Los ejercicios navales de gran envergadura “El Gran Profeta”, realizados por Irán, han provocado una amplia resonancia en el mundo.
Por Piotr Goncharov - RIA Novosti
En el contexto de incesantes suposiciones de que EE UU pueda intervenir militarmente en Irán, muchos expertos los han enfocado como demostración por Teherán de su decisión basada en un poderío militar real. Pero otros los interpretaron como lo de hacer pasar lo apetecido por lo real, o como un bluff común y corriente.
Según lo comentaron los medios noticiosos iranios, durante los ejercicios fueron probadas unas armas que no tienen análogas en el mundo. Se realizó exitosamente, por ejemplo, el lanzamiento del misil antiaéreo “Misag 1”, que está provisto de un sistema de guiado térmico y se caracteriza por altas velocidad y capacidad de maniobrar, así como el del misil “Kousar”, de la clase tierra-mar y alcance corto y mediano, dotado de sistemas de búsqueda y guiado a distancia, al cual no pueden afectar los medios de lucha radioelectrónica. Además, fue probado un hidroplaneador, o “buque volante”, capaz de desplazarse a baja altura sobre la superficie acuática, desarrollando la velocidad de hasta 100 nudos marítimos por hora.
Se lanzó el nuevo misil balístico “Fajr 3”, invisible para los radares del adversario, y se ensayó el torpedo superveloz “Hut”, de hasta 100 metros por segundo en el agua.
O sea que Irán le ha dado a entender al mundo que se está preparado para librar guerra y que “el más mínimo atentado contra los intereses de Irán en el Golfo Pérsico será rechazado decididamente desde agua, por debajo de ésta, desde aire, islas y costa”.
Irán está demostrando que controla de lleno el sector del Golfo Pérsico por el que se acarrea el 80% del petróleo que se extrae en la región, es decir el estrecho de Ormuz.
Los principales contrincantes de Irán – EE UU e Israel – han mostrado bastante escepticismo frente a esa demostración de la fuerza. Se trata de un bluff y una exageración por Irán de sus capacidades combativas en vista de la amenaza de aplicación de sanciones por el Consejo de seguridad de la ONu, afirman ellos. En ello hay su lógica, especialmente si comparamos el poderío militar demostrado por Irán y las capacidades que poseen 6 grupos navales de portaaviones de EE UU, 4 de los cuales tienen su base directamente en el golfo Pérsico y otros 2, en la costa sur del mar Mediterráneo. En cada uno de esos grupos hay un portaviones que lleva a su bordo de 80 a 90 aparatos modernos, contra los 360 aviones obsoletos de que dispone la Fuerza Aérea de Irán, el estado técnico de un 40-60% de los cuales deja qué desear, según expertos.
Tal correlación de fuerzas le garantiza al Pentágono el dominio en el aire tanto en el golfo Pérsico como en toda la región (lo mismo sucedía durante la campaña de Iraq). No cabe duda alguna de que la aviación de EE UU no hará caso omiso a ninguna embarcación indeseable o sospechosa en el estrecho de Ormuz. Y es que el misil balístico “Fajr 3” y el torpedo superveloz “Hut”, en los que cifran esperanzas los militares iraníes, pueden lanzarse sólo desde medios flotantes.
Irán pierde frente a los 6 grupos de portaaviones de EE UU también en otros criterios, incluidas la preparación de los efectivos y su capacidad de coordinar las acciones. Pues ¿qué objetivos perseguía Irán al realizar dichos ejercicios navales?
Es poco probable que se trate de un bluff. A Irán todavía le queda tiempo para reflexionar y regatear tanto con el Consejo de Seguridad de la ONU como con EE UU, mostrando decisión en lo de defender su derecho a enriquecer uranio en el marco de su propio programa nuclear.
Según pronósticos más fidedignos, EE UU no comenzará la operación militar contra Irán antes del mes de septiembre, si tiene planes de realizarla. No lo va a hacer por las siguientes causas.
Según el general de la OTAN James Jones, el contingente internacional de apoyo a la estabilidad en Afganistán (ISAF) va a tomar bajo su control todo el territorio del país no en octubre-noviembre del año en curso, según se preveía antes, sino en agosto. Y es poco probable que
EE UU comience una operación militar en Irán sin haberse cerciorado de que su “retaguardia” afgana esté bien protegida.
Por otra parte, a EE UU tampoco le conviene aplazar mucho el comienzo de la operación, dado que en noviembre van a celebrarse las elecciones al congreso. Por lo que sería óptimo realizarla entre septiembre y octubre.
Irán todavía dispone de tiempo tanto para demostrar su decisión como para cumplir determinadas tareas, por ejemplo convencer a la comunidad mundial de lo vano e ilegítimo de los esfuerzos de Washington de obligarlo a renunciar a su derecho a enriquecer uranio, así como para emprender un nuevo intento de persuadir al Consejo de Seguridad de la ONU de que del dossier iranio tiene que obrar en poder de la Agencia Internacional de Energía Atómica solamente.
Y por último, ¿por qué no cosquillearle los nervios a Washington, demostrando que EE UU no es omnipotente en la región en que Irán pretende a ser líder? ¿Por qué no obligarle a EE UU a respetar los intereses de Irán? De momento da la impresión de que Teherán no está dispuesto a ceder ante Washington sin darle batalla.
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