 153 páginas), ese grupo de retirados militares, exacerbó sus comentarios. El comandante del Ejército, con prudencia, no asistió a la presentación del libro en el Palacio Legislativo ni hizo ningún comentario público. En ese libro, el anciano general recordó cómo se creó la Corriente 1815, los intentos de golpe previos a 1973 y el papel cumplido por este grupo para prevenirlos, así como sus años en la cárcel durante la dictadura (1973-1985).
Cansado de tantos “rumores y murmuraciones” y considerando que “así no construiremos un futuro de unión en nuestro Ejército sino que lo fragmentaremos cada vez más”, el actual comandante renunció el lunes 11 al Centro Militar. Nunca antes había ocurrido algo así. “Soy el comandante y no puedo permitir que se me difame, se me juzgue y se me condene por cosas que no he hecho, sin siquiera poder manifestarme”, subrayó. La sorpresa fue generalizada. Las interpretaciones múltiples. Los días por venir despejarán las especulaciones, y quizás se instalen tribunales de honor, a raíz de este caso, que parece ser la punta de un enorme iceberg.
LA REPUBLICA