El criminal curso de Irán
Por Robert Spencer
Colaboraciones nº 859 | 24 de Marzo de 2006
Descargar PDF Download PDF Imprimir
“Si prender fuego a las embajadas de los países que insultan al profeta pretende demostrar que estos países ya no tienen cabida en los países islámicos, entonces este acto está permitido”. Eso dice el ayatolá Dorri Najaf-Abadi, Fiscal General del Estado de Irán, al dictar sentencia a favor de reducir a cenizas las embajadas de los países en los que la prensa publique las famosas viñetas de Mahoma. No es sorprendente que el régimen que provocó la crisis iraní de los rehenes de 1979 niegue la santidad de las embajadas, pero las palabras del ayatolá encajan aquí en un patrón más general en Irán. Según la publicación iraní disidente Ruz, como informaba el Instituto de Investigación Mediática de Oriente Medio, los clérigos chi'íes del centro religioso de Qom han aprobado también el uso de armas nucleares: “Mohsén Gharavian, discípulo [del ayatolá] Mesbáh Yazdi [que es el mentor espiritual del presidente iraní Ahmadinejad], ha hablado por primera vez de utilizar armas nucleares como contramedida. Indicó que “en términos de la sharia”, todo depende del objetivo”.
A los portavoces islámicos en Occidente les gusta comparar la doctrina islámica de la jihad con la doctrina de guerra justa de la iglesia católica. Sin embargo, el catecismo de la iglesia católica, al establecer esta doctrina en su forma moderna, estipula que “el uso de las armas no debe producir males y desórdenes más graves que el mal a eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción pesa bastante en la evaluación de esta condición”. Y por otra parte, “el exterminio de un pueblo, una nación, o una minoría étnica se debe condenar como pecado mortal. Uno está moralmente obligado a no cumplir las órdenes de genocidio. Cada acto de guerra dirigido a la destrucción indistinta de ciudades enteras o áreas extensas con sus habitantes es un crimen contra Dios y el hombre, que merece condena firme e inequívoca. El peligro de la guerra moderna es que proporciona la oportunidad a los que poseen armas científicas modernas -- especialmente atómicas, biológicas o químicas -- para cometer tales crímenes”.
En otras palabras, lo diametralmente opuesto a “todo depende del objetivo”. Y el lenguaje anti-genocidio contrasta agudamente con las repetidas amenazas del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad a destruir Israel completamente: “Pedimos a Occidente que retire lo que creó hace sesenta años, y si no escucha nuestras recomendaciones, entonces la nación palestina y otras naciones lo harán por él con el tiempo”.
En su destacado libro La abolición del hombre, el apólogo cristiano C.S. Lewis (1898-1963) reunió ejemplos de lo que llamó el Tao, o Ley Natural: principios sostenidos por un amplio abanico de culturas y civilizaciones. Estos principios incluyen “Deberes con los padres, ancianos y antepasados”; “Deberes con los niños y la posteridad”; “La ley de buena fe y veracidad”; “La ley de la magnanimidad”; y demás. Ilustra la universalidad de estos principios a través de citas de fuentes tan diversas como el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, la Eneida de Virgilio, el Bhagavad Gita, el Analecto de Confucio, los escritos de los aborígenes australianos, y muchas otras. Pero cualquier cita del Corán u otra fuente musulmana brilla por su ausencia.
Puede que Lewis haya descubierto que el islam tradicional no sostiene lo que llama “La ley de la beneficencia general”; uno sólo debe ser caritativo con sus correligionarios. Cierto, Lewis habría podido citar un hadith en el que el profeta Mahoma dice: “Quien quiera ser rescatado del fuego y entrar en el jardín debe morir con fe en Aláh y el Juicio Final y debe tratar a la gente como desee que le traten”, (Sahih musulmán 4546). Ciertamente esto parece afirmar la ley de beneficencia general. Pero es contradecida por otros muchos pasajes del Corán y el Hadith que hacen una distinción tan marcada entre fieles y no creyentes (“las criaturas más viles” según Corán 98:6) que se convierte en una declaración esencialmente vacía, o una en la que “el pueblo” al que alude Mahoma debe entenderse exclusivamente como los musulmanes. Después de todo, “Mahoma es el apóstol de Alá. Los que le siguen son despiadados con los infieles, pero clementes entre sí” (Corán 48:29).
“En términos de la shari'a, todo depende del objetivo” -- y ese objetivo para el régimen iraní y el movimiento global de la jihad es ser despiadado con los no creyentes y luchar contra los no-musulmanes “hasta que paguen la Jizya [el impuesto para no musulmanes] con sumisión dispuesta, y se sientan sometidos” (Corán 9:29) bajo la hegemonía de la ley islámica. Cualquier cosa que pueda impulsar esa meta -- armas nucleares, quema de embajadas -- está permitida. Si el paraíso está garantizado para los que “maten y mueran” por Alá (Corán 9:111), no hay desventaja en un ataque nuclear contra Israel o incluso contra las tropas americanas en Irak, aunque provoque una respuesta contundente.
El régimen iraní, en pocas palabras, está operando sin brújula moral alguna que evite que tome decisiones que puedan dar lugar a la destrucción catastrófica. Los occidentales pueden encontrar difícil de creer que este régimen controlado por el clero pisotee tan despiadadamente lo que es aceptado en el mundo no-musulmán como principios morales universales; pero en Teherán “todo depende del objetivo”. En Washington el objetivo debería ser evitar que los mulás logren el suyo, antes de que sea demasiado tarde.
Robert Spencer es académico de historia, teología y derecho islámico y es el director de JihadWatch. Es autor de cinco libros, siete monografías y centenares de artículos acerca de la jihad y el terrorismo islámico. También es miembro permanente adjunto de la Free Congress Foundation. Licenciado con honores en Estudios Religiosos por la Universidad de Carolina en Chapel Hill), lleva desde 1980 estudiando teología, derecho e historia islámicos en profundidad. Es adjunto de la Free Congress Foundation, y sus artículos acerca del islam aparecen en el New York Post, Washington Times, Dallas Morning News, el National Post de Canadá, FrontPage Magazine, WorldNet Daily, Insight in the News, Human Events o National Review Online entre otros.