Martín Alejandro Scala hizo el servicio militar obligatorio en 1981 y fue convocado como soldado a Malvinas en 1982. En tanto, Ricardo Granata estaba de conscripto en la base aérea de Mar del Plata de la Fuerza Aérea, cuando fue trasladado al desierto de Río Gallegos y, posteriormente, a las islas. Tenían 20 y 19 años, respectivamente.
"Nos estábamos bañando para salir de franco para Semana Santa y no pudimos. Después nos enteramos de la toma de Malvinas”, contó Ricardo Granata.
Con la Compañía de Ingenieros Mecanizada N° 10, que pertenecía al Regimiento 7 de La Plata, Martín Scala tenía la función de hacer los campos minados en Malvinas.
Scala hizo el servicio militar en una compañía de ingenieros con base en Pablo Podestá, que pertenecía al Regimiento de La Plata.
El martes 13 de abril llegó a las Islas. Se rindió el 14 de junio. Dejó Malvinas el 21 de ese mes, luego de estar prisionero de las fuerzas británicas. Pasó 76 días en las Islas.
Granata era conscripto pero aclaró que en la Fuerza Aérea se contaba con un grado de instrucción importante. Había entrado al servicio militar el 4 de enero. "Para el 2 de abril-relató- ya contábamos con toda la instrucción militar personal. Y un mes de instrucción con cañón”.
Su unidad era la de artillería antiaérea de la Fuerza Aérea que tuvo que defender la pista de aterrizaje de Malvinas, que fue bombardeada por los ingleses para que los aviones de carga Hércules no pudieran seguir abasteciendo, desde el continente, a las tropas argentinas.
"No éramos muchos en la Isla, unos 300 distribuidos entre la base militar Malvinas y la Cóndor, porque era como una unidad especial de la Fuerza Aérea, que es más recordada por la tarea que desplegaron los pilotos”, marcó Granata. La mayoría de la artillería antiaérea pertenecía al Ejército.
Desde Mar del Plata, trasladaron a Granata y sus compañeros el 10 abril, hasta mediados de mayo, a Río Gallegos donde se desplegó artillería antiaérea.
En cambio, en las islas estuvo desde el 26 de mayo, cuando fue en reemplazo de la unidad de artillería de la Fuerza Aérea, hasta la rendición. El 27 de junio dejó Malvinas en el buque Almirante Irízar, luego de ser prisionero de las tropas inglesas.
La unidad de 300 soldados en la que participó Martín Scala se dedicó a hacer los campos minados. "Estábamos al lado de la elevación de Monte Longdon. Allí, se libró una cruenta batalla la noche del 11 de junio, justo cuando el Papa llegó a la Argentina”, recordó Martín.
El monte donde estaba apostado Martín y sus compañeros cayó la noche del domingo 13 de junio. El combate final, con el repliegue a la ciudad, y la posterior rendición, fue el lunes 14. Scala pasó una semana prisionero con los ingleses para luego arribar al continente.
Todos los días iguales
"Los días eran todos iguales en Malvinas”, recordó Ricardo Granata y agregó que "estábamos para defender la pista de los ataques aéreos pero desde el 1º de mayo los ataques británicos se hacían a mucha altura porque habían perdido dos aviones. Era muy difícil pasar a baja altura”.
En la base aérea de Malvinas se desplegaron artilleros de la Fuerza Aérea y del Ejército con el objetivo de defender la pista de los bombardeos.
"Todo el día el clima cambiaba constantemente, nevaba, salía el sol, viento, volvía a nevar, granizaba”, recordó y agregó que "nos acostumbramos a vivir con el frío, a estar en los pozos con agua en el piso, porque al cavar 20 centímetros ya brotaba el agua”.
Su llegada a las islas fue bajo un intenso bombardeo. Granata contó que su unidad tuvo que arrojarse del avión Hércules que los trasladaba debido a que los bombardeos nocturnos no dejaron aterrizar la máquina en la pista de Malvinas. Relató que el avión volaba a escasos metros del agua para no ser detectado por los radares.
"Se sentían los impactos en la panza del avión y cuando tomamos altura y estábamos por llegar a la pista nos tiraban de todos lados”, contó.
"Una vez en tierra no sabíamos para donde correr con el equipo, hasta que nos tiramos dentro de una trinchera que estaba a cien metros de la pista”, narró. Después un camión los recogió y los llevaron al pueblo. Fue el único día que visitaron el pueblo a 12 kilómetros de la pista.
En su puesto cayó una bomba que no explotó. Al otro día, con un helicóptero cambiaron la posición del cañón a unos doscientos metros.
Otra noche, en el pozo que ocupaban, cayó una bomba a 10 metros, durante uno de los tantos bombardeos navales.
"Sentimos cómo vibraba la tierra y el impacto de las esquirlas en los tambores de 200 litros que estaban llenos de tierra. Si caía a dos metros no quedaba nada”, recordó Granata y detalló que "las bombas aéreas de 500 kilos hacían pozos gigantescos de 8 metros de profundidad y 16 metros de radio”.
La pista no sufrió ningún impacto de lleno que la dejara inactiva y las trincheras, donde estaban los cañones y los soldados, tampoco fueron alcanzados.
El sitio fue bombardeado desde el primer día, mientras los combates de tropas en tierra se deban a 8 y 10 kilómetros detrás de los montes.
Granata se encargaba de abastecer, junto a un compañero, el cañón antiaéreo de 35 Mm. de última generación de la Fuerza Aérea, que era electrónico y giraba de forma automática.
El retorno
"Me sigo viendo con algún compañero de allá pero la vida llevó a cada uno por sus caminos. Yo me instalé en Necochea hace 17 años y encontré ex combatientes, que no conocía, pero que estuvieron allá en otras unidades y en otras armas”, contó Martín Scala.
"La sociedad argentina está identificada con Malvinas y con quienes fuimos. Me siento reconocido y alagado en lo personal, creo que socialmente hay un reconocimiento hacia nosotros”, sostuvo.
No obstante, las dificultades tras el final de la guerra estuvieron muy presentes en las vidas de los que estuvieron en las islas.
"De todo lo que nos pasó, el hambre o morirte de frío que parece que te perfora, lo más duro fue cuando los ingleses bajaron la bandera argentina. Sabíamos que podíamos perder pero eso fue doloroso”, relató Granata.
"Hasta la mañana del 14 de junio se seguía luchando pero a la 13.15 empezó a bajar la intensidad. Después, silencio”, contó Granata. Luego, les informaron de la rendición y que había que entregar el armamento a los ingleses. Las tropas enemigas llegaron a la pista cuando estaba anocheciendo.
Granata volvió al continente en el buque Almirante Irízar y regresó a completar el año del servicio militar en Mar del Plata.
"Nos dijeron que no nos podíamos ir y que no podíamos contar nada de lo que había pasado”, indicó. Hasta la baja que, se produjo en noviembre, los jefes de la base les hacían cortar el pasto a los soldados de Malvinas. "Al final ya no hacíamos nada, los jefes no sabían que hacer con nosotros”, recordó.
"Conseguir un trabajo fue complicado”, sostuvo. En un ingreso a la empresa ENTEL en Necochea rebotaron a los 12 ex combatientes que se habían presentado. A todos les encontraron una enfermedad.
"No conseguías trabajo en ningún lado y si obtenías uno y se enteraban que eras veterano, al final, buscaban una excusa para echarte”, relató.
No obstante, Granata se recibió de arquitecto y trabajó como docente para luego recibirse de profesor de geografía.
Una reivindicación
Martín Scala nunca más volvió a Malvinas. "Para mi la fecha es la reivindicación de la soberanía, la memoria y la libertad. Recordamos a quienes fueron y quedaron y a los compañeros que volvieron pero que les ha costado reinsertarse en la sociedad”, dijo.
"A quienes nos tocó vivir esos momentos, considero que la guerra no es la mejor forma de imponer la razón, no creo en la guerra como forma de comunicarse. El diálogo siempre es lo mejor y tras 32 años de democracia la mejor forma de salvaguardar la paz es vivir en un Estado de derecho, democrático y republicano, donde los tres poderes puedan ejercerse libremente. Mientras exista un estado de este tipo difícilmente podamos tener una guerra”, opinó.
"El hecho de que haya habido muertes y que se siga hablando de Malvinas me hace sentir bien y es como que me da fuerzas, que no fue en vano. Más allá de las formas y cómo se hizo, el derecho nos ampara. Las Islas son nuestras por derecho aunque quizá de hecho no lo sean”, sostuvo.
Por último, consideró que "con el tiempo y si impera la razón, las islas van a ser argentinas, pero eso tiene que seguir una forma lógica y en los foros que correspondan”. Para Granata, en cambio, "los gobiernos de la democracia no supieron manejar las relaciones internacionales por Malvinas”.
Agregó que "los gobiernos son muy cipayos y los políticos no saben qué hacer con Malvinas. Los reclamos son muy livianos y cada tanto”.