Como hoy es 10/07 y se conmemora la llegada del U 530, a MARDEL, les linkeo lo siguiente de HISTARMAR.
"La flota submarina alemana se siente orgullosa de haber construido un paraíso terrenal, una fortaleza inexpugnable para el Führer en alguna parte del mundo". Este enigmático mensaje emitido por el almirante y jefe de las fuerzas navales Karl Doenitz en diciembre de 1943, pasó casi desapercibido para el bando aliado que entonces se afanaba en librar una batalla a muerte contra el enemigo nazi. Sin embargo, uno años después, ese mensaje fue cobrando importancia debido a unos sucesos aún no aclarados totalmente hoy en día y que siguen dando que hablar.
¿En qué lugar del mundo se había construido esa base subterránea?, y lo más importante ¿La habrían usado para fugarse algunos de los nazis implicados en su construcción? Una de las posibles respuestas comenzó a fraguarse la cálida mañana del 10 de junio de 1945.
Se rinde el último U-boot
Aquel amanecer prometía ser como cualquier otro en el tranquilo puerto de Mar de Plata en la costa argentina. Lejos quedaba ya la guerra y la rendición de Alemania, que se había producido hacía tres largos meses. Al despuntar el alba varias embarcaciones se hicieron a la mar para faenar. En eso andaban varios pescadores cuando atónitos observaron algo increíble. Entre las brumas se adivinaba la silueta de un submarino. Navegaba lentamente, como si tuviera problemas en las máquinas. Pero la sorpresa residía en la bandera que ondeaba. No cabía duda, era la bandera nazi. Los marineros no daban crédito a lo que estaban viendo. Sin embargo las enormes dimensiones y las características del sumergible eran las de un U-Boot, un submarino de guerra nazi.
Los marineros pusieron rumbo de nuevo al puerto para dar cuenta a las autoridades. Mientras eso sucedía advirtieron que el submarino encaraba el mismo rumbo que ellos. Parecía seguirles. Efectivamente, minutos más tarde, el submarino enfilaba ya su proa hacia el puerto pasando la escollera sin que su presencia fuera en principio advertida por los trabajadores del muelle. Luego detuvo sus motores y desde cubierta comenzó a emitir señales luminosas con un claro mensaje a los responsbles marítimos: ¡Formamos parte de la derrotada escuedra del III Reich. Nos rendimos a las autoridades! Era asombroso. Aquel sumergible, alejado completamente de su país de origen, había recalado casi en el fin del mundo. ¿De dónde demonios salía? y, sobre todo, ¿que había hecho en todos esos meses? ¿Acaso siguió combatiendo en solitario?
Se botaron rápidamente dos lanchas del guardacostas Belgrano que se aproximaron rápidamente hasta la borda del submarino para recoger a los alemanes. Una vez en cubierta, estos presentaban un aspecto lamentable. Estaban extremadamente cansados, tenían largos cabellos y barba. El comandante, que se identificó como el capitán de navío Otto Wermoutt, fue el último en abandonar la nave. Entregó a los militares argentinos una pequeña maleta que contenía la bandera del submarino (el U-530) y los documentos esenciales.
En realidad la llegada de los tripulantes y la inspección del interior del submarino no hizo más que acrecentar el misterio. El capitán era un joven de 25 años y su segundo de a bordo de tan solo 22, algo completamente inusual, pero lo sorprendente es que tanto los oficiales como los marinos eran sin excepción sorprendentemente jóvenes.
Un par de militares argentinos se internó en el submarino nazi. Lo primero que les llamó la atención fue la gran cantidad de víveres que aun quedaban pese al largo viaje efectuado. En comparación, la escasa cantidad de combustible hallada, y el hecho de que se hubieran rendido con el submarino parcialmente desmantelado (el cañón de proa y las dos ametralladoras antiaéreas de gran calibre fueron arrojadas al agua en el trayecto) aumentaron las incógnitas sobre el destino final del submarino.
Además solo había una cantidad insignificante de torpedos. Probablemente para dejar lugar a los víveres y sobre todo, al material que más abundaba en el interior de la nave. Nos referimos a una cantidad inmensa de cigarrillos encontrada en unos compartimentos de la misma. Los técnicos navales se mostraron enormemente sorprendidos al encontrarse con 540 grandes latas de cigarrillos en el submarino. Esto, que puede parecer trivial, no lo es tanto, sobre todo si tenemos en cuenta que en el interior de un sumergible no se fuma. De hecho, ninguno de los tripulantes del U-530 fumaba, tal y como se comprobó mientras estaban en tierra.
A los pocos días, tras la llegada de agregados navales ingleses y norteamericanos, se supo que el U-530 había salido de Alemania el 19 de febrero de 1945. Zarpó rumbo al norte y recaló en Noruega, donde permaneció unos días, tras los cuales, prosiguió su ruta el 13 de marzo hacia el Atlántico Norte. Cuando en mayo se conoció la orden del almirante Doenitz de rendirse, el comandante Wermoutt, que no llevaba la radio operativa, siguió sin inmutarse la ruta prefijada hacia el sur. Más tarde se entregaría en Mar del Plata. Así pues, ¡el U-530 había estado navegando sin escalas en alta mar por espacio de cuatro meses y medio!
Ello era posible ya que este tipo de modernos submarinos estaban dotados de elementos novedosos que les capacitaban para operar lejos de sus bases durante meses enteros y poseían además los novísimos Schnorkel inventados por los científicos nazis. Ese sistema de respiración, que después de la guerra copiaron todos los submarinos del mundo, permitía a la nave permanecer sumergida bajo el agua a lo largo de setenta días seguidos.
Otro dato clave en este misterio es el número de tripulantes. El U-530 era un submarino cuya dotación límite no podía exceder de veintisiete personas. Normalmente no llevaban más que dieciocho hombres a bordo. Sin embargo, el número de tripulantes que llegó a puerto era de cincuenta y cuatro. El triple de su capacidad normal. ¿Por qué?
En los días siguientes nadie pudo contestar satisfactoriamente a las múltiples interrogantes que planteaba la misteriosa nave. El U-530 era un submarino extraordinario. Tenía muchos hombres, muchos víveres, una cantidad increíble de cigarrillos (que nadie fumaba) y pocas municiones. Desoyó las órdenes de capitulación, y se negó a rendirse. Aun así siempre eludió el combate en alta mar, y realizó una azarosa travesía de punta a punta del planeta, que les podría haber costado la vida.
Sin embargo, había más. El 19 de julio el almirante Eberhard Godt aseguró que el U-530 partió de la base de Kiel casi un mes más tarde de lo que aseguraba el capitán Otto Wermoutt. Es más, Kurt Langer, que decía ser el auténtico jefe del U-530 manifestó que ese submarino "hacía agua por las junturas", y que "era un submarino muy deteriorado", porque él mismo iba a bordo cuando en la navidad de 1943 un buque de guerra americano lo atacó frente a las costas del Canal de Panamá. Desde entonces, a ese sumergible se le considera muy inseguro. Hasta tal punto que estaba actualmente atracado en la base alemana de Flensburgo. En resumidas cuentas, existían dos U-530. Estaba claro que el submarino que se entregó en Mar de Plata no era el U-530, más bien era su doble. Una nave sin identificación. El misterio aumentaba.
Una vez conocidos todos esos datos, se dio orden inmediata de trasladar a la oficialidad del submarino a la base de Martín García, donde quedaron detenidos a la espera de la llegada de "expertos" norteamericanos. No se les permitía ningún tipo de comunicación con el exterior, y fueron sometidos a nuevos e intensos interrogatorios, sin resultado alguno. Los marinos alemanes seguían repitiendo una y otra vez la misma monótona historia, como si de una lección bien aprendida se tratara. Una de las cosas más difíciles de creer en sus declaraciones era que nadie sabía cual era el destino final del submarino. ¿Era posible? Como veremos más adelante, quizás decían la verdad.
El almirantazgo inglés debió de sospechar algo raro, ya que al día siguiente emitió un comunicado revelador: "No podemos calcular oficialmente el número real de submarinos alemanes que faltan". Lo cierto es que cuatro meses antes, cuando Doenitz dio por radio un mensaje en eel que se ordenaba a todos los submarinos alemanes que regresaran a sus bases enarbolando un pendón negro y navegando en superficie, la mayor parte de ellos acataron las órdenes. Otros se entregaron a unidades navales inglesas y norteamericanas. Sin embargo, un buen número de submarinos nazis habían tenido un fin silencioso e ignorado a raíz de choques con minas, tifones, galernas y otros peligros del mar.
Casi sin demora, el 24 de julio Washington envió dos aviones de transporte para llevar la tripulación hasta los Estados Unidos bajo una fuerte custodia militar. Además, un capitán de la armada americana se hizo cargo del submarino. Tenía órdenes de llevarlo a un puerto seguro de la costa oeste. Prácticamente no dieron explicaciones del interés americano en todo el asunto y de hecho, jamás se ha sabido nada más de los tripulantes ni de los interrogatorios a que fueron sometidos.
Las sorpresas no acabarían ahí. Algo más extraordinario aun iba a suceder. Un mes más tarde, concretamente el 17 de agosto, se difundió como la polvorá una noticia explosiva. Otro submarino alemán acababa de rendirse de nuevo. el comunicado decía: "El sumergible alemán se encuentra ya fondeado en el puerto de Mar del Plata, es el U-997. Su tripulación se compone de treinta y dos hombres, de los cuales cuatro son oficiales. El comandante es el teniente de fragata Heinz Schaeffer.
Aparentemente el nuevo submarino buscaba el mismo destino final que el U-530, pero fue capturado en alta mar por un rastreador de la armada argentina que estaba realizando misiones de patrullaje en la zona. De acuerdo con la documentación encontrada a bordo, el sumergible zarpó también de Kiel el 13 de abril, de Oslo (Noruega) el día 22, y de Kritiansand (Dinamarca) el 2 de mayo. Continuó viaje en incursión sumergida por la zona vigilada del Atlántico, pasando entre las islas Fëroe e Islandia, dirigiéndose al sur rumbo a las islas Canarias. A partir de ahí navegó en superficie siguiendo hasta la costa brasileña y llegar a Mar del Plata. Se encontraba en perfecto estado y poseía instrumentos modernos para la época, como un equipo de hundimiento simulado consistente en cajas con sustancias químicas que, una vez arrojadas, producían burbujas dando la sensación de que la nave estaba hundiéndose.
Había permanecido un total de casi cinco meses navegando en solitario. Para que nos hagamos una idea de los que significa eso, el U-977 permaneció sumergido 66 días -posible récord mundial de inmersión para un submarino convencional hasta nuestros días- cargando baterías y ventilando el interior mediante el Snorkel. Es difícil imaginar las penurias físicas y psíquicas de un grupo de hombres encerrados por tanto tiempo, en un reducido espacio y sin poder ver el cielo. Mucho le costaría seguramente a su joven comandante (25 años) mantener la disciplina y el orden.
Pero había algo interesante en su travesía. En la costa Noruega, antes de partir hacia su lejano destino final, desembarcaron del submarino 16 hombres casados. Eran suboficiales que en su mayor parte tenían familia en Alemania. Quizás esa decisión tenía relación con el tipo de misión que deberían desempeñar en su destino final. O quizás ni el mismo Schaeffer supiera el motivo de esa decisión y no hizo más que cumplir las órdenes que recibió por radio desde Berlín.
JOSÉ LESTA
Extraído de El enigma nazi (Editorial