La mejor manera de no depender del clima, es decir, de la providencia, para generar electricidad puede estar en un reactor nuclear. Es la idea que llevó al Gobierno a intentar reactivar en el país, después de 12 años, los proyectos para construir plantas de producción de energía con combustible atómico, una técnica que parecía en desuso en todo el mundo y que recupera adeptos en la medida en que suben los costos del petróleo y del gas.
Si no llueve lo suficiente, las centrales hidroeléctricas, que en el país proporcionan el 34% de la electricidad, trabajarán menos de lo necesario. Si hace mucho frío, el gas no alcanzará para todos y habrá que cortar suministros, como ocurre hoy. El presidente Néstor Kirchner apunta, entonces, como alternativa, a los reactores nucleares, capaces de generar electricidad a costos razonables, sin depender de factores exógenos.
Hoy, las dos únicas centrales atómicas que tiene el país, Atucha I, en la provincia de Buenos Aires, y Embalse, en Córdoba, controladas por la firma estatal Nucleoeléctrica Argentina (NASA), suministran un 9% de la matriz energética nacional.
El proyecto, anunciado con euforia la semana pasada en la Casa Rosada, es extremadamente ambicioso: terminar la construcción de la central Atucha II, cuyas obras se interrumpieron en 1994, y sumar tal vez, en el futuro, una cuarta central.
“¿Viste cómo siempre la vida da revancha? En estos años, todo parecía perdido.” La frase, oída casi al pasar por LA NACION, surgió el miércoles último, en la Casa Rosada, durante el acto de presentación del plan nuclear, en una conversación entre dos ejecutivos con años en la actividad. Este sector se sintió olvidado durante la era de las privatizaciones.
Por entonces, cuando el gas abundaba, ninguna generadora privada creyó aquí conveniente invertir en energía atómica: este tipo de centrales son por lo menos el doble de caras que las de ciclo combinado y demoran tres veces más en construirse.
La tendencia no se dio sólo en la Argentina, sino en todo el mundo, que prefirió el gas en sus equipos modernos. Pero otras naciones siguen con los átomos: entre otras, Japón, Estados Unidos, Canadá y, sobre todo, Francia, líder mundial en la actividad, con casi un 70% de todo su sistema abastecido mediante generación nuclear.
Solución lejana
“Este regreso es muy positivo –se entusiasma Víctor Bronstein, profesor investigador de la Universidad de Buenos Aires y especialista en temas energéticos–. Fue una mala idea haber suspendido el desarrollo nuclear en el país. Aunque no tuviéramos el actual cuello de botella con el gas, sería beneficioso diversificar la matriz.”
Aclaración elemental: aquellas urgencias de abastecimiento que tiene toda la industria argentina, por las que se queja casi siempre en voz baja, no se apaciguarán con este plan. En el mejor de los casos, Atucha II estará terminada en 2009, y la cuarta central, si se construye, no antes de 2016. Ya Cammesa, la empresa mixta que administra el sistema eléctrico argentino, ha dicho que, hoy mismo, las operaciones están en el límite de su capacidad. ¿Esto quiere decir que se apagará la luz este jueves? No. Pero sí que la Argentina no está en condiciones de soportar un imponderable eléctrico. Hay algo que ocurre aquí cada vez con más frecuencia: el frío y el uso de calefactores les restan suministro de gas a las usinas. Esto les hizo sufrir, en el otoño de 2004, cortes rotativos de luz a 31 grandes empresas durante un mes. El Gobierno encontró dos soluciones desde entonces: se reemplazó el gas por gasoil y fuel oil, hasta tres veces más caros, y se importó electricidad desde Brasil y Uruguay. El dinero para traer fuel oil de Venezuela surgió, en aquel momento de urgencia suprema, de partidas de la Anses.
Ahora, la Casa Rosada apunta a una solución más estructural entre átomos y reactores. "Es una opción ante el escenario. Si tuviéramos gas, nos reiríamos del mundo", dijo un gerente de una empresa eléctrica.
Con la terminación de Atucha II, el sistema tendrá 750 megavatios más, que se sumarán a los 1600 megavatios que aporten las dos centrales de ciclo combinado que también prevé construir, en dos años, el Gobierno.
Los escépticos objetan que el ingreso de Atucha II no solucionará demasiado, porque no hará otra cosa que reemplazar a Embalse, central que, a más tardar en 2011, debe someterse a un rediseño de equipos para extender su vida útil, operación que puede demorar otros dos años. "Pero no lo vea así, tan lineal -se apura Jorge Lapeña, ex secretario de Energía-. El país necesita 1000 megavatios por año. Este es un buen paso, pero el problema es anterior y puede surgir antes. Hay que hacer varias centrales."
¿Será rentable para la Argentina esta diversidad? En las empresas evalúan que, con el gas a más de cuatro dólares el millón de BTU (unidad térmica británica), la energía es competitiva. Hoy se le pagan a Bolivia cinco dólares por el fluido.
Es la cuenta que hace Darío Jinchuk, responsable de Relaciones Internacionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), organismo que estará a cargo del proyecto. "Un kilo de uranio, el combustible que utiliza un reactor, cuesta 112 dólares. Cien barriles de petróleo, 7500 dólares. Es la mejor alternativa."
Atucha II costará, según afirma el ministro de Planificación, Julio De Vido, 1800 millones de pesos. La porción de la obra que se interrumpió en 1994, hoy inactiva, costaba, durante la convertibilidad, 10 millones de dólares anuales en mantenimiento.
Los números y plazos oficiales (1800 millones y 2009 para inaugurarla) no coinciden con los del sector privado. "Se lo firmo -arriesgó un operador eléctrico-. Esto no vale menos de 2400 millones y no está antes del 2011."
Hay también quienes valoran el plan nuclear, pero dudan de que Atucha II deba continuarse. "Es una tecnología vieja -objeta Bronstein-. Yo haría otra, no sé si conviene terminar ésta. Sería como ponerle un motor de un BMW a un Ford Falcon. Quizá sea mejor convertir Atucha II en ciclo combinado y hacer otra nuclear."
El Gobierno decidió que Atucha II se financiara con un fondo fiduciario que tendrá aportes, a modo de préstamo, del Tesoro. El 60% de la diferencia entre el precio real de venta y el precio reconocido por Cammesa se destinará al repago. Se trata de una alternativa energética controvertida. No hay ambientalista que no mencione, cada vez que se habla de energía nuclear, el accidente de Chernobyl, Ucrania, el 26 de abril de 1986. Ese día errores de operación produjeron un incendio y dos explosiones y ocho toneladas de combustible radiactivo fueron expulsadas al exterior. "La cantidad de radiación liberada al ambiente fue 200 veces mayor a la que dispersaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki", dijo Greenpeace.
Versiones oficiales consignan unos 50 muertos y 1800 casos de cáncer de tiroides en niños, cifra que podría más que duplicarse en el futuro por efectos que perduran. Pero hay ambientalistas que cuentan hasta 200.000 muertos y proyecciones más crueles.
"Estoy en contra de la energía nuclear, porque los residuos quedan por los siglos de los siglos -dice Gustavo Calleja, ex subsecretario de Combustibles-. Además, la plata no está. No alcanzan 1800 millones de pesos, como dice el Gobierno. Es la segunda vez que me hacen el cuento de Atucha II. Hace tres años, De Vido y Cameron dijeron lo mismo. Hay que invertir 6000 millones de dólares por año para salir de esta situación, y ese dinero debe surgir de la renta petrolera. Si quieren cambiar, que cambien las concesiones petroleras. Hasta ahora, es la misma política de Menem."
La controversia ha llevado a algunos ejecutivos a prever incluso una reacción del gobierno de Uruguay. "Se viene la antipapelera -dijo a LA NACION un gerente de una generadora-. La antipapelera uruguaya va a ser la bomba atómica argentina... No pasa nada, no es riesgoso, pero Uruguay lo puede aprovechar, porque Atucha II está sobre el río, en Lima."