El Rescate Secreto de Judíos Sirios de Judy Feld Carr
Por Miriam Metzinger
Durante 28 años, Judy Feld Carr no sólo supo, sino que también vivió “el secreto mejor guardado del mundo judío”. La musicóloga canadiense y madre de seis hijos mantuvo su hogar y crió una familia mientras que casi sola rescató a 3228 judíos sirios. “No fueron días típicos” recuerda Judy Feld Carr. “No fue como el éxodo ruso que fue hecho por el mundo. Era yo llevando a cabo la operación en mi casa y en secreto”. Aunque Judy Feld Carr ha recibido muchos honores por su trabajo por la judería siria, incluso la Orden de Canadá (la condecoración más alta dada por los ciudadanos de Canadá a un individuo), la labor no fue fácil. “El rescate fue muy difícil y agotador” dijo. “Cuando usted está comprando la vida de alguien, puede ser horrible”.
Judy Feld Carr y su esposo, el Dr. Ronald Feld desarrollaron un interés mutuo en la difícil situación de la judería siria en los años 70. Un artículo en el Jerusalem Post acerca de doce jóvenes judíos cuyos cuerpos fueron mutilados cuando se adentraron en un campo minado mientras trataban de escapar de Qamishli, Siria, capturó la simpatía de la pareja, y se exprimieron el cerebro buscando la forma en que podían ayudar a los judíos sirios. Desde el establecimiento del Estado de Israel en 1948, Siria dio rienda suelta a su furor incendiando sinagogas y prohibiendo a los judíos salir del país. Restricciones que recordaban a las Leyes de Nüremberg que fueron promulgadas durante el Holocausto, fueron emitidas en Siria; los judíos no podían viajar a más de tres kilómetros sin un permiso y fueron forzados a vivir en ghettos. Negocios y oportunidades educativas para los judíos fueron estrictamente limitados, y aquellos que trataban de escapar a menudo eran torturados o muertos.
Despertar la conciencia acerca de la judería siria fue una cosa, “Pero si usted me hubiera dicho en esos días que eventualmente yo llevaría a cabo una operación de rescate, le hubiera dicho que estaba loca” dijo Judy Feld Carr. Realizó la única llamada telefónica que jamás hubiera hecho a Siria, una llamada que comenzó su jornada de 28 años de intriga internacional. Trató de comunicarse con la casa de un judío que estaba al servicio de la policía secreta y él le dio la dirección de Ibrahim Hamra, el Rabino Jefe de Siria. “Hasta este día no puedo comprender por qué se me permitió hacer ese primer contacto” recuerda. “Nunca más hice otro llamado telefónico”.
Los Feld enviaron un telegrama a Rabí Hamra y le preguntaron si necesitaba libros hebreos, y recibieron una semana después un telegrama con una lista de títulos. Cuidadosamente quitaron toda evidencia de que los libros fueron editados en Israel, y quitaron la primera página que contenía el nombre del editor; esas precauciones eran necesarias, o los libros habrían sido confiscados. Como los Marranos en España 500 años antes, los Feld y Rabí Hamra se comunicaban en código usando versículos de Salmos.
Judy Feld fue contactada por una amiga en Toronto que había retornado de Siria y dijo que su hermano, un rabino de Alepo, estaba enfermo de cáncer y había sido torturado en la cárcel porque dos de sus hijos habían escapado. Estaba dedicada a la tarea de traer a su hermano a Canadá, y preguntó a Judy Feld Carr si había algo que ella pudiera hacer. Tras un año y medio de negociar precio por el prisionero y enfrentar miríadas de obstáculos, llegó el mensaje de que Rabí Eliahu Dahab había sido liberado de la prisión y enviado a Canadá para tratamiento médico. Judy recuerda a Rabí Dahab derramando lágrimas de alegría cuando la enfermera dijo “Baruj Habá” que quiere decir “bienvenido” en hebreo. Cuando se le dijo que tenía poco tiempo de vida, le contó a Judy Feld Carr de su sueño de tomar un café con su madre en Jerusalén una última vez. Él murió en Tisha BeAv, unas semanas después de reunirse con su madre, pero no antes de formular un último deseo, de que su hija también fuera liberada de Siria.
Las palabras de Rabí Dahab iniciaron un ciclo de rescates que llevó a la creación de la red subterránea de Judy Feld Carr, de la cual sólo ella conocía los detalles. Luego de la muerte de su joven esposo de un ataque al corazón en 1973, los rescates de Judy fueron hechos a solas, y la presión a veces era casi insoportable. “Estaba a punto de abandonar cada segundo día, pero no podía porque había organizado un sistema subterráneo y había gente que dependía de mí. Y todo lo que ellos sabían era que su camino de salida del país era ‘la Sra. Judy de Canadá’. Era difícil, pero no tenía elección” Judy Feld Carr agregó “Nunca contacté a un judío de Siria. Ellos o sus parientes debían encontrarme, y era difícil porque ni siquiera sabían mi apellido”.
Llegaron donaciones para misiones de rescate a una sinagoga de Toronto, Congregación Beth Tzedek, y cubrieron los gastos de los pagos para liberar a judíos sirios. Cuando no se podían negociar rescates, se planeaban escapes. Es asombroso que de los 3228 individuos que Judy Feld Carr ayudara a rescatar, ninguno fuera herido. A menudo se requería dividir familias, y que los padres entregaran a sus hijos. En una ocasión ella pudo rescatar a casi toda una familia unida; Judy Feld Carr recuerda cuando demoró una hora el funeral de su padre porque tenía que planear el escape de una madre y seis niños. “El último día del período de duelo recibí una llamada —‘Judy, los tenemos’. Fue muy difícil no preocuparse toda la semana”.
Para miles de judíos sirios que alcanzaron la seguridad, su rescatadora era conocida simplemente como “la Sra. Judy de Canadá”, una persona a la que le deben todo, pero que no esperan conocer. Unos pocos, sin embargo, disfrutaron el privilegio. Judy Feld Carr y su esposo Donald Carr asistieron a un evento en un hogar de ancianos en Bat Yam, Israel. Un hombre llamado Zaki Shayu habló acerca de sus experiencias como prisionero en Alepo. Sufrió cuatro años de torturas durante los cuales las autoridades le dijeron que su madre había muerto.
Tras el discurso, Donald Carr le preguntó “¿Cómo salió?”
“Había una mujer en Canadá. Su nombre era Judy” respondió Zaki.
“¿Quiere conocerla?”
Los ojos de Zaki Shayu se abrieron excitados “¿Usted la conoce?” Preguntó.
“Ella está sentada ahí. Es mi esposa”.
“Todos los presentes se emocionaron” recuerda Judy. “Fue la cosa más asombrosa. Todos lloraban”.
Un comerciante de antigüedades de Toronto fue de compras en la parte vieja de Jaffa, Israel, y vio un pequeño negocio con banderas canadienses en la vidriera. Con curiosidad preguntó al dueño del negocio “¿Por qué tiene banderas canadienses aquí?”
“Quizás usted conozca a la Sra. Judy. Ella organizó mi escape. Puse todas esas banderas en la vidriera para el caso de que ella alguna vez venga a mi negocio”.
El deseo del dueño del negocio le fue concedido cuando Judy Feld Carr visitó el negocio durante un viaje a Israel. Él le dio una cada de marquetería que había hecho para Judy y había estado guardando durante años como un presente para expresar su gratitud.
El último rescate tuvo lugar una hora antes del ataque al World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Extenuantes pero gratificantes 28 años de misiones de rescate se cerraron. Durante esos momentos en que la tarea parecía imposible, Judy recordaba a un vecino de su infancia, una mujer llamada Sophie, que perdió una hija en Auschwitz. “Ella me dijo ‘Nunca debes permitir que esto vuelva a suceder al pueblo judío’. Nunca olvidé esas palabras”.
Extraído de www.jabad.org
Por Miriam Metzinger
Durante 28 años, Judy Feld Carr no sólo supo, sino que también vivió “el secreto mejor guardado del mundo judío”. La musicóloga canadiense y madre de seis hijos mantuvo su hogar y crió una familia mientras que casi sola rescató a 3228 judíos sirios. “No fueron días típicos” recuerda Judy Feld Carr. “No fue como el éxodo ruso que fue hecho por el mundo. Era yo llevando a cabo la operación en mi casa y en secreto”. Aunque Judy Feld Carr ha recibido muchos honores por su trabajo por la judería siria, incluso la Orden de Canadá (la condecoración más alta dada por los ciudadanos de Canadá a un individuo), la labor no fue fácil. “El rescate fue muy difícil y agotador” dijo. “Cuando usted está comprando la vida de alguien, puede ser horrible”.
Judy Feld Carr y su esposo, el Dr. Ronald Feld desarrollaron un interés mutuo en la difícil situación de la judería siria en los años 70. Un artículo en el Jerusalem Post acerca de doce jóvenes judíos cuyos cuerpos fueron mutilados cuando se adentraron en un campo minado mientras trataban de escapar de Qamishli, Siria, capturó la simpatía de la pareja, y se exprimieron el cerebro buscando la forma en que podían ayudar a los judíos sirios. Desde el establecimiento del Estado de Israel en 1948, Siria dio rienda suelta a su furor incendiando sinagogas y prohibiendo a los judíos salir del país. Restricciones que recordaban a las Leyes de Nüremberg que fueron promulgadas durante el Holocausto, fueron emitidas en Siria; los judíos no podían viajar a más de tres kilómetros sin un permiso y fueron forzados a vivir en ghettos. Negocios y oportunidades educativas para los judíos fueron estrictamente limitados, y aquellos que trataban de escapar a menudo eran torturados o muertos.
Despertar la conciencia acerca de la judería siria fue una cosa, “Pero si usted me hubiera dicho en esos días que eventualmente yo llevaría a cabo una operación de rescate, le hubiera dicho que estaba loca” dijo Judy Feld Carr. Realizó la única llamada telefónica que jamás hubiera hecho a Siria, una llamada que comenzó su jornada de 28 años de intriga internacional. Trató de comunicarse con la casa de un judío que estaba al servicio de la policía secreta y él le dio la dirección de Ibrahim Hamra, el Rabino Jefe de Siria. “Hasta este día no puedo comprender por qué se me permitió hacer ese primer contacto” recuerda. “Nunca más hice otro llamado telefónico”.
Los Feld enviaron un telegrama a Rabí Hamra y le preguntaron si necesitaba libros hebreos, y recibieron una semana después un telegrama con una lista de títulos. Cuidadosamente quitaron toda evidencia de que los libros fueron editados en Israel, y quitaron la primera página que contenía el nombre del editor; esas precauciones eran necesarias, o los libros habrían sido confiscados. Como los Marranos en España 500 años antes, los Feld y Rabí Hamra se comunicaban en código usando versículos de Salmos.
Judy Feld fue contactada por una amiga en Toronto que había retornado de Siria y dijo que su hermano, un rabino de Alepo, estaba enfermo de cáncer y había sido torturado en la cárcel porque dos de sus hijos habían escapado. Estaba dedicada a la tarea de traer a su hermano a Canadá, y preguntó a Judy Feld Carr si había algo que ella pudiera hacer. Tras un año y medio de negociar precio por el prisionero y enfrentar miríadas de obstáculos, llegó el mensaje de que Rabí Eliahu Dahab había sido liberado de la prisión y enviado a Canadá para tratamiento médico. Judy recuerda a Rabí Dahab derramando lágrimas de alegría cuando la enfermera dijo “Baruj Habá” que quiere decir “bienvenido” en hebreo. Cuando se le dijo que tenía poco tiempo de vida, le contó a Judy Feld Carr de su sueño de tomar un café con su madre en Jerusalén una última vez. Él murió en Tisha BeAv, unas semanas después de reunirse con su madre, pero no antes de formular un último deseo, de que su hija también fuera liberada de Siria.
Las palabras de Rabí Dahab iniciaron un ciclo de rescates que llevó a la creación de la red subterránea de Judy Feld Carr, de la cual sólo ella conocía los detalles. Luego de la muerte de su joven esposo de un ataque al corazón en 1973, los rescates de Judy fueron hechos a solas, y la presión a veces era casi insoportable. “Estaba a punto de abandonar cada segundo día, pero no podía porque había organizado un sistema subterráneo y había gente que dependía de mí. Y todo lo que ellos sabían era que su camino de salida del país era ‘la Sra. Judy de Canadá’. Era difícil, pero no tenía elección” Judy Feld Carr agregó “Nunca contacté a un judío de Siria. Ellos o sus parientes debían encontrarme, y era difícil porque ni siquiera sabían mi apellido”.
Llegaron donaciones para misiones de rescate a una sinagoga de Toronto, Congregación Beth Tzedek, y cubrieron los gastos de los pagos para liberar a judíos sirios. Cuando no se podían negociar rescates, se planeaban escapes. Es asombroso que de los 3228 individuos que Judy Feld Carr ayudara a rescatar, ninguno fuera herido. A menudo se requería dividir familias, y que los padres entregaran a sus hijos. En una ocasión ella pudo rescatar a casi toda una familia unida; Judy Feld Carr recuerda cuando demoró una hora el funeral de su padre porque tenía que planear el escape de una madre y seis niños. “El último día del período de duelo recibí una llamada —‘Judy, los tenemos’. Fue muy difícil no preocuparse toda la semana”.
Para miles de judíos sirios que alcanzaron la seguridad, su rescatadora era conocida simplemente como “la Sra. Judy de Canadá”, una persona a la que le deben todo, pero que no esperan conocer. Unos pocos, sin embargo, disfrutaron el privilegio. Judy Feld Carr y su esposo Donald Carr asistieron a un evento en un hogar de ancianos en Bat Yam, Israel. Un hombre llamado Zaki Shayu habló acerca de sus experiencias como prisionero en Alepo. Sufrió cuatro años de torturas durante los cuales las autoridades le dijeron que su madre había muerto.
Tras el discurso, Donald Carr le preguntó “¿Cómo salió?”
“Había una mujer en Canadá. Su nombre era Judy” respondió Zaki.
“¿Quiere conocerla?”
Los ojos de Zaki Shayu se abrieron excitados “¿Usted la conoce?” Preguntó.
“Ella está sentada ahí. Es mi esposa”.
“Todos los presentes se emocionaron” recuerda Judy. “Fue la cosa más asombrosa. Todos lloraban”.
Un comerciante de antigüedades de Toronto fue de compras en la parte vieja de Jaffa, Israel, y vio un pequeño negocio con banderas canadienses en la vidriera. Con curiosidad preguntó al dueño del negocio “¿Por qué tiene banderas canadienses aquí?”
“Quizás usted conozca a la Sra. Judy. Ella organizó mi escape. Puse todas esas banderas en la vidriera para el caso de que ella alguna vez venga a mi negocio”.
El deseo del dueño del negocio le fue concedido cuando Judy Feld Carr visitó el negocio durante un viaje a Israel. Él le dio una cada de marquetería que había hecho para Judy y había estado guardando durante años como un presente para expresar su gratitud.
El último rescate tuvo lugar una hora antes del ataque al World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Extenuantes pero gratificantes 28 años de misiones de rescate se cerraron. Durante esos momentos en que la tarea parecía imposible, Judy recordaba a un vecino de su infancia, una mujer llamada Sophie, que perdió una hija en Auschwitz. “Ella me dijo ‘Nunca debes permitir que esto vuelva a suceder al pueblo judío’. Nunca olvidé esas palabras”.
Extraído de www.jabad.org