Y las sanciones?
Brunner dijo:Che bocon,,poque no te metes en un caldero, de das un baño y te tomas la sopa??? Moderadores poner cacdado a esto y expulsar bocudo anti-argentino...poprque me huele que esta es otra de las apariciones del tipo de las mil ersonalidades..Yuicaste.. l
Finback dijo:Y las sanciones?
Que pretendia con todo esto Humalla?pasar a Chile y ahi que hacer?que se penso q pasando el Hito 1 se instalaria ahi?Real dijo:Ok , retomemoslo, una nota hace poco salida en el Mercurio...
saludos
Ni hablemos de la guita que sale de los bolsillos de los administradores y moderadores para que el foro siga en el aire.PythonV dijo:Yamamoto, el amigo Snake no recibe sueldo alguno aqui en el foro, su labor y su tiempo el lo regala, por lo tanto merece nuestro agradecimiento.
cristian rodrigo iribarren dijo:vuelvan al tema origina muchachos.
Finback dijo:Python, ¿pero los peruanos saben que clase de periódico es La Razón? ¿o le siguen la corriente?
http://www.larazon.com.pe/online/indice.asp?tfi=LROpinion01&td=07&tm=04&ta=2007
Argentina: la gran ganadora
Francisco Chirinos Soto
En un enjundioso artículo en que, una vez más, acredita su caudalosa cultura, el embajador Antonio Belaúnde Moreyra acaba de extraer una novedosa conclusión respecto de la guerra que en el año 1879 y siguientes enfrentó a Chile con el Perú y Bolivia. La gran ganadora de ese conflicto, sin haber sido potencia beligerante ni haber disparado un solo tiro, fue la República Argentina, porque aseguró para su territorio y para su soberanía la rica y extensa región de la Patagonia, respecto de la cual Chile tenía una reclamación que se apoyaba en sólidas reglas que sirvieron para definir las fronteras entre las naciones hispanoamericanas que adquirieron su independencia a comienzos del siglo XIX.
"Para hacernos la guerra –dice Belaúnde en el artículo publicado la semana pasada en Caretas–, Chile renunció a lo que era suyo, según el principio del Uti Possidetis Juris 1810: la Patagonia". Con relación a este tema, Raúl Porras Barrenechea explica que al constituirse en naciones independientes las colonias de España, adoptaron para la fijación de sus límites el principio del Uti Possidetis de 1810, año en que comenzaron los movimientos revolucionarios en América. Según esa regla, los nuevos estados incorporaban a sus territorios las provincias o regiones que habían formado parte de los territorios coloniales –virreynatos o capitanías generales– a las alturas de 1810. El propio Porras precisa que el Uti Possidetis se apoyaba en reales cédulas o documentos oficiales expedidos por el gobierno de la metrópoli. Se trataba, pues, de un Uti Possidetis de Derecho o Uti Possidetis Juris, como lo describe Belaúnde.
Los tratados defensivos
La década de los años setenta en el siglo XIX fue complicada y difícil en América del Sur, particularmente entre Perú, Bolivia, Chile y Argentina, no obstante que en el decenio precedente Ecuador, Perú, Bolivia y Chile habían formado una sólida y exitosa alianza para repeler lo que pareció una tentativa agónica de España para recuperar su dominio colonial.
Las cosas andaban mal en los setenta. Chile reclamaba a Argentina la titularidad de la Patagonia y se apoyaba en documentos que servían para acreditar el Uti Possidetis de Jure. Chile, por el norte, tenía problemas con Bolivia, por la explotación del salitre entre los paralelos 23º y 25º, en territorio boliviano, pero por empresarios chilenos. En el Perú se percibía las ansias expansionistas de Chile, desde que este país enviara dos expediciones contra nuestro territorio para enfrentar a la Confederación Perú–Boliviana, cuarenta años atrás. Chile estaba, no cabe duda, en el centro de la tormenta y sus ambiciones se dirigían hacia el Norte, contra Perú y Bolivia, y hacia el Este, contra Argentina. De ahí que por un elemental sentido de conservación y defensa, estos tres países buscaran entenderse a través de una alianza militar defensiva que disuadiera a Chile de cualquier ilusión conquistadora.
Perú y Bolivia se aproximaron en orden a ese propósito y tras breves negociaciones, pudieron firmar un tratado defensivo en febrero de 1873, que los Congresos de ambos países aprobaron rápidamente. Quedaba pendiente la adhesión de Argentina. El Ejecutivo de ese país se incorporó a la alianza y a las pocas semanas la Cámara de Diputados extendió su aprobación. El problema vino cuando debió pronunciarse el Senado, cuya mayoría era adversa al Presidente Domingo Faustino Sarmiento. Fue entonces que dicha cámara acordó diferir la aprobación, la cual no llegó a producirse. El tratado quedó como bipartito entre Perú y Bolivia.
Debe consignarse también que Argentina y Bolivia tenían también por entonces problemas fronterizos no resueltos y que esa pudo haber sido la causa –o una de las causas– por las cuales no se completó la Triple Alianza.
“Mis dos acorazados”
Chile había mandado construir en Inglaterra dos modernos acorazados –el Cochrane y en Blanco Encalada– cuya llegada preocupó gravemente a los círculos políticos y a la opinión pública de nuestro país. Se habló de la necesidad de contratar de inmediato construcciones navales similares o superiores. El erario, como de costumbre, estaba en la inopia. De aquí data el episodio que se atribuye al Presidente Manuel Pardo y que relata en su Historia General del Perú el padre Rubén Vargas Ugarte: "El Perú tiene dos magníficos acorazados, que son sus aliados Argentina y Bolivia". Como queda explicado, jamás tuvimos esos dos acorazados.
Lo que resulta verdaderamente inexplicable es que años después, en 1875 y 1878, el Perú rehuyó peticiones casi angustiosas de Argentina para firmar el tratado. La situación entre Chile y Argentina se había puesto muy tensa y se temía que la guerra estaba a la vuelta de la esquina. Nuestro gobierno, entonces, optó por una posición neutral, para asumir después el papel de mediador.
Acuerdo bajo la mesa
Aquí viene lo que probablemente fue un acuerdo entre Chile y Argentina para dar por terminado su conflicto con la renuncia a las pretensiones chilenas sobre la Patagonia, a cambio de tener las manos libres y la espalda cubierta para su ataque a Bolivia y al Perú. Por eso es que el general Julio Argentino Roca, primero ministro de Guerra y después Presidente de Argentina, se lanzó a sangre y fuego a la ocupación de la Patagonia, cuya población aborigen fue virtualmente eliminada. Chile, que hasta entonces reivindicaba la Patagonia como propia, no dijo una palabra, pues estaba demasiado ocupado en la invasión de Bolivia y el Perú.
Fue el propio general Roca quien, como Presidente, firmó acuerdos fronterizos con Chile, algunos años después, los que significaron la pérdida definitiva de la Patagonia para los chilenos. La simbólica victoria diplomática del Canal de Beagle, lograda hace pocos años por Chile –que le dio acceso a unas cuantas pulgadas al Atlántico– no hace más que ratificar la titularidad que Chile tenía, por vía del Uti Possidetis de 1810, sobre la Patagonia –decenas de miles de kilómetros cuadrados que incluyen, nada menos, que a San Carlos de Bariloche–. A todo eso había renunciado Chile, pese a la legitimidad de los títulos invocados, precisamente dentro del marco jurídico del Uti Possidetis Juris de 1810.
Se dio, ciertamente, una doble paradoja. Chile renuncia a territorio a cuya reivindicación tenía derecho y que, con el correr de los años, se convirtieron en una gran fuente de riqueza. Y lo hizo para estar en condiciones de arrebatar, sin título ni derecho alguno, territorios que jamás le pertenecieron y que, cotejados económicamente con la Patagonia, resultan de valor enormemente inferior.
Chile pudo haber sido, como es Colombia, una potencia bioceánica, pero renunció a la Patagonia, como queda dicho. Tan cierto es que Argentina abrigaba serias dudas de su propia soberanía sobre ese territorio, que precisamente hasta 1879 –año en que Chile nos declaró la guerra– no la había ocupado. Fue, entonces, la luz verde que Chile dio a Argentina y al general Roca la que determinó la invasión que éste llevó adelante. Años después, los acuerdos se plasmaron en documentos internacionales que consagraron a perpetuidad el derecho de Argentina sobre la Patagonia.
Flor de Negocio
Flor de negocio hizo, ciertamente, Argentina. La Guerra del Pacífico la convirtió en dueña de la Patagonia, sin haber combatido en ella ni haber disparado un solo tiro de fusil. Flor de negocio pueden decir, en sus tertulias de café en el hermoso centro de Buenos Aires, nuestros amigos argentinos.
El límite marítimo
El artículo de Antonio Belaúnde Moreyra se ocupa, además, del delicado problema de nuestra delimitación fronteriza con Chile, en lo que al dominio marítimo se refiere. Y recomienda tratar el asunto con la serenidad y la prudencia que son aconsejables en un asunto de tanta importancia. A propósito, debemos confiar en que la Cancillería tome consejo de personas tan ilustradas, precisamente, como el Embajador Belaúnde Moreyra.
Real dijo:Esa manga de weones de la Razon sin nosotros se mueren de hambre..esta es la portada de hoy....
Hay que destacar que la mayoria de los medios peruanos son mucho mas serios al momento de tratar la relacion bilateral, que ese pasquin de cuarta.
saludos