Dejemos que el propio Perón nos cuente como se compraron los ferrocarriles a los ingleses:
"Todo el mundo conoce la habilidad de los negociadores ingleses, su gran astucia y su terrible pertinacia para persuadir u obligar. Con divisas acumuladas por provisión de cereales, armas, carne, etc., durante la guerra, Miranda comenzó a repatriar la deuda externa. Luego me dijo: -General, vamos a empezar por los ferrocarriles ingle-ses. Insinuó veladamente por distintos conductos que el gobierno estaba dispuesto a comprar los ferrocarriles. La respuesta no se hizo esperar. Poco tiempo después llegó una comisión del directorio de Londres de los ferrocarriles, dispuesto a ofrecer al Go-bierno Argentino la venta de los mismos.
Fueron citados al despacho presidencial y allí, en mi presencia, se desarrolló el siguiente diálogo, después de los saludos y conversaciones de estilo: -¿Cuánto piden por los ferrocarriles? –les preguntó Miranda. –El valor de libros, o sea unos diez mil millones de pesos –le contestó uno de los ingleses. Miranda se limitó a sonreír, miran-do al suelo. Siguió un largo silencio en el que estuve a punto de intervenir, pero me abstuve, porque entendí que era parte de su táctica. Después de un rato, el inglés vol-vió a decir: -¿Y ustedes cuánto ofrecerían? –Apenas mil millones –dijo Miranda-. Todo el hierro viejo no vale más, agregó.
Los ingleses se enojaron y se fueron a Londres. Parecía que las negociaciones habían terminado, pero no era así.
Cuando los obreros ferroviarios, que se habían entusiasmado con la perspectiva de nacionalización, se enteraron del fracaso de las negociaciones, iniciaron el "trabajo a reglamento", que culminó en "trabajo a desgano". Frente a la perspectiva de fuertes quebrantos, a los seis meses, retornó la comisión negociadora, Miranda había ya ga-nado la batalla. Sólo quedaba por ver cómo explotaría el éxito. Yo estaba seguro por-que, para eso, él era un verdadero maestro.
Se iniciaron nuevamente las negociaciones en un juego de regateos por ambas partes para acordar el precio y la forma de pago. Se estaba aún muy distante, a pesar que los ingleses habían ya rebajado su precio a unos ocho mil millones de pesos, don-de se mantenían firmes.
El justiprecio establecido por nuestros técnicos después de un laborioso proceso de valuación, establecía un valor aproximado a los seis millones de pesos. Se trataba de 40.000 kilómetros de vías, instalaciones, material rodante y de tracción, además de unas veinticinco mil propiedades de los ferrocarriles, que figuraban como bienes indi-rectos. Se trataba de bienes inmuebles en Buenos Aires, puertos, numerosas estancias, terrenos y hasta pueblos enteros. Estas empresas por la ley de concesión inicial, reci-bieron una legua lineal de campo a cada lado de la vía que construyeran. De ahí que sus propiedades sean casi tan valiosas como ferrocarriles mismos.
Mientras se negociaba, los ingleses cometieron un error que les fue funesto. Sostenían imperturbablemente que el precio debía ser de ocho mil millones. Una no-che, al representante de los ferrocarriles ingleses en la Argentina, mister Edy, muy amigo de Miranda, se le ocurrió ofrecerle una comisión para repartir entre Miranda y yo, de trescientos millones de pesos, que se depositarían en Londres en su equivalente de entonces de cien millones de dólares, si la venta se hacía por seis mil millones de pesos. Miranda lo escuchó y al día siguiente, "a diana", estaba en casa y me decía: -Presidente, vamos a comprarlos por mucho menos de seis mil millones, es porque, sin comisión, podemos sacarlos más baratos". Así como antes había ganado la batalla de la venta, en esta ocasión había ganado la batalla del precio.
Se sucedieron las tratativas para fijar precio, pero los ingleses ya habían perdido la partida. Ellos son buenos perdedores porque están acostumbrados a vencer. La habilidad de Miguel Miranda hizo prodigios en esta etapa de la negociación hasta lle-gar a fijar un precio máximo por todos los bienes directos e indirectos de las empresas de 2.029.000.000 (dos mil veintinueve millones) de pesos moneda nacional. Esta sola cifra, comparada con los diez mil millones de pesos que era el pedido inicial de los in-gleses, habla con indestructible elocuencia de lo que era Miranda como negociador. En esta sola operación hizo este hombre ganar a la República más de cinco mil millones de pesos. Se le pagó, como de costumbre, con ingratitud y maledicencia. Los parásitos, los incapaces y los ignorantes son precisamente los críticos más enconados.
Si bien se habían ganado las batallas del precio y de la venta quedaba aún el rabo por desolar: establecer la forma de pago y pagar. No era fácil, porque, como an-tes dije, no teníamos dinero para hacerlo. En cambio lo teníamos a Miguel Miranda que valía más que todo el dinero del mundo. En él estaban puestas todas mis esperan-zas. Él me había dicho: -No se aflija, Presidente, pagaremos hasta el último centavo, sin un centavo. Efectivamente, así lo hizo. ¿Cómo procedió para lograrlo?
Comencemos por establecer que un año antes el gobierno de S. M. Británica firmó con el gobierno argentino un tratado por el que se comprometió a mantener la convertibi-lidad de la libra esterlina que nos permitía el negocio triangular con Estados Unidos. Con habilidad, Miranda agotó los saldos acreedores argentinos en Inglaterra para repa-triar la deuda. Al firmar el contrato de compra-venta de los ferrocarriles, estableció dos cuestiones fundamentales, en cuanto a la adquisición y la forma de pago.
a) Que se compraban en 2.029 millones de pesos los bienes directos e indirectos de las empresas.
b) Que la forma de pago sería al contado y en efectivo con disponibilidades de fondos argentinos existentes en Estados Unidos si se mantenía la convertibilidad de la libra que lo hacía posible, sino el pago sería en especies.
Fue precisamente mediante estas dos cláusulas que Miranda logró pagar "hasta el último centavo, sin un centavo", como había prometido.
En efecto, me fijó un plazo de seis meses para tomar posesión de las empresas, luego de los cuales debía hacerse efectivo el pago. Durante los primeros meses de ese plazo me pasé pensando que si teníamos que pagar al contado nos quedaríamos casi sin fondos en Estados Unidos, en donde había urgentes necesidades de adquisiciones. Miranda me tranquilizó; él no sé dónde, tenía la noticia segura que los ingleses, a pesar del tratado, declararían la inconvertibilidad de la libra esterlina. Efectivamente, poco tiempo después lo hicieron y nos salvaron de desprendernos del único saldo acreedor en efectivo que disponíamos. Podíamos, de acuerdo con el contrato de compra-venta, pagar con especies. Eso no era ya un problema para nosotros.
Sin embargo, había que pagar 2.029 millones de pesos que no teníamos. ¿Cómo procedió Miranda? Pagamos con trigo pero, como quiera que fuese, ese trigo había que pagarlo a los agricultores. La elevación de precios en los cereales producidos en 1948, vino a favorecernos. El gobierno, por intermedio del IAPI, compró el trigo a los chacareros a un precio de 20 pesos el quintal, los que quedaron contentos, pues antes lo vendían a 6 pesos. Luego de un tiempo ese mismo trigo lo vendió a los ingleses, en pago de los ferrocarriles, a razón de sesenta pesos el quintal, ganando en la operación un 66%, con lo que el precio de 2.029 millones de los ferrocarriles quedó reducido a un 33%, es decir, unos 676 millones.
Ahora bien, ¿cómo pagó los 676 millones? De manera muy simple: emitió 676 millones de pesos, con lo que pagó a los chacareros. De las veinticinco mil propiedades raíces adquiridas como bienes indirectos, bastaba vender una parte para obtener casi mil millones de pesos. Con ello se retiraban de la circulación los 676 millones y el resto se incorporaba al Estado conjuntamente con los ferrocarriles y pagado hasta el último centavo, y aun ganando dinero, sin un centavo.
¡Cuánto me reí en esos días de los técnicos tan pesimistas como inoperantes e intrascendentes!
Hoy, el valor de esos ferrocarriles con sus 40.000 kilómetros de vías e instalacio-nes, se calcula en nuestra moneda actual, a razón de un millón de pesos por kilómetro, todo incluido. El país había incorporado al haber patrimonial del Estado, 40.000 millo-nes de pesos sin un centavo de desembolso. Los imbéciles siguen pensando que noso-tros no hemos hecho nada durante el tiempo que ellos pasaron gastando perjudicial-mente lo que tanto le cuesta al Pueblo producir y a nosotros cuidar. Por eso ellos se proclamaron libertadores. Soñar no cuesta nada."
fuente:
Del libro "La Fuerza es el Derecho de las Bestias", JUAN PERÓN, Ediciones Cicerón, Montevideo, 1958 (páginas 25 a 31).-
si alguien quiere bajar el pdf lo puede hacer en este link:
http://search.4shared.com/postDownload/eGI2GSVg/Juan_Domingo_Peron-La_fuerza_e.html
¿Vos para explicar el patrimonio de los Kirchner les crees lo que ellos dicen, verdad?
¿Que es mas increible, comprar 40.000 kilometros de ferrocarriles con aire, o que alguien se lo crea?