LOS EXCÉNTRICOS SEÑORES BUITRES
Por: Carlos Burgueño
Paul Singer y Keneth Dart, jefes de dos hedge funds emblemáticos que hoy acosan al Gobierno argentino, comparten la obsesión de recomponer su imagen y ser aceptados en círculos del poder. Sus respectivos vínculos con los partidos Republicano y Demócrata no resultan fáciles. Curiosidades en el horizonte: desde aportes a la militancia gay hasta un acuerdo de precios con Guillermo Moreno.
Tesemana de noviembre de 2001. La Argentina al borde de las crisis económica más grave de su historia. Sin embargo, a la oficina del importante operador financiero local llega una orden de compra a contramano de todas las que recibía en su computadora: en lugar de vender a cualquier precio más o menos razonable, desde islas Cayman le llega una solicitud para comprar bonos a 350 dólares (sobre una paridad de 1.000). No importa además el tipo de título. La única condición es que se ubiquen bajo órbita legal de Estados Unidos. Prudente, el operador pide instrucciones a su casa central de Wall Street sobre el sospechoso inversor: ¿Tramita la compra? Recibe una respuesta afirmativa y una referencia de un viejo hombre de finanzas de Nueva York:
"Yo los conozco, ya aparecieron cuando Rusia, Perú y Nigeria estuvieron a punto de default. En cualquier caso, será problema de la Argentina, no nuestro".
Aparecían así los fondos buitre en el país, comprando a precio de remate títulos públicos de seguro default. La Argentina inauguraría semanas después más de una década de litigios cruzados con estos inversores, hasta vivir ahora el momento más problemático para el país desde que llegaron olfateando la crisis terminal a la que llegaría la Argentina.
Mucho se habló sobre cómo estos fondos funcionan y avanzan legalmente sobre la base de embargos y presiones judiciales. ¿Pero qué hay detrás de los curiosos nombres que los identifican? ¿Cómo es el perfil de al menos dos de los hombres que están detrás de esas marcas de fantasía?
En total, los fondos buitre llegaron a poseer casi u$s 8.000 millones en bonos en default de la Argentina. Litigaron durante años mezclados entre los ruidosos bonistas jubilados italianos, alemanes, japoneses, etc.; hasta que muchos decidieron que era una causa perdida y se sumaron al canje final de 2010. Sin embargo, aún quedan unos u$s 3.200 millones entre los hold outs, bajo la propiedad del fondo MNL Elliot, de
Paul Singer, y de Dart, de
Keneth Dart.dos capitanes tienen una vida al menos curiosa, más allá del rostro que se les conoce por estas horas en la Argentina.
Singer, el dueño del fondo Elliot, desde hace poco se deja sacar fotos. Hombre de carácter díscolo, se preocupa por su imagen y aparece siempre como un hombre sabio, con mirada firme y, en lo posible, rodeado de sillones importantes. Sólo así deja que la cámara lo retrate. Sigue una recomendación dada hace pocos días por sus asesores de imagen, para mejorar la visión que se tenía de sus movimientos en el mercado financiero mundial. No es para menos.
Barack Obama, en la campaña electoral de 2008, lo había tomado de punto como recolector de dinero para los republicanos, caricaturizándolo como símbolo de lo peor de los especuladores de Wall Street en la crisis financiera más grave desde la del 30.
El dueño de la Elliot Management Corporation presume de sus habilidades financieras en su propia página de internet. Asegura que sus inversiones dejaron ganancias en promedio del 14,6%, una enormidad a los ojos de Wall Street, más en épocas de rentabilidades flacas y cimbronazos en todas las capitales financieras. The New York Times lo calificó en diciembre pasado como "uno de los más osados hedge funds managers", aclarando igualmente que era muy difícil que Singer tomara nuevos clientes. Sólo inversores muy recomendados por actuales clientes de sus fondos pueden acceder a su cartera. Es igual de difícil acceder a trabajar para sus fondos. Su perfil de empleado, curiosamente, está lejano a las caricaturas de los modernos ejecutivos y ejecutivas de Wall Street. Más bien, son abogados con particular paciencia, inteligencia y capacidad de lobby a quienes busca la Elliot Management. Dicho en términos cinematográficos, más cerca de Al Pacino en el abogado del diablo que de Michael Douglas en Wall Street (la uno, obviamente). Tiene lógica.
Necesita más abogados que inversores lúcidos.
Singer vivió un drama y una revelación, según lo definió él mismo una vez. Durante 10 años estuvo peleado con su hijo
Peter, al enterarse de que era gay y, más aún, militante de los derechos de esa minoría. Sin embargo, después de mucho tiempo sin hablarse, y en coincidencia con el momento en que buscaba mejorar su imagen, decidió reconciliarse con su heredero y militar al lado de él a favor del matrimonio homosexual. Donó así u$s 450.00 para esa causa, lo que a su vez le costó algún disgusto con otra de sus debilidades: los republicanos más conservadores.
Singer recauda dinero para la campaña de
Mitt Romney. Recibe aportesde empresarios de la Norteamérica profunda (lejos de Nueva York y Los Angeles), todos con valores críticos a alguna apertura en los valores conservadores. Para Singer es un problema, ya que mientras milita entre los republicanos, busca clientes para sus múltiples fondos de inversión con riesgo diversificado. El de más volatilidad es precisamente el NML Elliot, con el que litiga la Argentina.
Anne, la mujer de Romney, no invirtió precisamente en este fondo, pero confía en la habilidad del inversor para al menos parte de sus ahorros.
Singer tiene además un costado altruista. Aporta dinero al Banco de Alimentos de Nueva York para Países Pobres. Desde allí junta fondos para compar comida que luego gira a países como Nicaragua, Nigeria, Costa de Marfil, Turkmenistán y Zambia. En todos estos casos, el hedge fund había comprado antes de una amenaza de default y llevó a sus Gobiernos a los tribunales mundiales para exigir el 100% del pago por esos títulos. En estos días, se ve un ejemplo claro de esta especie de bipolaridad de Singer. Uno de los Estados con los que litiga es con Congo- Bazzaville, país al que le reclama unos u$s 32,6 millones por títulos defaulteados, comprados por unos u$s 3 millones. Lo que en la jerga porteña sería "un boletazo". A ese país africano aportó, vía el fondo de Nueva York contra el hambre, un total de u$ 150.00, acción benéfica que se encargó de promocionar en el país africano.
En el Gobierno argentino sospechan de las relaciones entre Singer y
Richard Adjei Frimpong, el juez ghanés que resolvió impedir la salida de la fragata Libertad del puerto de Tema. La duda es por la verdadera independencia del magistrado y la vehemencia con la que defendió la posición del fondo Elliot contra la Argentina en los primeros días del conflicto por el buque escuela de la Armada. La principal sospecha es por un punto clave del fallo que exige el depósito de u$s 20 millones a nombre del NML como condición indispensable para liberar el buque. Si la Argentina pagara ese dinero, inmediatamente le reconocería al fondo los derechos que viene reclamando en todo el mundo para cobrar el 100% de los bonos comprados en 2001. Lo que para el Gobierno de
de Kirchnercurioso es la letra en que está redactado ese fallo, coincidente en sintaxis con los reclamos del fondo Elliot en Nueva York, incluyendo las comas.
Aparentemente, el juez Frimpong no tuvo problemas en interpretar o reinterpretar leyes ghanesas según las demandas del fondo de Singer. Lo que más sospechas generó en los funcionarios argentinos es un cambio de actitud en el Gobierno ghanés de John Mahama (que asumió en julio pasado tras la muerte de John Atta Mills), que de un día para el otro habría pasado de criticar ácidamente a Frimpong a hablar bien del juez y del Elliot.
El mayor negocio en la vida de
Kenneth Dart, el otro jefe de un "fondo de riesgo" que apunta contra la Argentina,lo realizó en la región. A comienzos de los 90 logró que el breve Gobierno de
Fernando Collor de MelloBraisl le pagase unos u$s 800 millones sobre una compra original de no más de u$s 75 millones. Éste fue uno de los casos que luego llevó al expresidente a su renuncia. Operaciones similares concretó en Rusia, Turquía, Kazajastán y Ecuador. En el mundo financiero se le apunta una derrota: alguna vez habría intentado un movimiento poco claro con la mafia rusa, con la que tuvo que cumplir luego en tiempo y forma. Aparentemente, un curioso incendio en su residencia en Sarasota, Florida, convenció al financista de pagarles a sus acreedores.
Dart pertenece a una familia de industriales norteamericanos, propietaria, entre varias empresas, de una marca conocida en la fabricación de subproductos de telgopor y envases térmicos. En los 90, Dart llegó a la Argentina y se instaló en el flamante parque industrial de Pilar, donde la firma confecciona vasos para café. La idea de la familia era instalarse, en realidad, en Brasil. Sin embargo, el Gobierno de
Fernando Henrique Cardosolo impidió por ser
"enemigos del pueblo brasileño".
Últimamente, los Dart incluso apostaron al modelo kirchnerista firmando un acuerdo de precios con el mismísimo
Guillermo Morenocongelar los precios.
Keneth Dartpuede pisar Estados Unidos porque para la Justicia norteamericana es un evasor, pero tiene un lugar en el directorio de Dart Industries junto a sus hermanos, quienes lo visitan además habitualmente en su lugar de residencia: una impactante (aun para los cánones del lugar) mansión en las islas Cayman. Queda en el West Indian Club, una antigua base militar norteamericana que el "empresario" rediseñó a piacere.
Es un hombre prolijo, cuidadoso de su imagen y, obviamente, su fortuna. Quienes conocen sus andanzas cuentan que un día invitó a su exmujer,
Cynthia, a Londres, para pasar una jornada romántica a bordo de su jet privado y una cena exclusiva en un restorán del jet set británico. Ésa era la promesa. La realidad fue que el destino era un juzgado londinense para firmar el divorcio perentorio, para benefiarse de un reparto menos oneroso que establecen las leyes británicas.
peleó por años en un caso que hasta se hizo mediático en los talks shows norteamericanos.la exesposa logró una mansión en Michigan y la obligación de Dart de transferirle un millón de dólares por año, dinero que, en general, el financista retrasa enviar.
Físicamente tiene un parecido notable con
Bill Clinton, al menos las últimas veces que fue visto, a fines de los 90. Hubo algunos contactos con el expresidente y una intención de colaborar en alguna campaña electoral demócrata. El propio Clinton expulsó a Dart de cualquier posibilidad de acercamiento. Su currículum de evasor impositivo lo alejó de la política.
"No sé en que anda Dart, pero a este tipo no lo quiero ni en la misma ciudad en la que estoy yo", bramó Clinton cuando un colaborador intentó acercarle al inversor. El juicio que aún mantiene el fisco de Estados Unidos contra Dart alcanzaría hoy los u$s 500 millones.
El jefe del hedge fund tiene otra nacionalidad, la de Bélice, paraíso impositivo caribeño a cuyo puerto llega en un yate blindado de 65 metros de eslora. Se dice que la embarcación está preparada para repeler hasta ataques armados que podrían provenir de las mafias rusas. Como ciudadano de Bélice, Dart intentó volver a Estados Unidos bajo un curioso formato, como cónsul en Sarasota, ofreciéndose a abrir una oficina diplomática con su propio dinero; pero el Gobierno de
George W. Bushó la maniobra.
Comentan que desde su balcón ve la bahía de Seven Miles, la misma donde desembarcó el pirata Henry Morgan con unos dos mil corsarios para saquear las islas Cayman, en 1666.
@cburgueno