Memoria de la Shoá y judeofobia en el mundo actual
Shoa= Holocausto en idioma Hebreo.
Desde el año 2005 la Organización de las Naciones Unidas instauró la fecha del 27 de enero como Día de Conmemoración del Holocausto. La decisión de adoptar esa fecha no es azarosa. Se seleccionó esa fecha como momento conmemorativo de “la liberación” de Auschwitz por parte de las tropas aliadas.
Conmemoración implica memoria, y si de memoria se trata es nuestra obligación referirnos a la supuesta “liberación” de Auschwitz como un eufemismo que intenta construir una memoria histórica alternativa. Y esto es así porque la historia nos muestra que no existió ni una sola operación militar dirigida a acabar (o siquiera a entorpecer) el proceso de aniquilación de los judíos europeos emprendido por los nazis. De hecho, a pesar que existe evidencia que los mandos aliados sabían de este tremendo crimen, no destinaron ningún esfuerzo bélico en orden de liberar a los judíos europeos de su sufrimiento.
En realidad más que conmemorar “la liberación” de Auschwitz (ya que liberación implica una acción militar voluntaria hacia un objetivo prefijado, es un hecho voluntario y no fortuito) habría que recordar “el encuentro” de Auschwitz ya que las tropas aliadas se “toparon” con los campos en su carrera hacia Berlín.
Lo paradójico de esta situación es que, mientras por un lado la ONU construye esta “memoria épica” de la Shoá, por otro lado se ha tornado un foro de propagación de las “nuevas” formas de judeofobia (particularmente el “anti sionismo”). Cuando, por ejemplo, en un flagrante acto de discriminación dedican (inmerecidamente) a Israel el 30 por ciento de las condenas por violación a los derechos humanos mientras, por otro lado, evitan intencionalmente pronunciarse contra regímenes que son abiertamente “violadores seriales” de los derechos humanos más elementales como Sudán, Siria, Libia, Irán, etc.
Asimismo mantiene silencio (habría que agregar cómplice) cuando el mandatario de una nación miembro (Irán) amenaza con el exterminio a otra nación miembro (Israel). Nos preguntamos: ¿qué ocurriría si las amenazas fuesen a la inversa? (de Israel hacia Irán), seguramente habría resoluciones condenatorias de la Comisión de Derechos Humanos y pedidos de expulsión de Israel en la Asamblea General.
También debemos recordar la locura de la ONU cuando realiza conferencias “contra el racismo” (en Durban), en la que se cantan consignas anti judías y se alzan pancartas con el rostro de Hitler. Y todo esto ocurre mientras que por un lado se produce la repulsa del nazismo y por el otro (con la conmemoración del 27 de enero) se construye una memoria histórica “virtualizada”, una “épica” que prestigia como “liberadores” a quienes no hicieron nada por rescatar a los judíos víctimizados por el nazismo (recordemos por ejemplo el fracaso de la Conferencia de Evián del año 1938).
Esto nos permite visualizar con claridad la consolidación de una nueva forma de judeofobia. Esta se ve fortalecida y potenciada por una profunda crisis ideológica y política de la izquierda radical, parecería, debido a las transformaciones estructurales ocurridas en las últimas tres décadas, donde habría perdido a su “sujeto histórico” (el proletariado) y lo ha reemplazado por un sujeto más difuso definido por una carencia más que por una virtud (los desposeídos: sin trabajo, sin tierra, “sin Estado”, etc.), mientras que por otro lado fracasó como alternativa post capitalista con el derrumbe de la URSS y el llamado “Socialismo Real”.
Esta crisis catastrófica que atraviesa este sector lo ha hecho replegarse y confluir en un espacio común con los restos de la derecha radical y con el integrismo islámico, dando origen a una nueva forma de expresión de la judeofobia. Este espacio de confluencia se ve facilitado por la existencia de aspectos ideológicos comunes a estos tres grupos de confluencia.
Esto es muy largo para desarrollar aquí pero los enunciaremos someramente: a) son “anti imperialistas”, anti imperialismo declamativo que en realidad encubre el deseo de imponer su propio proyecto imperial-global (imperio fascista, comunista o islamista según corresponda); b) su demagogia populista; c) su totalitarismo; d) su autoritarismo y e) su judeofobia militante.
El discurso judeofóbico contemporáneo que emana de este espacio de confluencia tiene tres ejes retóricos claramente delimitados:
a) La “Teoría de la Conspiración Judeo-Sionista”: este viejo mito de los judeófobos ha reaparecido simultáneamente bajo dos formas opuestas y mutuamente excluyentes: 1- la vertiente “derechista”: según esta teoría conspirativa existiría una supuesta conjura judía (o sionista, o israelí, etc.) para la dominación global del mundo (o de los Estados Unidos, Europa, la ONU, etc.) y 2- la vertiente “izquierdista”, según la cual Israel sería una “avanzada imperialista” en Medio Oriente (o un títere del imperialismo, etc.). Mientras que en la primera ecuación la parte dominante de la ecuación es “el judío”, en la segunda lo es “el imperialismo”.
b) La “Negación (o la Banalización) de la Shoá”. Este eje discursivo también contará con dos versiones: la “progresista” (izquierdista) y la “reaccionaria” (derechista). Lo que busca está última es una vindicación del nazismo a través de la negación de la existencia de la Shoá y la primera que busca relativizar el Holocausto como hecho histórico fundante a través de su tratamiento banal. El objetivo de este trato sería quebrar la empatía con las víctimas de la Shoá para abrir el camino que posibilite el desarrollo del tercer eje retórico.
c) La “Nazificación de los Judíos, el Sionismo e Israel”. A través de la enunciación de esta infamia los judéofobos contemporáneos buscan equiparar a los judíos (el sionismo e Israel) con sus asesinos nazis. Esta calumnia busca legitimar la idea que, como a los nazis, la única alternativa posible para acabar con sus “crímenes” es la aniquilación completa. Adicionalmente, si los judíos “son” nazis sus “víctimas” merecerán toda la solidaridad y empatía.
La acusación involucrada en este último de los ejes discursivos, además de ser una canallada es un sinsentido histórico que intenta destruir la memoria de lo que fue la Shoá y de quienes fueron sus víctimas dado que si existe una particularidad histórica del nazismo, esto es su judeofobia racial; por lo tanto, es un absurdo desde el punto de vista lógico acusar a un judío de ser nazi, a pesar de lo cual hay quienes sostienen esta incalificable incoherencia seriamente e inclusive intentan darle un andamiaje argumentativo lógico (mera retórica carente de sentido).
Este hecho demuestra que lo que sustenta ideológicamente al judeófobo, sus fundamentos racionales, no son los acontecimientos sino sus prejuicios. Su lógica discursiva es mera palabrería hueca, mera retórica vacía de contenido. Una retórica que no tiene más sustancia que la búsqueda de deslegitimación de “lo judío”.
La aparición de este espacio ideológico de confluencia entre el islamismo radical y el izquierdismo posibilita el avance que vemos hoy en día de las organizaciones islamistas de corte judeofóbico en regiones dominadas por el populismo latinoamericano.
De esta manera vemos que en países como Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, etc., se ha desarrollado una forma grotesca de “anti imperialismo”, que en realidad es funcional a la expansión del islamismo radical. De esta manera es como vemos aparecer hoy en América Latina filiales de Hezbollah, y organizaciones de corte populista-fascista como la llamada “Quebracho”, que son financiadas con dinero proveniente de Venezuela e Irán.
Estas insólitas y extrañas alianzas se ven favorecidas por el desarrollo en Occidente de una filosofía de corte relativista como es la post modernidad. La post modernización de Occidente facilitó el rescate, por parte de filósofos críticos del capitalismo, de filósofos irracionalistas como Nietzche o el nazi Heidegger.
Como vemos, la confluencia de estos grupos es algo más profundo que una mera postura coyuntural, es estructural, y dentro de este nuevo espacio la judeofobia asume rasgos escenciales. La marcha de los tiempos parecería estar indicando que, lamentablemente, la judeofobia, una vez más, ha vuelto para quedarse, sólo que esta vez se ha disfrazado de anti sionismo, pero la esencia es la misma, la intolerancia a lo judío.
Autor: Lic. Patricio A. Brodsky, Buenos Aires, exclusivo para Aurora.