Acciones varias de las distintas guerras

El curioso soborno de Churchill para convencer a EE.UU. de que luchara contra los nazis


El británico barajó la posibilidad de regalar a los estadounidenses una copia de la Carta Magna para que se decidieran a entrar en la contienda

ARCHIVO ABC
Con este presente, los británicos pretendían recordar a los EE.UU. su procedencia europea

Principios de 1941. Mientras Gran Bretaña se enfrentaba a pecho descubierto contra la «Luftwaffe» y la «Kriegsmarine» alemanas, Estados Unidos todavía se mantenía militarmente neutral (a pesar de que enviaba provisiones a las islas) y se negaba a que sus soldados se dieran de balazos contra Adolf Hitler. Una mala noticia para Inglaterra, donde se sabía que su apoyo era necesario para poder vencer.

Fue precisamente en ese momento de crisis cuando a Winston Chruchill se le ocurrió la idea de hacer un curioso regalo a los americanos para que se decidieran a combatir. ¿Cuál fue este misterioso presente? Una copia de la Carta Magna (elaborada en el SXII)

Tal y como afirman varios diarios internacionales como «The Independent», este extraño proyecto del Premier británico ha salido a la luz gracias a una exposición de la Biblioteca Británica en la que, al fin, se han dado a conocer los documentos que lo atestiguan. Todo ello se enmarca dentro del 800 aniversario de la sanción de la Carta Magna, la cual limitó los poderes del rey ante la aristocracia y fue aceptada por el monarca Juan I de Inglaterra en 1215

En palabras del diario británico, en aquellos años Churchill estaba desesperado porque Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial. Y es que, hasta ese momento el gobierno americano únicamente se dedicaba a enviar decenas de «convoys» a las islas cargados con comida, armamento y municiones. Por ello, el gabinete de la región estableció que era necesario tener un gesto representativo con sus amigos ubicados al otro lado del Atlántico para que, al fin, pusieran su granito de arena en la contienda.

Así pues, los diferentes ministros del país comenzaron a intercambiarse cartas buscando cuál podría ser este presente, y se decidieron por una copia de la Carta Magna. Aunque ahora pueda parecer un presente extraño, lo cierto es que era perfecto, pues es un documento que los estadounidenses consideran como el precursor de su constitución. Además, los británicos establecieron que era también una bonita forma de recordar a sus vecinos su origen europeo y ablandarles el corazón para que armaran a sus tropas.

El proyecto fue pronto aceptado por los ministros, algo que queda patente en las misivas. «Un acto amistoso, amablemente realizado, evoca una respuesta tremenda. Cuando llegas a las emociones de un americano, su generosidad es ilimitada», explicaba una carta, publicada en el susodicho diario en línea. La idea agradó a Churchill, quien pensó en hacer oficial el presente el 15 de junio de 1941. Sin embargo, el acuerdo no se concretó por razones no especificadas. Aún así, los estadounidenses terminaron entrando en la Segunda Guerra Mundial.
abc.es
y regalando una copia trucha de la carta magna churchill los pensaba convencer de entrar en guerra con Alemania?
Vamos...
Nota mental : no invitar a Churchill a la fiesta de casamiento....
 

Shandor

Colaborador
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Así iban equipados los paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada en el Desembarco de Normandía


Armas, uniforme… Descubre todo lo que portaban consigo estos soldados norteamericanos durante el Día D
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1La 101ª, una unidad con una cita histórica

WIKIMEDIA
Miembros de la 101ª, antes de subir a un avión
Héroes para muchos, enemigos para unos pocos. La 101ª División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos se ha hecho famosa en los últimos años gracias a que su historia se ha dado a conocer en todo tipo de series y películas. No es para menos, pues sus paracaidistas tuvieron que enfrentarse solos, y tras las líenas enemigas, a miles de soldados alemanes durante el Desembarco de Normandía. Sin embargo, salieron victoriosos gracias a su audacia, a su entrenamiento y a la ingente cantidad de equipo que portaban encima (el cuál podía llegar a pesar 50 kilos).
Para hallar el origen de la 101ª División Aerotransportada (más conocida como la de las «Águilas aulladoras») es necesario viajar en el tiempo hasta Alemania poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando William C. Lee, un agregado militar estadounidense en la región germana, observó como Adolf Hitler entrenaba a cientos de hombres de sus fuerzas armadas para que atacasen –paracaídas mediante- al enemigo desde el aire. La idea le entusiasmó y, casi instantáneamente, se plantó frente al despacho de su superior con el objetivo de copiarla.

101 Airborne Girona en el 70 aniversario de la batalla de Normandia
«101 Airborne Girona Reenactment Group»
«Lee regesó a Wahington como comandante. Todavía estaba encaprichado con lo que hacía el ejército alemán con sus fuerzas aerotransportadas», explica el «General William C. Lee Airborne Museum» en su página oficial. Desde ese momento, comenzó una lucha contra sus mandos para favorecer la creación de una fuerza similar en Estados Unidos. La tarea no fue sencilla pero, finalmente, el presidente Roosevelt admitió sus deseos y le ordenó planificar de inmediato una división aerotransportada. La futura 101ª.
«El primer grupo aerotransportado fue organizado por el mayor Lee como comandante. Se puede decir que se convirtió en el padre de estas unidades estadounidenses», añade el organismo oficial. No pasó mucho tiempo hasta que, el 16 de agosto de 1942, se activó en el corazón de Lousiana (al sur de los Estados Unidos) la 101ª División en el Campamento Claiborne. Por entonces, los norteamericanos contaban ya casi 8 meses inmersos en la Segunda Guerra Mundial -un tiempo muy inferior a los tres años que llevaban de contienda en Europa contra los nazis-
Aquella jornada, los soldados sabían que su unidad carecía de un largo recorrido militar (algo que sí sucedía con otras como la 1ª División de Infantería, la cual había sido fundada en 1917 y había combatido en la Primera Guerra Mundial) pero sí conocían la importancia que tendrían en el futuro. Y si no, ya estaba allí el general Lee para que no se les olvidase: «La 101.ª […] no tiene historia, pero tiene una cita con el destino. Como los antiguos pioneros americanos, cuyo coraje invencible fue la piedra sobre la que se fundó esta nación, hemos roto con las tradiciones pasadas para dar paso al futuro»

Paracaidista con thompson y paracaidas listo para embarcar.JPG
«101 Airborne Girona Reenactment Group»
Lee, curtido en mil batallas, ya parecía suponer lo que, años después, se les echaría encima durante el Desembarco de Normandía. «Debido al carácter de nuestro armamento y a las tácticas que nosotros mismos perfeccionaremos, seremos llamados a realizar misiones de gran importancia militar y acudiremos a la contienda cuando la necesidad sea inmediata y extrema. Permitidme hacer notar que nuestro emblema es el águila americana. Esta insignia es perfecta para una división que acabará con sus enemigos cayendo sobre ellos desde el cielo como un rayo», añadió en su discurso.
La misión más destacada de la 101ª
Si por una misión es recordada la 101ª División Aerotransportada es por el Desembarco de Normandía, la operación mediante la que los aliados pretendían liberar Francia del yugo alemán desembarcando en varias playas ubicadas al norte del país. Aquel 6 de junio de 1944, esta unidad fue lanzada tras las líneas enemigas en la playa de Utha (al oeste) con las órdenes de tomar varios puentes clave. El objetivo no era otro que causar el caos, eliminar las defensas de retaguardia nazis, resistir hasta la llegada de sus compañeros y evitar que los enemigos enviasen refuerzos a los germanos ubicados en la costa. Fácil de decir, pero muy complicado de llevar a cabo.
El Día D, los soldados de la 101ª estaban listos para desplegarse y demostrar que habían aprovechado al máximo sus años de entrenamiento. Desgraciadamente, la primera mala noticia les llegó antes de subirse a los aviones de transporte. Y es que, les informaron de que deberían saltar sobre Normandía sin su «padre» ideológico, el general Lee, pues había sido mandado a su hogar debido a un ataque al corazón. En su sustitución, los mandos enviaron al no menos preparado Mayor General Taylor, de 43 años y fogueado hasta la saciedad en varios frentes. Éste se lanzó al vacío junto a 6.700 de sus hombres en el sector ubicado más al sur este de Utha.
La llegada a Normandía
Con o sin Lee, la 101ª tenía una cita con el destino, y la cumplió cuando –en la noche del 5 de junio de 1944- sus hombres iniciaron el camino a la batalla. Según habían establecido los mandos, el grueso de las tropas aerotransportadas fueron precedidas por los denominados «Pathfinders» (o guías), un centenar de valientes cuya misión consistió en lanzarse a ciegas sobre una serie de puntos estratégicos para, posteriormente, realizar señales a los aeroplanos aliados. La idea era que, mediante una serie de luces, sus compañeros aterrizaran en lugares seguros y no sobre posiciones tomados por los alemanes.
Sin embargo, asegurar el camino a sus compañeros implicaba poner en riesgo su propia vida, algo que vivieron en persona militares como el soldado Robert M. Murphy, de apenas 18 años. Este joven cayó, como tantos otros, lejos de su objetivo y no tuvo más remedio que partir sólo y sin apoyo hasta el emplazamiento que tenía que señalizar.

Miembros de la 101 Airborne Girona Reenactment Group
«101 Airborne Girona Reenactment Group»
«Los exploradores saltaron a lo largo de toda la zona, algunos desde solo 100 metros de altura. La misión de esta vanguardia de la invasión, compuesta por un grupo de voluntarios, era señalar las zonas de “lanzamiento” a los planeadores en un área de 80 kilómetros cuadrados, situada en la Península de Cherburgo», explica Cornelius Ryan (presente en el Día D) en su libro «El día más largo».
A pesar de que toda la 101ª se hallaba en sumo riesgo aquel día (los mandos previeron un 80% de bajas en la división), los que más peligro corrían eran estos guías voluntarios. Y es que, para poder ser lanzados sin que los alemanes les detectaran, sus aviones se vieron obligados a surcar el cielo a gran velocidad. Esto provocó que la mayoría aterrizaran en zonas erróneas, que se dieran de bruces contra los nazis al pisar el suelo e, incluso, que algunos cayeran en un campo de minas antipersona. Un ejemplo de lo sucedido lo sufrió el sargento Delbert Jones, cuyo transporte fue alcanzando antes de que pudiera saltar.
Tampoco se libró de un buen susto Adrian Doss, quien pudo salir del aparato, pero vio como los cañones que disparaban desde el suelo le agujerearon el paracaídas y el equipo que portaba en sus piernas. Por suerte, ninguna bala le dio. «El fuego antiaéreo era tan intenso que muchos aviones se vieron obligados a desviar la ruta. Solamente 38 de los 120 paracaidistas tomaron tierra en sus objetivos. El resto lo hizo a kilómetros de distancia», determina el autor.

Miembro del grupo de recreación en una de las playas en las que se realizó el desembarco
«101 Airborne Girona Reenactment Group»
Una vez que los guías establecieron los lugares de lanzamiento, le llegó el turno a la fuerza paracaidista principal, la cual fue arrojada al suelo en planeadores o en paracaídas. Como era de esperar, su aterrizaje no fue más sencillo. De hecho, el salto masivo y descontrolado dio como resultado una amalgama de situaciones trágicas. Entre ellas, muchos soldados de la 101ª no podrán olvidar como sus amigos cayeron en un lodazal y se ahogaron al no poder alzar la cabeza para respirar debido al peso.
El resto, como suele decirse, es historia. Toma de puentes, defensas a ultranza y, en definitiva, un trabajo bien hecho que cortó las comunicaciones e impidió a los alemanes enviar refuerzos a las playas de Normandía. Tras aquellas jornada, todos los miembros de la 101ª pasaron a la historia –vivos o muertos- como grandes héroes.
Recreando a la 101ª División Aerotransportada en Girona
M.P.V.Madrid
Seis de junio. En medio del rincón más inhóspito de las playas de Normandía, una veintena de paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada avanzan sobre un conocido puente antaño lleno de alemanes. De repente, uno de ellos se percata de que se hallan cerca de su objetivo y masculla unas frases a sus compañeros… en perfecto español.
No, no nos encontramos en 1944, sino en 2014. Más concretamente, en el 70 aniversario del Desembarco de Normandía junto a la «101 Airborne Girona Reenactment Group», un grupo de recreación español que trata de mantener viva la historia de dicha unidad imitando hasta en el más mínimo detalle su uniforme, sus armas y sus costumbres.
Hoy, hablamos con Leandro Aguilera, el representante de unos aventurareros que, hace aproximadamente un año, viajaron hasta el norte de Francia para vivir de primera mano el periplo de la unidad a la que imitan
1-¿Cuándo nació el «101 Airborne Girona Reenactment Group»
Formamos el grupo a principios de 2010. Yo ya había comenzado la recreación en 2007 tras acudir a Normandía de viaje y, al final, muchos amantes de la historia se fueron animando al conocer lo que hacíamos gracias a la tienda de airsof y recreación “Army Girona”. Poquito a poco, el grupo pasó de 5 a 20 personas.
2-¿Cuál es vuestro objetivo?
Básicamente pasárnoslo bien. Somos un grupo de amigos a los que nos encanta la historia y la 101ª División, por lo que solemos acudir a multitud de recreaciones con el uniforme y viajamos mucho. También nos encanta ir a lugares donde han pasado cosas de carácter militar, ya que te permite hacerte una idea de cómo vivieron aquellos momentos los soldados. Además , así te das cuenta de que lo que se cuenta en las películas no siempre es cierto.
3-¿Cuánto puede costar transformarse en un paracaidista de la 101ª División Aerotransportada?
Un equipo completo puede salir por 600 o 700 euros, pero por 300 euros tienes una equipación mínima. A partir de ese punto, si alguien quisiera unirse a nosotros le podríamos ir prestando cosas hasta que las fuera adquiriendo poco a poco. Se trata, en definitiva, de pasarlo bien.
4-¿A qué eventos soléis acudir?
Vamos a recreaciones de todo tipo. Desde el típico paseo en vehículos militares por un pueblo, hasta recreaciones de combate. También nos gusta ir a lugares señalados en fechas representativas, como el aniversario del Día de la Victoria en Francia. Se podría decir que acudimos a cualquier evento en el que nos podamos poner el uniforme. Este año, por ejemplo, hemos hecho 11 viajes "grandes" (entre ellos, hemos estado una semana en Normandía y 5 días en Bélgica) y hemos viajado mucho en el interior de España.
5-¿Aceptáis nuevos miembros?
Si. Estamos abiertos a todo el mundo. Tenemos unas pequeñas normas de convivencia, como cualquier otro grupo de personas, y nada más. Lo que si pedimos es que el que venga esté dispuesto a viajar. Este año, por ejemplo, tenemos pensado hacer un curso de paracaidismo militar, ir a la parte de Alemania en la que estuvo la 101ª y varis cosas más.
6-¿Habéis tenido problemas por recrear a una unidad de la Segunda Guerra Mundial?
Nosotros somos los americanos, los "buenos", por lo que la gente tiene menos prejuicios con nosotros que con aquellos que se visten de alemanes. Pero hay muchas personas a las que no les parece bien que hagamos estas cosas. Nosotros siempre ponemos el mismo ejemplo, en Barcelona hay una fecha en la que los vecinos se visten de romanos para recrear esa parte de la Historia. Esto es lo mismo.
7-¿Compartís las críticas hacia aquellos que recrean unidades alemanas?
Las puedo entender, pero no las comparto en ningún caso. El ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial fue uno de los más potentes y disciplinados de la Historia y es lógico que haya gente que le guste recordarles. Eso sí, dejando siempre a un lado el tema político (algo que en los grupos de recreación hacemos siempre).
La historia debe estar viva, y los grupos de recreación (ya imiten a unidades alemanas, soviéticas o estadounidenses) somos un museo andante. La gente puede tocarnos, preguntarnos cosas, curiosidades de las batallas en las que participó la unidad que imitamos… Eso no se puede hacer en un museo. En el resto de Europa y en EE.UU. es de lo más normal.
ABC.es
 

Shandor

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El duelo más épico entre un francotirador nazi y uno soviético
El 23 de marzo de 1915 nació Vasili Záitsev, uno de los soldados rusos más condecorados por su puntería y su valor en Stalingrado


Vasili Záitsev, durante sus combates en Stalingrado
En la Segunda Guerra Mundial lograron destacarse desde los determinantes carros de combate alemanes, hasta los militares soviéticos que combatieron valerosamente en la primera línea del frente. Sin embargo, esta contienda también dejó escritos para la posteridad nombres como el de Vasili Záitsev, un soldado que –armado únicamente con un fusil de precisión- logró sembrar el caos entre los nazis a pesar de luchar desde retaguardia. Su misión: acabar con los oficiales enemigos generando así el desconcierto en el enemigo que trataba de conquistar Stalingrado. Tantos quebraderos de cabeza causaron sus bajas en el oponente, que el propio Hitler envió a un tirador de élite a acabar con su vida, lo que generó uno de los duelos entre francotiradores más épicos jamás recordados.
La estepa rusa vio nacer a Vasili Grigórievich Záitsev, uno de los francotiradores más destacados de la U.R.S.S., el 23 de marzo de 1915. La región en la que vino al mundo fue el pueblo de Yeléninskoye, en los montes Urales, una zona situada al sur este del país cuyo frío extremo curtió a este soviético desde su infancia. Último eslabón de una larga familia de cazadores, no tuvieron que pasar muchos inviernos hasta que nuestro protagonista empezó a ser instruido en el arte del disparo y del camuflaje por su abuelo, Andréi Alexéievich. Con todo, la edad a la que realizó su primer disparo es una total incógnita, pues no informa de ello en sus memorias. En ellas se limita a señalar que su infancia terminó cuando le pusieron un arco en las manos. «Dispara apuntando con firmeza y mira a los ojos a tu presa, ya no eres un chiquillo», le dijo por entonces su mentor.

archivo abc
Vasili, en el frente
Desde ese momento, ya fuera mediante flechas o cartuchos de escopeta, el pequeño «Vasia» empezó a entrenarse en el arte de «hacerse invisible» (como él mismo afirmaba) para acechar y acabar con sus presas. Su pequeña estatura y su escasa envergadura le ayudaban a tal fin y pronto se hizo un verdadero maestro de la caza. «Pongamos que queremos echarle un vistazo a una cabra, para ello, hay que camuflarse de tal modo que el animal que nos mire como si fuéramos un arbusto o una brizna de heno. Hay que permanecer inmóviles, sin respirar ni pestañear. Si lo que queremos es acercarnos a la madriguera de un conejo, tendremos que reptar en la dirección del viento, para bajo nuestro peso no cruja ni una sola hebra de hierba», explica el propio Záitsev en su obra«Memorias de un francotirador en Stalingrado».
En los años siguientes, Vasili aprendió las reglas de todo buen cazador, trucos que, posteriormente, puso en práctica cuando se hizo francotirador. Aunque, en esos casos, matando fascistas en lugar de ciervos. Con apenas diez años, adquirió la capacidad de interpretar las huellas de los animales como aquel que lee un libro y consiguió construir escondrijos tan bien camuflados que pasaban desapercibidos hasta para su abuelo. Aprendió tan rápido que, cuando tan sólo tenía doce años, Andréi le regaló su primera escopeta de caza. «Me puse firmes y me la colgó al hombro. Yo era tan bajito que la culata de la escopeta tocaba el suelo, pero por lo menos ya no era un niño», añade Záitsev. Ese también fue el día en que su padre le dio un consejo que jamás olvidaría en Stalingrado: «Usa cada bala a conciencia, Vasili. Aprende a disparar y no yerres nunca».
Además de aprender a disparar como un auténtico experto, Vasili se fue curtiendo poco a poco en los montes Urales hasta tal punto que, con 13 y 14 años, solía pasar varias noches fuera de su casa acechando a una presa. En una ocasión, por ejemplo, durmió dos noches a la intemperie para acabar con un lobo que, tras caer en una de sus trampas, había huido. Todo ello, con la única ayuda de su escopeta, sus perros y una fogata que impidió que las fieras acabaran con él tras la llegada de la oscuridad. Cuando regresó a casa con el cadáver de su víctima a hombros, sus familiares no solo no le felicitaron por la captura, sino que no giraron ni siquiera la cabeza. Para ellos, aquello era algo totalmente normal.
El niño se hace soldado
Las estaciones fueron pasando y, a los 22 años, Vasili fue llamado a filas tras haber cursado estudios superiores en contabilidad. A pesar de su corta estatura, fue aceptado como marinero y pudo ponerse la codiciada telniashka, la camisa propia de los militares destacados en el mar. «Durante cinco años lucí la telniashka con orgullo. Me prepararon para combatir en mar abierto… aunque finalmente me destinaron a luchar en tierra firme», añade Záitsev. Por entonces no le quedó más remedio que cambiar el ancla por el fusil, pues Adolf Hitler acababa de romper el pacto de no agresión firmado con la U.R.S.S. tras la conquista de Polonia y había invadido las tierras de Stalin en el marco de la «Operación Barbarroja». Hacían falta, por lo tanto, cuántos más soldados mejor para hacer frente a los miles de alemanes que atravesaban Rusia a pasos agigantados.
«La guerra había estallado un año antes. Después de mucho solicitar que me enviaran al frente, me incluyeron por fin en una lista de marineros que iban a ser transferidos a infantería», determina nuestro protagonista. «Vasia» fue entonces subido a un tren con rumbo a Stalingrado, donde se libraba una cruenta batalla entre los soviéticos (dispuestos a defender la ciudad que llevaba el nombre de su «camarada supremo» a costa de cuantas bajas hicieran falta) y los nazis (empeñados en tomar el enclave para infringir un tremendo golpe moral a sus enemigos). «Al frente. ¡Por fin! Durante el viaje, largo y tedioso, las ruedas no dejaron de tabletear. Yo no veía la hora de llegar a mi destino, y la lentitud del tren me exasperaba. Nuestro país estaba en peligro ¡a toda máquina!», completa el soldado.

wikimedia
Mosin Nagant de francotirador
Pero, para desesperación de Záitsev, aún les quedaba una última parada por realizar en las afueras de Stalingrado antes de entrar en plena refriega. En ella, todos los soldados aprendieron unas técnicas poco ortodoxas de combate cuerpo a cuerpo mediante «armas» como las palas de combate (ideadas para cavar zanjas), las clásicas bayonetas del fusil Mosin-Nagant e, incluso, sus propias manos. A su vez, la unidad de marineros de la que formaba parte Vasili aprendió a lanzar granadas a una posición enemiga. La máxima de los comisarios políticos soviéticos era que en la ciudad se acometía al enemigo metro a metro, y no serían pocas las ocasiones en las que tendrían que hacer uso de esas nuevas formas de matar. No andaban nada desencaminados.
La llegada a Stalingrado
El 22 de septiembre de 1942, la 284 División de Fusileros(en la que se encuadraba Záitsev) llegó hasta el río Volga. En la orilla contraria se hallaba su objetivo: la ciudad de Stalingrado. Por entonces, el enclave no guardaba nada de su antiguo esplendor, pues los múltiples edificios habían sido derribados por las más de 1.000 toneladas de bombas lanzadas por la fuerza aérea alemana (la «Luftwaffe»). Los soviéticos, por su parte, luchaban calle por calle contra las tropas de Hitler, ansiosas de conquistar cada uno de los edificios. Casi se podía decir que no había frente de batalla, sino pequeños reductos diseminados de resistencia soviética que debían ser reforzados constantemente con grupos como el de Vasili para poder seguir dando guerra a los nazis. «La ciudad parecía un infierno de llamas y azufre, los edificios quemados brillaban como tizones y los incendios consumían a los hombres», añade nuestro protagonista.
Aquella noche, Vasili cruzó como un soldado más el Volga junto a sus compañeros. Sin embargo, este trayecto fue bastante diferente a la que narra la película «Enemigo a las puertas»(la producción hollywoodense que cuenta sus vivencias). Y es que, mientras que en el largometraje se explica que el barco en el que viajaba recibió un fuego incisivo de la «Luftwaffe», la realidad es que fue un camino tranquilo sólo interrumpido por el temor de que la susodicha barcaza se fuera a pique debido a su ingente cantidad de agujeros. Tampoco es exacta la película al mostrarnos su primer día en la ciudad, pues tuvo que esperar toda una jornada para entrar en combate.
Su primer combate
El primer disparo que realizó Záitsev en Stalingradose sucedió en la mañana del 23 de agosto. Fue entonces cuando su unidad recibió la orden de tomar una fábrica (cuya localización no se detalla en sus memorias) ubicada cerca de varios depósitos de carburante. Toda la zona estaba defendida por un grupo de nazis cuyos miembros contaban con artillería ligera y varias ametralladoras MG-42. El ataque soviético estuvo precedido por varias andanadas de misiles enviados por los lanzacohetes katiusha. «Pudimos ver como los katiushas pulverizaron las baterías de morteros de los “boches” [nazis] y como los alemanes salían despedidos con cada cohete que tocaba el suelo. Era impresionante ver las llamas amarillas de las explosiones y a los hombres saltando en pedazos en todas direcciones», explica Vasili.
Tras la andanada de cohetes, nuestro protagonista se preparó para combatir. «El teniente se levantó, alzó la pistola y gritando “¡En nombre de la patria!” corrió hacia los depósitos de gasolina dónde se habían apostado las ametralladoras alemanas», añade Záitsev. Acto seguido, y como respuesta al asalto de la infantería soviética, las MG-42 empezaron a tabletear con el clásico «Tac-tac.-tac» que indicaba el inicio de los disparos. En medio del ataque masivo, y entre la lluvia de balas, Vasili recibió un difícil encargo: «El teniente me ordenó que corriera hacia unos edificios medio derruidos y que atacara los nidos de ametralladoras con granadas».

ABC
Dos mujeres combaten contra los nazis en plena calle
Sin pensar en que recibir el impacto de uno de aquellos cartuchos significaría la muerte, Záitsev se dirigió a través de las balas y cayó, según explica en sus memorias, una posición enemiga ubicada en uno de los flancos de los alemanes (cerca de los depósitos de combustible). El acto permitió a sus compañeros avanzar, pero lo peor estaba por llegar. Y es que, al ver que la unidad de marineros empezaba a romper las defensas que habían establecido, los «boches» ordenaron disparar a los morteros que habían logrado sobrevivir a los katiushas.
«Las bombas incendiarias de los alemanes provocaron un gran fuego y los tanques de gasolina comenzaron a estallar», explica el cazador de los Urales. El fuego se empezó a propagar entre su ropa impregnada de combustible, por lo que los soviéticos no tuvieron más remedio que quedarse en cueros y asaltar al enemigo… ¡Desnudos! Sea como fuere, terminaron logrando su objetivo a pesar de sufrir múltiples bajas. Así acabó el primer combate del futuro francotirador más famoso de Stalingrado. «Nos parapetamos entre las pequeñas casas que flanqueaban la calle. Alguien me lanzó una lona para que me cubriera. Nos quedamos así, desnudos hasta que nos trajeron nuevos uniforme. Aquel grupo de soldados rusos desnudos acababa de superar su bautismo de fuego», completa Záitsev.
Tras aquel extraño combate, Vasili vivió como cualquier otro soldado anónimo en Stalingrado. Eso implicaba sufrir la privación de la comida (escasa en aquella orilla del Volga) y del sueño (pues el enemigo no se tomaba descansos). A su vez, pudo entender de primera mano lo que era defender aquella ciudad maldita en la que se luchaba no ya por cada calle, sino por cada habitación de un edificio. De hecho, no era raro que –por ejemplo- nazis y soviéticos pasaran la noche en la misma fábrica debido a que cada bando había logrado conquistar una parte. «Algunas veces podíamos escuchar las ventosidades del enemigo al otro lado de la pared», explica Záitsev en sus memorias.
De soldado anónimo, a francotirador
Los meses siguieron pasando y Záitsev continuó combatiendo sin ser conocido por nadie más que sus compañeros. Esto no tardaría en cambiar cuando, casi por azar, demostró su puntería. Según explica Vasili, corría una mañana de octubre cuando su unidad se hallaba descansando cerca de las ruinas de un edificio. En ese momento, y totalmente de improviso, una ametralladora pesada enemiga ubicada a unos 600 metros empezó a escupir ráfagas contra ellos. Era necesario acabar con los alemanes que la manejaban si no querían morir bajo sus balas, por lo que el cazador de los Urales decidió poner a prueba su puntería a costa de arriesgar su vida. «Empuñé el fusil y, casi sin apuntar, disparé. El tirador cayó. A los pocos segundos aparecieron otros dos, pero logré abatirlos rápidamente de un único disparo», añade nuestro protagonista.
Esta increíble muestra de habilidad dejó impresionado al coronel Batiuk (uno de sus oficiales) quien ordenó que Vasili fuera ascendido a francotirador y que le fuera entregado un fusil Mosin-Nagant equipado con una mira telescópica. «-Camarada Záitsev- me dijo –ya lleva usted tres. Siga la cuenta a partir de aquí-. Aunque las circunstancias no me permitieron incrementar la lista ese mismo día. En primer lugar, porque las bajas provocadas por los francotiradores deben verificarse mediante la cumplimentación de unos formularios en los que había que describir la situación y estampar la firma tanto del tirador como de un testigo, y yo todavía no estaba familiarizado con el proceso», completa el soldado en sus memorias. Fuera como fueses, ese fue el comienzo de uno de los tiradores de élite más famosos de toda la historia.
Ya como francotirador, Záitsev no tardó en sembrar el pánico entre sus enemigos haciendo uso de todo lo que había aprendido de su abuelo. Su especialidad era acabar con los soldados enemigos con una sola bala, y hacerlo en el fragor de la batalla y bajo el ruido de los disparos para evitar ser descubierto. Pronto se hizo famoso por camuflarse de una manera tan perfecta que, incluso, lograba engañar a los ojos más entrenados. En una ocasión, de hecho, uno de sus compañeros pasó varias veces cerca de él sin encontrarle. Los soldados tampoco tardaron en entender lo importante que era tener cerca suyo a un tirador experto que, llegado el momento, pudiera acabar con los servidores de ametralladoras pesadas (algo que les facilitaba sumamente el avance sobre una posición enemiga).
Vasili era tan efectivo –y los francotiradores soviéticos tan escasos- que los mandos le solicitaron que entrenara a un grupo de tiradores de élite con los que sembrar el desconcierto entre los enemigos. Como los recursos no eran especialmente abundantes en lo que se refiere a hombres, los oficiales limitaron su «reclutamiento» a militares que hubieran sido heridos en combate. Así se unieron a sus filas combatientes como Mijaíl Ubozhenco, Nikolái Kúlikov o el gigantesco Alexánder Griázev (quien, en lugar de portar el clásico Mosin-Nagant para francotiradores, solía acudir a la batalla con un fusil anti-carro de unos 20 kilogramos de peso). Todos ellos, y otros tantos, se convirtieron poco a poco en el terror de los nazis, quienes sabían que asomar el casco por encima de la trinchera podía acabar en una muerte segura.
A sus nuevos pupilos, Vasili les intentó enseñar todo aquello que él había aprendido siendo un niño. Tampoco faltaron los consejos sobre cómo acabar con los nazis de la forma más eficiente. En una de las primeras clases que Záitsev dio a Ubozhenco, por ejemplo, le explicó cómo dejar fuera de combate a dos enemigos teniendo únicamente un poco de cuidado a la hora de apretar el gatillo. «Disparar sobre un soldado que está construyendo una trinchera es como jugar al billar. Siempre tienes que pensar cuál será la jugada siguiente. Si disparas ahora, mientras te da la espalda, él y la pala caerán al foso. Pero si esperas y le das cuando está de cara, la pala se quedará arriba, a este lado del terraplén. Así, cuando su compañero vaya a recogerla, podrás abatirle a él también», explicó el tirador a su alumno.
A su vez, les explicó que, a pesar de que un francotirador necesita apenas dos segundos para disparar y segar una vida, los preparativos hasta llegar a ese punto llevan horas. Y es que, previamente era necesario dedicar varias horas a reconocer el terreno, hacer un croquis en su libreta con las defensas nazis y la distancia a la que se hallaban, construir una posición para pasar desapercibidos y, finalmente, tener la paciencia necesaria para acabar únicamente con el blanco al que se va a buscar (usualmente, un oficial o un servidor de ametralladora). Tampoco olvidó decirles que un militar con su misión debía estar bien descansado para «trabajar» de la manera más eficiente, aunque esa era una premisa que no solían cumplir. En una ocasión, tanto Vasili como sus alumnos estuvieron varias noches sin dormir debido a los cruentos combates que tuvieron que soportar en la colina Mamáyev (una posición sobre la que se dominaba casi toda Stalingrado y que, por lo tanto, estaba constantemente bajo ataques de uno y otro bando).
Primeros duelos
Además de acabar con la vida de decenas de soldados enemigos (los números oficiales dicen que entre 220 y 245 objetivos) Vasili se hizo pronto famoso por dar buena cuenta de los francotiradores enemigos. Una tarea nada sencilla, pues requería de una dedicación completa. Y es que, además de reconocer el terreno -como hacía siempre para abatir a un enemigo-, Záitsev tenía que realizar todo tipo de indagaciones para descubrir dónde se encontraba su objetivo. Para empezar, debía hablar durante horas con múltiples heridos para saber si los agujeros que tenían en el cuerpo habían sido hechos o no por tiradores de élite.
Viendo sus heridas y averiguando posteriormente la región en la que habían sido disparados, podía discernir el lugar exacto en el que se hallaba su oponente. Detectar a su contrincante sabiendo su emplazamiento tampoco era sencillo, y Záitsev solía hacerlo valiéndose de señales tan minúsculas como el reflejo de la óptica de su fusil, la llama de su mechero o, si el nazi era muy torpe, el humo del cigarrillo que se encendía para calmar los nervios.
Si el cazador de los Urales no encontraba a su enemigo de esta guisa, solía poner señuelos para que su contrario disparase y desvelase su posición. Entre ellos, el que más utilizaba era ubicar en una posición determinada un maniquí ataviado con ropa soviética para que pareciese un francotirador. Todo ello, a sabiendas de que la forma de actuar de los alemanes era bien diferente a la de los soviéticos «Por lo general, los francotiradores nazis tomaban posiciones dentro de sus propias líneas defensivas, mientras que los nuestros se apostaban en el límite de la línea del frente. Además, los “boches” dejaban muchos señuelos, lo que hacía aún más difícil encontrar el objetivo correcto. Con la experiencia aprendí dos cosas esenciales: observar atentamente y tener templanza», señala Záitsev.
«Vasia» tuvo uno de sus primeros duelos contra un francotirador nazi en la colina Mamáyev. Su oponente fue un soldado que había acabado días antes con uno de sus compañeros. Tras investigar la zona, el ruso se percató de que, muy probablemente, el «boche» había hecho fuego desde el interior de una caja de munición ubicada entre varios arcones similares. La posición se hallaba tras una gran planicie y algunos metros detrás de las trincheras alemanas. Conociendo el lugar, ya sólo quedaba esperar en su pozo de tirador a que el enemigo hiciera un movimiento en falso. Sin embargo, harto de esperar, tendió una trampa a su presa junto con su compañero.
«Kúlikov retrocedió y con un palo levantó un casco unos centímetros por encima del terraplén en el que estábamos. El alemán disparó un tiro que atravesó el casco. Me sorprendió que hubiera picado el cebo. […] Observé por la mira como el tirador alemán acercaba la mano a la recámara y recogía el casquillo vacío. Recoger los cartuchos vacíos era el procedimiento habitual cuando se daba en el blanco. Al hacerlo, levantó la cabeza ligeramente de la mira. Eso dejaba a la vista los pocos centímetros de cuero cabelludo que yo necesitaba para apuntar… y en ese instante sonó mi disparo. La bala le dio en el nacimiento del pelo, el casco le cayó sobre la frente y el rifle quedó inmóvil, con el cañón en el interior de la caja», destaca en sus memorias Záitsev.
No menos impactante fue el combate que mantuvo con un francotirador alemán en la fábrica Octubre Rojo (en el centro de la ciudad). Aquel día, Záitsev fue requerido para acabar con un enemigo que había herido a tres soldados y a un teniente. En palabras de nuestro protagonista, el alemán era astuto, pues actuaba detrás de sus compañeros y camuflaba el sonido de sus disparos con el de las ráfagas de las ametralladoras. Era imposible saber dónde se hallaba, por lo que Vasili y su compañero (un novato apellidado Gorozháev) tendrían que emplearse a fondo. Para ello, se ubicaron tras uno de los muros del edificio y esperaron a que el enemigo disparase primero para poder descubrirle.
Záitsev decidió solicitar la ayuda de un capitán que sabía alemán para lograr desesperar a su oponente. Así pues, dijo a su superior que gritara insultos en germano con un altavoz. El plan funcionó a medias, porque un bombardeo interrumpió al oficial y éste, debido al sobresalto, tuvo que soltar su megáfono. Con todo, parece que sí logró hartar al enemigo, pues cuando el agitador trató de recuperarlo, el francotirador disparó desvelando su posición. No obstante, éste no se limitó a lanzar tan sólo un cartucho. «Sonó otro disparo, la bala pasó volando junto a mi oreja. En efecto, se había apostado frente a nosotros y buscaba la confrontación. Dos disparos más, uno tras otro. El nazi disparaba con rapidez y decisión. Me tenía acorralado tras los ladrillos, bastaba moverme un poco para que una bala explosiva pasara silbando junto a mi cabeza», destaca Vasili.
Al verse arrinconado, «Vasia» decidió dejar pasar unas horas y, finalmente, puso en práctica un curioso plan: ordenó a su compañero que buscase un espejo y dirigiese la luz del sol hacia los ojos de su enemigo. Cuando todo estuvo preparado, Gorozháev cumplió su cometido y, mediante esa distracción, dio a Záitsev un espacio de unos segundos para poder escapar del punto en el que estaba acorralo. A su vez, remató el plan ubicando un maniquí en su lugar y poniéndose a cubierto. La trampa estaba lista. Tras eludir el molesto reflejo, el alemán disparo contra el muñeco, desveló su posición de nuevo y el binomio soviético acabó con su vida. Otra muesca más en la culata del Mosin del cazador de los Urales.
El reto definitivo
A pesar de haber acabado con decenas de enemigos expertos, a Záitsev todavía le quedaba un último reto al que enfrentarse: un «superfrancotirador» (así le conocieron los mandos soviéticos) que había sido enviado por la plana mayor alemana para darle caza. «Al interrogar a un prisionero, supimos que los mandos de la “Wehrmacht” estaban seriamente preocupados por los daños infligidos por nuestros francotiradores, y que un tal mayor Konings, director de la Escuela de Francotiradores de la “Wehrmacht”, en las afueras de Berlín, había sido enviado a Stalingrado con el propósito de liquidar al, en palabras del prisionero, “gran conejo ruso”», explica Vasili. La noticia no pareció preocupar demasiado a los oficiales rojos. «Un mayor es pan comido para nuestros chicos. Tendrían que haber enviado al Führer en persona», dijo un coronel al saber la noticia.
A pesar de la calma mostrada por sus superiores, la noticia no gustó demasiado a Záitsev. Y más le inquietó cuando, tras unos breves combates en los días posteriores, Konings logró herir a dos de los francotiradores más experimentados de la unidad soviética. «El maestro», como comenzaban a conocer al alemán, sería un blanco difícil de abatir. Como primera medida, Vasili se dirigió junto con Kúlikov a la zona en la que el nazi había vencido a sus dos compañeros. Allí, su enemigo les dio la bienvenida a su modo. «El día estaba terminando. De repente, apareció un casco que se movía despacio por la trinchera. ¿Debíamos disparar? No, era una trampa: la inclinación del casco era muy poco natural. Lo movía el ayudante del francotirador, mientras este esperaba a que yo me delatase. De modo que permanecimos inmóviles hasta la noche», completa nuestro protagonista. La caza había comenzado, y solo la paciencia determinaría quien sería el vencedor.
En los siguientes días, el binomio soviético escudriñó con suma cautela lastrincheras enemigas buscando al «maestro», pero fue en balde. Por su parte, Konings no mostró los dientes hasta la tercera jornada. Su aparición la hizo cuando un comisario político llamado Danilov llegó a la trinchera para saludar a Záitsev y afirmó que había descubierto desde una posición de retaguardia donde se hallaba el enemigo. Al levantarse para señalar el lugar, el alemán le disparó un tiro perfecto que hirió al oficial. «Sólo un francotirador de élite era capaz de hacer un disparo como ese, sólo un especialista podía haber disparado con semejante rapidez y precisión. Sin duda, el alemán era un experto en el arte del camuflaje», afirma «Vasia».
Ese disparo permitió a Záitsev determinar la zona aproximada desde la que operaba su enemigo y, en base a ello, establecer una serie de lugares en los que probablemente se escondería. Así pues, intuyó que la más probable sería un escondrijo que había detrás de unos cuantos ladrillos apilados y una chapa metálica. Hasta ese momento, el lugar había pasado desapercibido, por lo que era sin duda un nido de francotirador perfecto. Para corroborar su presentimiento, Vasili ordenó a su compañero que alzara un guante militar atado a un palo por encima de la trinchera y… ¡premio, Konings disparó! «Ahí tenemos a nuestra serpiente», afirmó por su parte Kúlikov.
El binomio sabía dónde estaba su oponente, pero la caza debería esperar, pues cayó la noche y, con ella, los bombardeos de la «Luftwaffe». La pareja decidió que la mañana siguiente tampoco sería apropiada, pues la inclinación del sol podría haber hecho que las miras de sus fusiles resplandecieran al sol, lo que habría delatado su posición.
La trampa llegó después de la hora de comer. «Kúlikov se quitó el casco y lo levantó despacio, tentando una finta que solo un tirador experto era capaz de ejecutar. El enemigo disparó. Kúlikov se puso en pie, gritó y fingió desplomarse», completa Vasili. Konings cayó en la trampa y, a continuación, alzó la cabeza por encima de la plancha de hierro para corroborar si había dado a su presa. Záitsev, por su parte, estaba preparado. «Apreté el gatillo y la cabeza del nazi desapareció», finaliza el cazador de los Urales.
Caída la noche, Záitsev y Kúlikov acudieron a la posición enemiga para recoger el cadáver de Konings y, finalmente, entregaron su documentación a sus mandos como prueba. El resto, como se suele decir, es historia. Tras la liberación de Stalingrado, Vasili fue condecorado como Héroe de la Unión Soviética y recibió dos órdenes de Lenin y dos órdenes de la Bandera Roja (entre otras tantas).
Finalmente, este héroe de la U.R.S.S. falleció en 1991, con una lista de entre 220 y 245 objetivos abatidos a sus espaldas. Curiosamente, sus palabras más recordadas fueron «Yo sólo sirvo a la Unión Soviética». Esta fue la frase de un soldado cuyas hazañas, a día de hoy, son criticadas por no pocos historiadores que afirman que sus vivencias fueron exageradas por los mandos de Stalin para lograr crear un héroe artificial.
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Colaborador
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La increíble mentira soviética sobre la fotografía más famosa de guerra

En 1945, un experto organizó una estudiada sesión fotográfica para hacer creer al mundo que los soldados de Stalin habían hecho ondear la bandera roja en el Reichstag

abc
Elementos que fueron modificados sobre la fotografía principal
Finales de abril de 1945. Berlín es sólo una sombra de la ciudad que un día fue durante el Tercer Reich. En las calles donde antes paseaban orgullosas a paso de ganso las tropas de Adolf Hitler, ahora se lucha encarnizadamente por impedir inútilmente que los aliados avancen. Repentinamente, en la azotea del Reichstag (la sede del parlamento alemán), un soldado soviético avanza hasta el punto más alto del edificio e iza una bandera roja ataviada con la hoz y el martillo. El acto significa la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y, debido a su importancia y su simbolismo, es capturado por un atrevido y suertudo fotógrafo. Esta es la versión oficial que se explicó al mundo desde la U.R.S.S. en relación a una de las instantáneas más famosas de la contienda, unos sucesos que nada tienen que ver con la realidad.
Y es que, esta instantánea no fue fruto del azar ni se produjo durante la contienda, sino que fue realizada en una curiosa sesión fotográfica varios días después de que los combates hubieran cesado. Todo ello, por orden de un avispado fotógrafo con ganas de ganarse un hueco en la Historia. No contento con eso, el «artista» realizó además varios retoques en la imagen una vez que fue revelada para que causase el mayor impacto posible entre la población e, incluso, con el objetivo de que escondiera algunas vergüenzas del «glorioso Ejército Rojo». Esta gran mentira logró convencer a la población hasta la caída de la U.R.S.S. (momento en que la verdad sobre esta operación de propaganda salió a la luz).
Esta curiosa historia es una de las tantas que se pueden leer en «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial», la tercera reedición de la famosa obra del historiador y periodista Jesús Hernández. Este libro, concretamente, fue con el que este experto en la Segunda Guerra Mundial se dio a conocer en el ámbito editorial en 2003. «Hoy muchos lectores saben de mi gracias a obras como “Enigmas y misterios de la Segunda Guerra Mundial” o “Breve Historia de la Segunda Guerra Mundial”, pero no tienen en su poder el libro con el que me di a conocer. Por eso lo he reescrito, he actualizado todos los datos y he añadido información que me ha parecido interesante para completarlo», afirma el autor en declaraciones a ABC.
La toma del Reichstag
Para entender la importancia de esta instantánea (conocida a la postre como «Alzando una bandera sobre el Reichstag», tal y como corroboran expertos como Gregorio Doval) es necesario viajar en el tiempo hasta el 16 de abril de 1945. Y es que, fue exactamente ese día cuando comenzó la Batalla de Berlín. Es decir, la última defensa a ultranza de la capital del Reich por parte de las escasas tropas alemanas que aún rendían culto a Hitler. En aquella época ya no era ningún misterio que los aliados (especialmente los soviéticos, quienes disponían de más de dos millones y medio de soldados y 6.000 carros de combate) avanzaban con el cuchillo entre los dientes hacia el último reducto del Führer.
En su contra, el que fuera uno de los líderes más poderosos de la primera mitad del SXX apenas pudo interponer 800.000 combatientes. Y la mayoría de ellos, además, no eran más que unos pobres niños reclutados de las «Juventudes Hitlerianas» con falsas promesas de gloria y un futuro imperio alemán comandado por un Hitler que, según les decían, resurgiría de sus cenizas. Mentiras. Estos pequeños soldados estaban acompañados, a su vez, de miles de ancianos armados y entrenados a la carrera por los restos de las escasas unidades que habían logrado sobrevivir a los continuos combates los aliados en media Europa. Eran, en definitiva, los estertores de muerte de un Reich que trataba de tomar sus últimas bocanadas de aire aún a sabiendas de que la suerte estaba más que echada.
Con el paso de los días, la situación se recrudeció todavía más para los defensores, quienes –a pesar de todo- estaban resueltos a defender al Führer. Un líder que, para muchos, ya había perdido la cabeza hacía semanas. «El 23 de abril, el general Weidling, comandante de la batalla de Berlín, informó a Hitler de que solo quedaba munición para dos días de combate. No obstante, afirmó que defendería sus posiciones mientras el cerco soviético se cernía sobre la ciudad, a escasas manzanas del búnker donde Hitler se sumía en sus delirios. El 30 de abril, Berlín era un infierno encarnizado en el que los rusos tenían un objetivo primordial: capturar el simbólico Reichstag, defendido con vigor por su guarnición», explica Chriss Mann en su obra «Las Grandes Batallas de la Segunda Guerra Mundial».
La misión de los soviéticos no era sencilla, pues entre los muros del edificio gubernamental se defendían nada menos que 5.000 miembros de las tristemente famosas Waffen-SS, las tropas más ideologizadas de toda Alemania. «El Reichstag se convirtió en una auténtica fortaleza. Para ello se minaron todas las calles que conducían al edificio, se colocaron barricadas y se cavaron trincheras y fosas antitanque. Los alemanes dispusieron varias piezas de artillería en el exterior y se hicieron fuertes en los sótanos, reforzados con vigas de hormigón y acero», determina Hernández en su obra «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial».
A pesar de la defensa a ultranza del Reichstag, los soviéticos sabían del golpe moral que supondría para sus enemigos perder este edificio. Por ello, los rusos cargaron sus fusiles Mosin-Nagant y sus subfusiles PPSh para, a finales de abril, tomarlo al precio que costara. Y es que, como es mundialmente conocido gracias a la «Orden 227», Stalin no tenía problema en anteponer los objetivos a la vida de miles de sus soldados. A los militares del Ejército Rojo no les quedó más, finalmente, que combatir por cada una de las habitaciones del enclave para expulsar de él a los soldados de las SS.
La gran mentira
En medio de aquel caos, en medio de toda aquella vorágine de muerte, la versión oficial del gabinete de Stalin afirma que el 30 de abril (cuando todavía no se había tomado totalmente el Reichstag y aún resistían varios cientos de alemanes en varias de sus salas) un soldado soviético logró llegar hasta el tejado del edificio. Una vez allí, descolgó la bandera con la esvástica e hizo ondear el paño soviético con la hoz y el martillo simbolizando así la toma de Berlín. Aquel momento –según lo que contó la U.R.S.S.- fue tan impactante que un fotógrafo lo inmortalizó para la posteridad con su cámara, dando lugar a una de las instantáneas más conocidas de toda la Segunda Guerra Mundial. La verdad es bien diferente, pues la imagen fue un montaje que se realizó el día 2 de mayo en base a lo que, según algunos combatientes, había sucedido varias jornadas antes, pero había sido imposible de inmortalizar.
«La apertura de los archivos secretos de la Unión Soviética tras su disolución desmintió que la imagen fuera de aquel día. El fotógrafo de guerra Yevgeni Jaldéi (1917-1997), de la agencia de prensa TASS, preparó la escena el 2 de mayo, cuando el Reichstag estaba ya asegurado. Para ello pidió a varios soldados que posasen de esa manera, colocando la bandera en la parte más alta del edificio. De las numerosas fotos resultantes de la sesión, escogió la que luego se haría mundialmente conocida», explica Hernández en su obra. Al parecer, lo único que pretendían los soviéticos era hacer una instantánea igual de impactante que la de los americanos en Iwo Jima.
Con todo, esa no fue la única «trampa» que protagonizaron los soviéticos con dicha fotografía. Y es que, una vez que la instantánea llegó a Moscú, los mandamases de la época decidieron que no era todo lo que heroica que debía ser y que necesitaba algún que otro retoque para quedar perfecta. El primero de ellos fue eliminar uno de los dos relojes que el soldado del Ejército Rojo que portaba la bandera tenía en una de sus muñecas.
Puede parecer algo absurdo, pero la razón es bastante sencilla: lo había obtenido saqueando los cadáveres de los soldados alemanes asesinados por sus compañeros aquel día. No se podía tolerar que el resto de los mortales supieran ese dato, así que fue eliminado. A su vez, y tal y como señala Hernández en su obra, fueron añadidas dos columnas de humo en el fondo de la imagen para que la situación de Berlín pareciese más dramática.
Montado el teatro, ya sólo quedaba difundir la fotografía y esperar a que se hiciese famosa. «La histórica instantánea sería publicada por primera vez el 13 de mayo en la revista ilustrada Ogonyok; a partir de entonces sería ampliamente reproducida en todas las publicaciones soviéticas e, incluso, en sellos de correos», explica el historiador en su libro. Finalmente, la prensa hizo el resto del trabajo y «Alzando una bandera sobre el Reichstag» se convirtió pronto en todo un símbolo de la victoria de la U.R.S.S. sobre Adolf Hitler y sobre el nazismo. Acababa una guerra, pero comenzaba una leyenda… falsa.
Con todo, a día de hoy se desconoce quién fue el artífice de esta operación aunque, como en todo, no faltan las teorías. Hernández, tras llevar a cabo las pertinentes investigaciones, apunta directamente al «camarada Stalin», aunque explica que es imposible corroborarlo: «Se ha especulado con que fue el propio Stalin el que animó al Departamento de Propaganda a conseguir esta histórica fotografía al contemplar con envidia la gran difusión que estaba teniendo la imagen de los soldados norteamericanos izando la bandera de las barras y estrellas en Iwo Jima. Por lo tanto, según esta hipótesis, el dictador soviético decidió contrarrestarla con una escena similar».
¿Quién puso la bandera?
Además de esta operación secreta de propaganda, los soviéticos también mintieron en torno a quien fue el encargado de izar la bandera sobre el Reichstag. En principio, se consideró que el responsable fue un sargento georgiano llamado Meliton Kantaria (el cual fue condecorado como héroe de la Unión Soviética). Sin embargo, con el paso de los años y las sucesivas investigaciones históricas el honor fue pasando de soldado en soldado.
«En realidad, ese honor debía corresponder al hombre que realmente colocó por primera vez la bandera roja en el emblemático edificio, a las 22:40 del 30 de abril de 1945: el ruso Mijail Petrovich Minin. Cuando todavía se estaba combatiendo en las salas y pasillos del Reichstag, Minin y otros tres hombres se ofrecieron para subir a la azotea y plantar allí la bandera, con la promesa de sus superiores de que, si lo conseguían, serían nombrados héroes de la Unión Sovíetica», explica Hernández. No obstante, la operación de propaganda hizo que no recibieran tal honor hasta 1995.
ABC.es
 
La increíble mentira soviética sobre la fotografía más famosa de guerra

En 1945, un experto organizó una estudiada sesión fotográfica para hacer creer al mundo que los soldados de Stalin habían hecho ondear la bandera roja en el Reichstag

abc
Elementos que fueron modificados sobre la fotografía principal
Finales de abril de 1945. Berlín es sólo una sombra de la ciudad que un día fue durante el Tercer Reich. En las calles donde antes paseaban orgullosas a paso de ganso las tropas de Adolf Hitler, ahora se lucha encarnizadamente por impedir inútilmente que los aliados avancen. Repentinamente, en la azotea del Reichstag (la sede del parlamento alemán), un soldado soviético avanza hasta el punto más alto del edificio e iza una bandera roja ataviada con la hoz y el martillo. El acto significa la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y, debido a su importancia y su simbolismo, es capturado por un atrevido y suertudo fotógrafo. Esta es la versión oficial que se explicó al mundo desde la U.R.S.S. en relación a una de las instantáneas más famosas de la contienda, unos sucesos que nada tienen que ver con la realidad.
Y es que, esta instantánea no fue fruto del azar ni se produjo durante la contienda, sino que fue realizada en una curiosa sesión fotográfica varios días después de que los combates hubieran cesado. Todo ello, por orden de un avispado fotógrafo con ganas de ganarse un hueco en la Historia. No contento con eso, el «artista» realizó además varios retoques en la imagen una vez que fue revelada para que causase el mayor impacto posible entre la población e, incluso, con el objetivo de que escondiera algunas vergüenzas del «glorioso Ejército Rojo». Esta gran mentira logró convencer a la población hasta la caída de la U.R.S.S. (momento en que la verdad sobre esta operación de propaganda salió a la luz).
Esta curiosa historia es una de las tantas que se pueden leer en «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial», la tercera reedición de la famosa obra del historiador y periodista Jesús Hernández. Este libro, concretamente, fue con el que este experto en la Segunda Guerra Mundial se dio a conocer en el ámbito editorial en 2003. «Hoy muchos lectores saben de mi gracias a obras como “Enigmas y misterios de la Segunda Guerra Mundial” o “Breve Historia de la Segunda Guerra Mundial”, pero no tienen en su poder el libro con el que me di a conocer. Por eso lo he reescrito, he actualizado todos los datos y he añadido información que me ha parecido interesante para completarlo», afirma el autor en declaraciones a ABC.
La toma del Reichstag
Para entender la importancia de esta instantánea (conocida a la postre como «Alzando una bandera sobre el Reichstag», tal y como corroboran expertos como Gregorio Doval) es necesario viajar en el tiempo hasta el 16 de abril de 1945. Y es que, fue exactamente ese día cuando comenzó la Batalla de Berlín. Es decir, la última defensa a ultranza de la capital del Reich por parte de las escasas tropas alemanas que aún rendían culto a Hitler. En aquella época ya no era ningún misterio que los aliados (especialmente los soviéticos, quienes disponían de más de dos millones y medio de soldados y 6.000 carros de combate) avanzaban con el cuchillo entre los dientes hacia el último reducto del Führer.
En su contra, el que fuera uno de los líderes más poderosos de la primera mitad del SXX apenas pudo interponer 800.000 combatientes. Y la mayoría de ellos, además, no eran más que unos pobres niños reclutados de las «Juventudes Hitlerianas» con falsas promesas de gloria y un futuro imperio alemán comandado por un Hitler que, según les decían, resurgiría de sus cenizas. Mentiras. Estos pequeños soldados estaban acompañados, a su vez, de miles de ancianos armados y entrenados a la carrera por los restos de las escasas unidades que habían logrado sobrevivir a los continuos combates los aliados en media Europa. Eran, en definitiva, los estertores de muerte de un Reich que trataba de tomar sus últimas bocanadas de aire aún a sabiendas de que la suerte estaba más que echada.
Con el paso de los días, la situación se recrudeció todavía más para los defensores, quienes –a pesar de todo- estaban resueltos a defender al Führer. Un líder que, para muchos, ya había perdido la cabeza hacía semanas. «El 23 de abril, el general Weidling, comandante de la batalla de Berlín, informó a Hitler de que solo quedaba munición para dos días de combate. No obstante, afirmó que defendería sus posiciones mientras el cerco soviético se cernía sobre la ciudad, a escasas manzanas del búnker donde Hitler se sumía en sus delirios. El 30 de abril, Berlín era un infierno encarnizado en el que los rusos tenían un objetivo primordial: capturar el simbólico Reichstag, defendido con vigor por su guarnición», explica Chriss Mann en su obra «Las Grandes Batallas de la Segunda Guerra Mundial».
La misión de los soviéticos no era sencilla, pues entre los muros del edificio gubernamental se defendían nada menos que 5.000 miembros de las tristemente famosas Waffen-SS, las tropas más ideologizadas de toda Alemania. «El Reichstag se convirtió en una auténtica fortaleza. Para ello se minaron todas las calles que conducían al edificio, se colocaron barricadas y se cavaron trincheras y fosas antitanque. Los alemanes dispusieron varias piezas de artillería en el exterior y se hicieron fuertes en los sótanos, reforzados con vigas de hormigón y acero», determina Hernández en su obra «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial».
A pesar de la defensa a ultranza del Reichstag, los soviéticos sabían del golpe moral que supondría para sus enemigos perder este edificio. Por ello, los rusos cargaron sus fusiles Mosin-Nagant y sus subfusiles PPSh para, a finales de abril, tomarlo al precio que costara. Y es que, como es mundialmente conocido gracias a la «Orden 227», Stalin no tenía problema en anteponer los objetivos a la vida de miles de sus soldados. A los militares del Ejército Rojo no les quedó más, finalmente, que combatir por cada una de las habitaciones del enclave para expulsar de él a los soldados de las SS.
La gran mentira
En medio de aquel caos, en medio de toda aquella vorágine de muerte, la versión oficial del gabinete de Stalin afirma que el 30 de abril (cuando todavía no se había tomado totalmente el Reichstag y aún resistían varios cientos de alemanes en varias de sus salas) un soldado soviético logró llegar hasta el tejado del edificio. Una vez allí, descolgó la bandera con la esvástica e hizo ondear el paño soviético con la hoz y el martillo simbolizando así la toma de Berlín. Aquel momento –según lo que contó la U.R.S.S.- fue tan impactante que un fotógrafo lo inmortalizó para la posteridad con su cámara, dando lugar a una de las instantáneas más conocidas de toda la Segunda Guerra Mundial. La verdad es bien diferente, pues la imagen fue un montaje que se realizó el día 2 de mayo en base a lo que, según algunos combatientes, había sucedido varias jornadas antes, pero había sido imposible de inmortalizar.
«La apertura de los archivos secretos de la Unión Soviética tras su disolución desmintió que la imagen fuera de aquel día. El fotógrafo de guerra Yevgeni Jaldéi (1917-1997), de la agencia de prensa TASS, preparó la escena el 2 de mayo, cuando el Reichstag estaba ya asegurado. Para ello pidió a varios soldados que posasen de esa manera, colocando la bandera en la parte más alta del edificio. De las numerosas fotos resultantes de la sesión, escogió la que luego se haría mundialmente conocida», explica Hernández en su obra. Al parecer, lo único que pretendían los soviéticos era hacer una instantánea igual de impactante que la de los americanos en Iwo Jima.
Con todo, esa no fue la única «trampa» que protagonizaron los soviéticos con dicha fotografía. Y es que, una vez que la instantánea llegó a Moscú, los mandamases de la época decidieron que no era todo lo que heroica que debía ser y que necesitaba algún que otro retoque para quedar perfecta. El primero de ellos fue eliminar uno de los dos relojes que el soldado del Ejército Rojo que portaba la bandera tenía en una de sus muñecas.
Puede parecer algo absurdo, pero la razón es bastante sencilla: lo había obtenido saqueando los cadáveres de los soldados alemanes asesinados por sus compañeros aquel día. No se podía tolerar que el resto de los mortales supieran ese dato, así que fue eliminado. A su vez, y tal y como señala Hernández en su obra, fueron añadidas dos columnas de humo en el fondo de la imagen para que la situación de Berlín pareciese más dramática.
Montado el teatro, ya sólo quedaba difundir la fotografía y esperar a que se hiciese famosa. «La histórica instantánea sería publicada por primera vez el 13 de mayo en la revista ilustrada Ogonyok; a partir de entonces sería ampliamente reproducida en todas las publicaciones soviéticas e, incluso, en sellos de correos», explica el historiador en su libro. Finalmente, la prensa hizo el resto del trabajo y «Alzando una bandera sobre el Reichstag» se convirtió pronto en todo un símbolo de la victoria de la U.R.S.S. sobre Adolf Hitler y sobre el nazismo. Acababa una guerra, pero comenzaba una leyenda… falsa.
Con todo, a día de hoy se desconoce quién fue el artífice de esta operación aunque, como en todo, no faltan las teorías. Hernández, tras llevar a cabo las pertinentes investigaciones, apunta directamente al «camarada Stalin», aunque explica que es imposible corroborarlo: «Se ha especulado con que fue el propio Stalin el que animó al Departamento de Propaganda a conseguir esta histórica fotografía al contemplar con envidia la gran difusión que estaba teniendo la imagen de los soldados norteamericanos izando la bandera de las barras y estrellas en Iwo Jima. Por lo tanto, según esta hipótesis, el dictador soviético decidió contrarrestarla con una escena similar».
¿Quién puso la bandera?
Además de esta operación secreta de propaganda, los soviéticos también mintieron en torno a quien fue el encargado de izar la bandera sobre el Reichstag. En principio, se consideró que el responsable fue un sargento georgiano llamado Meliton Kantaria (el cual fue condecorado como héroe de la Unión Soviética). Sin embargo, con el paso de los años y las sucesivas investigaciones históricas el honor fue pasando de soldado en soldado.
«En realidad, ese honor debía corresponder al hombre que realmente colocó por primera vez la bandera roja en el emblemático edificio, a las 22:40 del 30 de abril de 1945: el ruso Mijail Petrovich Minin. Cuando todavía se estaba combatiendo en las salas y pasillos del Reichstag, Minin y otros tres hombres se ofrecieron para subir a la azotea y plantar allí la bandera, con la promesa de sus superiores de que, si lo conseguían, serían nombrados héroes de la Unión Sovíetica», explica Hernández. No obstante, la operación de propaganda hizo que no recibieran tal honor hasta 1995.
ABC.es


O sea, al igual que la foto de Iwo Jima, es falsa la imagen, que es una reproducción más heroica de la real acción, con fines propagandísticos. Igual que la de la bandera yankee.
 

Shandor

Colaborador
Colaborador
War-torn Warbirds: Haunting Images of B-24 Liberators
The Consolidated B-24 Liberator was an American heavy bomber, designed by Consolidated Aircraft of San Diego, California. A total of 18.842 were build, able to carry a maximum of 8000 pounds of bombs and were equipped with 10 .50 caliber machine guns for defense.
According to militaryhistory.about.com the B-24 wasn’t hugely popular with the air crews:
Among the issues with the B-24 was its inability to sustain heavy damage and remain aloft. The wings in particular proved vulnerable to enemy fire and if hit in critical areas could give way completely. It was not uncommon to see a B-24 falling from the sky with its wings folded upwards like a butterfly. Also, the aircraft proved highly susceptible to fires as many of the fuel tanks were mounted in the upper parts of the fuselage. In addition, crews nicknamed the B-24 the “Flying Coffin” as it possessed only one exit which was located near the tail of the aircraft. This made it difficult to impossible for the flight crew to escape a crippled B-24.
Over 6000 B-24 Liberators were lost during WWII, 31% of all those build…
What follows is a haunting collection of photographs of B-24’s, some made it back to base and some didn’t. Let this be a tribute to the bravery of the crews who day in, day out, risked their lives in an effort to shorten the war.
The wreckage of a B-24 Liberator in a German field. Of 240 low-flying Liberators that dropped supplies to Allied troops in the Rhine crossing [Via]
A damaged B-24 Liberator from the 376th American bombardment in flight over Toulon 1944. [Via]
B-24 caught just at the moment of crashing during Operation Market Garden, Holland Sept 1944. [Via]
B24 Liberator Hit by Flak [Via]
Crew member examines wing of a Consolidated B-24 “Liberator” which was badly-damaged during pre-invasion raid over Iwo Jima. Marianas Islands [Via]
Fire spreads rapidly across a damaged B-24 [Via]
B-24 hit by FLAK and explodes in mid air [Via]
Inspection of a damaged B-24 after being hit by the 1000-pound bombs. March 14, 1945 [Via]
“T’ings Is Tuff”, the Douglas-Tulsa-built Consolidated B-24H-15-DT Liberator, s/n 41-28931, 724th Bomb Squadron, 451st Bomb Group, 15th Air Force making a belly-landing at its base in Apulia Southern Italy after being damaged by Flak on a mission to Ploesti/Romania [Via]

CorreoMás...
Damaged B24 at Manston after emergency landing 15 June 1944 [Via]
The Consolidated B-24 bomber “The Chambermaid” after an emergency landing [Via]
B-24 flying through thick FLAK, one engine has been hit and is smoking [Via]
B-24H-1-CF, 392nd BG, 579th BS, “Last Frontier” crash landed at Wendling, UK, after three engines stopped. 1 killed. [Via]
The terrible end of a B-24 and her crew [Via]
B-24 Belly landing The Hellcat 7 Dec 43 [Via]
B-24J-1-DT Liberator s/n 42-51250 701st Bomb Squadron, 445th Bomb Group, 8th Air Force. Damaged over Coblenz,Germany on the return flight from bombing the marshalling yards at Hanau,Germany on November 11,1944. She crashlanded at her home field of Tibenham. [Via]
458th Bomb Group B-24 Liberator crassh. This is an assembly ship. These planes were painted bright colors to assist in assembling the large bomber formations. [Via]
B-24 after an emergency landing [Via]
Crashed on take off from San Giovanni Field,Italy on April 12,1945 killing 6 of the crew. [Via]

A damaged B-24 Liberator “Burma Bound”, of the 451st Bomber Group returns to base after a raid on Munich. [Via]
http://www.warhistoryonline.com/war...rds-haunting-images-of-b-24-liberators.html/2
 
War-torn Warbirds: Haunting Images of B-24 Liberators
The Consolidated B-24 Liberator was an American heavy bomber, designed by Consolidated Aircraft of San Diego, California. A total of 18.842 were build, able to carry a maximum of 8000 pounds of bombs and were equipped with 10 .50 caliber machine guns for defense.
According to militaryhistory.about.com the B-24 wasn’t hugely popular with the air crews:
Among the issues with the B-24 was its inability to sustain heavy damage and remain aloft. The wings in particular proved vulnerable to enemy fire and if hit in critical areas could give way completely. It was not uncommon to see a B-24 falling from the sky with its wings folded upwards like a butterfly. Also, the aircraft proved highly susceptible to fires as many of the fuel tanks were mounted in the upper parts of the fuselage. In addition, crews nicknamed the B-24 the “Flying Coffin” as it possessed only one exit which was located near the tail of the aircraft. This made it difficult to impossible for the flight crew to escape a crippled B-24.
Over 6000 B-24 Liberators were lost during WWII, 31% of all those build…
What follows is a haunting collection of photographs of B-24’s, some made it back to base and some didn’t. Let this be a tribute to the bravery of the crews who day in, day out, risked their lives in an effort to shorten the war.
The wreckage of a B-24 Liberator in a German field. Of 240 low-flying Liberators that dropped supplies to Allied troops in the Rhine crossing [Via]
A damaged B-24 Liberator from the 376th American bombardment in flight over Toulon 1944. [Via]
B-24 caught just at the moment of crashing during Operation Market Garden, Holland Sept 1944. [Via]
B24 Liberator Hit by Flak [Via]
Crew member examines wing of a Consolidated B-24 “Liberator” which was badly-damaged during pre-invasion raid over Iwo Jima. Marianas Islands [Via]
Fire spreads rapidly across a damaged B-24 [Via]
B-24 hit by FLAK and explodes in mid air [Via]
Inspection of a damaged B-24 after being hit by the 1000-pound bombs. March 14, 1945 [Via]
“T’ings Is Tuff”, the Douglas-Tulsa-built Consolidated B-24H-15-DT Liberator, s/n 41-28931, 724th Bomb Squadron, 451st Bomb Group, 15th Air Force making a belly-landing at its base in Apulia Southern Italy after being damaged by Flak on a mission to Ploesti/Romania [Via]

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Damaged B24 at Manston after emergency landing 15 June 1944 [Via]
The Consolidated B-24 bomber “The Chambermaid” after an emergency landing [Via]
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B-24H-1-CF, 392nd BG, 579th BS, “Last Frontier” crash landed at Wendling, UK, after three engines stopped. 1 killed. [Via]
The terrible end of a B-24 and her crew [Via]
B-24 Belly landing The Hellcat 7 Dec 43 [Via]
B-24J-1-DT Liberator s/n 42-51250 701st Bomb Squadron, 445th Bomb Group, 8th Air Force. Damaged over Coblenz,Germany on the return flight from bombing the marshalling yards at Hanau,Germany on November 11,1944. She crashlanded at her home field of Tibenham. [Via]
458th Bomb Group B-24 Liberator crassh. This is an assembly ship. These planes were painted bright colors to assist in assembling the large bomber formations. [Via]
B-24 after an emergency landing [Via]
Crashed on take off from San Giovanni Field,Italy on April 12,1945 killing 6 of the crew. [Via]

A damaged B-24 Liberator “Burma Bound”, of the 451st Bomber Group returns to base after a raid on Munich. [Via]
http://www.warhistoryonline.com/war...rds-haunting-images-of-b-24-liberators.html/2
En la ante ultima el artillero de cola sigue rezando ....;)
 
Excelente avión, casi tan bueno como el B 17 ............
seguro?
no es para pelearte, pero el mito historico lo hace bastante menos querido que el B17.
no se cuales elementos de juicio hay para decir que era igual o mejor
era mucho mas moderno que el B17, llevaba mas carga creo, mas lejos, y sobre todo me parece que era mas barato y rapido de construir que el B17... pero no se si era "tan bueno" como el B17.
para los planificadores creo que era mejor, para las tripulaciones no se, pero parece que no.
 

Daishi

Colaborador
seguro?
no es para pelearte, pero el mito historico lo hace bastante menos querido que el B17.
no se cuales elementos de juicio hay para decir que era igual o mejor
era mucho mas moderno que el B17, llevaba mas carga creo, mas lejos, y sobre todo me parece que era mas barato y rapido de construir que el B17... pero no se si era "tan bueno" como el B17.
para los planificadores creo que era mejor, para las tripulaciones no se, pero parece que no.

El problema del B 24 era que estaba menos blindado y menos artillado que el B 17. También un poco más lento. Sabés todos los cambios de diseño que tuvo el B 17? Sobretodo en la popa. Por eso el casi.

El B 24 fué un gran cazador de submarinos alemanes en el Atlántico junto con los Sunderland.

Además el B 17 fué el gran fracaso en el Pacífico. Habían puesto muchas esperanzas, bah hasta que no llegaron a Tinian no pudieron usar un bombardero pesado en su función real. Eso ya no tiene que ver con el diseño y es otra historia.
 

Shandor

Colaborador
Colaborador
Los increíbles perros-bomba soviéticos entrenados para destruir tanques nazis

En 1942, los rusos entrenaron canes para que se arrastrasen debajo de los carros de combate y los hiciesen explotar

YOUTUBE
Un perro-mina se dirige hacia un carro de combate durante un entrenamiento
Finales de 1942 en Stalingrado. En un páramo helado aparentemente desierto, rompen la tranquilidad varios Panzers alemanes que dirigen sus orugas con estruendo hacia las posiciones enemigas. Repentinamente, y aunque no hay enemigos en los alrededores, un perro aparece delante de la columna de carros de combate portando un extraño objeto en su espalda. El observador del vehículo que va en cabeza no le da mayor importancia, pues no es más que un animal de compañía muy probablemente extraviado. Sin embargo, el can se exalta sin previo aviso y se mete a toda prisa bajo el armazón del tanque. Instantes después, los soldados de la «Wehrmacht» se quedan boquiabiertos al observar como el vehículo explota envuelto en una pequeña llamarada. Ha sido otra víctima de una nueva arma soviética, los perros–bomba de Stalin.

Jesús hERNÁNDEZ
Aunque la situación anteriormente explicada es ficticia, la Historia sí nos dice que hubo no pocos momentos en los que los «Panzer Kommandant» de los carros de combate alemanes tuvieron que enfrentarse cara a cara con unos extraños enemigos de cuatro patas. Éstos se correspondían con unos canes que, cargados con un chaleco de tela lleno hasta los topes de trinitrotolueno (TNT), habían sido entrenados para arrastrarse bajo los Panzer enemigos haciendo así estallar la carga explosiva que portaban. Dichos asesinos eran conocidos por los soldados soviéticos como perros-mina o perros-bomba y, por los alemanes, como «panzerabwehrhunde» (perros antitanque). Unos animales que acudían a una misión kamikaze movidos únicamente por el entrenamiento y sin saber cuál sería su cruel destino.
Esta historia es una de múltiples que se pueden leer en «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial», la nueva reedición de la famosa obra del historiador y periodista Jesús Hernández. Este libro, concretamente, fue con el que se dio a conocer en el ámbito editorial en 2003.
Perros: los animales para todo
El origen de los perros-bomba data de 1924, año en que los soviéticos aprobaron el uso de canes en el campo de batalla. Aunque por entonces sus objetivos eran bien distintos a los que finalmente tendrían. Concretamente, estos iban desde descubrir a combatientes perdidos en la nieve, hasta hallar minas enterradas en el suelo por el olor del explosivo que albergaban en su interior. También se barajó la posibilidad de que los «mejores amigos del hombre» transportaran en medio de la contienda mensajes entre diferentes unidades, aunque es un objetivo que se acabó abandonando debido a los múltiples inconvenientes que lastraba tras de sí (entre ellos, que el animal regresara junto a sus dueños o que fuese capturado por el enemigo).
A sabiendas del potencial de los perros, algunos años después los soviéticos se plantearon utilizar una serie de experimentos relacionados con el adiestramiento canin0 para lograr que estos animales transportaran una correa de bombas hasta la parte inferior de un Panzer alemán –la zona de un carro en la que el blindaje era menor-. Una objetivo que no era sencillo pero que, de funcionar, les permitiría dar el siguiente paso y plantearse cómo hacer estallar los susodichos explosivos.
«Condicionando» a los perros-bomba
Para tratar que estos canes llevasen a cabo esta curiosa tarea, los soviéticos se basaron en los estudios realizados por Iván Pávlov y Edward Thorndike, creadores respectivamente de las teorías del condicionamiento clásico y del condicionamiento instrumental. La primera es la que afirma que, mediante entrenamiento, un estímulo puede llevar a una reacción concreta y determinada. Esta se asocia con respuestas automáticas y fisiológicas del cuerpo (oler la comida lleva a salivar) que pueden ser modificadas. Por su parte, la segunda es la que considera que es necesario afianzar la conducta que se pretende enseñar mediante un refuerzo positivo –un «premio»- cuando el animal hace bien su tarea.
Con estas premisas se inició el entrenamiento. «Se hacía pasar hambre a los perros y, tras varios días, se les daba de comer debajo de un carro de combate con el motor arrancado», determina el historiador y periodista Jesús Hernández. Esto, en principio, lograría que los canes salivasen al ver los carros de combate -pues lo asociarían con la hora de comer-. Sin embargo, los soviéticos buscaban que los animales fuesen corriendo hacia los Panzer, por lo que todavía tenían que dar un paso más.
«Se hacía pasar hambre a los perros y luego se les daba de comer bajo un tanque»
«Aunque inicialmente arrancan con las teorías de Pávlov y el condicionamiento clásico (se asocia el ruido del motor y los tanques a la comida) en realidad tienen más que ver con condicionamiento instrumental. Si analizamos el entrenamiento, vemos que se busca una acción tras la posible reacción automática de salivación al escuchar el sonido del tanque. Es otro tipo de aprendizaje en el que intervienen algo más que respuestas emocionales, interviene el sistema musculo esquelético que responde a una señal enviada desde el sistema nervioso para realizar una acción (buscar el tanque para encontrar la comida debajo de él)», explican, en declaraciones a ABC, Jaime Vidal y Elisa Hinojosa, de «Mas que Guau», una empresa dedicada al entrenamiento y la educación canina.
El sistema con el que se adiestraron los canes era válido, pues es similar al que se lleva a cabo en la actualidad. «A día de hoy, en el entrenamiento de perros utilizamos con frecuencia ambos procesos de aprendizaje. El condicionamiento clásico lo utilizamos para crear bases emocionales correctas que permitan asociar el entrenamiento con calma, seguridad, alegría etc. Es una herramienta perfecta para crear un vínculo entre el entrenador y el perro y aumenta la predisposición del perro para aprender, entrenar y trabajar. Sobre esa base trabajamos el cambio de conducta para una consecuencia agradable (condicionamiento instrumental). Enseñamos acciones a cambio de premios», completan los expertos.
Un can portador de minas
Habiendo conseguido que los perros viajaran hasta el carro de combate enemigo, los soviéticos idearon su primer plan: cargar al can con una mochila llena de TNT que pudiera desprenderse bajo el carro de combate mediante un ingenioso mecanismo. La idea era que el animal mordiera una cuerda o una anilla que llevaba atada al cuello –la cual liberaría los explosivos- y regresara junto a sus amos, quienes activarían la carga de forma remota. La tarea era dificultosa, pero los adiestradores de animales sabían que, de tener éxito, podrían ahorrarse horas y horas de trabajo y multitud de billetes en la creación de extensos campos de minas que, en muchos casos, apenas causaban rasguños en los vehículos enemigos.
Por muy increíble que pueda parecer, los expertos afirman que esta es una idea que podía llevarse a cabo, aunque requería de horas y horas de intenso entrenamiento. «Era factible. En la práctica, el perro aprende una acción y la repite porque tiene una consecuencia agradable (comer, en este caso). Cuando el perro comprende la acción que hace aparecer el premio, gradualmente podemos entregar el premiomás lejos del lugar de la acción. La anilla es una palanca que acciona la aparición de comida. Si la entrega se realiza cada vez más separada de la acción (en tiempo y distancia) el perro acaba aprendiendo: “voy hasta allá, tiro de la anilla y vuelvo corriendo hasta aquí que es donde aparece la comida.», destacan Vidal e Hinojosa.
De la misma opinión es Esteban Navas, adiestrador canino de la empresa «WoWdog!», aunque con reticencias: «Hubiese sido posible que el perro hubiese tirado de la cuerda y huyera en situación de entrenamiento. Pero es importante diferenciar entre una situación de entrenamiento, donde todos las factores llevan a que el ejercicio se produzca, y situación de acción final de guerra, donde los gritos y diferentes ruidos asustarían al animal».
Medidas desesperadas y kamikazes contra «Barbarroja»
No obstante, el entrenamiento no surtió el efecto que se pretendía, pues los animales no siempre mordían la cuerda o la anilla que dejaba caer los explosivos. Hacía falta más tiempo, y este era un bien que empezó a escasear el 22 de junio de 1941, año en que los alemanes iniciaron la «Operación Barbarroja». Es decir, la invasión de la Unión Soviética.
En aquellos años, el ejército nazi destacaba sobre del resto por razones como su amplia experiencia en combate, su determinación o su perfecta organización. Sin embargo, si había algo que lo hacía casi invencible eran sus fuerzas mecanizadas. Y es que, sus carros de combate sembraban el terror gracias a la llamada «Blitzkrieg» o «Guerra relámpago» (una táctica que consistía en hacer grandes avances con vehículos blindados sobre el enemigo arrebatándole así ingentes extensiones de terreno en poco tiempo).

Perros soviéticos durante su entrenamiento
WIKIMEDIA
A pesar de lo sencillo que puede parecer a día de hoy detener esta forma de hacer la guerra, lo cierto es que los soviéticos no andaban sobrados de armas con las que abatir carros. Por ello, se las veían y se las deseaban para lograr detener a los Panzer con sus poco útiles granadas de mano, sus no muy efectivos fusiles anti-tanque PTRS-41, y sus escasos cañones.
A su vez, tampoco ayudaba el que los nazis hubieran capturado una gigantesca extensión de territorio ruso junto con una buena parte de sus ingenios para eliminar blindados. Por ello, el alto mando soviético cambió de estrategia y decidió que era mucho más sencillo adiestrar a los animales para que se limitaran a introducirse en la parte inferior de los carros de combate. Era entonces cuando se activaría una carga explosiva que detonara al instante, acabando también con su vida.

Wikimedia
Iván Pávlov
«Este experimento soviético fue modificado en otoño de 1941, cuando –en las afueras de Moscú- se empezó a entrenar a los perros para que fueran una mina contra carro guiada y sacrificaran sus vidas durante la misión», explica el historiador norteamericano Steven J. Zaloga en su obra «The Red Army of the Great Patriotic War 1941-45».
«Se decidió que se les atarían explosivos en el lomo. Una vez en el frente, se les soltaba cerca de los blindados alemanes; los perros se lanzaban rápidamente a buscar su comida bajo el vehículo pero, en este caso, se accionaba una palanca conectada a un explosivo al impactar contra la parte inferior del vehículo para provocar una detonación», explica Hernández.
¿Efectivos?
Lo cierto es que, como bien señala Hernández en su obra, estos perros suicidas llamaron soberanamente la atención de los alemanes, quienes se llevaron algún susto que otro al encontrarse con ellos. Precisamente uno de los primeros que tuvo el «honor» de toparse con estas extrañas armas fue el coronel Hans von Luck, un reconocido as de los Panzer con una ingente cantidad de enemigos abatidos a sus espaldas. Hasta un héroe alemán de tales dimensiones se quedó asombrado ante la ocurrencia.
«Una vez, cuando íbamos a abandonar un pueblo, un perro empezó a correr hacia nosotros. Meneaba su cola y gemía. Cuando intentamos capturarle, se arrastró debajo de un vehículo blindado. Al cabo de unos segundos oímos un “bang” y, después, una severa explosión. El vehículo se dañó, pero por suerte la bomba no causó un incendio. Corrimos hacia el animal muerto y descubrimos que tenía una carga explosiva enganchada que se activaba con un detonador con un pasador. Cuando el perro se arrastró debajo del vehículo, el detonador chocó contra la parte inferior y se activó desencadenando una explosión. El perro había sido entrenado para ***** comida debajo de los vehículos blindados», explica el as de los carros de combate en sus memorias (tituladas «Panzer Commander»).

Recreación de un perro-bomba soviético
M.S.G.
Con todo, los canes dejaron de ser efectivos en cuanto perdieron el elemento sorpresa. «Esta táctica sólo fue útil al principio, cuando los alemanes pensaban que eran perros de las unidades sanitarias y no sospechaban de la trampa. Más tarde, cuando se comprobó que iban cargados de explosivos, acribillaban a la mayoría de los perros que se les acercaban antes de que pudieran llegar a su objetivo», añade el historiador y periodista español. Hans von Luck era de la misma opinión o, al menos, eso es lo que afirma en su libro: «Desafortunadamente, en cuanto descubrimos la treta tuvimos que disparar a todos los perros que encontramos».
A su vez, el entrenamiento de estos animales tampoco era efectivo en su totalidad, pues en muchos casos confundían los carros de combate y se metían bajo los blindados del ejército soviético. Imaginarse las caras de los adiestradores «disfrutando» en primera persona de la voladura en pedazos de uno de sus propios vehículos es, cuanto menos, curioso. No faltaban tampoco los casos en los que, simplemente, los animales se asustaban debido al ruido de la contienda y volvían buscando el cariño de sus amos, algo que propinaba más de un sobresalto a los propios rusos.
«Las fuentes alemanas afirman que no eran muy eficaces»
Sea como fuere, lo cierto es que estos perros-bomba fueron utilizados en múltiples combates (algunas veces buscando más el «susto» del enemigo que la eficacia real). Una de sus participaciones más destacadas, según las fuentes soviéticas citadas por Zaloga, fue la batalla de Kursk (una de las contiendas de toda la Segunda Guerra Mundial en las que participaron un mayor número de carros de combate). «Los soviéticos dijeron que, en esta batalla, 16 perros destruyeron 12 tanques. Sin embargo, las fuentes alamanas afirman que no eran muy eficaces», completa el estadounidense.
Eficientes o no a la hora de destruir Panzers, lo cierto es que los perros-bomba destrozaban los nervios de los alemanes, quienes se veían obligados a acertar con sus armas a estos veloces animales dotados con grandes reflejos. En muchas ocasiones, este factor psicológico bastaba para desconcertarles. «Aunque la efectividad de los “perros bomba” era modesta, sí que tuvo como consecuencia: minar aún más la moral de las tropas alemanas, que debían permanecer en constante alerta. Los soldados soviéticos eran conscientes de la importancia que tenían estos actos», añade Hernández.
¿Por qué falló la técnica?
Pero ¿por qué falló la cruel táctica de los perros-bomba? Navas, de «WoWdog!», lo atribuye al miedo que generan al animal los diferentes ruidos de la contienda. «Aparte de ser un adiestramiento técnico, ya que el perro tiene que introducirse debajo de un objeto muy grande y con mucho ruido, es bastante difícil -por no decir imposible- por las emociones de los perros. Se ha demostrado científicamente que los perros tienen las mismas emociones que las personas», explica el experto.
Así pues, aunque el entrenamiento fuera efectivo, los adiestradores tendrían severos problemas para que los animales cumpliesen su función en medio de las balas. «La duda en este adiestramiento está cuando el perro se encuentra en una situación de guerra con disparos, gritos, personas muertas... en la cual sus emociones se ponen al límite. Emociones como el miedo y el estrés. Los soviéticos utilizaban la motivación de la comida para que el perro hiciese este trabajo, pero en una situación de guerra y con el miedo y estrés anteriormente escritos, el perro no tiene la motivación de la comida», explica el experto.
Por lo tanto, y en palabras de Navas, en medio de la contienda el perro entendería el estímulo de la comida como algo secundario, terciario o que, simplemente no existiría. «No se puede descartar, porque hemos visto adiestramiento realmente asombrosos durante años, pero es altamente improbable y dificultoso, no tanto en situaciones de entrenamiento con condiciones normales alrededor, pero si en situación real de guerra», completa.
Con todo, este adiestrador no se olvida de señalar que no hay que subestimar a los canes y que, en muchas ocasiones, todo depende de aquel que se halla con ellos. «El límite del perro es el límite nuestro como entrenadores, cuanto mejor entrenadores seamos, ellos serán mejores alumnos», afirma.
Por su parte, Vidal e Hinojosa lo atribuyen a un fallo en el entrenamiento. «Quizás lo que falló es el perfeccionamiento de la segunda fase de la enseñanza y su entrenamiento. La primera parte es perfecta. Cosas como el ruido de los motores o los tanques podrían asustar a los perros, pero a través del condicionamiento clásico se sustituye esa emoción, por una respuesta emocional de alegría, la respuesta fisiológica de salivación (¡Que bien, llega la comida!», explican a ABC los responsables de «Más que Guau». Sin embargo, la segunda fase (afianzar en el animal la idea de que debe meterse bajo el carro para obtenerla) es la que flaqueó.
Una pregunta a Esteban Navas, entrenador y adiestrador de «WoWdog!»
M.P.V.
¿Cómo entrenaríais a un perro hoy en día para que cumpliese la misión que le atribuyeron los soviéticos?
Primero quiero dejar bien claro que este tipo de adiestramiento no se realizan. Y que todo lo que escribiremos a continuación es teórico. Dicho esto, probablemente la opción que escogeríamos (hay muchas posibilidades), sería la técnica de targeting (objeto diana) que constaría de distintas fases:

FASE 1 (Situación): Pondríamos una especia de alfombra y haríamos que el perro apoyase las 4 patas en ella, al apoyar el perro las cuatro patas, le premiaríamos fuera de la alfombra y repetiríamos otra vez la misma acción, así hasta que el perro supiese que tiene que introducir las 4 patas en la alfombra.

FASE 2 (Posición): Cuando el perro ya haya aprendido la acción y fuese solo a la alfombra, le pediríamos un tumbado y le premiaríamos por tumbarse en la alfombra, siempre el premio fuera de ella.

FASE 3 (Señal): Le enseñaríamos la señal, para que el perro asocie esa señal a realizar las acciones de la Fase 1 y 2. Por ejemplo señal «Abajo», en donde para el perro «Abajo» significaría ir a la alfombra y tumbarse.

FASE 4 (Presentación): Una vez aprendida la señal (que es «abajo» y es a ir a la alfombra y tumbarse) presentaríamos el carro de combate. Es importante hacer la primera vez esta fase con una distancia entre la alfombra y el tanque, e ir reduciendo dicho espacio cada vez mas

FASE 5 (Objetivo): El final del adiestramiento sería poner la alfombra en el punto exacto donde queremos que el perro se ubique debajo del carro de combate, darle la señal al perro para que se sitúe donde deseamos, y hacer infinitas repeticiones. Una vez comprendido por el perro el sitio donde se tiene que tumbar, quitaríamos la alfombra, repetiríamos la señal, y el perro se tumbaría debajo del tanque.

FASE 6 (Permanencia): Al tumbarse debajo del tanque le pediríamos una permanencia, de 5 o 10 segundos y le premiaríamos lejos del tanque, bien con comida o con una pelota o cualquier otro juguete que nos viniese bien. De esta manera los perros no buscarían comida debajo del tanque, sino que la comida vendría por tumbarse debajo del tanque.
ABC.es
 

Sebastian

Colaborador
El lanzacohetes Katiusha se recupera para conmemorar la victoria frente a los nazis

31 de marzo de 2015 Tatiana Rusakova, RBTH
La empresa de Tula NPO SPLAV, fabricante de lanzacohetes múltiples, restaurará el legendario mortero de la guardia rusa BM-13, más conocido internacionalmente como Katiusha. El predecesor de los actuales lanzacohetes múltiples —como el Grad, el Smerch y el Uragán— se retirará del pedestal que ha ocupado los últimos 20 años junto a la fábrica NPO SPLAV para su restauración. Solo después, el vehículo de combate podrá participar en el desfile militar que se celebrará en la ciudad de Tula el 9 de mayo para conmemorar el Día de la Victoria.
Tecnologías Titulares


Esta arma, predecesora de los actuales y sofisticados sistemas de lanzamiento, fue clave durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Ria Novosti / Grigoriy Vasilenko

La plataforma de lanzamiento Katiusha se encuentra instalada en el vehículo ZIS-5-V, un camión de tracción trasera y con el motor en la parte frontal que demostró una gran resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. El vehículo podía atravesar terrenos intransitables, era fácil de mantener en condiciones de combate, sencillo y fiable. Todo esto se consiguió gracias que la construcción del vehículo fue sometida a una simplificación radical en plena guerra.

Para la fabricación de la cabina, se empezó a usar madera y chapa; para los guardabarros, laminados (antes de la guerra se empleaba la técnica del estampado metálico); se desmontaron los frenos en las ruedas delanteras (obligando a usar el freno de mano para detener el vehículo), y se dejó solo el faro izquierdo y una puerta abatible.

A pesar de la simpleza de su construcción, el volumen de trabajo que espera a los empleados de la fábrica NPO SPLAV —de quienes surgió la iniciativa de restaurar el vehículo— será considerable y costoso: en 20 años expuesto en su pedestal, el sistema Katiusha ha sobrevivido a un incendio y ya no puede desplazarse por sí solo. Actualmente, el coste de restauración de un ejemplar del ZIS-5 asciende a 1 millón de rublos (17.000 dólares).

Sin embargo, el trabajo merece la pena. Ya prácticamente no quedan sistemas Katiusha instalados sobre un chasis ZIS-5. “El otro vehículo de estas características que queda está en el estudio cinematográfico Mosfilm; un ejemplar que, en comparación con el de Tula, está en muy buenas condiciones. Pero el nuestro tiene instalado el lanzacohetes”, informó a Rossiyskaya Gazeta el jefe de la empresa SPLAV, Serguéi Kiriltsev.

En Astaná, la capital de Kazajistán, también participarán varios Katiusha en el desfile dedicado al 70 aniversario de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial. Para ello, el desfile incluirá una muestra histórica. Para volver a mostrar el armamento que dio la vuelta al curso de la guerra, estos monumentos se transformarán en sistemas listos para entrar en combate.

Según el comandante en jefe adjunto del departamento de educación e ideología del ejército de tierra de Kazajistán, el coronel Zhumabek Jasenov, “los equipos de la época de la guerra se encontraban en las reservas de las bases militares como monumentos conmemorativos. Para que estos equipos puedan desplazarse por sí solos, deben ser sometidos a un proceso de restauración y modernización en las fábricas de ‘Kazazhstan Engineering”.

El desfile de la Victoria de Moscú también incluirá una muestra histórica, aunque los Katiusha no pisarán los adoquines de la Plaza Roja. De los equipos militares de la Segunda Guerra Mundial, los espectadores solo verán los tanques T-34 y los cañones autopropulsados SU-100.

Sin embargo, según el comandante en jefe del ejército de tierra de Rusia, Oleg Saliukov, el desfile se convertirá en un gran escaparate para otros equipos más modernos que aún no se fabrican en serie, puesto que se encuentra en fase de prueba. Hablamos del cañón autopropulsado Koalitsia-SV, del tanque Armata, el vehículo de combate de infantería Kurganets 25 (también basado en el Armata), el vehículo de combate de infantería Boomerang y el vehículo blindado de defensa Taifún (basado en los vehículos Kamaz).

De momento, el ejército está realizando ejercicios con los nuevos vehículos militares secretos en el polígono Alabino, a las afueras de Moscú (envueltos en sus fundas de camuflaje), además de con los equipos de defensa costera Bal y Bastión, que ya forman parte del equipamiento del ejército ruso.

El desfile que tendrá lugar el 9 de mayo 2015 en la Plaza Roja de Moscú será el más numeroso en toda su historia: se prevé la participación de 194 vehículos blindados, 150 aviones y 14.000 militares. El año pasado la participación fue más modesta: 11.000 militares, 151 tanques y 69 aviones y helicópteros.
http://es.rbth.com/cultura/technolo...ha_se_recupera_para_conmemorar_la__48661.html
 

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Días negros en la Francia de Vichy
Una exposición reexamina en París los tiempos de la colaboración con el régimen hitleriano

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Hitler junto al arquitecto Albert Speer (i) y el escultor Arno Breker, ante la Torre Eiffel, una imagen de Heinrich Hoffmann, fotógrafo personal de Hitler.

Dos episodios históricos siguen dando forma a la imagen que los franceses tienen de sí mismos: la Revolución de 1789 y la liberación posterior a la ocupación nazi en 1944. Pero no todos sus antepasados fueron aguerridos sans-culottes y, aún menos, héroes clandestinos de la Resistencia. Quienes se situaban en el bando contrario fueron eliminados durante décadas de la memoria colectiva, con la vana esperanza de hacer desaparecer ese incómodo recuerdo, hasta que la verdad histórica terminó por resurgir. En el marco del 70º aniversario de la Liberación, Francia ha decidido ceder tiempo y espacio para recordar a quienes colaboraron con el nazismo, a través de una exposición que cuenta con 300 documentos inéditos.
En el Hôtel de Soubise, sede de los Archivos Nacionales, en pleno Marais parisiense, el mariscal Pétain da la bienvenida al visitante junto a la efigie circunspecta del mismo Adolf Hitler. La colaboración 1940-1945 es una muestra de pasillos estrechos y escenografía oscura que permite recordar, hasta el 5 de abril, lo sucedido durante el lustro que duró la colaboración con la Alemania nazi. Lo hizo Francia acomodándose a las exigencias del invasor, antes de abrazar su proyecto de civilización a través de una legislación manifiestamente antisemita. El régimen de Vichy, fundamentado en valores como "el trabajo, la familia, la patria, la piedad y el orden", excluyó a los judíos de la vida en común, prohibiéndoles ejercer oficios como los de funcionario, banquero, profesor, médico o artista. A partir de 1942, les obligó a lucir la funesta insignia amarilla y participó en su exterminio en nombre de la reconversión aria de Europa, con la deportación de 75.000 personas que residían en el territorio francés.
Los cientos de documentos, en su mayoría desclasificados por primera vez por las autoridades francesas, permiten reexaminar la actitud de los autóctonos durante la ocupación y los distintos grados de implicación que tuvieron en el avance del nazismo, desde el compromiso convencido e incondicional con la causa hitleriana a un acercamiento circunstancial y no necesariamente sincero. El objetivo es demostrar que el colaboracionismo pudo tener distintos grados, pero también que en ningún caso se trató de un fenómeno marginal. "La colaboración no fue solo política, sino también económica, administrativa, policial, militar, ideológica y cultural. Vichy no fue una simple sucursal alemana, sino un sistema plenamente francés, ligado a la tradición de la extrema derecha local", afirma el historiador Denis Peschanski, comisario de la muestra y uno de los grandes especialistas en el periodo. El comisario lleva tres décadas investigando sus complejos mecanismos, así como sus repercusiones en términos de memoria e identidad colectiva.

Peschanski desconfía ante quienes sostienen que toda Francia fue colaboracionista, igual que de aquellos que creen que todo el país sostuvo a la Resistencia. Más que esa minoría plenamente implicada en cada bando –"que no sumaba más de un millón de personas en cada lado", según el historiador–, el comisario se ha interesado por el comportamiento de las masas. "Hubo quienes se acomodaron a las circunstancias, pese a no ser colaboracionistas, básicamente por motivos económicos. Y después están los que rechazaron las delaciones, pese a no participar abiertamente en actos de resistencia, pero que fueron capaces de decir no. Este último grupo fue, claramente, el mayoritario".
El itinerario es extenso y no se amedrenta ante los tabúes históricos. Arranca en junio de 1940, cuando la Asamblea Nacional otorgó los plenos poderes a Pétain, como recoge el acta constitucional que lo erigió en jefe de Estado, presente en la exposición. "He estado con vosotros en los días de gloria. Lo seguiré estando en los días oscuros. Permaneced a mi lado", clamó entonces ante sus conciudadanos, como recoge una postal conmemorativa. Además, la muestra recoge por primera vez fotografías inéditas del encuentro entre el mariscal Pétain, su vicepresidente Pierre Laval y el embajador alemán Otto Abetz a pocas horas del famoso apretón de manos entre Pétain y Hitler en Montoire, a la orilla del Loira. El trayecto termina con algunos de los 300.000 expedientes de purga política creados tras la liberación para represaliar al colaboracionismo. Entre los castigos ejemplares, figuraba la pena de muerte a Laval y la cadena perpetua a Pétain, desterrado a un fuerte en la Isla de Yeu, enclave de la costa atlántica convertido hoy en destino turístico para burgueses izquierdistas. Sin ir más lejos, dos ministros de Hollande veranean allí.
Entre el inicio y el final, se multiplican los ejemplos de la violenta propaganda ejercida contra judíos y bolcheviques, además de numerosas fichas de los servicios policiales, que recogían las delaciones ciudadanas registradas durante esos cuatro años. Una carpeta contiene las denuncias contra la familia Cohen cerca de la Bastilla. Otra, la referente a los Blibaum en la rue Corbeau, y otra más, a los Bromberg en el barrio de Belleville. Forman parte de las más de 250.000 fichas que la policía parisiense aspira a desclasificar entre 2015 y 2019, al concluir el plazo de confidencialidad de 75 años que contempla la ley. Decenas de documentos e imágenes dan cuenta de ese régimen de terror cotidiano contra los judíos. Recogen historias como la del médico que exige a la policía que interviniera para evitar que su hijo se casara con su prometida judía. O como esa fotografía que describe el cambio de propietarios de una tienda de bolígrafos en 1940: "A partir del 1 de noviembre, la dirección será católica y francesa, igual que el personal".
Lucien Rebatet, autor de Les décombres, panfleto antisemita que se convirtió en un superventas en los tiempos de la ocupación. Además del conocido caso del escritor Louis-Ferdinand Céline, la muestra refleja la implicación de Pierre Drieu La Rochelle, Paul Morand o Ramón Fernández, que incluso fueron invitados por Goebbels al congreso de Weimar. El resto de artes tampoco se quedaron cortas: un reciente documental televisivo reveló el papel ambiguo que tuvieron personalidades tan conocidas como Maurice Chevalier, Edith Piaf, Sacha Guitry o Coco Chanel.
La cultura popular francesa lleva años interesándose por el fenómeno. Una serie de éxito, Un village français, que ya alcanza la sexta temporada en la televisión pública, se centra en esa muchedumbre sin etiqueta, a la que la historia en mayúsculas no ha prestado suficiente atención. "Me interesa ese 95% de ciudadanos que no se identificaban ni como resistentes ni como colaboracionistas, que no eran ni monstruosos ni heroicos, sino simplemente humanos", ha dicho su creador, Frédéric Krivine. Peschanski señala otros ejemplos del ardor que este oscuro episodio sigue despertando entre los franceses, como el último premio Nobel de Literatura, Patrick Modiano –premiado explícitamente por "desvelar la vida cotidiana durante la ocupación", según la Academia sueca– o el reciente escándalo originado por Le suicide français, exitoso ensayo del polemista Éric Zemmour, decidido a rehabilitar al régimen de Vichy, recordando que "salvó" a un 75% de los judíos franceses y se limitó a deportar a los extranjeros, argumento habitual en las filas de la extrema derecha francesa. Hoy supera las 300.000 copias vendidas. "Más que un trauma histórico, la ocupación constituye una obsesión francesa, porque se trata un capítulo definitorio de nuestra identidad como pueblo", afirma Peschanski
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Fragmentos de diarios de la segunda guerra mundial
Cuando escuchamos los relatos de batallas largas y mortíferas como las que se suscitaron durante la Segunda Guerra Mundial, es natural que surja una sensación de malestar. Sin embargo, no importa lo mucho que estudiemos y aprendamos sobre la guerra, es muy difícil imaginar lo que las personas que pasaron por ella tuvieron que soportar. Y estos fragmentos de diarios escritos en aquellos días negros quizá puedan acercarnos un poco más a la terrible experiencia.
Michihiko Hachiya.El 6 de agosto de 1945, una bomba atómica era detonada directamente sobre la ciudad de Hiroshima, en Japón, asesinando inmediatamente a aproximadamente uno de cada cuatro habitantes del lugar y exponiendo a los sobrevivientes a niveles peligrosos de radiación. Un empleado de un hospital local llamado Michihiko Hachiya estaba saliendo de casa en el momento de la explosión, aproximadamente a 1.5 km del centro de la detonación. El calor le quemó la roma y le dejó graves quemaduras en todo el cuerpo. Su diario, publicado en 1955, narra su experiencia aquel día.
Comenzamos, pero después de 20 o 30 pasos, tuve que detenerme. Me faltaba el aire, mi corazón latía fuerte y las piernas cedieron bajo mi peso. Una sed devastadora me atrapó e imploré a Yaeko-san para que encontrara un poco de agua. Pero no había agua que buscar. Después de un tiempo, mi fuerza se restableció un poco y fuimos capaces de seguir adelante. Aún estaba desnudo y, aunque sentía un poco de vergüenza, me inquietaba darme cuenta que la modestia me había abandonado… nuestro camino hasta el hospital fue interminablemente lento, hasta que, finalmente, mis piernas cubiertas de sangre seca se rehusaron a seguir moviéndome. La fuerza, incluso la voluntad, de seguir adelante me abandonó, entonces le dije a mi esposa, que estaba tan herida como yo, que siguiera sola. Se opuso a mi propuesta, pero no tenía elección. Tenía que seguir adelante y encontrar a alguien que volviera por mí”.

Zygmunt Klukowski.Fecha: 21 de octubre de 1942. El 20 de enero de 1942, 15 altos mandos nazis llevaban a cabo una conferencia donde se discutía la implementación de una “Solución Final” para aniquilar al pueblo judío. Demoró más de nueve meses para que el genocidio alcanzara a la apacible ciudad deSzczebrzeszyn, al sudeste de Polonia. Allí, Zygmunt Klukowski, el médico en jefe de un pequeño hospital local, hizo algunas anotaciones del horror del que fue testigo.
“Desde muy temprano hasta muy entrada la noche fuimos testigos de eventos indescriptibles. Soldados armados de las SS, gendarmes y la ‘policía azul’ recorrieron la ciudad en búsqueda de judíos. Los judíos fueron llevados al mercado. Los judíos fueron retirados de sus hogares, graneros, bodegas, sótanos y otros escondrijos. Pudieron escucharse disparos durante todo el día. A veces, granadas de mano eran lanzadas en las bodegas. Los judíos fueron golpeados y pateados; no había diferencia entre hombres, mujeres y niños pequeños. Todos los judíos serán sacrificados. Según información que llegó hasta mí, cerca de 2,000 personas se mantienen ocultas. Los judíos presos fueron colocados en un tren en la estación ferroviaria para ser transferidos a un lugar desconocido. Fue un día terrible, y no puedo describir todo lo que sucedió. No puedes imaginar la barbarie de los alemanes. Estoy completamente acabado y no puedo encontrarme”.Lena Mukhina.Fecha: 3 de enero de 1942. Se estima que entre 7 y 20 millones de civiles rusos perdieron la vidacomo resultado directo de la Segunda Guerra Mundial. En Leningrado, 750 mil personas murieron de hambre durante el estado de sitio mantenido por los alemanes durante más de dos años, de septiembre de 1941 a enero de 1944. Lena Mukhina, de 17 años, escribió sobre el sitio a Leningrado apenas comenzó. A medida que pasaba el tiempo, los habitantes se vieron obligados a comer ratas, gatos, tierra y pegamento. Hubo relatos generalizados de canibalismo.
Estamos muriendo como moscas aquí debido al hambre, pero ayer Stalin ofreció una cena en Moscú, en honor a Eden (Secretario de Relaciones Exteriores británico). Es indignante. Ellos se llenan la barriga allá, mientras nosotros ni siquiera ganamos un pedazo de pan. Ellos juegan al anfitrión en todo los tipos de recepciones brillantes, mientras nosotros vivimos como hombres de las cavernas, como topos ciegos”.Felix Landau.Fecha: 12 de julio de 1941. Felix Landau era un miembro de las SS alemanas. Durante la guerra, pasó la mayor parte del tiempo sirviendo en el Einsatzkommando, un escuadrón de la muerte con la misión de exterminar a los judíos, gitanos, intelectuales polacos y una serie de otros grupos. Su notable diario detalla parte de sus terribles crímenes. A continuación dale un vistazo a un relato de sus acciones en la ciudad de Drohobych, al oeste de Ucrania. Vale la pena señalar que, después de la guerra, Landau logró escapar de la captura hasta 1959, cuando fue llevado a juicio y condenado a prisión. Fue liberado por “buen comportamiento” en 1971 y murió en 1983.
“A las 6 de la mañana fui repentinamente despertado de un sueño profundo. Reportarme para una ejecución. Bueno, jugaré al verdugo y, en seguida, al sepulturero, por qué no. No es extraño, amas la batalla y pronto tienes que disparar a personas indefensas. Veintitrés tuvieron que ser baleados, entre ellos dos mujeres. Son increíbles. Incluso rechazan cuando les ofrecemos un vaso de agua. Me designaron como artillero y tuve que disparar sobre cualquier fugitivo. Nos dirigimos un kilómetro a lo largo de la carretera fuera de la ciudad y, en seguida, volteamos a la derecha en un bosque. Tan solo había seis de nosotros en aquel momento y tuvimos que encontrar un punto adecuado para tirarles (a los fugitivos) y enterrarlos. Después de algunos minutos, encontramos un lugar. Los candidatos a morir recibieron palas para cavar sus propias tumbas. Dos de ellos estaban llorando. Los otros seguramente tenían una valentía increíble. ¿Qué diablos pasa por su mente en estos momentos? Creo que cada uno de ellos guarda una pequeña esperanza que de alguna forma no morirán. Los candidatos a la muerte son organizados en tres turnos, ya que no hay muchas tumbas. Extrañamente, no siento ningún tipo de emoción. Sin piedad, nada. Así son las cosas y, en seguida, todo ha terminado. Mi corazón late un poco más rápido cuando involuntariamente recuerdo los sentimientos y pensamientos que tuve cuando estaba en una situación similar”.Leslie Skinner.Fecha: 4 de agosto de 1944. El diario del capitán Leslie Skinner documenta sus experiencias del conflicto inmediatamente después de que desembarcó el Día D. Skinner no era un soldado de combate, sino un sacerdote sirviendo como capellán del ejército. Conocido como “Padre Skinner”, su trabajo era proporcionar algo de confort espiritual y realizar la extremaunción. La parte más angustiante de su función era recuperar los cuerpos de los muertos para ofrecerles un entierro apropiado.
A pie, localicé tanques. Apenas cenizas y metal quemado en el tanque de Birkett. Busqué las cenizas y encontré restos de huesos pélvicos. En otros tanques tres cuerpos todavía se quemaban. No fue posible retirar los cuerpos, tras mucha dificultad – maniobras desagradables – me enfermé”.Un trabajo impresionante unir pedazos y organizarlos para identificarlos y colocarlos en cobertores para el entierro. Sin infantería que ayudara. El líder del escuadrón me ofreció algunos hombres para ayudar. Lo rechacé. Cuantos menos hombres vivos que luchen en tanques tuvieran que ver este lado de las cosas, mejor. Mi trabajo. Esto fue más enfermizo de lo normal. Realmente algo que provoca vómitos”.David Koker.Fecha: 4 de febrero de 1944. Mientras los sobrevivientes del Holocausto escribieron una serie de memorias, tan solo unos cuantos diarios fueron recuperados de los campos de concentración. Uno de ellos fue escrito por David Koker, un estudiante holandés de ascendencia judía que fue enviado a Camp Vught en el sur de Holanda en febrero de 1943. Mientras la mayoría de los prisioneros del campo de concentración no podía mantener un diario, David hizo amistad con el administrador local y su esposa, lo que significa que tenía ciertos privilegios. El fragmento a continuación describe a Heinrich Himmler, el jefe de las SS y uno de los principales arquitectos del Holocausto. Himmler visitó Vught en febrero de 1944, dando a Koker una visión inédita del hombre responsable por perseguir a su pueblo.
Un pequeño hombre frágil de apariencia insignificante, con un rosto bien humorado. Sombrero de copa alta, bigote y lentes pequeños. Yo pienso: si quisieras resumir toda la miseria y horror en una sola persona, tendría que ser él. En torno a él, un monté de compañeros con rostros cansados. Hombres muy grandes, propiamente vestidos, lo siguen a cualquier rincón que se mueve, como un enjambre de moscas, cambiando de lugar entre sí (no se quedan quietos ni un momento), moviéndose como un conjunto. Transmiten una impresión fatalmente alarmante. Miran a todas partes sin encontrar nada en lo que puedan concentrarse”.George Orwell.Fecha: 15 de septiembre de 1940. Durante el periodo de la guerra, el famoso escritor George Orwellse encontraba entre los 8.6 millones de habitantes de Londres. Además de su obra literaria, mantuvo un diario detallado de sus experiencias durante el conflicto. El diario está repleto principalmente con debates políticos, pero de vez en cuando incluía informes de ataques aéreos, como el de septiembre de 1940, cuando la RAF luchaba por el control de los cielos sobre el sur de Inglaterra durante laBatalla de Inglaterra. Las personas celebraban cuando una avión alemán era derribado, por el miedo a que Hitler invadiera Inglaterra.
Esta mañana, por primera vez, vi un avión abatido. Cayó lentamente de las nubes, con la nariz de frente, como un pájaro herido en las alturas. Un júbilo formidable entre las personas que veían, haciendo énfasis en el momento en sí, un momento que se opacaba por la pregunta interna: ‘¿Estás seguro de que es alemán?’. Tan intrigantes son las instrucciones dadas, y tantos los tipos de avión, que nadie sabía siquiera cuáles eran los aviones alemanes y cuáles los nuestros. Mi única prueba es que si puede verse un bombardeo sobre Londres, debe ser alemán, mientras que un caza más probablemente sea de nosotros”.Ginger”.Fecha: 7 de diciembre de 1941. El bombardeo de Pearl Harbor por fuerzas japonesas convirtió dos conflictos regionales en Europa y China en una Guerra Mundial. Volviendo a la base naval norteamericana en la costa sur de Oahu en Hawái, el ataque sorpresa resultó en 2,403 americanos muertos y fue el catalizador para que los Estados Unidos ingresaran a la guerra. La zona de Peral Harbor no estaba restringida a militares, sino que también se encontraba habitada por familias e isleños. El fragmento del diario a continuación fue escrito por una niña de 17 años conocida como Ginger”.
Me desperté a las ocho de la mañana por una explosión en Pearl Harbor. Me levanté pensando que probablemente algo emocionante estaba sucediendo allí. ¡Qué error el mío! Cuando llegué a la cocina toda la familia, excepto Pop, estaban mirando hacia el Arsenal de la Marina. El sitio estaba siendo consumido por un humo negro y unas explosiones espantosas… entonces pasé a estar extremadamente preocupada, como todos nosotros. Mi madre y yo salimos a la terraza de enfrente para ver mejor y tres aviones pasaron zumbando sobre nuestras cabezas, tan cerca de nosotros que podríamos haberlos tocado. Tenían círculos rojos en sus alas. ¡Entonces lo entendimos! En ese momento las bombas comenzaron a caer por todo Hickman. Nos quedamos en las ventanas, no sabiendo que más hacer, y observamos el fuego expandirse. Era exactamente como en los noticiarios de Europa, solo que peor. Vimos a un montón de soldados corriendo en nuestra dirección desde el cuartel y, en seguida, una línea de bombas cayó tras ellos, derribando a todos en el suelo. Una nube de polvo nos cubrió y tuvimos que correr para cerrar las ventanas. Mientras tanto, un grupo de soldados se había refugiado en nuestra cochera para protegerse. Los tomaron totalmente por sorpresa y muchos de ellos ni siquiera tenía un arma para defenderse”.Wilhelm Hoffman.Fecha: 29 de julio de 1942. Las batallas más importantes y sangrientas de la Segunda Guerra Mundial se disputaron en el Frente Oriental. Una de ellas tuvo lugar en Stalingrado, donde un baño de sangre de cinco meses volvió las mareas en favor de la Unión Soviética. Sin embargo, antes de que los alemanes llevaran la guerra a esta ciudad, lideraban victoria tras victoria y estaban confiados en que podrían conquistar Rusia, como lo expresó Wilhelm Hoffman, un soldado de la 94ª División de Infantería del Sexto Ejército Alemán.El comandante de la compañía dice que las tropas rusas están completamente doblegadas, y no pueden aguantar más tiempo. Llegar a Volga y tomar Stalingrado no es tan difícil para nosotros. El Fuhrer sabe cuál es el punto débil de los rusos. La victoria no está lejos”.El fragmento fue escrito en julio. En diciembre, los alemanes eran quienes estaban sitiados. En este punto, el diario de Hoffman se vuelve pesimista sobre sus posibilidades de victoria. El relato del 26 de diciembre de 1942 contrasta bastante con su actitud durante el verano:Ya nos comimos a los caballos. Me comería un gato; dicen que su carne también es sabrosa. Los soldados parecen cadáveres o lunáticos, en busca de algo que poner en sus bocas. Ya no se cubren de los ataques rusos; no tienen fuerza para caminar, correr o esconderse. ¡Maldita sea esta guerra!”.Hoffman terminó sus días en Stalingrado, aunque no se sabe exactamente cómo o cuándo.Hayashi Ichizo.Fecha: 21 de marzo de 1945. En el imaginario popular, los pilotos kamikazes japoneses eran unos fanáticos imperialistas ansiosos por sacrificarse por su nación. Oficialmente, se dice que todos eran voluntarios, pero la realidad es que muchos fueron esencialmente forzados a cumplir ese papel, como fue el caso del estudiante japonés Hayashi Ichizo, convocado por el ejército en 1943 a la edad de 21 años.
Si crees que era muy joven para enlistarse a la muerte, debes saber que ni siquiera era de los más jóvenes entre los kamikazes, título que corresponde a Yukio Araki, en la foto superior donde sostiene a su perro, que tenía apenas 17 años. En su diario, Hayashi relató cómo fue ser designado paraservir como un piloto suicida.Para ser honesto, no puedo decir que el deseo de morir por el emperador es genuino, que viene de mi corazón. Sin embargo, se decidió por mí que muriera por el emperador. No tendré miedo al momento de mi muerte. Pero si tengo miedo de la forma en que el miedo a la muerte perturbará mí vida… incluso para una vida corta, hay muchos recuerdos. Para alguien que tuvo una buena vida, es muy difícil separarse de ella. Pero llegué a un punto de no retorno. Debo zambullirme en una nave enemiga. A medida que la preparación para el aterrizaje se aproxima, siento una fuerte presión sobre mí. No creo que pueda hacer frente a la muerte… hice mi mejor esfuerzo para escapar en vano. Entonces, ahora que no me queda elección, debo ir con valentía”.Su misión suicida concluyó el día 12 de abril de 1945, cinco meses antes de la rendición de Japón.
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Destructor Porter, el barco más torpe e incompetente de la historia


La Historia nos ha dado buena cuenta de la incompetencia militar con múltiples ejemplos, pero el caso del destructor estadounidense USS William D. Porter es digno de ocupar un destacado puesto en el ranking de las mayores torpezas militares de todos los tiempos. Wilfred Walter, el capitán del barco, lo llamó mala suerte. La desastrosa carrera de este barco se inició en noviembre de 1943 con su primera misión. Se trataba nada menos que de una secreta y trascendental tarea: formar parte de la escolta del acorazado USS Iowa y proporcionarle cobertura antisubmarina. El USS Iowa transportaría al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en su viaje hacia dos importantes reuniones en El Cairo y en Teherán con Joseph Stalin y Winston Churchill.

USS Porter
Los problemas comenzaron incluso antes de que el destructor abandonase el muelle para reunirse con el resto del convoy. Y es que a alguien se le olvidó izar completamente el ancla, de manera que cuando comenzó a maniobrar marcha atrás se quedó enganchada en un buque mercante atracado en paralelo junto a él, desgarrando parte de su casco y arrancándole barandas y botes salvavidas. El capitán de nuestro barco, Wilfred Walter, miró su reloj y se dio cuenta de que se le hacía tarde para reunirse con el USS Iowa, así que dirigió al buque mercante una disculpa rápida y se fue a toda máquina de aquel puerto. Podemos imaginar la cara de aquellos novatos marineros mientras recordaban atónitos lo que había sucedido en su primer día de trabajo:
Son los nervios del primer día. Seguro que las cosas no podrán ir a peor… -No imaginaban lo equivocados que estaban-
Veinticuatro horas después, el Porter tomó su posición junto al resto del convoy, no sin dejar de ser blanco de burlas y chuflas de todo tipo por parte del resto de la marinería. Durante su viaje por el Atlántico el convoy tendría que navegar por aguas infestadas de submarinos alemanes. Una de las tareas de escolta del Porter sería la de, llegado el caso de un ataque submarino, lanzar cargas de profundidad contra aquellos U-Boot alemanes. El 12 de noviembre una gran explosión sacudió las aguas. Todos los barcos del convoy tocaron a zafarrancho de combate y comenzaron la ejecución de maniobras de evasión, porque era evidente que un submarino enemigo rondaba por allí. Tal vez los nazis tenían información de la misión secreta y trataban de acabar con la vida del presidente de los Estados Unidos que viajaba en el USS Iowa… Minutos después se recibía un tímido aviso de nuestro destructor: no había ningún submarino alemán, sino que una de las cargas de profundidad no tenía el seguro puesto y se había soltado accidentalmente de su cubierta, cayendo al mar y produciendo la explosión. Tras este nuevo incidente, el almirante Ernest King, al mando del convoy, tomó la radio y ordenó al capitán Walter que acabara con los despropósitos y empezara a actuar correctamente, por lo que Walter se comprometió firmemente a “mejorar el rendimiento de su barco“. Pero…
Tras lo ocurrido, y como es comprensible, todo el mundo en el convoy estaba nervioso. Tal vez como medida de distracción y para tranquilizar los ánimos, el propio presidente Roosevelt propuso a la tripulación del Iowa que le hicieran una demostración de sus defensas antiaéreas. Dicho y hecho, se lanzaron al aire varios globos meteorológicos y los cañones del Iowa comenzaron a disparar bajo la atenta y complaciente mirada de Roosevelt, que también observó cómo el aire arrastraba algunos de esos globos en dirección a nuestro destructor. Fue entonces cuando el capitán Walter, ansioso por causar buena impresión después de todo lo sucedido, pensó que era una oportunidad única para rehabilitar su mala imagen, por lo que dio orden a sus cañoneros de disparar contra cualquier globo perdido por los artilleros del Iowa.
Todo marchó bien, y el Porter incluso hizo blanco en varios de aquellos globos perdidos. El capitán Walter estaba crecido: era su momento, había que lucirse, ¡por fin dejarían de ser la burla de la US Navy!, así que ordenó a su tripulación llevar a cabo un simulacro de ataque con torpedos (durante los simulacros se retiraban los detonadores de las cargas explosivas que expulsaban los torpedos de sus tubos, por lo que realmente los torpedos no eran lanzados al agua). Pero claro, para calcular correctamente los tiempos de los falsos lanzamientos necesitaban también un blanco al que apuntar, y el objetivo más cercano era el USS Iowa (el del presidente).
¡Fuego el uno!” —gritó el oficial de cubierta del Porter— y se simuló el lanzamiento del primer torpedo. Comprobado el rumbo que hubiese tomado el falso torpedo se ordenó. “¡Fuego el dos!“, y de nuevo la misma operativa. “¡Fuego el tres!”… pero entonces sucedió algo distinto: se escuchó un silbido y la tripulación vio cómo un torpedo salía del tubo. Acababan de lanzar un torpedo contra el Iowa y contra el presidente Roosevelt.. En medio del caos, el capitán Walter advirtió por radio al Iowa que girara rápidamente a estribor. El giro fue tan brusco que la silla de ruedas del Presidente —con Roosevelt sentado en ella— estuvo a punto de caerse por la borda. Finalmente, y por los pelos, el USS Iowa logró evitar el torpedo.
“Perdón, hemos sido nosotros”. Fue todo lo que el capitán Walter pudo decir.
Tras casi hacer impactar un torpedo en el acorazado donde viajaba el presidente Roosevelt, el avergonzado perdón que pidió el capitán Walter no le sirvió para evitar que su barco fuera inmediatamente expulsado del convoy, ni tampoco para evitar que tanto él como toda su tripulación fueran sometidos a un Consejo de Guerra del que, tras las debidas investigaciones, quedó demostrado que se trató de un error. No obstante, el marinero que se olvidó de retirar el detonador del tercer torpedo, llamado Dawson, fue condenado a 14 de años de trabajos forzados, aunque Roosevelt le otorgó un perdón presidencial. Obviamente ya nadie iba a dejar que el Porter ni siquiera se acercara a una misión de alto nivel, por lo que fue enviado al único escenario donde la presencia de nuestro barco no preocupaba realmente a nadie: las Islas Aleutianas, en Alaska. Hay cero presidentes a los que poder asesinar en Alaska.
Durante los primeros meses de exilio pareció disiparse la oscura sombra de su embarazoso pasado; todo iba bien. Pero un día, uno de sus marineros regresó a bordo borracho y decidió ponerse a jugar con sus cañones de artillería pesada, abriendo fuego e impactando un proyectil nada menos que en el jardín de la casa del comandante de la base, que en aquel momento celebraba una fiesta con otros oficiales y sus esposas. Por suerte únicamente causó daños materiales, pero la poca reputación que le quedaba al Porter (si es que le quedaba algo) quedó definitivamente asolada… al igual que quedaron las flores del jardín de la casa de su comandante. Servir en el USS William D. Porter era considerado un castigo, pero el final de la guerra se acercaba y todos los barcos eran necesarios en el frente, por lo que el Porter fue reasignado al Pacífico: por fin tendrían una auténtica oportunidad de redención… o tal vez no.
Una vez en el Frente del Pacífico, y a pesar de los esfuerzos del comandante Charles M. Keyes, que relevó al desafortunado capitán Walter en la dirección de la nave, la reputación de nuestro destructor no mejoró. Al contrario, se hundió todavía más cuando acribilló accidentalmente al destructor USS Luce durante los primeros momentos de la batalla de Okinawa. Tras este nuevo incidente el Porter sirvió como apoyo para las tropas que trataban de conquistar aquella isla; utilizó correctamente sus defensas antisubmarinas y hasta llegó a derribar cinco aviones japoneses. Lamentablemente, poco después se informó que también había derribado por error tres aviones norteamericanos. Y así llegamos al final de esta historia. El 10 de junio de 1945 el Porter fue atacado por un avión kamikaze. Nuestro barco se defendió y el avión japonés fue alcanzado y derribado por las defensas antiaéreas, estrellándose en el océano pero sin explotar. La tripulación estaba eufórica: parecía que las cosas cambiaban a mejor. Pero no se habían dado cuenta que el avión kamikaze extrañamente había continuado bajo el agua su trayectoria en dirección hacia el destructor, y justo cuando pasó por debajo de su quilla explotó. Tres horas más tarde el USS William D. Porter se hundía para siempre en el océano.

En otras palabras, el barco más torpe e incompetente de la Segunda Guerra Mundial, fiel a su desastrosa e hilarante singladura, fue hundido accidentalmente por un avión que ya se había estrellado en el mar.

http://historiasdelahistoria.com/20...barco-mas-torpe-e-incompetente-de-la-historia
 

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Cuando Rumanía luchó contra aliados y alemanes… a la vez


En el artículo de George Vujnovich ya comenté que tras la exitosa invasión aliada de Sicilia, en el otoño de 1943, los aliados ocuparon todo el sur de Italia y trasladaron la 15ª Fuerza Aérea de los EEUU de Túnez a Foggia (Italia) para atacar los campos de petróleo y refinerías de Ploesti (Rumanía) que para Hitler eran la principal fuente de suministro de combustible. Pero la implicación de Rumanía con Alemania ya había comenzado en 1940… cuando Ion Antonescu, Primer Ministro y Jefe del Estado Mayor, se unió a la locura hitleriana. En 1941, y siguiendo la estela del que en aquel momento era el caballo ganador, se atrevió a invadir Rusia.

Ion Antonescu
A pesar de sufrir muchas bajas, los rumanos se hicieron con territorios fronterizos rusos e incluso llegaron a Stalingrado en 1942. Aquella batalla marcaría el fin de la aventura rusa para los alemanes… y para los maltrechos rumanos que se vieron obligados a retirarse. En 1944, y tras el desembarco de Normandía, los aliados emprendieron la Operación Big Oil… el bombardeo masivo de Ploesti con cientos de bombarderos, consiguiendo cortar el suministro y obligando a alemanes a tener que abandonar los panzers sin una gota de combustible en la batalla de las Ardenas.
A pesar de que Ion Antonescu actuaba como Conducator, desde 1940 reinaba Miguel I de Rumanía, un joven de 19 años cuya única función era sostener la corona y su poder se limitaba hasta poco más allá de sus aposentos. Mientras los rumanos sufrían las acometidas de los rusos, Antonescu se trasladó a Bucarest pero el, hasta ahora, rey pelele había movido los hilos para cambiar de bando. Se arrestó a Antonescu y junto al grupo de opositores a la dictadura del Conducator se ofreció a los americanos y británicos para que, al formar parte de los aliados, los rusos respetasen su territorio. Pero los alemanes no iban a permitir aquella traición… de la noche a la mañana, alemanes y rumanos pasaron de compartir mesa, mantel y barracones a matarse unos a otros. Gracias a la torpeza e inexperiencia diplomática de Miguel I, Rumanía se encontró recibiendo por los alemanes en su retirada hacía el oeste y por los rusos en su avance por el este.

Miguel I
Los rusos ocuparon Rumanía y los rumanos se posicionaron junto a los aliados declarando la guerra a Alemania. El 12 de septiembre de 1944, el rey firmó el armisticio de Moscú y su maltrecho ejército se unió al Ejército Rojo como fuerza de choque – carnaza – en la persecución de los alemanes por Hungría y Checoslovaquia.
http://historiasdelahistoria.com/2012/12/13/cuando-rumania-lucho-contra-aliados-y-alemanes-a-la-vez
 

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El prisionero que fue canjeado por 600.000 cigarrillos.
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Javier Sanz25 noviembre 2011
Estamos acostumbrados a que los protagonistas de las historias de guerra sean héroes que sacrificaron su vida, brillantes estrategas, miserables sin escrúpulos… pero en esta historia los protagonistas lo fueron por su caballerosidad. Un de ellos, el coronel Hans von Luck, llegó a decir “hacíamos una guerra despiadada pero decente“.
Hans von Luck era coronel de un regimiento de panzer (Panzerwaffe) durante la II Guerra Mundial. Después de luchar en el frente europeo fue enviado Afrika Korps donde Rommel, con el que trabó una estrecha amistad, le puso al mando del 3 Batallón Panzer de Reconocimiento. Tras recibir el alta después de ser herido en la batalla de Galaza (Libia) se le encargó proteger el flanco sur del Afrika Korps, enfrentándose al Long Range Desert Group (LRDG), unidad del ejército de tierra británico especializado en reconocimiento motorizado.

Hans von Luck
El comandante al mando del LRDG debía ser también un caballero y partidario de una guerra civilizada. Llegaron a un acuerdo por el que a partir de las 17:00 horas cesarían las hostilidades e intercambiarían impresiones, cartas de los prisioneros… Hubo algún que otro problemilla con el horario, como aquella ocasión en la que los alemanes capturaron un camión de provisiones británicos pasada la hora convenida y Hans von Luck preparó un plan para que los británicos capturasen su propio camión.
Pero el caso que nos ocupa se llevó la palma. Los alemanes se enteraron de que sus enemigos había recibido suministros de cigarrillos como para cubrir las necesidades de todo el regimiento durante más de un mes. Siendo el tabaco un artículo de lujo en estos lares, los alemanes ofrecieron intercambiar un oficial británico capturado a cambio de un millón de cigarrillos. Los británicos sopesaron la oferta y decidieron que un millón era mucho y que su contraoferta eran 600.000 cigarrillos.
Cuando el oficial británico se enteró casi echó por tierra el negocio por considerar que la oferta de sus paisanos era insuficiente, igual que Julio César cuando fue capturado por los piratas y se ofendió porque sólo había pedido como rescate 20 talentos. El caso es que, al final, se hizo el intercambio.
Y lo más curioso de todo, el oficial británico era el heredero de John Player & Sons, fabricante de cigarrillos de Nottingham (Reino Unido)
http://historiasdelahistoria.com/2011/11/25/el-prisionero-que-fue-canjeado-por-600-000-cigarrillos
 

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36 images of destroyed Panzers and Shermans
Jan 31, 2015
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Swords may be driven into ploughshares when they’ve finished their fighting, but tanks are often left to rust, in graveyards of military vehicles or on the battlefields where they fell. A collection of images from around the net.

Deserted German Panzer V Panther in Italy 1944. Most of These vehicles had to be left behind due tolack of fuel, which was always in short supply in the late war years

A pioneer column of the 2nd SS was destroyed near Roncey in Operation Cobra. Photo taken in the late July 1944, an overturned Sdkfz 251 in the foreground, then a destroyed Panzer IV number 779, another Sdkfz 251 number 104, and more SPW abandoned on this field.

A Disastrous Scene to a SS unit in the port of Rouen – Two Panzer IV destroyed by the RAF air raid, 25-26 august 1944

This Sherman looks like it is under examination and review.

This Sherman looks like it is under examination and review.




German remains of a Panther tank and SdKfz 251 vehicle inspected by American soldiers somewhere in Normandy. Love the guys on the motorcycles in the background.


Panzer Königstiger “104” belonging to Unterscharfurer “Sepp Franzl”, 1st company “Schwere SS-Panzerabteilung 501″ in La gleize, into a narrow street called “Way old way”

25th Pz Gren Div Berlin April ’45

Impact of 3 rounds of 76mm HE on a Panther, killing turret crew but no other damage





Panther ausf G at MAN factory Nuremberg

An American built M4A3 (76) Sherman medium tank, captured and pressed into service by the German army. German markings and the words Beute Panzer (captured tank) were added to the tank to avoid friendly fire. The tank was knocked out by a US M36 Jackson tank destroyer. A dead crew member lies on the front of the tank, believed to have been hit by machinegun fire while attempting to bail out of the stricken tank. Aschaffenburg, Germany. 1945.

Kübelwagen (Type 82-0) and Panzerkampfwagen IV Ausf.J (Sd.Kfz.161-2) mounted on a Sd.ah 116

Hits from a 17 pounder

The knocked out M4A1 of 2nd Lt Harris, 756th TB in Vagney, France, 8 October 1944




Destroyed Sherman


A destroyed 2nd Armored Division M4 Sherman tank. Testament to the heavy price paid for Hill 192 in Normandy.



A wrecked Pz.Kpfw.IV , tactical number ‘631’ of SS-Pz.Rgt.2 on the outskirts of Saint Lô
http://www.warhistoryonline.com/war-articles/36-images-of-destroyed-panzers-and-shermans.html/4
 
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