No recuerdo si este lo habíamos compartido, si fuere así: ignórenlo
Cerro Bonete
Esa mañana las cosas se habían complicado a nivel castrense, el Bonete tiene casi un balcón inmejorable para observar las maniobras que se llevan a cabo allá abajo. Ese año el ejercicio era enorme y nosotros estábamos presente como apoyo a las unidades en traslado ya que en la mitad de ellas teníamos vehículos en garantía de reparaciones.
Hacía un par de horas nos habíamos pagado caro el ser civiles en medio de todos militares: habíamos sido blanco de la FAA e informados por no haber seguido el procedimiento imagino.
Pese a todo, el Comandante de Brigada nos ofreció un lugar en el observatorio, modesto pero impactante ya que era la primera oportunidad que yo al menos tenía para ver la maniobra en su totalidad.
Parece que algunas cosas habían salido de forma inesperada para no decir que no habían salido bien, el Comandante mandó a llamar a todos los responsables suspendiendo instantáneamente el ejercicio... nosotros no teníamos nada que hacer ahí... a ver si el rebote de una sanción perdida nos daba de lleno...
"Pieza interrumpida" dirían los artilleros así es que bajamos, tomamos café, esperamos, pateamos piedritas en el suelo y al fin se me ocurrió que siempre había oído hablar de "los cuarteles viejos" del Bonete. Entonces, obedeciendo al impulso intrépido y negligente que anida en el aburrimiento, me arrimé a Jorge Gandini (jefe de electrónicos del grupo) y le dije lo que iba a hacer. Jorge tanto o más embolado que yo agarró viaje inmediatamente y bajamos a buscar la Isuzu. El jefe Bonan quedaba "arriba" como correspondía cubriendo el protocolo, la muchachada nuestra se había entreverado ya en las rondas de mate abajo y nosotros, rumbo Este por el camino que sube hasta el silo.
Para variar había llovido en los días anteriores, Noviembre se llevó en una oportunidad en proximidad a las maniobras anuales el puente de un arroyo sobre la 226 para dar una idea del agua que suele caer por ahí en esa época. Cuando llegamos al silo en lugar de tomar a la izquierda y cruzando la tranquera encarar el camino que baja hacia la circunvalación del Arsenal Naval, giré a la derecha donde el camino que llegaba se transformaba en apenas una huella que el pasto se empeñaba en deshacer...
Con desconfianza comencé a bajar preocupado que la chata no patinara al tocar el freno por el barro, había un sol glorioso y no había nada que hacer. Allá abajo se podían ver las ruinas de los cuarteles viejos, algunas paredes de ladrillos desnudos destruidas por el tiempo, algún sendero marcado por los restos de las identificaciones y el tanque de agua que aún se mantenía firme gracias al “grosor” de los fierros que lo habían compuesto oportunamente.
La arboleda era genial e invitaba a bajar del todo, cruzar un hilo de agua que aún corría y estacionarse a esperar un rato que el descanso hiciera lo suyo. Despacito y por las piedras encaré el chorrito horizontal con la confianza de un experto que pronto desapareció al unísono con la desaparición del capot de la camioneta bajo el agua... mamadera... ahí tomé coraje y apreté el acelerador, ya encontraría yo un lugar por donde cruzar para salir de esa "isla" en la que la tormenta había transformado la unidad vieja y la camioneta sacó el motor debajo de las "olitas" del maldito y erróneamente calificado chorrillo y clavó el tren trasero en el barro para no salir nunca jamás en la rep.ta vida....
La rapidez de la maniobra evitó la entrada de agua en la cabina pero la caja simplemente no se veía bajo el agua marrón de barro que seguía corriendo hacia abajo con total indiferencia de la catástrofe a la que me enfrentaba. Salir iba a salir obviamente, con 3 regimientos de tanques presentes y tanta gente amiga pero había que pedir auxilio en un momento en que era mejor ni aparecer!
Jorge me miró como diciendo: cómo SALÍS de esta?
Me bajé por la ventanilla y el agua me tapó la cintura: había como 30 cm de agua (nota: este comentario viene a cuento para "ahogarle" el sarcasmo a Miche), me fui hasta la popa y con las manos sosteniendo la tapa bajo el agua intenté "medir" el esfuerzo para aliviarla un poco y dar la posibilidad que con Jorge al volante pudiéramos salir... ni hablar!
Caminé fuera del agua con una sensación fulera y doble: una que tenía barro hasta los dientes y la otra que mi jefe me iba a matar... pero era la única salida... teléfono celular: no hay señal (obvio en ese pozo natural), desesperación in crescendo...
Hacía tanto calor que el mameluco que supiera ser color arena en su origen, se empezaba a secar de arriba para abajo rápidamente dando un velo de "acartonamiento" a la situación.... y como siempre apareció la idea salvadora. La torre del tanque era la solución. Para llegar a ella debí cruzar mi "anaqueronte" nuevamente y para alcanzar el alto subir por una escalera de hierro de dudosa seguridad sin mencionar las dos pelotas de barro en las que se había convertido mis zapatos de seguridad... no menciono las medias ni la desagradable sensación entre los dedos de los pies...
Cuando mi esfuerzo pudo con mis desconfianzas vi aliviado una rayita miserable en el indicador de señal de mi teléfono móvil llamé y el jefe acudió. Por suerte para mi si es que aún me quedaba algo de ella, el Bonan había llegado desde Buenos Aires para la ocasión ergo, estaba con su vehículo propio de él: una Mitsubishi grande como la esperanza que yo le depositaba al noble producto de la ciencia mecánica del Sol Naciente.
Veo luego de un rato en mi mangrullo pasar por el camino hacia el silo y girar hacia nosotros de inmediato. Con cuidado pero sin pausa bajé, caminé, crucé el agua por donde parecía haber menos para comprobar que la profundidad era parejita (lpqlp!) y llegué a la cola de la Isuzu al tiempo que mi jefe ya había frenado a distancia prudente, se sucede un diálogo propio de Federico Fellini:
-hola
-hola jefe
-¿qué te pasó?
-quise lavar el chasis pero dejaron la canilla abierta parece...
-ah... y ¿cómo vas a hacer?
Mientras tanto el único que arriaba hasta ahí con las consecuencias era yo, el Bonan me hablaba desde la ventanilla de la mole azul y Jorge sonreía por la luneta de la Isuzu mientras le hacía saludos al Bonan con la mano... yo explotaba...
-tengo una las lingas de algodón que usamos para izar las torres en la camioneta pensé que podrías sacarme para... ¿atrás?
-pssi... puede funcionar... pero con el barro y cuesta arriba no sé... igual: ni imagines que me voy a bajar...
-no Bonan, no te bajes
-no
-esperá que lingo el gancho de arrastre Jorge! ¿me alcanzás una de las lingas debajo del asiento de atrás?
Jorge en una acción plena de compromiso y compañerismo se limitó a sacar la mano por la ventanilla en la que sostenía la linga. Vuelta la chancha al barro pensé mientras me iba a buscar la linga metido en el agua nuevamente. El Bonan observaba divertido con el mentón apoyado en la mano que sostenía semi abierta la puerta: había que hacer el nudo bajo el agua...
-¿cómo vas a hacer? (sonaba distendido mi Jefe)
No respondí: no sabía cómo iba a hacer!!!! Fui hasta la caja y he tenido el buen tino de sacar el celular del bolsillo superior del mameluco, me agaché hasta donde el agua me tocaba el mentón, así cogoteando como chancho desconfiado metí las manos buscando el gancho llegaba, y ¿ahora? En ese momento agradecí el curso de timonel y las clases de salvamento en las que se debía poder hacer nudos con los ojos cerrados: as de guía al gancho y salí comprobando que ahora el agua me había entrado por el cuello del mameluco... fui hasta la trompa de la Mitsubishi Montero y as de guía nuevamente. Jorge ahora si al volante de la Isuzu y el Bonan que me dice:
-nunca usé la baja, la vamos a estrenar
Doble mas la baja, marcha atrás y suavecito sin inmutarse las camionetas se movieron juntas... el Bonan consideró prudente no detenerse y llegaron así hasta arriba... unos 500 metros arriba... de camino de barro.... en subida ¿viste?... Tienen que poder imaginarse lo divertidos que estaban ambos viéndome subir a mí... obviamente fui a la caja de la Isuzu para no ensuciar el interior de la cabina eso sí, luego de desatar la linga y ser testigo del buen humor de los demás... qué lindo que la gente se lleve bien en las malas, no?
norberto