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Autopistas y baches en la actividad espacial argentina
A lo largo de la historia y del paso de distintos gobiernos, nuestro país demostró voluntad y capacidad para la investigación espacial.
24/07/2011 08:02 , por Lucas Viano
Carlos Menem, el mismo presidente que hirió de muerte el desarrollo espacial argentino, se animó a pensar el proyecto espacial más osado. Un delirio: la licitación de vuelos espaciales para llegar desde Córdoba a Japón en una hora y media. Ocurrió en 1996 en la inauguración del ciclo lectivo en Salta y por televisión (ver
"La historia espacial de Argentina", en fotos: La historia espacial de Argentina, en fotos | La Voz del Interior).
Curioso, porque cinco años antes, en el marco de las relaciones carnales con Estados Unidos, había cerrado el proyecto Cóndor II, con el cual Argentina iba a desarrollar misiles balísticos, pero también lanzadores satelitales que hubiesen colocado al país en la autopista del desarrollo espacial.
La historia de la actividad espacial argentina es larga y productiva. Hace 45 días tuvo su coronación con la puesta en órbita del SAC-D/Aquarius, el satélite nacional más avanzado construido por el país. El proyecto fue realizado a la par de la Nasa, lo cual demuestra la capacidad de los científicos e ingenieros locales .
“Es una verdadera misión colaborativa. No se podría haber hecho en estos plazos sin la contribución de todos los socios internacionales. Nasa y Conae participaron prácticamente en partes iguales”, asegura Michael Freilich, jefe de Ciencias de la Tierra de Nasa.
“En nuestro plan espacial esta es una misión muy importante y trabajó todo el sistema científico nacional: Conicet, universidades, Comisión Nacional de Energía Atómica. Es una demostración de lo que puede hacer el país”, agrega Conrado Varotto, director de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
No obstante, a la luz de ese pasado luminoso, el presente pudo ser más próspero si no hubiese sido por la decisión del aquel presidente y, por supuesto, por el manto de secreto y las pretensiones bélicas que rodearon al proyecto Cóndor II.
Y el primero fue el Sputnik. En 1957, la puesta en órbita del Sputnik ruso daba inicio a la era espacial en el mundo. Fue el primer satélite artificial de la historia y una amenaza para Estados Unidos que un año después fundó la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, Nasa por sus iniciales en inglés.
Por aquella época, Argentina daba pasos importantes hacia el desarrollo espacial. Entre los primeros hitos nacionales figuran el primer motor de cohete de combustible líquido, en
1947 y la creación de la Sociedad Argentina Interplanetaria, la primera en América latina, en 1949. Argentina también fue el cuarto país en colocar un ser vivo en vuelo suborbital y regresarlo a Tierra.
El desarrollo de la actividad espacial argentina se inició de la mano de la industria aeronáutica. Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Juan Domingo Perón sedujo a varios ingenieros europeos para que vinieran a trabajar a Argentina. Entre ellos, destacan Kurt Tank, padre del Pulqui II, y Ricardo Dyrgalla, el ingeniero polaco que desarrolló el primer motor cohete argentino, que fue probado con éxito en el misil Tábano en campo de pruebas del noroeste cordobés.
El desarrollo de cohetes se frenó por un tiempo pues se priorizó el desarrollo de motores jet para aviones, proyecto que se concretó en la forma de cinco prototipos. En 1960 se creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (Cnie), de la que Teófilo Tabanera fue nombrado presidente.
Un año después se lanzó desde Córdoba el primer cohete argentino, el Alfa Centauro. Ese vector fue el primero de una larga lista hasta que en 1991, con el cierre del proyecto Cóndor II, el país abandonó por un tiempo este rubro y cambió su plan espacial.
La Cnie se disolvió y fue reemplazada por la Conae. Con ello se obedecía a Estados Unidos y se detenía el desarrollo de cohetes de combustible sólido, la única tecnología espacial que dominaba el país.
“Desde ese momento hasta ahora
el mandato fue hacer satélites científicos para ser lanzados desde los Estados Unidos”, comenta Pablo de León, un ingeniero argentino especializado en desarrollos espaciales que diseña los trajes que usarán los astronautas de la Nasa cuando visiten Marte.
De León agrega: “Me enorgullece que Argentina siga presente en el concierto de naciones con capacidad espacial, pero no puedo sino lamentar que Conae ponga en órbita sólo un satélite cada 11 años”.
Los primeros argentinos. Antes del exitoso lanzamiento del SAC-D/Aquarius, Conae colocó tres satélites más en órbita. El primero de ellos, el SAC-B, fue lanzado en 1996. Tenía como objetivo investigar las fuentes explosivas extragalácticas de alta energía. El aparato nunca pudo desacoplarse del vehículo lanzador.
Luego siguió el SAC-A, colocado en órbita en 1998, el cual tuvo como fin recabar información para el siguiente satélite, el SAC-C. Este aparato comenzó a orbitar la Tierra en 2000 y ya ha cumplido más de una década en ope****ratividad. Entre sus objetivos están estudiar los ecosistemas naturales, las producciones agrícolas en el territorio nacional y la prevención, seguimiento y estudio de desastres naturales y climáticos.
El SAC-D tiene los mismos objetivos, pero posee tecnología más avanzada. Además, permitirá medir otras variables ambientales, en especial, a través del instrumento Aquarius, desarrollado por la Nasa, que estudiará por primera vez la salinidad de los mares, dato clave para hacer predicciones climáticas y conocer en detalles el calentamiento global.
Argentina no fue pionero en colocar un satélite en órbita porque “el objetivo fue desde el principio lograr independencia en materia de lanzamientos. Nunca se dedicaron los recursos para desarrollar satélites, y cuando ocurrió, vinieron de la mano de socios internacionales que generaron más problemas que soluciones”, comenta de León.
A su vez, el primer satélite nacional que orbitó la Tierra no fue construido por la Conae, sino que fue un proyecto casi amateur, realizado por un grupo de radioaficionados. El Lusat-1 fue
colocado en órbita en 1990 y todavía sigue allí emitiendo un “bip” que puede ser captado por los fanáticos de las ondas radio.
Para ser más precisos, el Lusat-1 fue armado en Argentina sobre la base de uno de los cuatro Microsats desarrollados en Estados Unidos y lanzados por una misión Ariane IV de la Agencia Espacial Europea.
Por fuera de Conae, Argentina lanzó dos satélites más. En 1996, Córdoba escribió su capítulo con el uSAT-1 Víctor desarrollado por el Instituto Universitario Aeronáutico. Pesaba 30 kilos y era un cuboide de 34x34x43 centímetros. Fue lanzado desde Rusia en un cohete Semiorka/Molnya y viajó como carga secundaria. La carga principal de ese cohete era un satélite de grandes dimensiones destinado a la investigación del campo geomagnético.
El Pehuensat-1, construido por la Universidad Nacional del Comahue, Asociación Argentina de Tecnolo********-
gía Espacial y Amsat Argentina
fue lan****zado en enero de 2007 desde la
India. Tenía un fin educativo y de
mejorar la comunicación entre ra****dioaficionados.
“La actividad espacial por fuera de Conae tiene una gran importancia.
Mientras que la Conae se ha mantenido como una isla, los desarrollos por fuera de ella han sumado a muchas universidades, centros de investigaciones, con una filosofía más abierta. La hermeticidad ha sido la doctrina que se implantó en Conae tras el proyecto Cóndor”, asegura De León.
El ingeniero calcula que la agencia nacional ha invertido unos 900 millones de dólares en sus cuatro satélites, mientras que los otros proyectos se realizaron con menos de 250 mil dólares. “Si bien no podemos comparar la complejidad de los satélites de Conae con los otros, tampoco hay comparación con los montos gastados”, dice.
Entre unos y otros Argentina ha lanzado siete satélites, un paquete tecnológico y el Nahuelsat, de fabricación extranjera. En América latina se ubica segundo detrás de Brasil que ha lanzado 11, en parte impulsado por varias empresas privadas en el rubro. En Argentina, la firma Invap de Río Negro se especializa en la construcción de satélites y es la principal contratista de Conae. En Córdoba, la empresa DTA diseña y ensambla piezas satelitales.
México ha lanzado siete vehículos satelitales, pero ninguno de la complejidad del SAC-C o SAC-D. Con 1.435 lanzamientos, Rusia (con la ex URSS) es el país que lidera esta carrera. Le siguen Estados Unidos (1.093), Japón (124), China (104) y Francia (49). Estos países, junto con la India, Pakistán, Israel y Corea del Norte son los únicos que tienen cohetes lanzadores. Cualquier país que quiera colocar un satélite en órbita debe contratar sus servicios. Brasil tiene un programa de lanzadores muy avanzado.
El reciente lanzamiento del SAC-D quizá sea el inicio del fin de una era de satélites argentinos grandes y complejos. Si bien la Conae proyecta poner en órbita al menos tres aparatos de similares características, la tendencia mundial a la que se está sumando nuestro país es diseñar pequeños satélites que trabajen en red. De León asegura que Conae se ha plegado tarde a esta tendencia porque las relaciones carnales con Estados Unidos aun persisten en materia espacial.
El plan espacial nacional prevé el lanzamiento del SAC-E con fecha aún por definir. Es un satélite que se construirá en conjunto con Brasil e informará sobre ambiente, agua y alimentos del Mercosur.
Más avanzada está la construcción de los dos Saocom, los satélites más grandes que se hayan construido en el hemisferio sur. Pesarán más de 1,6 toneladas y servirán para monitorear y prevenir catástrofes con la utilización de un Radar de Apertura Sintética (SAR, en inglés).
El SAR podrá observar la tierra en días nublados y de noche y detectar objetos de hasta ocho metros. Forman parte de un convenio firmado con la Agencia Espacial Italiana, que aportará cuatro satélites similares. Serán construidos por Invap junto con tres Arsat, satélites que servirán para la transmisión de Internet y telefonía. El primero será puesto en órbita el año próximo. Brasil ha lanzado nueve de este tipo, construidos por empresas privadas.
Pero el futuro de Conae está puesto en la serie Sare, satélites más pequeños a diferencia de los súper observatorios orbitales de la serie SAC y Saocom. Los Sare pesarán no más de 200 kilos y podrán ser puestos en órbita con los cohetes Tronador, también desarrollados en Argentina. Varotto explica que estos satélites servirían para colocar en semanas instrumentos específicos y observar fenómenos específicos. “Lo ideal sería poder contar con satélites chiquititos. Creo que este camino nos va a llevar a estar muy, muy avanzados en el espacio”, agrega.
A pesar de sus críticas a Conae, De León es optimista con el futuro satelital nacional: “Cada dos años, en los congresos argentinos de tecnología espacial vemos trabajos de calidad superior, a pesar de las carencias y los años de no inclusión por parte del Estado. Córdoba es un ejemplo muy bueno con universidades y excelentes profesionales. También están las instalaciones de la Fábrica Militar de Aviones. Podemos recuperar la tecnología espacial perdida”.
Fuente:
Autopistas y baches en la actividad espacial argentina | La Voz del Interior