Fuente: Beatriz Couce , de LA VOZ DE GALICIA de fecha 29.06.09
Es el gigante de la flota militar española y está en construcción en los astilleros de la ría ferrolana «a un ritmo sin precedentes». Una media de 1.500 personas trabajan diariamente a bordo para agilizar la fase final antes de su entrega, prevista para las últimas semanas de este año.
Con sus 230 metros de eslora (largo) y sus 32 de manga (ancho), el Juan Carlos I es, por muchas razones, el gran orgullo de la Armada española y de la factoría ferrolana de Navantia. Atracado en uno de los muelles de la antigua Bazán, el astillero ha abierto una fase crítica en el programa: el desarrollo de las pruebas de sus sistemas y equipos, al mismo tiempo que encara su terminación.
En el muelle, al pie del megabuque, un ejército de trabajadores entran y salen incesantemente del barco, implicados en las muchas tareas aún pendientes. Ya a bordo, tras salvar la distancia que separa el suelo de la cubierta del navío, equiparable a un edificio de 16 plantas, los operarios se tornan hormigas y la actividad se multiplica. «El barco está ahora en proceso de terminación de la obra industrial y está muy volcado en las tareas de habilitación, en la finalización de los camarotes, de la cocina, del hospital y también de la planta propulsora», explica Jesús Fernández, director del proyecto.
A principios del próximo mes, el barco se estrenará en el mar para poner a prueba su navegabilidad y su comportamiento en el agua. Por ello, en estas jornadas previas a su primera singladura, el trabajo se acentúa en «el corazón del barco, en toda esa parte asociada a la propulsión, básica para que el buque navegue».
Un millón de metros de cable
El esqueleto interior del Juan Carlos I es un entresijo de cables, sobre y con los que trabajan sin descanso operarios de un centenar de compañías de todo tipo de especialidades. En total, el barco más polivalente de la flota militar española está atravesado por casi un millón de metros de cable y por 41.000 tubos. Todas sus cifras son superlativas y, de hecho, solo su ancla pesará la friolera de 20 toneladas.
El barco, alternativo al portaviones Príncipe de Asturias, está dividido en 1.200 habitáculos. Aunque el dato pueda parecer desorbitado, no es extraño si se toma en cuenta que, aunque el navío contará con una dotación de 243 personas, está diseñado para poder transportar hasta 1.200 soldados más si es necesario. El primer buque que lleva el nombre del Rey, que será comandado por el marino cariñés Andrés Breijo, está configurado para transportar tropas y aeronaves -tiene una rampa de lanzamiento con idéntica inclinación que el Príncipe de Asturias para que aviones y helicópteros militares no perciban diferencias-, para servir de plataforma de desembarco en los asaltos anfibios y para intervenir en acciones de ayuda humanitaria.
La gran versatilidad que deberá proporcionar en las diferentes misiones ha obligado a Navantia a diseñar un prototipo con amplias capacidades. El hangar de vuelo puede albergar 12 aeronaves y el dique inundable -dividido en dos para garantizar que la entrada de agua no desestabiliza el buque- es capaz de dar salida hasta a ocho unidades anfibias. Sus enormes bodegas podrán acoger no solo gigantescos recipientes de transporte de alimentos y ropa para llevar a zonas en conflicto o asoladas por catástrofes naturales, sino también los denominados contenedores de vida , pequeños habitáculos en los que dar cobijo a personas evacuadas de dichas áreas.
Además de una gran cocina y comedores, el megabuque, que tendrá la nomenclatura L-61, contará con una despensa con autonomía para alimentar a su personal durante 50 días sin que el barco tenga que tocar tierra firme. A diferencia de otros navíos de la flota militar española, las escaleras y los pasillos de acceso a los distintos habitáculos son muy anchos. También para ello hay una explicación: las fuerzas de desembarco suelen ir pertrechadas de grandes mochilas, por lo que su tránsito requiere de espacios amplios.
Asistencias técnicas
Con la ayuda de asistencias técnicas, la factoría ferrolana de Navantia está poniendo a prueba sistemas y equipos. El barco, aún en construcción, cuenta ya con parte de su dotación, por lo que diariamente conviven a bordo los uniformes de los trabajadores del naval con los militares. «Todo va muy rápido», dice Jesús Fernández, jefe del proyecto. Tanto, que los que integrarán la primera dotación están ya recibiendo adiestramiento para poder pilotar el barco que colocará a España a la vanguardia de las Marinas europeas.
El ferrolano Jesús Fernández es el jefe del programa del «Juan Carlos I». Aunque está satisfecho del desarrollo de la obra, admite que «es un barco difícil porque incorpora las tecnologías más variadas y hay que encajar el puzle». ?El megabuque es un diseño 100% nacional y un prototipo, es decir, el primero que se construye de este modelo, «lo que te hace jugar con muchas novedades y te da un grado de incertidumbre alto». ?Pero Navantia saca pecho con este producto, que convenció a la Marina australiana, que ya le encargó dos unidades, que también se harán en la factoría ferrolana. ?«El ''Juan Carlos I'' es un barco escaparate; todo lo que hacemos en él se ve. Paga el pato de ser un prototipo, pero todo nuestro aprendizaje se puede volcar en los otros dos», afirma Jesús Fernández.