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Una crisis que se gestó en la campaña
Hubo una planificación perfecta en Aerolíneas Argentinas y Austral: no podía haber un solo imprevisto durante la campaña de Mariano Recalde como jefe de Gobierno porteño. Y nada pasó. Pero las elecciones terminaron y finalmente se cumplió lo que presagiaban dentro de la empresa: aquella planificación terminaría por colapsar en temporada alta.
La línea aérea estatal, laboratorio de experimentación de gestión de La Cámpora, ya canceló 103 vuelos hasta y anunció -de acuerdo al detalle de su página web- que se sumarán otros 128 desde hasta el próximo jueves.
Desde el primer avión que se quedó en tierra, y con él cientos de pasajeros, fueron más las preguntas que respuestas. ¿Qué pasó? En los pasillos de la empresa cuentan que todo empezó con la campaña. Por aquellos días de ilusión electoral, la empresa exigió los tiempos de los pilotos y las tripulaciones. Todos ellos prestan servicios con un esquema de horas trabajadas que, además, deben intercalarse con otras de descanso. Los pilotos, por caso, vuelan 90 horas por mes. Ni una más. En días de elecciones, la gerencia decidió duplicar muchas estructuras para minimizar los riesgos de algún imprevisto. Pilotos y tripulantes mantuvieron durante varios días, guardias pasivas. Esas horas, no trabajadas pero a la espera de ser requeridos para el servicio, se computan. Si bien no son completas -se toma un factor de multiplicación menor a uno-, restan disponibilidad de aquellas 90 mensuales.
Con la política como objetivo, la empresa gastó a cuenta. Todas las tripulaciones se cargaron y el cuello de botella llegó. "No es un problema de aviones sino de mala planificación con el personal de a bordo. Esto es el corazón de una empresa aérea", dice un conocedor de la compañía. Franco Rinaldi, un periodista especializado y autor del libro "Aerolíneas, 2000 días de pérdida", coincidió: "Se programó muy mal la operación en temporada alta. Se estimó volar mucho más de lo que normalmente vuela Aerolíneas. La programación alejada del realismo de lo que se puede produce demoras. Con la acumulación de demoras, las tripulaciones se vencen y cuando esto sucede, se cancelan". La política de corto plazo y los negocios aéreos no se llevan bien.
Con la campaña en marcha se aceleró la venta. Los pasajes baratos y financiados se exhibían como un logro de los jóvenes militantes. Claro que la descordinación entre comercial, operaciones y mantenimiento fue total. Los conocedores del mundo aéreo saben que los vuelos se sobrevenden ya que no todos se presentan a la hora del despegue. Pero también conocen que en épocas de vacaciones ese índice de vacantes prácticamente desaparece. Ese axioma no se tuvo en cuenta a la hora de vender. Dicen que se vendieron 36.000 boletos y que la capacidad es de 30.000. Si bien nada es oficial, en las operadoras turísticas dicen que no se vende nada hasta el 1° de agosto. Todos miran de reojo a Juan Núñez Aguilar, un amigo de Recalde a cargo de la gerencia de Planificación.
Sin expresarlo, pilotos, tripulación o técnicos de mantenimiento, quitaron colaboración. Se vencen o no aceptan reprogramaciones -son voluntarias- o se retrasa el mantenimiento porque los aviones quedan afuera en escala.
Mientras los pasajeros están en tierra con tickets baratos pero que no los llevan a ningún lado, al menos en fecha y hora, el Estado subsidió en promedio, 125 dólares por cada pasaje que la empresa vendió en 2015. Tanto que en un semestre, y con la mira puesta en la política más que en los pasajeros, la aerolínea estatal ya gastó 347 millones de dólares, uno menos de lo que tenía presupuestado para todo el año..