Barbanegra
Colaborador
La República Centroafricana, un país olvidado al borde del genocidio
En la misma localidad, junto a la mezquita, se repite la escena, pero los congregados allí son musulmanes que también temen por su existencia. Tienen razones para ello: ambos bandos llevan semanas matándose a machete sin que nadie hasta ahora haya hecho nada por evitarlo. Los informes de Human Right Watch y Amnistía Internacional, hablan ya de "masacres".
República Centroafricana no sólo es, según 'Forbes International', el país más triste del mundo. Es a su vez el segundo más pobre del planeta y uno de los más violentos y olvidados.
Pese a encontrarse en el kilómetro cero del continente y de contar con enormes reservas de oro, diamantes y uranio sus noticias suelen ignorarse, a pesar de que los titulares ya carguen con una palabra maldita: 'genocidio'. Sobre todo cuando esa palabra significa ese delito que comprende actos perpetrados para destruir un grupo nacional, étnico, racial o religioso.
Recuerda a Ruanda
Es el término que utilizó Adama Dieng, asesor de Naciones Unidas para la prevención de los genocidios, sobre la situación actual del país ante los 15 miembros del Consejo de Seguridad en Nueva York. Curiosamente, su discurso sólo tuvo eco en el representante de Ruanda: "Lo que está sucediendo allí me recuerda mucho a lo que nos pasó a nosotros en 1994".
¿Y qué está sucediendo sobre el terreno? El pasado otoño el Gobierno y algunas organizaciones intentaron desarmar a cinco grupos rebeldes en el norte del país. Cerca de Batangafo, casi en la frontera con Chad, los soldados entregaban sus 'kalashnikovs' a cambio de 30 dólares cada uno.
En otra aldea cercana esos mismos soldados compraban otros tres por 10 dólares. Se cocinaba así la rebelión conocida después como Seleka (que significa 'alianza' en sango, el idioma local) que acabó tomando el poder el pasado marzo y expulsando a su presidente, François Bozize, exiliado en Camerún.
El problema es que esa rebelión de unos 15.000 milicianos locales, como cuenta José Carlos Rodríguez Soto, de la misión de Naciones Unidas, estaba apoyada por miles de soldados de fortuna extranjeros: "Los milicianos de la Seleka son, en su mayoría musulmanes del Norte, una zona donde la gente se ha sentido marginada durante décadas, aunque muchos de ellos son también mercenarios de Chad y de Darfur (Sudán) que sólo obedecen a sus jefes más inmediatos y que matan, violan, torturan y saquean con toda impunidad".
Cuando cayó la capital, el caos se apoderó de las calles, que siguen sin dueño. En Bangui, una de las ciudades más tranquilas y seguras de África hace unos meses, hubo decenas de ejecuciones a sangre fría en las aceras, torturas y violaciones a plena luz del día. Sus habitantes, hartos de estar hartos, se refugiaron en la pista del aeropuerto, el lugar más seguro de la ciudad, defendido por 400 gendarmes franceses.
El Gobierno de Bozize, con su policía y su ejército, cayó en pocos días, y con ello la autoridad. Para llenar ese vacío, "en las áreas rurales han surgido grupos armados con armas de fuego artesanales y a veces arcos y flechas llamados antibalaka (antimachetes)", como cuenta la periodista Lali Cambra, que acaba de recorrer el país con Médicos Sin Fronteras.
Su descripción incluye aldeas arrasadas por el fuego, muertos en las calles e incontables heridos de bala y arma blanca en los hospitales, que están desabastecidos. "El problema no es sólo lo que vemos sino lo que no vemos. Hay cientos de miles de personas escondidas en la selva, desnutridas y con altas posibilidades de contraer malaria. Si no conseguimos llegar hasta ellas, muchas morirán", dice Cambra.
Médicos Sin Fronteras es hoy la única organización con estructuras capaces de improvisar un mínimo sistema de salud, ya que el del Gobierno es casi inexistente. Naciones Unidas estima que dos millones de personas necesitan ayuda urgente.
Por su ubicación en el corazón del continente, República Centroafricana marca la frontera entre el África musulmana del norte y el África negra y cristiana del sur. La relación entre ambas comunidades siempre ha sido delicada y esta guerra no ayuda.
La rebelión Seleka
Los musulmanes de la Seleka invadieron el sur del país y los cristianos se han armado para atacar, a su vez, a ese 10% de musulmanes que ya vivía en el país antes de la rebelión. Hoy, con los líderes militares manipulando a una población en la que sólo la mitad sabe leer y escribir, la situación no es de guerra civil, sino algo peor: de guerra de religión. Y mientras tanto, hay casi medio millón de desplazados por el conflicto mientras las tropas de paz (3.600 cascos azules prometidos) ni están ni, por el momento, se las espera.
El actual presidente, Michel Djotodia, se ha comprometido a controlar a su propio ejército, aunque es incapaz, y ha acabado firmando un manifiesto junto a las ONG internacionales y la sociedad civil en contra de los desmanes de esos mismos soldados.
Juan José Aguirre, el carismático misionero y obispo de Bangassou, asegura que "República Centroafricana es hoy un país a la deriva, con toda su población atrapada como en un campo de concentración".
Los problemas de República Centroafricana no terminan ahí. Joseph Kony, el señor de la guerra más buscado del mundo, secuestrador de niños y violador de mujeres, ha vuelto a atacar esta semana aldeas en la zona este del país, frontera con Sudán del Sur, al frente de su infame Ejército de Resistencia del Señor. Por si la población ya no sufría lo suficiente.
http://www.elmundo.es/internacional/2013/11/10/527f6ebe6843418c058b456b.html