Wolf dijo:Chicho, como mod te digo que aca nadie te va a echar por discutir, el tema son las formas, si es dentro del respeto no va a haber ningun problema.
Saludos
ya que lo dices dare mi opinion sobre el tema de este post
Las relaciones peruano chilenas siempre fueron difíciles tirantes llena de hipocresía de ambas partes, la herida esta ahí casi intacta si, no quiero generalizar pero nos “odiamos mutua y sistemáticamente”
Si, a mucha gente ya le incomoda las inversiones chilenas en diferentes rublos bancos farmacia etc. Para mi esa inversión es buena da trabajo pero todo exceso es malo y no me agrada el monopolio. Que empresas chilenas copen el transporte marítimo de carga y maneje los puerto. estoy de acuerdo que el estado tome las acciones convenientes y cuidemos nuestra seguridad y a esto chile no debe de sentirse atacados ellos harían lo mismo
La inversión chilena en el Perú esta en algo de cinco mil millones de dólares y los esta invirtiendo acá por que económicamente la economía peruana esta en crecimiento y es rentable creo y somos el primero o uno de los primeros países con mayor crecimiento a nivel de Latinoamérica no lo se pero no veo a corto ni mediando plazo chile y Perú puedan tener unas buenas relaciones .,
Para que tengan alguna noción esto escribe un periodista sobre las relaciones peruano chilenas y la delimitacion marítima
Chile insiste en considerar su zarpazo fronterizo como vigente. Ayer, El Mercurio señalaba que la delimitación chilena del mar “es la misma que hizo Chile ante Naciones Unidas por la Convención del Mar en 2002, y que se repite en la Ley de Pesca de Chile de 1991”.
Y por eso la cancillería chilena ha sido “enfática” –el adjetivo es de El Mercurio– “en señalar que el fallo ‘no afecta’ la definición y posición jurídica invariable de Chile respecto de los límites terrestre y marítimo con el Perú, refrendados por diversos tratados internacionales plenamente vigentes” –la cita completa es del mismo diario chileno–.
Es decir, lo único que ha hecho el Tribunal Constitucional de Chile ha sido señalar que el proyecto de creación de la región Arica y Parinacota no guarda “relación directa con las ideas matrices o fundamentales del proyecto original del Ejecutivo sobre la materia” (inciso segundo del artículo primero de la resolución del TC de Chile).
Ni en el dictamen del TC ni en las referencias de la cancillería chilena ni en la crónica de El Mercurio se hace alusión alguna al único tratado citable, a la fuente indiscutible y primordial de todo derecho fronterizo entre Perú y Chile: el tratado de 1929, que rindió Arica a la soberanía de Chile después de la infame política de erradicación de lo peruano ejercida por Chile en la provincia cautiva y la devolución de Tacna a la vitalicia y sin recortes soberanía del Perú.
Eso es lo que Chile está desconociendo. Por eso se ha armado como se ha armado. Por eso ha exhibido su musculatura militar cada vez que ha podido. Por eso está pensando rematarle a nuestro vecino Ecuador, y a precio bobo, los aviones Mirage que hoy le sobran dado su inmenso poderío aéreo. Por eso se ha encargado de roer Torre Tagle hasta dejarla como está: en manos de un lelo que recibe órdenes de un conspicuo ignorante en materia de relaciones históricas con Chile.
La situación es de cuidado. En la misma crónica de El Mercurio que hemos citado el diputado derechista de la UDI Iván Moreira dijo poco menos que para qué crearse problemas si todo está claro con la ley de Pesca de 1991, jamás vetada por el Tribunal Constitucional de Chile.
“Dicha ley establece en su artículo 25 –recuerda El Mercurio– que parte del mar presencial (de Chile) se prolonga desde el paralelo del hito Nº 1 de la línea fronteriza internacional que separa Chile y Perú, hasta el polo sur, similar a lo que fija la ley de creación de la XV Región, que también toma el hito Nº1 como una de sus referencias. “¿Por qué esta ley no fue declarada inconstitucional si se están fijando límites? Claramente es una contradicción”, señaló el parlamentario
Hasta aquí la cita de El Mercurio.
¿Alguien puede dudar de que se vienen tiempos duros en nuestras relaciones con el enemigo ancestral y siempre renovado del Perú?
¿Cómo puede el doctor García, jefe del gobierno más prochileno de la historia, decir que con el dictamen del TC chileno todo está resuelto?
Chile ha olido, otra vez, debilidad, masoquismo, sobras de cobardía en el Perú. Su respuesta es confirmar que modifica la frontera marítima y avisarnos que llevará ese trazado a tierra firme en el momento que lo considere adecuado.
Chile desconoció el Tratado de Ancón, que estableció la realización, diez años después de su firma, de un plebiscito para determinar la nacionalidad definitiva de Tacna y Arica. Desconoció también la contemplada figura del arbitraje, al que se negó de mil maneras. Y desconoció los derechos humanos de los peruanos en Arica y Tacna, a los que maltrató despojándolos de todos sus derechos ciudadanos.
Cuando llegó 1893, año del plebiscito fijado en 1883, Chile sostuvo que el espíritu del Tratado de Ancón era otro. Y se quedó con Tacna y Arica hasta 1929. En 1882, en la cámara de diputados de Chile, el canciller Balmaceda dijo: “Razones históricas, legendarias, geográficas e industriales, hacían necesario llevar la guerra a su último término. En el litoral del Pacífico de la América del Sur no hay sino dos centros de acción y progreso: Lima y Callao; Santiago y Valparaíso. Es necesario que uno de esos centros sucumba para que el otro se levante. Por nuestra parte necesitamos a Tarapacá como fuente de riquezas y a Arica como punto avanzado en la costa”(
Punto avanzado en la costa. Fijarse en el término.
En 1872 Chile auspició la revolución del boliviano Quintín Quevedo bajo la promesa de que, si triunfaba, cedería a los chilenos Atacama, a cambio de lo cual Chile respaldaría a Bolivia para que ésta tomara por las armas el litoral peruano de Iquique y Arica(2).
Desesperado ante las artimañas tenebrosas de la diplomacia de Chile, en su libro de 1919 Nuestra cuestión con Chile, Víctor Andrés Belaúnde, ilustre ascendiente del actual ministro de relaciones exteriores, escribió: “…Quiere la América… resolver el problema del Pacífico, que durante treinta y cinco años ha perturbado la paz continental y la continuará perturbando si Chile no es obligado a cambiar su inveterada actitud de pueblo delincuente”.
El doctor García ha nombrado a un amigo casi chileno como embajador del Perú en Santiago y a un canciller casi global para dirigir, con él, la política exterior. Cuando surge de la más invicta ignorancia, como es el caso del doctor García, la incompetencia en asuntos exteriores puede tener atenuantes. Cuando esa incompetencia surge de una enterada debilidad que no honra a sus ancestros, como es el caso del señor canciller, el asunto puede tener visos de traición.
Los 28,000 kilómetros cuadrados que serán en La Haya materia de disputa los ha disfrutado Chile de facto desde que ganó la guerra del salitre y el guano, contando para esa victoria con la ineptitud y cobardía de los bolivianos y la minuciosa traición de los argentinos.
Así que no sé por qué tanta alharaca patriótica con esto del doctor Alan García hablándole al Congreso con cara de Bush al día siguiente del 11 de septiembre. Porque Chile ha sido, de hecho, el dueño de ese mar que el Perú reclama.
Lo que pasa es que el año 2000 Chile, prepotente como siempre, quiso hacer de derecho lo había tomado de hecho. Y en seguida, en pleno gobierno de Paniagua, inventó el incidente de la caseta movida de lugar. Se basaba Chile en que el Perú no habría de reclamar nada, habida cuenta de la conducta de Torre Tagle en 1999.
En efecto, en 1999 el archipodrido nipón que decía gobernar el Perú –y que contaba con el vasto lumpen político doméstico- firmó con Chile un acuerdo de ejecución de lo que había quedado pendiente del tratado de 1929. Fue un acuerdo absolutamente prochileno, que aquí la gran prensa engavetó rápidamente y que el Congreso, contaminado por los Siuras y Medelius, ni siquiera examinó. Gracias a él es que el Perú no cuenta todavía ni con el muelle ni con la línea férrea que debía llegar servida a Arica ni con la estación ni con la servidumbre sobre toda esa área, tal como lo estableció el acuerdo de 1929 por el cual tuvimos que renunciar a Arica para recuperar Tacna.
Chile estaba convencido de que el excrementicio fujimorismo iba a gobernar al Perú otra década –lo que hubiera sido una gran suerte para ellos: Fujimori era el Melgarejo peruano del siglo XX-, así que dio un paso adelante llevando su cartografía ante las Naciones Unidas el año 2000. Cuando el Perú desratizado de Paniagua se enfrentó a la audacia de Chile, lo hizo con Manuel Rodríguez Cuadros al frente. Chile sintió la diferencia cuando Rodríguez Cuadros le envió a Soledad Alvear, la canciller, una propuesta de negociación y le dio un plazo de sesenta días para responder. La Alvear ni contestó el asunto de fondo. Era lo que necesita el Perú para argumentar que se había agotado la vía bilateral. Y es que Rodríguez Cuadros y su equipo habían descubierto que el Pacto de Bogotá le permitía al Perú llevar el diferendo marítimo a La Haya. Era la carta bajo la manga que Chile no se esperaba.
Cuando el asunto estaba por terminar en La Haya vino el cambio de gobierno de Alan García, el presidente electo, mandó decir que se hiciera nada porque él podría desautorizar todo. Al comienzo de su régimen, tanto García como su canciller, José García Belaúnde, dijeron que el diferendo marítimo con Chile no tenía prioridad en la agenda peruana. Y todo habría seguido así, con Torre Tagle bailando la cueca de la Bachelet, si Chile no comete otro error surgido de su arrogancia: la creación el 8 de octubre de 2007 –fecha sensible para el Perú- de la región Parinacota-Arica, la decimoquinta región chilena que incluía explícitamente el mar sustraído al Perú. Ya era demasiado hasta para el prochileno Alan García.
Y fue demasiado hasta para los militares que se habían arrastrado en el fango de Fujimori y habían aceptado el agravio nauseabundo de Tiwinza, un regalo que solo pudieron perpetrar el hombre que sería, pocos años después, candidato a senador por el Japón y el ladrón uniformado que dirigía por aquel entonces al ejército de Bolognesi. Chile dice que no hay nada que resolver porque, en efecto, desde 1881 disfruta del pedazo de mar que hoy le reclaman. Y porque lo seguiría haciendo, en silencio, si no hubiese querido convertir en usufructuo de derecho lo era puro botín carroñero de su victoria. Un García desganado ha tenido que ir a La Haya. Lo más optimista es imaginar que el Perú conseguirá, después de varios años, la mitad de lo que pide: 14,000 kilómetros cuadrados de mar. Mientras tanto, se habla de patriotismo y unidad nacional.
Pero es Chile el que se arma y el que cada día adquiere más protagonismo en la economía del Perú (un calco de su papel en el siglo XIX). Y esto último es mucho más importante que unos fondos marinos que se habían dejado de ser nuestros desde la inmolación de Miguel Grau. Pero de esto casi nadie quiere hablar.
claro estoy de acuerdo en buena parte de lo que escribe.