Brillante carta de Javier Llorens a Clarin.
Clarín, la "desinformatzia", y los misterios de la guerra de Malvinas
Date: Thu, 3 Jan 2013 21:20:29 -0300
Sr secretario general de CLARIN Ricardo Kirchsbaum: leí la nota que
lleva su firma referida a la guerra de Malvinas con título “Mas
huellas de una certeza: las islas estuvieron cerca de ser argentinas”
(29/12/12) basada en la reciente publicación por parte del Reino Unido
de algunos documentos clasificados respecto dicha guerra. Pese que hay
otros que permanecerán sellados por 60 años más, como si esa guerra
encerrara misterios, que en manera alguna deben ser conocidos por la
opinión pública. Al leer su contenido engañoso, me preguntaba cómo
podía definirse con una sola palabra la secular impronta periodística
del diario que Ud dirige. Que ha producido que amplios sectores de la
opinión pública adhirieran al embate del actual gobierno contra el
grupo CLARIN, sin ser muy conscientes porqué.
Clarín y la “desinformatzia” Y la palabra que vino a mi mente con
motivo de esa nota (y tantas otras de su diario) es “desinformatzia”.
Palabra de origen ruso, creada por la revolución bolchevique para
resistir los embates de toda índole que soportaba desde el exterior.
Que en Occidente tiene como sinónimos “intoxicación”, “injerencia”,
“engaño” o “timo”. Según algunos diccionarios ella expresa el
“conjunto de técnicas utilizadas para manipular la información
conservando su verosimilitud, con el fin de influenciar sobre la
opinión pública y las reacciones de las gentes”. Y es obvio que el
principal agente de ella son los grandes medios de comunicación.
No otra cosa se puede decir de su nota, en la que a contrapelo de los
datos que Ud. mismo esgrime en ella, insiste en sostener la “certeza”
de que el conflicto bélico de Malvinas de 1982 podría haber tenido una
resolución diplomática a favor de Argentina, sino fuera por la
incompetencia de los liderazgos de ambos países. Y en especial del
argentino. Tesis que se ve refrendada con la estólida nota de Federico
Storani que acompaña la suya, con el poco periodístico título “Una
síntesis de los mezquinos objetivos de dos perversos”.
La guerra de dos pelados por un peine En ella Storani, con un prosa
propia de un cuento infantil, achaca la culpa de la guerra a dos
demonios: Thatcher y Galtieri. Y soslaya enteramente los enormes
intereses que estaban en juego, que hoy se manifiestan con la
explotación de las reservas de hidrocarburos en la zona en disputa. Y
con la reciente denominación de “Tierra de la Reina Isabel”, al
territorio antártico que reclaman Argentina y Chile. Al leerla uno se
pregunta cómo este buen señor no solo llegó a diputado de la Nación,
sino que además presidió la comisión de Relaciones Exteriores en dicha
Cámara, dando así una clara muestra de la debacle intelectual de
Argentina.
Esta teoría de los dos demonios, es boba, pero nada cándida, porque en
el fondo adhiere a la visión del escritor Jorge Luis Borges, que
calificó a la guerra de Malvinas como una absurda pelea de dos pelados
por un peine. Y en consecuencia con que los pelados reflexionen un
poco, bien pueden amistarse de nuevo. Aunque uno de los pelados este
ahora tratando de peinar el petróleo que hay en torno de Malvinas, a
la par de aprovechar su proyección antártica.
La maldita palabra “deseos” Cualquier conocedor del conflicto, Ud.
entre ellos como autor de un libro al respecto, y conforme lo insinúa
en su nota, sabe muy bien que el escollo insalvable que tuvieron las
negociaciones diplomáticas previas a la guerra de 1982, y durante el
transcurso de esta, fue la palabra “deseos”. Cuya articulación le
había sido negada al Reino Unido en las reiteradas resoluciones de la
ONU, que ordenan tener en cuenta solo los “intereses”, no los “deseos”
de los kelpers.
En consecuencia el factor determinante que impidió evitar la guerra de
1982, fue el empeño tenaz puesto por el Reino Unido, con el apoyo de
EEUU, de reimponer el término “deseos” con distintas variantes y
disimulos, en reemplazo de “intereses”. Pese los enormes esfuerzos
avenitivos que hicieron las cúpulas de las tres fuerzas armadas
integrantes de la Junta Militar; que lo menos que querían hacer, era
la guerra contra las potencias a quién consideraban aliadas
estratégicas en la Guerra Fría. Y también en la “guerra sucia”, que
habían practicado en nombre de los ideales “occidentales y
cristianos”, mediante conculcar salvajemente los ideales “occidentales
y cristianos”.
El hundimiento del Belgrano versión inglesa Pero además tanto Ud. como
Storani sostienen en sus notas la versión de origen inglés, que el
crimen de guerra del crucero Gral. Belgrano fue efectuado por la
Thatcher, a los efectos de hacer caer las negociaciones cursadas a
través del presidente peruano Belaunde Terry, cuyas condiciones
supuestamente ya habían sido aceptadas por el liderazgo argentino. Y
así la Thatcher supuestamente pudo hacer su guerra personal.
Curiosamente esta inusitada hipótesis fue echada a rodar por el ex
presidente de la petrolera inglesa Shell, Desmond Rice, de larga
actuación en Argentina, en su libro “Hundan al Belgrano”.
No obstante, todas las evidencias señalan exactamente lo contrario.
Apuntando que ese crimen de guerra innecesario y desproporcionado,
tuvo en realidad por objeto impactar directamente en la mente de los
integrantes de la Junta Militar. A los efectos que aceptaran el
ultimátum cursado a través de Belaunde Terry por el mediador y
secretario de Estado Alexander Haig, junto con el canciller inglés
Pym; adonde habían cambiado la maldita palabra “deseos” de los
isleños, por su sinónimo “puntos de vista” de estos. Acorde con lo
expresado por Haig en los documentos que han aparecido, de que a los
integrantes de la Junta Militar había “que asustarlos pero no
enojarlos”.
El crimen de guerra como variante del terrorismo de Estado El ataque
al Belgrano sería así una variante del terrorismo de Estado, acorde
con las teorías bélicas que dicen que las guerras tienen en realidad
por objeto, golpear las mentes de quienes las lideran en el campo
adversario, para forzarlos a su rendición. Explícita o implícita, como
habría sido el caso si la Junta Militar aceptaba tener en cuenta los
“deseos de los isleños”, que era el objetivo perentorio e
irrenunciable “deseado” por el gobierno inglés de entonces.
Pero asesinar a 323 marinos innecesariamente, para imponer la
autodeterminación de 1.600 habitantes en una isla remota del Atlántico
Sur, suena algo descabellado. Máxime si detrás se mueven intereses
petroleros, como los representados por el seudo historiador Rice.
Imposible de sostener ante un tribunal internacional, y menos aún ante
la opinión pública mundial. Por esa razón, para que la idea fuerza
inglesa de la autodeterminación, no quedara definitivamente manchada
con la sangre de los 323 marinos argentinos, el Reino Unido recurrió a
la “desinformatzia” de procurar que no se conectaran de manera alguna
ambos eventos.
E incluso, con la intervención del petrolero y seudo historiador Rice,
precavidamente dieron vuelta a la interpretación lógica de esos
hechos. Llegando al extremo de sostener absurdamente, como Ud. y
Storani hacen, que ese crimen de guerra no fue para imponer los deseos
de los isleños, sino para imponer una guerra absurda. Y acá nuevamente
nos encontramos con una postura que parece boba, pero no es para nada
cándida. Porque casualmente ella preserva el argumento estratégico del
Reino Unido para retener las Malvinas y explotar su petróleo, centrado
exclusivamente en el derecho a la autodeterminación de los 1.600
isleños oriundos de allí.
La inquietante hipótesis que revierte toda la cuestión Claro está que
esa férrea e implacable decisión por parte del RU, de explotar a fondo
la oportunidad del inoportuno desembarco argentino en Malvinas, a los
efectos de dar vuelta la derrota diplomática en la ONU, llegando
incluso al hecho despiadado del Gral. Belgrano, lleva necesariamente a
cualquier mente inquieta a plantear una reinterpretación total de los
acontecimientos. Como en las novelas de crimen y misterio inglesas,
donde sobre el final se revela que el mayordomo extranjero, que era el
principal sospechoso, en realidad era inocente; y el autor del
horrible crimen era el noble y elegante dueño de la aristocrática
mansión en donde el crimen se perpetró.
Esa inclaudicable determinación del Reino Unido, de imponer a toda
costa los deseos de los isleños en sustitución de sus intereses, abre
el grave e inquietante interrogante, si el Reino Unido no habría
inducido de alguna manera a los integrantes de la Junta Militar a
ocupar militarmente las islas; para así poner en re discusión esa
cuestión esencial para poder retener las islas, que le había sido
negada por la ONU. Acorde con la definición de que la guerra o la
amenaza de hacerla, es la continuación de la diplomacia por otros
medios. Pero en el mundo moderno la amenaza de hacerla solo es legal,
cuando se ejerce en legítima defensa. Y para eso era indispensable
como paso previo, que los militares argentinos desembarcaran en las
islas.
Curiosamente su mismo diario se encargó de insinuar esta inquietante
hipótesis en la nota del día siguiente de su corresponsal en Londres,
María Laura Avignolo, “Como una mujer engañó a la Junta con el apoyo
de EE.UU. en la guerra” (30/12/12). En ella afirma que el embajador
inglés en EEUU, Nicholas Henderson (que como buen inglés parece ser un
zorro sembrando pistas falsas) tenía la sospecha de que EEUU había
alentado a la Junta Militar argentina a ocupar las islas. A través de
dos de sus altos funcionarios; la embajadora ante la ONU Jeane
Kirkpatrick, y el subsecretario de Estado para asuntos
Latinoamericanos, Thomas Enders.
La consultora estratégica Kissinger Associates Inc en el centro de la
trama Basaba sus sospechas en que casualmente Enders había visitado
Buenos Aires en Marzo de 1982, dos semanas antes de la ocupación
argentina. Oportunidad en la que habría hecho el famoso guiño del
“hands off”, que dio a entender a Galtierí que EEUU consentiría con la
recuperación de las islas. En trueque por los servicios prestados por
el Ejército argentino en la guerra sucia que EE.UU. practicaba en
Centro América.
Si su diario se hubiese animado a profundizar esa información, se
habría encontrado con unos datos elocuentes, públicos, y notorios, que
no se le puede escapar a ningún buen periodista. Consistente en que
Enders junto con Haig, eran socios en la “consultora estratégica”
Kissinger Associates Inc, cuya cabeza era nada menos que el ex
secretario de Estado Henry Kissinger.
Quién casualmente también visitó a Argentina a fines de 1981, a la par
que se producía la caída del Gral. Viola, y el encumbramiento del
Gral. Galtieri. Durante la cual mantuvo sugestivas y discretas
entrevistas con quienes iban a ser designados ministros poco después,
Roberto Alemann y Nicanor Costa Méndez, como si Kissinger contara con
información clarividente al respecto.
En especial respecto Costa Méndez, que fue señalado en el informe
Rattembach como el principal responsable de las erróneas decisiones
bélico diplomáticas que tomó poco después la Junta Militar. En el que
también se señalan los intereses petroleros que contaminaban a nuestro
“canciller de hierro” como presidente de la CGC (Compañía General de
Combustibles) vinculada con la Shell inglesa; e involucrada en al
affaire de la “nafta adulterada” que se desarrolló en forma paralela
al conflicto de Malvinas.
El canciller Carrington, el “tercer hombre” de la consultora Kissinger
La elocuencia de esos datos están lejos de acabar allí. Ya que el
tercer socio conspicuo de esa “consultora estratégica”, era nada menos
que el canciller Lord Carrington, ex secretario de Energía del Reino
Unido, y ex ejecutivo de la Shell – Royal Ducth. Quién renunció
inmediatamente después de la ocupación argentina de las islas, por
supuestamente no haberla previsto.
Pero no obstante poco después fue distinguido con las máximas
condecoraciones del Reino Unido, por los altos servicios prestados al
reino. Por esa razón no es gratuito el calificativo de “tercer
hombre”, que alude a la clásica película de misterio y espionaje
basada en un libro del inglés Grahan Greene, donde el personaje
central, no es ni hace, lo que parece ser y hacer.
Entre esos servicios de hacer o no hacer, parece destacarse esa fatal
imprevisión de Carrington. Que no obstante le permitió al Reino Unido
cambiar el statu quo de la región, al instalar en ella la Fortaleza
Malvinas. Y pasar a esgrimir decididamente el supuesto derecho a la
autodeterminación de los isleños, que había comenzado a insinuar
tímidamente a mediados de la década de los ´70, pese a las
resoluciones adversas de la ONU. A la par que ponía en explotación los
yacimientos petrolíferos del Mar del Norte, mediante efectuar la
inversión industrial más grande en su historia, lo que posibilitó al
Reino Unido detener su debacle como nación. Y simultáneamente que en
círculos especializados se comentaba que en Malvinas podían existir
reservas de petróleo nueve veces superiores a las del Mar del Norte.
Otro tanto sucedió con el embajador inglés en Argentina Anthony
Williams, que tampoco se percató de la inminencia de una ocupación
militar de las islas por parte de Argentina. Y no obstante poco
después fue honrado con el título de Sir, por los altos servicios
prestados ¿o no prestados? a su país. Pese que desde meses atrás el
diario La Prensa de Buenos Aires venía instando públicamente a dicha
recuperación, a través de las columnas del periodista español Iglesias
Rouco. A la par que el diario La Nación nos desayunaba el 2 de abril,
que a fines de febrero ya habían desembarcado en Argentina periodistas
ingleses, para cubrir esa “histórica” recuperación.
Las engañosas señales provenientes de Londres Como si esa trama
conspirativa no fuera suficiente para que Shakespeare escribiera una
tragedia, a ella se suman las falsas creencias que trajeron desde
Londres, el entonces comandante en Jefe de la Armada e integrante de
la Junta Militar, Jorge Anaya. Y su segundo, el jefe de Inteligencia
de la Armada y Comandante de la Flota de Mar, Walter Allara.
Ambos se habían desempeñado como agregados navales en Londres, y
habían admirado el desarrollo de la explotación hidrocarburífera en el
Mar del Norte. Y vuelto con el convencimiento de que el Reino Unido no
reaccionaría militarmente, si Argentina recuperaba por ese medio las
islas. Ya que solo le interesaba el petróleo, no la soberanía sobre
ellas. Y en consecuencia todo se podía arreglar con un módico canje,
de entrega de la explotación del petróleo, a cambio del reconocimiento
de la soberanía a favor de Argentina. Por eso junto con los
preparativos militares para ocupar las islas, comenzó a circular
públicamente una nueva ley de hidrocarburos que implícitamente
posibilitaba ese canje, de la que dio cuenta su diario por aquellos
días.
La creencia en este posible canje de petróleo por soberanía, se vio
oportunamente reforzada por el salvaje desguace de la flota de Su
Majestad, que anunció el ministro de Defensa inglés John Nott en 1981,
que preveía incluso el retiro del rompehielos Endurance de las islas
Malvinas. Lo cual fue discutido y confirmado públicamente en el
Parlamento inglés a principios de 1982. Al mismo tiempo que como en
una deliberada comedia de enredos, en Argentina se comenzaba a
desarrollar la planificación militar para recuperar las islas,
alentada por esa señal proveniente de Londres.
Ese plan de desguace nunca se llevó a cabo. Y acá de nuevo aparece la
explicación boba pero no cándida, de que el mismo se dejó de lado con
motivo de la agresión argentina. Deslizando incluso algunos analistas
la hipótesis de que marinos británicos habrían inducido a los marinos
argentinos encabezados por Anaya a invadir las islas, a los efectos de
tener un argumento para impedir ese desguace.
Como si el Reino Unido no fuera una potencia nuclear experta en
disuasión estratégica, que cuenta con una diplomacia con mil años de
historia, considerada la mejor del mundo. Y se tratara de una
república bananera parecida a la Argentina, donde cada fuerza armada o
corporación explota su quintita, sin consideración alguna por la de
los otros.
El incidente de las Georgias, el “Sarajevo del Atlántico Sur” Al plan
militar argentino de recuperación de las islas, hubo que anticiparlo y
ejecutarlo en forma absolutamente precipitada, con motivo del
incidente de los chatarreros en las islas Georgias. Generado por el
intransigente rechazo por parte del Reino Unido, a aceptar las
“tarjetas blancas” que les había entregado la cancillería, validas
para viajar a las Malvinas. Por ello el informe Rattembach denominó a
dicho incidente el “Sarajevo del Atlántico Sur”, aludiendo a los
acontecimientos en dicha ciudad balcánica que dieron origen a la
Primera Guerra Mundial.
Frente al cual, profundizando la comedia de enredos, el Reino Unido
hizo correr el trascendido del envió de submarinos nucleares y otras
fuerzas a Malvinas. Lo cual puso a la Junta Militar ante el dilema de
abandonar definitivamente sus planes de recuperación, o adelantarlos
apresuradamente.
Se generó así una sofisticada situación, propia de la inteligencia
moderna, en que primero se predispone al adversario con miras a que
tome una decisión. Y luego se crea una situación, para que esa
decisión se acometa y se haga irreversible, y se la lleve a cabo
improvisadamente en las peores circunstancias. Concretándose en el
caso de Malvinas en una oportunidad, que como lo expresó el informe
Rattembach, favoreció fundamentalmente al enemigo inglés.
Este rol de “agent provocateur” lo desempeñó el contrato firmado por
el chatarrero Davidoff con una firma de Edimburgo en 1979. Y cuya
ejecución en el terreno, nuevamente como una deliberada comedia de
enredos, se puso en marcha junto con los planes militares para
recuperar las islas en 1982.
La “desinformatzia” en la guerra de Malvinas En consecuencia diversos
analistas sostienen que el Reino Unido no recibió sorpresa estratégica
alguna, por la recuperación de las islas Malvinas por parte de
Argentina el 2 de abril de 1982. Sino que por contrario, los grandes
sorprendidos fueron los integrantes de la Junta Militar, ante la veloz
reacción militar y diplomática inglesa. Con el inmediato envío de la
Task Force, que parecía estar a la espera de la ocupación argentina. Y
con la resolución 502 que condenó a Argentina como país agresor,
legitimando así dicha reacción militar, a la que los integrantes de la
Junta Militar habían descartado totalmente.
De esa manera, tras la tardía llamada del presidente Reagan a
Galtieri, pidiéndole que desistiera de la ocupación, cuando la
operación ya era irreversible por haberse establecido el silencio de
radio previo a ella, comenzó desintegrarse el “cuadro de situación
absolutamente falso” que llevó a la Junta Militar a recuperar las
islas. En cuya creación no fueron ajenos los dos grandes diarios
argentinos, Clarín y La Nación, ayudados por su agencia DYN, que
casualmente habían puesto en funcionamiento pocos días antes.
Los cuales el 2 de abril y subsiguientes, se encargaron de euforizar a
la opinión pública interna por el logro de la recuperación. Obligando
así a la Junta Militar a cambiar su plan militar inicial de “ocupar
para negociar”, dejando para ello una mínima guarnición en las islas;
por el de “reforzar para defender y obligar a negociar”. Transformando
así el plan original en una “aventura militar”, tal como lo señaló el
informe Rattembach.
Es lamentable que entonces su diario Clarín no haya ejercido su
sentido crítico, y su función de contrapoder que ahora se arroja; para
impedir, o al menos hacer razonar respecto esa aventura militar. Y por
contrario lo que hizo objetivamente, fue instarla para que se
concretara.
La inesperada sorpresa estratégica en el curso de la guerra En
consecuencia los integrantes de la Junta Militar se vieron obligados a
improvisar planes de defensa de las islas, que nunca habían estado
dentro de sus cálculos de probabilidades. De esa manera la sorpresa
táctica o estratégica que entorpeció duramente los planes de
recuperación ingleses, no la dio el desembarco argentino en las islas,
sino la aviación argentina que intentó impedir el desembarco inglés en
las islas, jugándose al límite de sus posibilidades, con gran
sacrificio de vidas y máquinas. Gesta que es más reconocida en el
mundo entero que en Argentina, por la acción de los grandes medios que
como Clarín, la silenciaron obstinadamente.
Y en esa gesta, nuevamente brilló la previsora astucia británica, cuya
industria bélica nos proveyó de artilugios de dudosa calibración. Que
en vez de funcionar como bombas, lo hacían como cascotes lanzados por
catapultas, propios de guerras medievales. Lo mismo pasó con los
modernos torpedos filoguiados que iban para cualquier lado, porque sus
hilos se cortaban. Los cuales sugestivamente fueron desechados por el
capitán del submarino atómico Conqueror para hundir al Belgrano, por
su baja fiabilidad.
Según algunos analistas, si esos artilugios hubiesen funcionado como
debían, podrían haber cambiado el curso de la guerra, u obligado a una
salida diplomática que no estaba dentro de las previsiones del Reino
Unido. Pero a muy pocos países se le ocurre hacer la guerra, fiándose
de las armas provistas por el enemigo.
La mediación de Haig, el socio de Enders, Carrington, y Kissinger La
desintegración de los planes originales llevó también a la Junta
Militar a arrojarse a los brazos de la mediación de Haig, el socio de
Kissinger, Carrington, y Enders, como única tabla de salvación. Quién
a ultranza de una u otra manera, exigió el reconocimiento de los
deseos de los isleños, para ponerle un THE END definitivo al conflicto
a favor del Reino Unido. En su total extravío, debe reconocerse que
los integrantes de la Junta Militar tuvieron la entereza de no
reconocer esos “deseos”, a costa de su fracaso personal y profesional;
cuando hoy hay varios políticos, comunicadores sociales, y fuerzas
vivas, estarían deseosos de hacerlo.
Se impuso así nuevamente el aserto del estratega chino Sun Tzu, que
hace 2.500 años dijo que la guerra es el arte del engaño. O en
términos modernos, el arte de la “desinformatzia”. La misma que usted
y su diario practican a diario respecto temas cruciales de los
argentinos. Entre ellos el conflicto de Malvinas, con una permanente
cobertura pedestre y ramplona del mismo, sin dar lugar a otras
visiones alternativas más profundas e inquisitivas.
Y en su caso personal, Sr. secretario de Redacción, esto no es una
ninguna novedad, ya que es la misma “desinfortmatzia” que practicó en
su libro “Malvinas, la trama secreta”, de coautoría con Eduardo Van
der Koy y Oscar Cardoso. Con el cual hace treinta años, inmediatamente
después del conflicto bélico de 1982, descargaron una feroz avalancha
de mugre carente de matices, en contra de la postura argentina, dando
origen a la campaña de desinformatzia y desmalvinización que hasta hoy
se puede ver en su diario. Cuya primera edición en 1983, suscitó la
observación por parte de algunos críticos, tanto favorables como
desfavorables, que parecía sugestivamente haber sido escrito en
inglés, y traducido luego al español.
Un toque de confusión ante los problemas argentinos De tal manera, el
lema que acompaña al logo del grupo CLARIN “un toque de atención para
la solución argentina de los problemas argentinos”, debería ser
sustituido por el de “un toque de confusión para la solución no
argentina de los problemas argentinos”. Y no solamente el de Malvinas,
dado que lo mismo puede decirse con solo recorrer las anteriores
ediciones de su diario, respecto otros graves problemas que afligieron
al país.
Como la guerra sucia, el conato de guerra con Chile, la cuestión
minera, energética, y financiera, la deuda externa, la
convertibilidad, las privatizaciones, la desindustrialización, la
corrupción, etc. En los que no solo fue cómplice, sino incluso
beneficiario en algunos de esos asuntos que tanto daño hicieron al
país. Como por ejemplo, los casos de Papel Prensa, la privatización de
los canales radiotelevisivos, o el traspaso de la tenencia de acciones
de CLARIN que detentaba Goldmand Sachs a las AFJP, fraudulentamente
sobrevaluadas en directo perjuicio de los fondos jubilatorios.
Solo recientemente, con motivo de la pelea a matar o morir entablada
con el kirchnerismo, ha dejado de lado esa patina de confusión en
relación a algunos temas, como es el de la corrupción del gobierno.
Luego del largo connubio que mantuvo con este, que le permitió ganar
las elecciones del 2003 hasta el 2007. A cambio de sucesivos favores
gubernamentales, como la ley de protección de industrias culturales en
el 2003; la prórroga de las licencias de radiotelevisión, y la
fraudulenta emisión accionaria que absorbieron las AFJP en el 2005; la
fusión de Multicanal y Cablevisión en el 2007, etc.
Durante todo ese periplo el grupo CLARIN ignoró enteramente su función
de contrapoder, al que ahora trata de levantar como emblema poco
creíble a la luz de la historia reciente. Como si recién descubriera
la pólvora, aunque la sigue usando como si estuviera mojada en
relación a determinados asuntos críticos.
Clarín, el azote de Dios, y el nuevo “relato” Ante esta
“desinformatzia” inveterada practicada por el grupo CLARIN, el
kirchnerismo parece ser el Atila moderno, o azote de Dios. O sea el
instrumento destinado a castigarlo con su disolución, conforme parece
avizorase con la ley de medios, y los fallos de la justicia referidos
a ella. Aunque es claro que no lo hace para erradicar la
desinformatzia en Argentina, sino solo para instalar la suya. Para
cambiar la “desinformatzia” Kirsch-baum, por la Kirch-ners, que en el
imaginario de estos se llama “el relato”.
El que seguramente también impedirá que se discuta una visión
alternativa respecto Malvinas como la que expongo, dado que está
tratando de hacer el mismo canje espurio que intentó la Junta Militar,
solo que en un nivel aún más rebajado. En vez de trocar petróleo por
soberanía, solo pretende ahora trocar petróleo por conversaciones
sobre soberanía. Habiendo acomodado la legislación a ese efecto, con
la fijación de los límites de la provincia de Tierra del Fuego, que
abarca ahora desde el Polo Sur hasta la zona en disputa. Y la cesión a
esta provincia con el fideicomiso Austral, de las regalías
petrolíferas en la zona en disputa, en forma parecida al intento de
la Junta Militar.
Y casualmente el grupo CLARIN, pese ejercer el contrapoder del que se
jacta, no dijo una palabra respecto este espurio envite del gobierno
con el Reino Unido, pese la existencia de documentos públicos que lo
acreditan. Mostrando así que entre la “desinformatzia” Kirsch-baun y
el “relato” Kirch-ner, existen zonas comunes compartidas, en las que
de algunos temas no se habla para nada.
Pero la historia de la humanidad enseña que las exageraciones,
ambiciones, y pugnas de los poderosos que detentan el poder
constituido -que hoy vemos entre la “desinformatzia” Kirsch-baun, y el
“relato” Kirch-ner- muchas veces abre paso dialécticamente a nuevos
poderes a constituirse, modificándose así las estructuras enquistadas.
Ojalá que sea así para el bien de Argentina en este nuevo año que
recién comienza, haciendo votos para que se extingan las
“desinfortmazias” y los “relatos”, y comience a brillar la verdad,
aunque sea en minúsculas.
Lo saludo
Javier Llorens
3-1-13 al cumplirse 180 años de la ocupación inglesa de Malvinas