"Lo que pasamos se relaciona con una cadena de milagros"
El capitán de fragata Guillermo Alejandro Nelson Tarapow describió los momentos previos y posteriores al desembarco de la tripulación del buque que se incendió en alta mar. "Nací de nuevo a los 44 años", dijo el marino a "La Nueva Provincia".
Augusto Meyer
"La Nueva Provincia"
"Es increíble, afortunado y esperanzador para lo que es la Argentina que nosotros queremos, ver lo que esta situación ha despertado en el pueblo. Los sentimientos que esto ha inspirado son los sentimientos que uno tiene adentro; esos sentimientos se han despertado, la gente lo ha manifestado y eso es muy reconfortante".
La expresión surgió del capitán de fragata Guillermo Alejandro Nelson Tarapow, comandante del rompehielos "Almirante Irízar", el cual se incendió de regreso de la Campaña Antártica, mientras navegaba a la altura de Puerto Madryn, la noche del martes 10 de abril pasado.
Mientras se realizan los peritajes en la embarcación amarrada en la Base Naval Puerto Belgrano, previo a su ingreso en dique seco y a su posterior remolque al Astillero Río Santiago, partido bonaerense de Ensenada, donde se realizarían las reparaciones por los daños que dejó el siniestro, el capitán de fragata Tarapow, en diálogo con "La Nueva Provincia" , brindó detalles de la que sin dudas fue la situación más trascendente de su vida como oficial de marina.
Como es público y notorio, el comandante resolvió, en medio de la noche y con condiciones marítimas adversas, que la totalidad de la tripulación del rompehielos abandonara la embarcación, tras dos horas y media de combatir infructuosamente el fuego declarado en la sala de máquinas.
A bordo de botes salvavidas y sin embarcaciones que pudieran auxiliarlos en lo inmediato, los 240 tripulantes y pasajeros dejaron el navío en llamas y a su comandante, quien permaneció a bordo, aun a riesgo de perder la vida, mientras esperaba el envío de refuerzos para intentar sofocar el pavoroso siniestro.
En tierra firme, con la tripulación a salvo y con un trabajo en el "Irízar" que se extenderá a lo largo de casi dos años, Tarapow admitió que se llegó a ese final feliz gracias a una "cadena de milagros".
"Nací de nuevo a los 44 años", expresó el militar, quien resaltó la actitud de su personal que, hasta último momento, se jugó la vida en el combate contra las llamas.
Tarapow tuvo, tres días antes del arribo a la dársena de Puerto Belgrano, una idea cabal de la magnitud del daño en los cuatro compartimentos afectados, con alcance a piezas de aluminio, de bronce y de hierro, que se funden a temperaturas de entre 600 y 1.500 grados centígrados.
"Tendrán que chequearlo las comisiones periciales, pero creo que el buque no estaba dimensionado para un incendio de estas características", dijo.
"En 30 años de carrera y revistas especializadas que leí --agregó--, nunca vi algo así y hubiera deseado que nunca pasara algo así. Hay muchas de las alegrías, producto del recibimiento y de la repercusión que esto tuvo en la prensa nacional e internacional y el reconocimiento en marinas del mundo, que me reconfortaron, pero esa alegría estaba basada en algo muy penoso. No fue justo que pasara algo así, tras 180 días de navegación en el año con éxito tras éxito, resultados cumplidos con creces y una embarcación entera y lista para navegar con una tripulación espiritualmente fresca, aun cuando no tuviera licencia", afirmó.
El pasado lunes, en el edificio Libertad, en la Capital Federal, Tarapow fue galardonado por la ministra de Defensa, Nilda Garré, durante una ceremonia en la cual se reconoció la intervención de un guardacostas de la Prefectura y de tres buques civiles, en los cuales fueron rescatados los tripulantes.
"Hay capitanes del 'Irízar' en todos lados", expresó el marino, trazando un paralelismo con situaciones que deben afrontar todos los ciudadanos.
Admitió que la epopeya modificó su forma de ver ciertas cosas, ya que, de regreso de la travesía, comenzó a pensar lo que decía de sí mismo y a relacionarse con gente desconocida para él.
Enfatizó su orgullo de pertenecer a la Armada Argentina y reconoció haberse sorprendido tanto por el recibimiento en la Base Naval Puerto Belgrano, como por la repercusión que el episodio alcanzó en los medios de prensa.
"En la entrada a la ría hubo autos haciendo señas de luces desde la escollera del Puerto Rosales, lo mismo en los espigones de la Base", indicó.
Tarapow dijo que heredó de su padre, Anatol, marino retirado, "sus enseñanzas, entusiasmo y la pasión que siempre le volcó a la profesión".
"Aunque él no hubiera estado (en la fuerza), todos los marinos estamos 'cortados por la misma tijera', en especial en Argentina, que tiene una Escuela Naval Militar. En otros países tienen tres, cuatro y hasta cinco escuelas y, por eso, puede haber diferencias", sostuvo.
No fue un sueño.
El comandante aseguró que, si no fuera que los daños que están a la vista en el "Almirante Irízar", nada le parece real.
"Estoy exactamente igual ahora que los diez días que duró esta situación, e igual que antes de que sucediera, a punto tal que le comenté a uno de mis oficiales que, si no viese el daño en el buque, creería que todo fue un sueño", indicó.
"Después --continuó--, uno se pone a pensar en los riesgos a los que estuvo expuesta la tripulación, más la gente que embarcó para ayudar a ganarle al fuego esa parte del buque que nos estaba quitando, y recuerda el humo, la intoxicación y las preocupaciones que tuvo en ese momento, y se da cuenta de lo que vivió pero, desde el punto de vista de la tranquilidad, siempre fui así y, con esta tranquilidad, tomé las decisiones que había que tomar junto con asesores brillantes, cada uno en su área".
-- ¿Cuál fue el momento más difícil?
-- El reconocer que el incendio estaba fuera de control y que había que abandonar el buque. Fue sencillo evaluar y fundamentar la decisión, pero el momento crítico fue ese instante donde, psicológicamente, uno tiene la negación de pensar que está perdiendo el buque.
"Por suerte me repuse enseguida porque, como uno conoce el buque y lo quiere como a un hijo, me di cuenta que había que pensar en las 240 vidas. Desde las 20.25, cuando empezamos a advertir humo, al principio normal para una falla menor que teníamos en el aire acondicionado, y luego de una forma que nos llamó la atención y que no podía responder a la misma anormalidad, por la cantidad y aroma del humo", explicó.
Y añadió: "Cuando se tomó la determinación de abandonar la embarcación, habíamos combatido el fuego con todo lo que para el buque está diseñado, pero el incendio se había salido de control. Empezaron las primeras explosiones en diferentes lugares producto de toma de temperatura y alcance de combustibles que había".
"Pasaron dos horas y media --dijo-- hasta que empezamos a alojar a la gente en las balsas autoinflables y, cuarenta minutos más tarde, ya estaban los 240 tripulantes en el agua, derivando en una situación más o menos controlada, con buques que ya habían acusado recibo de acudir. Como dice el viejo adagio marinero: 'Ningún hombre de mar abandona a otro hombre de mar que presume se encuentra en peligro'. Eso, afortunadamente, sucedió".
-- ¿Qué explicación le encuentra a lo ocurrido?
-- Una de las alegrías que tengo es que estuve cinco veces ese día en el sitio donde comenzó el fuego, dándole instrucción a las 50 personas que, año a año, renuevan la sangre del buque. Estaba seguro que ese lugar estaba impecable. Cuando se investigó y me dijeron que el fuego había comenzado ahí, no lo podía creer.
Advirtió más adelante que las pericias realizadas sobre el rompehielos permitieron confirmar sus expresiones a poco de arribar a Puerto Belgrano.
"Desde el punto de vista (de la investigación) penal, se comprobó que fue algo que respondió a una fatalidad; fue imprevisible y, como dije en su momento, fue instantáneo e increíblemente rápida su propagación. Nos mantuvimos hasta último momento con esa última balsa donde estaban todos mis jefes de departamento, jefes de cargo y oficiales, y había muchos que se querían quedar, pero el diagnóstico era muy sencillo: mínimo una hora, máximo cuatro horas, se produciría la explosión del buque", afirmó.
Peligro inminente.
También señaló que "sin energía eléctrica ni presión de mangueras, lo único que podíamos hacer era intentar arrancar el generador de emergencia, pero cuando tiramos agua, el piso hervía y se fundieron los cables; el motor siguió funcionando, pero vacío, sin capacidad para generar energía, y eso selló el destino de las bombas de incendio".
En esos momentos, explicó, el calor estaba tomando contacto con el compartimento contiguo a la zona de transferencia de aerocombustible y con el hangar, donde se encontraban los dos helicópteros de la Aviación Naval, situación que reforzó la presunción de una explosión dantesca.
"Si a mí me hubieran dicho, y lo hubiera creído, que el buque iba a resistir doce o catorce horas más, probablemente hubiera resistido, manteniendo a la gente lo más a resguardo posible en la proa. El abandono se hizo porque todos estábamos convencidos que lo mejor era irse, pero todos querían quedarse... A muchos oficiales que querían quedarse la única forma que tuve de despedirlos fue, con un abrazo y lágrimas en los ojos, asignándoles a todos y a cada uno una misión para el supuesto caso de que yo falleciera en el buque", manifestó.
-- ¿Qué opinión le merece el hecho de que lo consideren un héroe?
-- Yo estaba predispuesto a morir, pero a mí me encanta vivir cada segundo de mi vida. No estaba ahí para explotar con el buque, estaba ahí para asegurarme que los 240 tripulantes fueran rescatados. Sentí gran alivio cuando me confirmaron que todo el mundo había sido recuperado y los horarios en que iban a llegar cada uno de los cuatro buques de la Armada que acudían a prestarme auxilio.
"Ahí empecé a ver, con gran entusiasmo, que el buque se podía salvar; por el símbolo que es en sí mismo, por el rol que tiene y por entender que hasta entonces, nada en forma irreversible había sucedido. Si el buque se hubiera hundido a la profundidad que lo hubiera hecho (unos 80 metros), quién sabe cuáles son las teorías que se habrían tejido en torno de las causas del incendio. Era una deuda de honor para con toda mi tripulación", expresó.
Tarapow volvió a realzar el profesionalismo y la destacada actuación del personal bajo su mando.
"El comportamiento en el antes del abandono, en el durante el abandono y en el después del abandono, mostró a una tripulación como fue siempre, altamente calificada. Cómo habrá sido ese comportamiento, que científicos e integrantes de otras fuerzas armadas que bajaron en Ushuaia para tomar el avión hacia Buenos Aires, no se perdonan el haberse perdido de vivir una situación no peligrosa, pero con riesgo calculado e impactante para quienes no tienen nuestro adiestramiento", subrayó.
-- ¿Qué representa para usted el "Irízar"?
-- Es un símbolo para la Nación Argentina, heredero de las glorias de la corbeta "Uruguay", el vapor "Primero de Mayo", el rompehielos "General San Martín" y otros tantos buques que contribuyeron, durante 104 años, a esta política de Estado completamente exitosa sobre la Antártida. En 29 campañas antárticas, más su participación en el conflicto bélico del Atlántico Sur, como buque hospital, el "Irízar" forjó sus propias glorias.
"A eso se suma, como dije al asumir el comando del rompehielos y antes, mientras estuve a cargo del buque 'La Intrépida', que los buques no son sino lo que sus tripulantes hacen de ellos. El 'Irízar' es parte de mi vida, de mi cuerpo; es una prolongación de mi cuerpo o yo una prolongación de su metal, y la tripulación es lo que le daba vida", graficó.
Apostillas del imprevisto desembarco
Alivio: Cuando el 75% de la tripulación había abandonado el rompehielos, el comandante Tarapow advirtió que un avión B-200, de la Aviación Naval, sobrevolaba el buque en llamas. "Eso me dio una tranquilidad enorme, porque sabía que ninguna balsa iba a derivar descontroladamente. Momento libre que tenía, contaba las lucecitas flashear de cada una de las balsas, comprobando que estaban todas sin ningún problema", dijo.
Trasbordo: Lo tuvieron que realizar tras abandonar el "Irízar", en una noche completamente cerrada, ventosa y con olas de dos metros, los ocupantes de una balsa a la deriva que fue averiada a dentelladas por toninas o tiburones.
Satisfacción: Del comandante Tarapow cuando recorrió hasta el último rincón del buque y constató que no había tripulantes "aturdidos, mareados o fallecidos". "Eso fue celebrado por todo el mundo; por las imágenes que vi, si hubiera muerto alguien en el combate del incendio, no me habría llamado la atención. Los vi vomitar por la intoxicación con el humo, los vi reptando por las cubiertas del buque llevando las mangueras. Fue una demostración de heroicidad en toda la tripulación", afirmó.
Hombre al agua: Recién a las 7.30 del siguiente día, a Tarapow le confirmaron que el cabo primero de mar Pablo Galdames, había sido rescatado sano y salvo tras caer al mar durante las maniobras de trasbordo a las balsas. Se arrojaron salvavidas y linternas con la idea de ir al encuentro del suboficial.
Inaceptable: "Yo pregunto quién se tiene que quedar en el buque: ¿El segundo comandante? ¿El jefe de Comunicaciones? ¿Un marinero, un cabo, un suboficial, un guardiamarina? No, el comandante es el responsable de absolutamente todo. No cabe en un marino de guerra, no argentino, sino del mundo, abandonar el buque dejando a cargo a otro tripulante. Es inaceptable". (Textual del capitán de fragata Guillermo Tarapow)
Ficha personal
Guillermo Nelson Tarapow, leonino, simpatizante de Boca Juniors, de 44 años de edad, nació en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, el 3 de agosto de 1962.
Su padre, Anatol, de quien recibió como legado sus enseñanzas y la pasión, es retirado de la Armada y vive en Mar del Plata.
Guillermo tiene dos hermanos en la misma fuerza: Marcelo (42), capitán de fragata (iba a convertirse en segundo jefe del "Irízar", una semana después del arribo del buque a Buenos Aires), y Fernando (40), capitán de corbeta.
Es padre de Florencia (17), Constanza (15), Germán (14) y Valentina (8). La mayor y la menor vieron la luz en el Hospital Naval.
Entre los años 1975 y 1977, mientras cursaba estudios secundarios, tuvo como compañero al actual jefe de la Policía Distrital de Bahía Blanca, capitán Adrián Otero.
El comando del rompehielos insignia de la Marina de Guerra, que tomó el 5 de abril de 2006, lo entregaría una semana después del arribo del buque a la dársena porteña, es decir tras cumplir un año al frente de la embarcación.
Según se preveía antes del siniestro, tras esa entrega del "Almirante Irízar", Tarapow sería nombrado jefe del Estado Mayor del Comando Naval Antártico. En lo inmediato, el capitán de fragata sigue a cargo del buque hasta su ingreso en los astilleros Río Santiago, donde, en un período de aproximadamente dieciocho meses, se realizarán las reparaciones.
Si algo acompaña a Tarapow en todo momento y lugar, es su gorra de oficial, atuendo que representa el valor del marino. Tiene tres: una en el puente de comando del "Irízar", otra en el camarote del rompehielos y la tercera en su taquilla en Buenos Aires.
"No es la primera vez que veo la cara de la muerte; cada vez que uno salta en paracaídas es conciente que esos 55 segundos de caída libre, los hace con mucha fe en lo material, pero con la tranquilidad interna que le permite hacer esa actividad", dijo.
El destacado militar tuvo palabras de reconocimiento hacia su mujer, Silvia.
"Su peor momento fueron los primeros dos días, hasta que llegaron (a la zona donde se encontraba anclado el 'Irízar') los restantes buques de la Armada, pero desde el Comando de Operaciones Navales la mantenían informada, actualizada y contenida", relató.
"Quiero agradecer a "La Nueva Provincia" --continuó-- porque mis hijos me leyeron --yo no quiero ver ni leer nada de lo que pasó ni de lo que está pasando-- los comentarios de mi esposa y, gracias a esto, me he reenamorado; he reencontrado a esa esposa del marino, no que se expresa en forma declamativa, sino que se comportó con el ejemplo. A esa mujer que llevó la procesión por dentro, indudablemente con una cuota de esperanza, de fe, pero también con momentos donde bajan las defensas y uno piensa lo peor; sin embargo, se mantuvo entera, tanto ella como mis hijos".
-- ¿Cómo le gustaría que lo recuerden en su paso por la Armada?
-- Como uno más que, en su momento, cumplió con su deber. Cuando se finalicen las pericias y se determine la magnitud de lo que tuvimos que enfrentar, sin duda me van a recordar como una persona de mucha suerte, porque todo lo que pasamos está relacionado con una cadena de milagros.ç