ENTREVISTA | ALEXÉI ARBÁTOV
“Instalar armamento pesado frente a Rusia es una amenaza política”
El experto militar Alexéi Arbátov analiza las fricciones entre Washington y Moscú
Pilar Bonet Moscú
24 JUN 2015 - 16:50 CEST
Alexéi Arbátov, en una imagen de archivo, en 2002. / Dimitri Jrúpov
La
instalación de equipo bélico pesado en los países europeos vecinos de Rusia no supone una “amenaza militar”, pero sí una “amenaza política” y un precedente, ya que “por primera vez desde el fin de la Guerra Fría se planea desplegar armas pesadas norteamericanas en las fronteras rusas”, según
Alexéi Arbátov, el director del Centro de Seguridad Internacional en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales (IMEMO) de la Academia de Ciencias de Rusia.
“Si nos referimos a una amenaza de ataque, para invadir Rusia habría que colocar 40.000 tanques y otro equipo pesado a lo largo de nuestras fronteras”, afirma el especialista en una entrevista con EL PAÍS. La gravedad del caso está en el cambio de tendencia tras varias décadas de ininterrumpido desarme. La ampliación de la OTAN hacia el Este no iba acompañada de una instalación de armas y el Acta Fundacional del Consejo OTAN-Rusia (1997) dice que no se instalarán “contingentes significativos”, señala Arbátov, que admite la existencia de discrepancias sobre el término “significativos”.
“Si lleváramos nuestra flota al Caribe o instaláramos tanques en Cuba, EE UU lo consideraría una amenaza, aunque esa flota no podría hacer nada serio, aparte de incrementar la incertidumbre”.
Oficialmente, el Ejército ruso cuenta con un millón de personas, aunque los efectivos reales son cerca de 800.000, porque no se completa todo el reemplazo y se ha recortado el número de soldados por contrato, debido a las dificultades financieras. El ejército gasta ahora el 30% de su presupuesto en mantenimiento y el 70% en equipo, una relación inversa a la de hace una década, explica el experto.
En 2011 se adoptó un programa de 23 billones de rublos (más de 377.000 millones de euros al cambio) para modernizar el equipo y se han comprado muchas armas, pero la crisis obliga a reducir gastos, explica, y da un ejemplo: “Si se planeaba comprar 400 misiles estratégicos para 2020, ahora esta cantidad se comprará para 2023 o 2024, lo que significa una disminución anual de las compras. La reducción presupuestaria de los gastos de armamento ha sido del 5%, un porcentaje inferior al aplicado a sectores como la educación, la sanidad, la ciencia o la cultura”, precisa.
El deterioro de las relaciones entre Rusia y Ucrania ha dañado la cooperación militar e industrial entre los dos países y tiene efectos para el arsenal estratégico. “Todos los misiles pesados rusos se fabricaban en la empresa Yushmash de Dnipropetrovsk, en Ucrania. Nos quedan 50 de esos misiles en activo, con 500 cabezas, lo que es una tercera parte de nuestro potencial estratégico. Vamos a tener que quitarlas anticipadamente, porque, aunque quisiéramos prolongar su vida hasta 2020, nadie, aparte de los ucranios, puede certificar que están en buen estado y prolongar su explotación”, dice. Los técnicos de Yushmash, “que conocen hasta el último cable de esos misiles”, venían a Rusia cada año para la “revisión de fábrica”. “Pero los técnicos ucranios han dejado de venir y los nuestros no pueden revisar el estado de los misiles, y no sabemos cuánto tiempo pueden funcionar. Por eso hay que desmontarlos”, dice. “Si se pudiera en medio año, habría que hacerlo en medio año, pero desde el punto de vista económico y técnico, eso no es posible. Un misil es una construcción muy complicada”, prosigue. Desmontar los misiles es una “operación cara y muy compleja”. “Pesan doscientas toneladas y hay que vaciar el combustible, quitarles la cabeza, sacarlos de la galería y desguazarlos. Hay trabajo para dos o tres años”, afirma.
Rusia planea sustituir los misiles que antes le proporcionaba Ucrania por sus propios misiles, los Sarmat, que comenzarán a probarse en 2018 y se incorporarán a los arsenales en 2020, explica Arbátov.
El presidente
Vladímir Putin anunció que en 2015 Rusia
va a instalar 40 nuevos misiles estratégicos. “Es menos de lo que se planeaba. Hace un par de meses, (Putin) dijo que este año se instalarían 50 misiles intercontinentales. ¿Qué son 40 misiles intercontinentales?”, exclama. “Si este año se acaba de construir nuestro tercer submarino estratégico como se había planeado, se requerirán 16 misiles intercontinentales para equiparlo y, si a eso le añadimos una reserva, digamos que, a razón de 20 misiles intercontinentales por submarino, resulta que los 40 anunciados bastan para equipar dos submarinos. Se planearon ocho submarinos (estratégicos) para 2020, pero si llegan a acabar el tercero ya será mucho”, opina. “En Occidente cuando oyen hablar de 40 misiles piensan que Rusia incrementa su potencia, pero esos misiles entran en funcionamiento para sustituir a los que se retiran, que son más de los que se instalan”, dice el especialista.
El acuerdo de reducción de armas de corto y medio alcance (INF) firmado por EE UU y la URSS en 1987 se cumple, pero las partes se acusan de infracciones, dos de las cuales son serias, según Arbátov. Los norteamericanos acusan a Rusia de efectuar pruebas de misiles de crucero con base terrestre con alcance superior a los 500 kilómetros, lo que está prohibido por el tratado, y los rusos lo niegan. Moscú, por su parte, alega que en el marco de la defensa antimisiles norteamericana la instalación de misiles interceptores del tipo Standard 3, en Rumanía en 2016 y en Polonia en 2018, violará el tratado INF, porque en los lanzamisiles con base terrestre podrían ser instalados misiles de crucero de largo alcance del tipo Tomahawk, que están prohibidos por el tratado INF. El problema es la verificación, porque los lanzamisiles están en galerías cerradas no controlables vía satélite. “El INF obligaba a destruir los misiles de corto y medio alcance y también los lanzamisiles que ahora pueden ser utilizados de nuevo”, señala. Según Arbátov, los norteamericanos se niegan a reconocer esta acusación porque supondría “un enorme gasto para rehacer el misil Standard 3” de tal manera que no pudiera emplazarse en lanzadores susceptibles de ubicar el misil Tomahawk.
“Si no hubiera tanta tensión política, las desavenencias se podrían resolver en una semana. Los expertos se reunirían, intercambiarían datos y habría inspecciones mutuas” y los inspectores rusos podrían verificar que en los lanzadores en Rumanía no se instalan Tomahawk, dice el experto, según el cual el tratado INF podría completarse con un protocolo que recoja las preocupaciones de ambas partes y evite que surjan malentendidos.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/24/actualidad/1435157453_534898.html