Acciones varias de las distintas guerras

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Una bomba de la Guerra Civil ha estado colgando de un pino durante 75 años
Es una de las más de 100 que ha desactivado en Aragón la Guardia Civil en los seis últimos meses

Una bomba de la Guerra Civil ha estado colgando de un pino durante al menos 75 años. Es uno de los 110 artefactos de aquel conflicto bélico que ha sido desactivado en Aragón en los seis últimos meses por los expertos de la Guardia Civil, a los que se les acumula el trabajo en suelo aragonés ante la gran cantidad de restos explosivos de la Guerra Civil que todavía quedan repartidos por numerosos términos municipales, especialmente en la provincia de Teruel.
Son terrenos que fueron líneas de frente y que tuvieron una especial actividad bélica. La curiosa bomba que colgaba del pino era una granada de montero, que mantenía intacta su poder mortífero. Un soldado la lanzó, pero le falló la punteriá y, en vez de hacer blanco, acabó colgada en el árbol. Y ahí siguió durante tres cuartos de siglo, hasta que ha sido retirada y desactivada por los técnicos en explosivos de la Guardia Civil.
En el primer semestre de este año, los técnicos en desactivación de explosivos (Tedax) de la Guardia Civil han neutralizado en Aragón un total de 110 artefactos explosivos de la Guerra Civil española. Son más del doble de los que desactivaron en el primer semestre de 2013.
La mayor parte (64) se encontraban en términos municipales de la provincia de Teruel. Otros 24 han sido localizados y desactivados en la provincia de Zaragoza, y 23 en la de Huesca.
Entre los artefactos neutralizados abundan los proyectiles de artillería. Un total de 58 han sido desactivados. Eran de diversos calibres. Desde proyectiles de 65 milímetros y 4 kilos de peso, a grandes proyectiles de 155 milímetros y 45 kilos.
También ha sido abundante la desactivación de granadas de mano, 28 en total en seis meses, 21 granadas de mortero y cuatro bombas de aviación.
Entre los artefactos de mayor tamaño y potencia destructiva que han sido desactivados en lo que va de año destaca una bomba de aviación, de fabricación italiana y 50 kilos, que durante más de 75 años permaneció sin estallar en el interior de una charca del término municipal de Salcedillo (Teruel).
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La máquina de arado de carriles Alemana destruyó el 50% de las carreteras y líneas de comunicación férreas de la Unión Sovietica durante la segunda guerra mundial
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Miembros del ejercito de EEUU encuentran 100 toneladas de oro y tesoros artísticos escondidos en una mina de sal en Merkers, Alemania, luego de la segunda guerra mundial.
De más esta aclarar que los Alemanes escondieron ahí todos los tesoros que fueron saqueando
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Un miembro del ejército Serbio pateando a una mujer durante la masacre de Bijeljina, 1992
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Mujeres trabajando durante la primera guerra mundial en Inglaterra
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Operación Gold»: El primer batacazo de la CIA en Alemania
Hace medio siglo que unas lluvias «traicioneras» dejaron al descubierto en túnel gracias al que estadounidenses y británicos espiaron casi medio millón de conversaciones de la RDA
Los dinosaurios mueren matando. Los coletazos del espionaje de la CIA en Berlín son sólo un ADN repitiendo el patrón de sus años dorados. Como en 1955. Por aquel entonces se inauguró –secretamente, se entiende– un túnel diseñado y realizado por ingenieros de la CIA y de la agencia británica SIS con el objetivo de espiar a los vecinos de la RDA: más de 440 mil conversaciones telefónicas pincharon los espías de Washington y Londres entre mayo de 1955 y abril de 1956. A seis metros de profundidad y con una extensión de 450 metros, el túnel comenzaba en el sector «Americano» del Berlín de postguerra, en el barrio fronterizo de Rudow, y alcanzaba hasta Altglienicke, justo por debajo de un nudo de comunicaciones del Ejército rojo en Berlín Oriental.
Un año antes, las excavaciones removieron tres mil toneladas de tierra y 125 toneladas de metal, mientras sólo en reducidos círculos se hablaba de la «Operation Stopwatch» (Operación Cronómetro) para los británicos o de la «Operation Gold» (Operación Oro) para alemanes y estdounidenses. La información es escasa ya que el exdirector de CIA Allen Dulles ordenó que «lo menos posible» fuese «por escrito», pero se sabe que fue Reinhard Gehlen, el director de la recién creada BND –ahora espiada por la CIA– quien alertó a Dulles de un crucial nudo de redes telefónicas del ejército ruso a dos metros de profundidad muy cerca de la frontera con el sector americano.
A casi todas las reuniones entre la CIA y la SIS en Londres antes de iniciar la construcción del túnel asistió George Blake, un doble agente de la KGB: infiltrado en el aparato de inteligencia británico, Blake conoció de primera mano los detalles de la operación y alertó a la KGB, pero el Kremlin decidió dejar seguir la «Operation Gold».
Mantener al doble agente
Mantener la identidad de su espía Blake era más importante que las conversaciones entre militares soviéticos y alemanes en la desaparecida Berlín Oriental. El doble super agente Blake sería descubierto en 1961, año en que la CIA hizo pública el coste del túnel: 6,5 millones de dólares.
Una fuerte lluvia hizo que el túnel se inundara quedando al descubierto. Y Berlín Oriental lo usó para demostrar «la traición de Occidente»: fue presentado a la prensa como un «acto criminal» que viola los tratados establecidos entre la URSS, Alemania Occidental y los Aliados. El botín se lo quedó sin embargo la CIA: 50 mil cintas grabadas que documentan miles de conversaciones cuyo valor real ha sido puesto en duda más de una vez.
abc.es
 

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Españoles sepultados por la Gran Guerra

Para ganarse el sustento tuvieron que dejar su país, pero no imaginaban que se dejarían la vida en el empeño. Decenas de españoles que trabajaban en barcos británicos fallecieron en los ataques alemanes sin que nadie contara su historia. Hasta ahora.

La proa del R.M.S. Lusitania cortaba con facilidad las olas del Atlántico y a bordo reinaba la calma. Se creía que la gran velocidad del navío le pondría a salvo de la amenaza de los U-boat, los temidos submarinos alemanes que atacaban a los buques mercantes ingleses por todo el Atlántico.

El Lusitania, reclamo para reclutas | Biblioteca del Congreso de EEUU
A bordo iban casi 2.000 personas, entre pasajeros y tripulantes, así como más de cuatro millones de cartuchos para fusiles y otro material de guerra. El viaje estaba a punto de llegar a su destino, el puerto de Liverpool, donde debían arribar en breve después de cubrir miles de kilómetros sin problemas mecánicos o la presencia de submarinos. Pero su suerte terminó al cruzarse con su enemigo más peligroso.
Pasaban diez minutos de las dos de la tarde del 7 de mayo de 1915 y el R.M.S. Lusitania navegaba cerca de la costa de Irlanda. El español José Ulgar estaría probablemente atareado en los fogones del trasatlántico, donde trabajaba como cocinero, cuando la pequeña silueta de un U-boat se cruzó en el rumbo del enorme buque inglés. El comandante del U-20 no iba a permitir que tamaña presa se le escapara. Sin perder tiempo, ordenó el ataque.

Momentos después, un torpedo alcanzaba el Lusitania, explotando contra la amura de estribor. La detonación provocaría su hundimiento en cuestión de minutos, y el pánico se apoderó de los pasajeros. Se produjo entonces una segunda explosión interna que ocasionó todavía más daños en el costado y aumentó su inclinación a estribor, lo que hizo casi imposible utilizar todos los botes salvavidas.
El escenario de terror debió ser prácticamente una repetición del desastre del Titanic. Con tan sólo seis botes salvavidas para cerca de 2.000 personas, la mayoría terminó en el agua, donde murieron ahogados o por hipotermia. Nadie pudo evitar la tragedia: 1.195 personas perdieron la vida.
Aunque perecieron cientos de hombres, mujeres y niños ingleses y canadienses, fue la muerte de los 129 pasajeros estadounidenses lo que hizo famoso el hundimiento del R.M.S. Lusitania, al generar un ambiente de rabia en EEUU que impulsó su entrada en la guerra contra los ejércitos del káiser.
Sin embargo, entre los cientos de nombres anglosajones había uno muy especial: el del José Ulgar León, cocinero sevillano de 28 años que formaba parte de la tripulación inglesa.

Recuerdo del cocinero sevillano José Ulgar León en Tower Hill.
Con el hundimiento del R.M.S. Lusitania y la muerte de José Ulgar León, empieza un listado de españoles muertos que sólo termina en 1918, cuando cesa la amenaza submarina alemana.
Muertos cuya memoria, a diferencia de la de aquellos fallecidos en los 80 barcos mercantes españoles hundidos también durante la Gran Guerra, ha quedado enterrada en el Archivo Nacional británico o grabada en el bronce del Tower Hill Memorial de Londres.
Porque, tras Ulgar, ese mismo año otros siete marineros españoles pierden la vida en barcos ingleses. Romero, un santanderino de 22 años muere cuando el transporte de tropas Royal Eduard es hundido. Otros dos fallecen cuando el vapor Mangara parte de Bilbao cargado de hierro y es atacado y hundido por el UB-16. Pero la mayor tragedia estaba reservada para octubre, cuando el vapor Cape Antibes choca contra una mina y explota, hundiéndose con toda la tripulación, entre los que se incluyen tres españoles, dos de ellos bilbaínos.

Algunos de los barcos españoles hundidos en 1917 (Detalle). Vea el póster completo | Biblioteca de Catalunya
En 1916 la batalla entre los submarinos alemanes y los buques ingleses adquiere una dimensión dramática, aunque sólo hay que lamentar 10 marineros españoles entre las víctimas. Pero es durante el año siguiente cuando la guerra submarina llega a su cénit con la pérdida de 82 españoles. Desde Ferrol a Barcelona, de Cartagena a Madrid, hombres procedentes de toda la península mueren en buques, cargueros y petroleros que siguen transportando mercancías, pasajeros y alimentos para el Reino Unido, aunque el coste sea muy elevado.
El importante comercio del Reino Unido con España motiva la presencia de buques ingleses en puertos españoles durante el conflicto. El hierro era fundamental para la industria militar inglesa y España se convierte en una importante fuente de este mineral. Al mismo tiempo, muchos españoles embarcan en los buques que buscan hombres en puertos como Bilbao, Ferrol, Huelva y Santander.
En Vigo, Dolores García perdió a su esposo Teodomiro y en Tuy, Manuel Estévez perdió a su hijo Bernardo
Al salir al Cantábrico estos buques se convierten en presas de los submarinos alemanes o de las minas, como el vapor Thornaby, donde muere un alicantino de Torrevieja llamado Luis Caro.
En uno de estos buques ocurrió la mayor pérdida de vidas españolas. El 5 de Octubre de 1918 el vapor Erindring, un navío danés al servicio de los británicos, había terminado de cargar mineral de hierro en Bilbao cuando puso rumbo a Glasgow. Al salir del puerto sus veintidós tripulantes tenían que navegar por una de las zonas más peligrosas del mundo. La mala suerte hizo que su rumbo se cruzase con el del U-91 al noroeste de San Sebastián. Después del inevitable ataque el Erindring se hundió rápidamente con toda su tripulación, entre los cuales había seis marineros españoles. En Vigo, Dolores García perdió a su esposo Teodomiro y en Tuy, Manuel Estévez perdió a su hijo Bernardo. Pero también en Madrid Paula perdió a su esposo Valentín y otras tres familias más sufrieron con el hundimiento del Erindring.
Más de 500 españoles arriesgaron sus vidas a bordo de buques británicos durante el conflicto, 120 de ellos nunca pudieron contarlo.
elmundo.es
 

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El tren que paró la matanza
La historia del vagón del armisticio de 1918 en Compiègne que puso fin a la Primera Guerra Mundial



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Firma del armisticio (el original está en el maletín que porta Foch) el 11 de noviembre de 1918 en el vagón 2.419D.
Los trenes tuvieron su parte de responsabilidad en la I Guerra Mundial: fueron fundamentales en la movilización de tropas —uno de los factores que hizo imparable la contienda— y luego continuaron llevando carne de cañón fresca hasta las trincheras. Es curioso, por tanto, que fuera en un tren donde acabó la guerra.
Son muchos los trenes famosos, el Transiberiano, el Orient Express, el de Pancho Villa o el que atravesaba el puente sobre el río Kwai. Pero seguramente ninguno de sus vagones ha sido tan importante en la historia como el del tren del mariscal Foch utilizado para la firma del armisticio que puso fin a la gran carnicería de la Gran Guerra. En ese vagón desde luego no se gritó la mítica “¡Más madera que es la guerra!” como en el tren de los Hermanos Marx (donde tampoco se hacía), sino muy al contrario.
Era el 11 de noviembre de 1918 y a las 5 horas y 12 minutos de la mañana los plenipotenciarios aliados y alemanes acordaban en el vagón el silencio de las armas tras 1.560 días de la peor guerra que había visto el mundo. El armisticio no entró en vigor hasta las 11 horas pero entonces dio lugar a una inmensa oleada de alegría y alivio. “Te escribo con lágrimas en los ojos”, anotó un soldado francés expresando el sentimiento de millones. “Me he enterado del fin de las hostilidades, el final de esta terrible guerra, es el mejor día de mi vida”. La historia del acto de la firma y la del vagón y su extraño destino —Hitler lo volvió a utilizar, como revancha, para otro armisticio, el del 22 de junio de 1940, tras vencer a Francia—, merecen ser recordadas este año del centenario del inicio de la Gran Guerra.
Llovía a cántaros el otro día en Compiègne —como lo hacía aquel 11 de noviembre de 1918— mientras un grupo de visitantes abandonábamos contritos la seguridad del autocar para adentrarnos en los bosques desde el aparcamiento a fin de llegar a la zona conmemorativa del armisticio. Era un desazonador y húmedo fastidio pero pensándolo bien resultaba una buena manera de recordar el barro y la miseria de las trincheras. Lo revivió intensamente sin duda un portugués que tropezó en un bajo cercado de alambre para desplomarse con toda su humanidad en el barrizal componiendo una imagen digna del ataque de los fusileros reales galeses en Passchendaele.
Hitler lo volvió a utilizar como revancha tras su victoria en 1940
Atravesamos el Claro del Armisticio, una gran rotonda similar a la plaza de l’Etoile de París, y sus monumentos, con la premura de un avance al descubierto para refugiarnos en el museo. En el interior del edificio el visitante se encuentra con un antiguo vagón ornado de banderas francesas y flanqueado por lanzas con pendones. Por las ventanas se puede ver una mesa en la que se indican los nombres y la situación de los firmantes del armisticio. Pese al impacto que provoca, no es el vagón real de la firma. El vagón original, el número 2.419 D de la Société des Wagons-Lits convertido en despacho móvil de Foch, fue destruido por un incendio en otro bosque lejano, el de Turingia, donde había sido trasladado desde Berlín tras llevárselo los alemanes en 1940. Según una versión, lo destruyeron las SS por orden de Hitler para evitar que volviera a ser usado en otra rendición…
La extravagante elección de un vagón y de un bosque en Compiegnes en 1918 se explica por la voluntad de Foch de firmar el armisticio en un lugar discreto, al amparo de la mirada de los curiosos y de la (merecida) animosidad que los franceses podían mostrar hacia los enviados alemanes. El mariscal Foch hizo llevar su tren especial que empleaba a menudo como puesto de mando a un discreto ramal ferroviario con dos vías paralelas que se había usado para trasladar artillería al frente del Oise. En una se estacionó el tren del comandante en jefe aliado, de diez vagones, incluido el susodicho vagón-salón 2.419 D, y en la otra el que llevaba a los representantes alemanes. Estos habían realizado un largo y peligroso (y melancólico) viaje: tras cruzar las líneas en coches propios fueron trasladados a automóviles franceses que los llevaron hasta el tren puesto a su disposición. Un tren con cierta mala baba, pues incluía el vagón-salón del emperador Napoleón III, un guiño al desastre de Sedán y una sutil forma de revancha sobre la derrota de 1870.
El 8 de noviembre el tren que lleva a los alemanes se detiene en la vía paralela al de Foch. Los cuatro representantes del país derrotado descienden y cruzan cariacontecidos los 60 metros que los separan del vagón 2.419 D. Allí se reúnen con la representación aliada y el mariscal, que no se muestra precisamente simpático, por no decir que está bastante borde. El general Weygand lee las duras condiciones del armisticio: retirada hasta el otro lado del Rhin y entrega de toda la flota y numerosas armas. El secretario de Estado Ezberger se indigna. El capitán de navío Von Vanselow —que se queda sin barcos— llora. Tras tres días de reflexión en su tren, consultas con su Gobierno y la amenaza de Foch de atacar en Lorena, los alemanes regresan al vagón y firman lo que haga falta. Foch se limita a decir “muy bien”, y se marcha.
Durante años el sitio permanece abandonado y el vagón de la firma se exhibe en París, en el patio de los Inválidos. El 11 de noviembre de 1922 se inaugura la monumentalización del espacio. Los lugares en que se aparcaron los trenes quedan señalados, se crea una Vía de la Victoria y se instalan varias obras conmemorativas. En 1927 se completará el lugar con la instalación del vagón y la construcción de un museo para albergarlo.
Al firmar, el capitán Von Vanselow, que se queda sin barcos, llora
Hitler, que consideraba una humillación y una provocación el despliegue de Compiègne, acudió en persona, y más contento que unas pascuas, el 21 de junio de 1940 al calvero del armisticio, donde, además de llenarlo todo de esvásticas, había hecho colocar de nuevo el vagón —tras sacarlo del museo, que fue derruido— para que se firmara la rendición francesa. Luego ordenó que el vagón fuera llevado a Alemania.
Con la liberación, las tornas volvieron a cambiar. Se celebró una “ceremonia de purificación”, se reconstruyeron los monumentos destruidos y se edificó el museo actual, en el que se instaló un vagón de la misma serie que el exiliado y destruido. El lugar se ha ido enriqueciendo desde entonces con otros monumentos y recuerdos, entre ellos restos del vagón original, como los pasamanos, recuperados en el lugar del incendio en Alemania. Además del vagón de pega, se pueden ver sendas exposiciones sobre las dos guerras mundiales, con cascos, armas, maniquíes en uniforme e infinitud de otros objetos, algunos tan apasionantes como un fragmento de la hélice del Vieux Charles —el aeroplano Spad S VII del gran as Georges Guynemer—, el banderín del general Pershing o ¡el tintero de Foch!, que a estas alturas ya debe de estar seco.
elpais.es
 

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ES DE LA GUERRA FRIA PERO VA

Bases submarinas abandonadas

Bases submarinas abandonadas


Aún existen. Son lugares que parece salidos de una película post-apocalíptica, pero en realidad se trata de enormes bases submarinas de la era soviética, abandonadas tras la Guerra Fría. Sumergidas bajo el mar o embalses, sirvieron en otra época de búnkeres y centros de operaciones militares. Debajo, un paseo en imágenes por algunas de las más utilizadas en su época.
Object 825, una estructura hidráulica de defensa nuclear y refugio para 14 submarinos en Balaklava, Crimea



















Búnker Alsou o Object 221, también conocido como PCP BSF (Protected Command Point Black Sea Fleet), en Crimea













Refugio nuclear para submarinos en Pavlovsk, Russia











Una base en Estonia, construida entre 1956 y 1958, utilizada hasta 1991













Liepaja, un puerto en el Mar Báltico que sirvió de base a 16 submarinos y también como depósito nuclear.









Kraternyy, base secreta entre 1987-1994, ubicada en la isla volcánica rusa deshabitada de Simushir, en las Islas Kuriles









FUENTE: http://www.friki.net/fotos/102607-bases-submarinas-abandonadas.html
 

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16/07/1942 - en París (Francia) los nazis realizan arrestos masivos de judíos, en lo que se conoce como el Jueves Negro.
1945 - en el marco del Proyecto Manhattan, se realiza la Prueba Trinity, el primer test exitoso de una bomba nuclear de fisión. Empieza así la era atómica.
fuente:http://www.hoyenlahistoria.com
 
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Bases submarinas abandonadas

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Aún existen. Son lugares que parece salidos de una película post-apocalíptica, pero en realidad se trata de enormes bases submarinas de la era soviética, abandonadas tras la Guerra Fría. Sumergidas bajo el mar o embalses, sirvieron en otra época de búnkeres y centros de operaciones militares. Debajo, un paseo en imágenes por algunas de las más utilizadas en su época.
Object 825, una estructura hidráulica de defensa nuclear y refugio para 14 submarinos en Balaklava, Crimea



















Búnker Alsou o Object 221, también conocido como PCP BSF (Protected Command Point Black Sea Fleet), en Crimea













Refugio nuclear para submarinos en Pavlovsk, Russia











Una base en Estonia, construida entre 1956 y 1958, utilizada hasta 1991













Liepaja, un puerto en el Mar Báltico que sirvió de base a 16 submarinos y también como depósito nuclear.









Kraternyy, base secreta entre 1987-1994, ubicada en la isla volcánica rusa deshabitada de Simushir, en las Islas Kuriles









FUENTE: http://www.friki.net/fotos/102607-bases-submarinas-abandonadas.html
Que increíble...vuelvo a decirlo...me llama la atención ver tremendas instalaciones abandonadas
 

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Muere Luis Perea, uno de los últimos españoles que sobrevivió al infierno nazi de Mauthausen

Pasó cuatro años en aquel campo de concentración después de que los alemanes le capturaran colaborando con el ejército francés

ABC
Prisioneros del campo de Mauthausen el día de la liberación por los aliados
«Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras». Con esa pancarta recibieron el 5 de mayo de 1945 los prisioneros españoles a las fuerzas aliadas que descubrieron el horror del campo de concentración de Mauthausen. Entre ellos estaba Luis Perea Bustos, uno de los últimos supervivientes españoles de aquel infierno, y que este domingo ha fallecido en la localidad de Hendaya a los 96 años.
El preso 3.612 del campo de concentración de Mauthausen había luchado previamente en la Guerra Civil española en el bando republicano, tras lo que se exilió a Francia para evitar las represalias de los vencedores.
Una vez allí, se alistó en el ejército francés para luchar contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, hasta que fue capturado por los alemanes en junio de 1940, convirtiéndose así en uno de los 9.000 prisioneros españoles en los campos de concentración nazis.
La página web Amical Mauthausen, que trabaja para mantener la memoria viva de las víctimas del nazismo, ha podido informar a ABC.es que Luis Perea era el penúltimo superviviente de Mauthausen en España. En Francia todavía viven una decena de españoles que salieron de aquel campo.
Luis Perea nació en Socuéllamos (Ciudad Real) el 3 de febrero de 1918 y murió acompañado de su esposa y de su hija, según ha informado a EFE. Pasó cuatro años en el campo, logró sobrevivir y fue liberado por las fuerzas armadas estadounidenses el 5 de mayo de 1945.
Los restos mortales del exprisionero serán incinerados mañana en Biarritz (Francia), por deseo del propio Luis Perea.
ABC.es
 

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Españoles vivos en el averno nazi

ABC recoge el testimonio de José Alcubierre, uno de los supervivientes que aparece en la obra de Montserrat Llor

susanna sáez
José Alcubierre
Montserrat Llor abre «Vivos en el averno nazi» (Crítica) con una cita de Paul Eluard que es toda una declaración de principios: «Si el eco de sus voces se desvanece, pereceremos». Esta indagación testimonial –según la autora explica a ABC– nació urgida por un misterio familiar: la pulsera de identificación de su tío abuelo muerto, nadie sabe cómo ni cuándo, en Gusen, campo anexo a Mauthausen; y también porque su hijo, Pablo Villarrubia, padre de su marido, le contó mil historias de los maquis de la región de Cognac.
En fin, Montserrat Llor ha recopilado numerosos testimonios, y no sólo de deportados españoles, de los que ahora ha recogido veinte «para conservar su memoria sin rencor ni ideología. Cada vez son más ancianos y van quedando menos». Luego nos sugiere llamar por teléfono a José Alcubierre, uno de ellos, quien vive en Sayoux, muy cerca de Angoulême (Francia). «Sea paciente, es un poco duro de oído, por la edad, pero le atenderá con todo afecto». Y así lo hacemos.
–José, cuéntenos su historia.
–Estábamos refugiados después de nuestra Guerra Civil en un campo de internamiento aquí, en Angoulême. Vinieron y nos dijeron: «¡Recoged lo que tengáis y p’alante!» Nos formaron en la plaza a todos: mujeres, hombres, viejos, jóvenes y niños, luego nos llevaron a la estación de mercancías. Allí nos esperaban unos vagones de comercio, de esos que ponían: «Ocho caballos y cuarenta hombres». Esto ocurría entre mediodía y la una de la tarde del 20 de agosto de 1940. Después cerraron las puertas, el tren empezó a rular y cuando nos dimos cuenta, yo le pregunté a mi padre: «¿Dónde vamos, papá?», y me dice: «Pues no lo sé, hijo mío, pero estamos lejos». Apenas veíamos por aquellas ventanillas tan pequeñas que tenía 60 centímetros de largo por 40 de ancho. Y así pasaron el día y la noche, y así rulamos hasta cuatro jornadas. El 24 de agosto llegábamos de madrugada a Mauthausen (Austria, muy cerca de Linz). A mediodía abrieron los vagones y vimos que ya no eran los mismos centinelas. Uno me habló en alemán, y como no lo entendía, me preguntó por señas que cuántos años tenía. Yo respondí que quince. Y dijo: «¡Abajo, abajo también!», mientras las mujeres chillaban: «¡Ay, mi marido, ay, mi hijo!» Nos formaron y p’alante, al campo. Así pasó.
–¿Hacían las deportaciones en secreto?
–Después de la guerra, los alemanes decían que no sabían que existieran los campos. ¿Cómo que no sabían? Lo sabían todo. Nos condujeron desde la estación hasta el recinto por medio de todo el pueblo. Así que si no nos vieron es que no querían verlo. Cuando llegamos, nos hicieron duchar, nos cortaron el pelo y nos dieron un número para que lo cosiéramos en el pantalón y en la chaqueta.
–¿Había en Mauthausen muchos republicanos?
–Cuando llegamos nosotros, que éramos trescientos y pico, allí ya había otros seiscientos que habían sido deportados poco antes. En fin, nos dieron de comer, pero aquello era una infección de comida. Y le digo a mi padre: «¿Vamos a comer esto?», y me contestó: «Pues si no hay otra cosa». Entonces se acerca uno y me dice: «Oye, peque, ¿no lo comes, o qué?» «Pues yo no me lo como, ¿quién se va a comer esto?», le contesté.«“¿Me lo das? Aunque dentro de un día, dos o tres, tragarás, porque no hay otra cosa». Y así pasó: tuvimos que comer aquella bazofia que no servía ni para los cerdos.
–¿Cómo fueron los primeros tiempos de internamiento?
–Primero me hicieron trabajar en la cantera del campo, la Wiener Graben, donde estaba la tristemente célebre escalera de Mauthausen; luego, gracias a Dios, me destinaron a limpiar calderas y cristales en el campo. Pero enseguida se formó el kommando del terrible César Orquin con unos trescientos españoles. Nos llevaban a trabajar a unos sesenta kilómetros. Montamos en los camiones y estábamos tres jóvenes: el madrileño Fernando Pindado, un asturiano y yo. Luego nos devolvieron a Mauthausen.
–¿Qué fue de su padre?
–A mi padre y a los demás los habían bajado a Gusen, un campo anexo que empezó como kommando y terminó siendo casi más importante y más malo, incluso, que el nuestro. De allí un día bajaron algunos amigos que tenían nuestra edad, como Tello, Sardina, Quesada que era del Prat de Llobregat, como yo, para formar con otros cuarenta jóvenes el «Pochaka» (kommando de la cantera de Anton Poschacher, en el mismo pueblo de Mauthausen, donde dormíamos, así lo pronunciábamos y así nos bautizaron a los que trabajábamos allí: «los pochakas»). Le pregunté a uno por mi padre y me contestó: «No te preocupes, tu padre está bien». Aquello me extrañó y entonces fui a otro, Jacinto Cortés, que también era del Prat y que era íntimo mío, y le digo: «Oye, Jacinto, ¿tú has visto a mi padre?», entonces me cogió por el hombro y me contestó: «Tu padre ha muerto». Me fui con el jefe, se lo conté y le pedí si podía quedarme en la colchoneta pa’llorarle…
[Al otro lado del hilo telefónico, la voz se quiebra. Alcubierre toma aliento y continúa su relato, ahora muy emocionado:]
–Fue algo que no era digno de personas humanas. Mi padre iba con otros dos y a los tres los llamaban los «mañicos» porque eran aragoneses. Un día pasó lo que tenía pasar. Uno de ellos cayó al suelo extenuado, nunca supe cual, y los otros dos: «¡Levántate que viene el cabo!», y él: «¡Dejadme, que ya no puedo más!» Entonces el cabo empezó a pegarle con su bastón –que era el mango de un pico– y los otros dos, claro, quisieron conciliarlo para que no le arreara más. Pero sacó el silbato y pitó para que vinieran otros cabos. Y los mataron a los tres a golpes de mango de pico y a patadas. Esto me lo contó tiempo después uno que lo vio. Aquello fue para mí una puñalada muy grande. En fin, sería muy largo contarlo todo por teléfono. Allí trabajamos cuatro años, hasta que acabó la guerra y llegaron los rusos…
–Pero antes, lograron poner a salvo un material muy comprometedor para los nazis: las fotografías del campo.
–Seis o siete miembros del Poschacher éramos de las Juventudes Socialistas Unificadas (obediencia comunista). Francisco Bosch, que trabajaba con Antonio García en los laboratorios fotográficos del campo, le dijo a Cortés: «Tenéis que sacar del campo estas fotografías, que son muy importantes, y esconderlas». Las repartimos entre tres: Cortés, Jesús Grau y yo. Esas fotografías logramos sacarlas de Mauthausen y se las dimos a Anna Poitnner, “la vieja” (así llamábamos a esta opositora a los nazis que vivía cerca de la cantera y que se hizo amiga nuestra), quien las escondió en el muro de su jardín. «No le dé estas fotografías nada más que a Cortés, a mí, o a Bosch si las viene a buscar». Y ya luego sirvieron para probar las salvajadas de los nazis en los juicios de Nuremberg. Así pasó, como lo cuento, porque yo no exagero.
Veinte españoles
Montserrat Llor ha entrevistado a decenas de supervivientes de los campos de concentración. En «Vivos en el averno nazi» reúne veinte testimonios, 18 corresponden a españoles: Conchita Grangé, Manuel Ortells, Francisco Bernal, Marcelino Bilbao, Segundo Espallargas, Jesús Tello, Alejandro Vernizo, Emilio Caballero, Luis Estañ, Luis González Peña, Ramiro Santiesteban, Lázaro Nate, Esteban Pérez, Edmon Gimeno, José Marfil, Alfredo Rotella, Neus Catalá y José Alcubierre.
Los dos testimonios extranjeros relatan la experiencia del sefardita búlgaro León Arditti y de la brigadista Elisabet Ricol, esposa del también brigadista, resistente y político checo Artur London, que luego sufrió las purgas de Stalin.
ABC.es
 

Jorge II

Serpiente Negra.
Ahora parece que van a reactivar la ex base militar de lourdes algo asi se llama en Cuba que actualmente se encuentran abandonadas de parte de las fuerzas rusas.
 

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17/07/1944 - en la Segunda Guerra Mundial, bombas de napalm son lanzadas por primera vez por pilotos estadounidenses desde un P-38 a unos depósitos de gasolina en Coutances, cerca de Saint-Lô, Francia.
1945 - Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los líderes aliados Winston Churchill, Harry S. Truman y Joseph Stalin, se encuentran en la ciudad de Potsdam para decidir el futuro de la derrotada Alemania.
fuente:http://www.hoyenlahistoria.com
 

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Los escalofriantes túneles secretos de la Primera Guerra Mundial
Miles de soldados
los utilizaban en Francia para desplazarse sin que se enterara el enemigo. Allí dejaron grabados recuerdos y mensajes que hoy salen a la luz


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A un siglo del comienzo del primer conflicto bélico que abarcó a la mayor parte del mundo y que llevó el poder de muerte a una escala nunca antes vista, su recuerdo sigue intacto.
Entre otras novedades, la Gran Guerra de 1914-1918 trajo los bombardeos sobre poblaciones civiles como práctica sistemática. Frente a esa amenaza incesante, en muchos casos, la única alternativa era esconderse bajo tierra.
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El fotógrafo Jeff Gusky, de National Geographic, recorrió algunos túneles utilizados en Francia durante los años del conflicto. A pesar del paso del tiempo, permanecen inmaculados y conservan el testimonio de los miles de soldados que pasaron por ellos.
"La entrada es un agujero húmedo en la tierra apenas más grande que una madriguera, oculto por una maleza espinosa, en un recóndito bosque del nordeste de Francia. Juntos nos adentramos en la oscuridad", relató Evan Hadingham, escritor de la revista, que acompañó al fotógrafo en la experiencia.
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"Después de algunos cientos de metros, el túnel termina en un pequeño cubículo tallado sobre la piedra, que recuerda a una cabina telefónica", agregó.
Entre las cosas que se pueden ver talladas se destacan los mensajes de la 26° división Yankee, perteneciente al Ejército de los Estados Unidos, que estuvo allí durante seis semanas en 1918. Entre nombres, fechas, símbolos religiosos y patrióticos, y demás imágenes, se pueden identificar más de 500 grabados que aún permanecen allí.
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Metros más allá hay instalaciones que muestran cómo era la vida de los soldados durante su estadía. Por ejemplo, hay bancos y mesas, y sobre ellos, objetos que pertenecieron a los combatientes, como botellas y cantimploras.
En total, se trata de un complejo de unas 40 hectáreas, compuesto por cientos de pequeños pasadizos que se conectan con infinidad de salas de distinto tamaño. En ellas puede encontrarse desde camas hasta equipamiento militar, como cascos, botas y cinturones.
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Pocas cosas sobresalen tanto como la capilla subterránea, que incluye la figura de un soldado francés rezando. La identidad del artista que la talló permanece desconocida.
Las condiciones de vida en los túneles estaban lejos de ser las mejores. La humedad hacía que muchos sufrieran enfermedades pulmonares, y las ratas, los piojos y las pulgas abundaban en ese ambiente hacinado.
Pero cualquiera de esas eran pequeñas amenazas frente al riesgo que suponía que los enemigos descubrieran la existencia de ese mundo bajo tierra y pusieran bombas para enterrar vivos a todos sus ocupantes.
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18/07/1940 - en España, el General y Jefe del Estado Español Francisco Franco reclama oficialmente Gibraltar.
1941 - en el sur de Indochina desembarcan tropas japonesas.
1942 - en Madrid se inaugura el velódromo de la Ciudad Lineal.
1943 - en las Islas Aleutianas, los japoneses desalojan la isla Kiska.
1944 - tropas británicas atraviesan el río Arno.
fuente:http://www.hoyenlahistoria.com
 
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